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HISTORIA DE LA CIENCIA

Y sin embargo el sonido se mueve

El padre de Galileo fue un músico que influyó en su hijo en la búsqueda de la verdad experimental

LATINSTOCK/ ALBUM/ (C) SOTHEBY’S/ AKG-IMAGES/ AKG-IMAGESRetrato de un caballero que se presume que es el compositor Vincenzo Galilei, pintado por Alessando Allori y que data del siglo XVILATINSTOCK/ ALBUM/ (C) SOTHEBY’S/ AKG-IMAGES/ AKG-IMAGES

La ciencia describe las cosas como son; el arte, cómo se sienten, como se siente que son”, escribió Fernando Pessoa. Esa certeza del poeta fue motivo de debates y de una profusión de tratados filosóficos en el pasaje del siglo XVI ‒con su creencia platónico-pitagórica en la matemática como fundamento de la ciencia y el arte‒ al siglo XVII, cuando se percibió que no todo podía reducirse a los números. En especial las cosas sentidas.

Un pionero de esta visión crítica fue el músico Vincenzo Galilei (1520-1590), el padre de Galileo Galilei, quien ya antes del advenimiento de la revolución científica se percataba de los límites de la “matematización”, capaz de generar cambios positivos en la clasificación de algunas ciencias, pero que era ineficaz en otras. “No solamente porque la búsqueda de la naturaleza de los objetos de algunas ciencias era puesta en duda, sino también porque las diferentes formas de interacción entre los conocimientos prácticos, teóricos y los de los artesanos se dieron de maneras diversas”, afirma la historiadora Carla Bromberg, quien trabaja con los distintos tratados teóricos de Vincenzo, la mayoría inéditos, en su investigación de posdoctorado intitulada Del número al sonido: la transformación del concepto quinientista de música de Vincenzo Galilei.

“Vincenzo demostró que la música era un fenómeno natural sonoro, lo cual se contradecía con la tradición vigente, que la entendía únicamente como número y proporción”, explica. “En sus escritos, producto de experimentaciones prácticas y observaciones matemáticas, Vincenzo brindó esclarecimientos sobre el descompás existente entre la teoría y las prácticas musicales de su época, y postuló ideas que se convirtieron en fundamentos de la acústica, de la música barroca y del sistema tonal que perduró por más de 150 años”, sostiene la investigadora. Aunque es más conocido por ser el padre de Galileo, Vincenzo influenció a filósofos naturales, contemporáneos de él y posteriores, tales como Marin Mersenne y Simon Stevin, y a su propio hijo astrónomo.

Si en los días actuales es sencillamente una fuente de placer, la música, desde la Edad Media, era considerada una ciencia que tenía en su fundamento a la aritmética; por consiguiente, su objeto no era el sonido, sino el número.  En las universidades se aceptaba solamente que se teorizase sobre el mundo sonoro. Entre los autores de esos tratados, pocos eran los practicaban la música. “Fue el choque de las formas de conocimiento práctico y técnico con el conocimiento teórico lo que demostró la necesidad de un cambio de método. La defensa de ideas que contradecían a las autoridades y las estructuras del pensamiento occidental fue algo que Vincenzo hizo antes que Galileo.”

En sus tratados musicales, este tocador de laúd y teórico musical bosquejó un método investigativo innovador. “A contramano de su época, Vincenzo preconizó la supremacía de la observación y de los experimentos”, subraya la investigadora. Vincenzo no dudaba en cuestionar las doctrinas tradicionales. “Como nadie había explicado los problemas de manera tal de satisfacer al intelecto, se hizo necesario averiguar y someter a examen los hechos teóricos”, escribió. Para él, independientemente de quien fuese el autor, ya sea antiguo o moderno, había que cuestionar las alegaciones falsas, pues una idea no debería propagarse únicamente a causa de la autoridad de su creador.

El blanco de Vincenzo estaba precisamente en los adeptos a los conceptos pitagóricos, como Gioseffo Zarlino (1517-1590), maestro de capilla de la catedral de San Marcos, en Venecia. Aunque fue el maestro de Galilei durante algún tiempo, Zarlino hacía una lectura tradicional de la naturaleza matemática de la música, al procurar encajar en el viejo marco pitagórico-platónico legitimado en la tradición textual las “novedades sonoras” surgidas de los excesos de la polifonía. A partir de sus experimentos, Galilei extrajo la conclusión de que muchas de las razones postuladas teóricamente no existían en la práctica. Vincenzo también se percató de que muchos de los intervalos musicales que el sistema vigente negaba existían, y eran matemáticamente representables.

 

La tocadora de laúd, pintura de Andrea Solario, datada en el siglo XVI, en Roma

DEA/G. DAGLI ORTI/De Agostini/Getty Images La tocadora de laúd, pintura de Andrea Solario, datada en el siglo XVI, en RomaDEA/G. DAGLI ORTI/De Agostini/Getty Images

Incompatibilidad
Según la investigadora, al experimentar en la práctica las variaciones presentes en los comportamientos de los cuerpos, es decir, de la materia, y notar que eso generaba diferencias sonoras, Vincenzo vio que existían factores que las ciencias matemáticas no daban cuenta de explicar. Fue esa evidencia de la incompatibilidad del mundo matemático, con sus objetos abstractos, y el mundo físico, de objetos reales, lo que llevó a Galilei a concluir que, si bien la naturaleza del material estudiado, el sonido, era sensorial, la evidencia de la experimentación era el camino indicado para la investigación. No se debía privilegiar el estudio de la música especulativa por sobre el estudio de las sonoridades, que es el campo de las cosas “como se siente que son”.

Pero, tal como lo haría su hijo, con esa pelea que el padre entablaba, se metía con conceptos establecidos desde hacía mucho tiempo. La argumentación de Zarlino se basaba en la teoría de las razones de números enteros, transmitida por el filósofo Severino Boecio y basada en los griegos. Era ilustrada históricamente a través de la leyenda de la invención de las consonancias atribuida a Pitágoras y su monocordio, un instrumento descrito como siendo compuesto por una sola cuerda extendida entre dos caballetes fijos. Según se creía, el filósofo investigara la relