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Ciencia

Y los glaciares se convirtieron en sertón

Hace 300 millones de años, el hielo dominaba el paisaje de la futura región nordeste de Brasil

Actualmente, el semiárido del nordeste brasileño, también llamado sertón, presenta una imagen compuesta por grandes cactus, sequías frecuentes e intenso calor. Pero no siempre fue así. Hace alrededor de 300 millones de años, cuando Sudamérica, África, el sudoeste de Asia, Australia y la Antártida formaban un supercontinente ubicado cerca del Polo Sur, una vasta porción de lo que hoy en día es el nordeste de Brasil estaba cubierta por glaciares, de cuyos bordes se desprendían gigantescos bloques de hielo, icebergs que se deslizaban como los que actualmente se ven en los alrededores de la Antártida. En las porciones menos inhóspitas de este terreno, en donde no había hielo, crecían arbustos y árboles de pequeño porte, parientes lejanos de los actuales pinos y araucarias, componiendo así un paisaje similar al de actual Islandia, bien cerca del Polo Norte.

Un equipo del Instituto de Geociencias (IGc) de la Universidad de São Paulo (USP) logró reconstituir ese escenario y probar por primera vez fehacientemente que hubo una glaciación en el nordeste de Brasil -antes vista tan solo como una hipótesis a la espera deconfirmación-, con base en el análisis de rocas en las cuales los glaciares dejaron cicatrices o estrías al deslizarse hacia el mar. En busca de pistas de ese hielo antiguo, en un auténtico trabajo “detectivesco”, iniciado hace 25 años, los investigadores verificaron que el propio relieve guarda recuerdos de aquellos tiempos del final de la llamada Era Paleozoica, cuando la mayor parte de los continentes del actual Hemisferio Sur se unían en un inmenso bloque llamado Gondwana, y se hallaban cubiertos de hielo.

“En esa época, más de la mitad del futuro territorio brasileño estaba bajo un clima glacial”, asegura el geólogo Antonio Carlos Rocha Campos, coordinador del grupo que analizó un área de alrededor de 10 mil kilómetros cuadrados, que comprende los estados de Sergipe, Bahía y Alagoas. Desde hace tiempo son conocidos signos glaciales de las regiones sudeste, sur y centro-oeste de Brasil, especialmente de São Paulo y Paraná.

Pero en el nordeste tan solo se tenían indicios de ese período helado. Las marcas más recientes y contundentes de la glaciación en el territorio nordestino fueron descubiertas en octubre del año pasado: diversos surcos y excavaciones superficiales, de hasta 40 centímetros de profundidad y 25 metros de longitud por 3 metros de ancho. Estas excavaciones, encontradas en las inmediaciones de Santa Brígida, a 412 kilómetros al norte de Salvador, Bahía, y cerca de Nova Canindé de São Francisco y Curituba, Sergipe, a 213 kilómetros al oeste de Aracajú, la capital de ese estado, presentan las características típicas dejadas por el desplazamiento de icebergs sobre el fondo de lagos o mares poco profundos, de una manera similar a los surcos que se observan actualmente en la plataforma continental de la región ártica de América del Norte.

Las marcas registradas por los bloques de hielo eran las piezas que faltaban para completar el rompecabezas. “No cabe ahora la menor duda de que la glaciación de la final de la Era Paleozoica, conocida como edad glacial de Gondwana, llegó también a Brasil”, afirma Rocha Campos, quien está al frente del equipo integrado por investigadores del IGc, de la Universidad Federal de Río Grande do Norte (UFRN), de la Universidad Estadual Paulista (Unesp) y de la Universidad de Minnesota, Estados Unidos.Si bien las pruebas más consistentes de la presencia de hielo en el nordeste brasileño en épocas remotas son recientes, las primeras evidencias surgieron hace 25 años, en medio de una serie de coincidencias.

Durante una tarde del final de los años 70, bajo un calor de casi 40 grados, Rocha Campos viajaba en dirección hacia Igreja Nova, interior de Alagoas, a 183 kilómetros al oeste de la capital, Maceió, cuando un punto brillante, al costado de la carretera, poco antes de la entrada a la ciudad, le llamó la atención. Inmediatamente pidió que detuviesen el coche y corrió hasta el lugar. Como no llevaban equipos de excavación, tomó prestadas una escoba y una azada y se puso a limpiar una pequeña área de 1 metro por 2, mientras los habitantes que se aglomeraban a su alrededor traían latas de agua para ayudar a sacar la tierra que cubría la roca.

En el rectángulo excavado, Rocha Campos descubrió una superficie rocosa pulida con ranuras paralelas: eran marcas de erosión, posiblemente provocadas por el paso de algún bloque de hielo. Sobre la superficie había una capa de morrena, una roca maciza, de color grisácea, compuesta de granos de diferentes diámetros -desde algunos más finos (granos de arcilla) hasta los más gruesos (de arena), e incluso pedazos de rocas-, otra evidencia de que aquel material tenía origen glacial.

La morrena, formada por el desplazamiento de glaciares, que trituran y arrastran fragmentos de los zócalos rocosos sobre los cuales se deslizan, es una roca sedimentaria equivalente al till, un sedimento también mezclado caóticamente, que aparece siempre cerca de los glaciares actuales, formando cordones laterales o frontales. Conclusión: si es así hoy, debe haber sido así también en el pasado.

“La morrena era otra evidencia de que habría habido hielo por allí”, comenta el investigador. Rocha Campos había encontrado el local justo a la hora justa. “Eran las cinco de la tarde, el sol estaba poniéndose y los rayos caían inclinados sobre la roca”, cuenta el geólogo. “Si hubiera pasado por allí al medio día, no habría encontrado esa superficie estriada y la morrena. Por lo menos, no en aquella época”. Las pruebas habían sido encontradas. Pero faltaba analizar los detalles.Debido a que estaba comprometido en otros proyectos, Rocha Campos tuvo que esperar más de 20 años para retornar al nordeste brasileño. En 2001 regresó a Igreja Nova y encontró una pedrera, de donde se extraía la morrena para su utilización como piedra de construcción. Amplió la región que estudiaría y verificó la existencia de esa y otras rocas glaciales en Santa Brígida, interior de Bahía, en Nova Canindé de São Francisco y Curituba, Sergipe.

En esas localidades, en plena región conocida como ‘caatinga’, también constató la presencia de surcos y marcas dejados por los icebergs que, empujados por los vientos o por las corrientes acuáticas, cavaron la arena del fondo del lago o del mar como si fueran arados que imprimen su marca en el terreno y acumulan parte de los sedimentos en prominencias laterales. Al fin los investigadores podían afirmar con coherencia y pruebas consistentes que los glaciares habían formado partedel escenario natural de la región nordeste.

Según el geólogo, la cobertura blanca duró probablemente entre 15 y 30 millones de años en el territorio que luego sería Brasil, durante la transición del período Carbonífero al Pérmico. Esa glaciación fue una de las más largas e intensas fases de enfriamiento del planeta de las cuales se tenga noticia. El futuro territorio brasileño era por entonces ocupado por las plantas más primitivas, las gimnospermas (con semillas al descubierto, sin frutos), que en millones de años originaron las coníferas y los pinos actuales. Mientras que las gimnospermas deberían habitar las regiones más altas, de acuerdo con el escenario que los investigadores comienzan a delinear, en las partes más bajas y húmedas crecían los vegetales parientes de los actuales helechos, del grupo de las pteridófitas.

En los mares helados, vivían pequeños invertebrados -moluscos, braquiópodos y equinodermos, como los lirios de mar-, además de peces primitivos. La propia historia de Rocha Campos con las eras glaciales que llegaron a Brasil es antigua. Desde el final de los años 60, en colaboración con investigadores brasileños y de otros países, este geólogo investiga -y ha detectado- diversas señales relativa a la existencia remota de glaciares en las regiones sur y sudeste, principalmente en los estados de São Paulo, Paraná, Santa Catarina y Río Grande do Sul.

Con estos hallazgos, el investigador de la USP amplió los indicios de otro geólogo, el estadounidense Orville Derby, que en 1888 recogió los primeros registros de hielo de Gondwana en la región de la Cuenca del Paraná -un terreno geológico que comprende los estados de Mato Grosso, Mato Grosso do Sul, Goiás, Minas Gerais, São Paulo, toda la región sur y parte de Paraguay y Uruguay. “Si las señales de los glaciares cubrieron un área tan vasta, sus efectos deberían extenderse hacia otras regiones de Brasil”, pensó Rocha Campos. En busca de respuestas, el investigador seleccionó cuatro áreas de estudio: Mato Grosso y Rondônia, sur de Amazonas, noroeste de Minas Gerais y el circuito Bahía-Sergipe-Alagoas.

Hielo en Minas Gerais
Debido a las sospechas iniciales, generadas por las rocas pulidas descubiertas al borde de la carretera de Igreja Nova, y con la ayuda de estudios publicados por otros investigadores, el equipo do IGc no solamente encontró resquicios de la glaciación del final de la Era Paleozoica en el nordeste, sino que confirmó que en aquella época había también glaciares en el noroeste de Minas Gerais, en los alrededores de ciudades tales como Santa Fé de Minas y Canabrava, a 400 kilómetros de Belo Horizonte. Se cree que estos glaciares formaban una masa de hielo separada de la del nordeste, y pueden haberse extendido desde la actual capital de Minas Gerais hasta la frontera con Bahía y Goiás, en donde existe una depresión conocida como Cuenca Sanfranciscana, en referencia al río São Francisco. En Mato Grosso y Rondônia, las otras áreas investigadas por el equipo, los trabajos se encuentran aún en fase inicial y proseguirán hasta el final de este año. Pero los datos analizados hasta el momento sugieren que la glaciación de Gondwana se habría extendido a esas regiones.

Todavía hay muchas incertidumbre, ya que hay regiones que no fueron estudiadas aún, y los análisis preliminares se restringen a cada región aisladamente. El próximo paso del trabajo consistirá precisamente en establecer las conexiones entre estas diferentes áreas y formar la visión de conjunto de la época en la que el futuro territorio brasileño estaba cubierto de hielo. Pero, según Rocha Campos, ya se puede decir con firmezaque la glaciación de hace 300 millones de años se debió a la proximidad del Polo Sur, y no a los movimientos tectónicos que reacomodaron la superficie terrestre y originaron montañas que, a causa de la altura, albergaron conglomerados de hielo.

Los geólogos dirían: se trata de un fenómeno relacionado con la latitud, las líneas imaginarias horizontales y paralelas al ecuador. Los bloques que constituían Gondwana no solamente se fragmentaron, sino que también se desplazaron hacia el norte. Los que actualmente forman el territorio brasileño, hoy en día entre los 10 y los 35 grados de latitud sur, hace 300 millones de años se encontraban cerca de 30 grados al sur de la posición actual, casi 3.300 kilómetros más cerca del polo.

Otras causas
Los glaciares que llegaron al nordeste brasileño pueden haber llegado provenientes de Gabón, África Occidental, por entonces pegada a Brasil. Los que llegaron a la Cuenca del Paraná y Minas Gerais son considerado como extensiones de una masa de hielo que cubría Namibia. Según los investigadores, la latitud más alta no debe haber sido el único factor que provocó la glaciación. Variaciones en la órbita de la Tierra, que interfirieron en la intensidad de la luz solar que llegaba al planeta, asociadas a los cambios en la atmósfera, pueden haber colaborado.Los beneficios de este trabajo no solamente serían científicos, al ayudar a recontar la historia climática y geológica de Brasil, sino también económicos. En la Cuenca del Paraná ya se ha descubierto que las rocas de origen glacial se intercalan con las capas de carbón y forman parte de acuíferos o de reservorios de gas natural. Y en el nordeste puede ser que suceda algo similar.

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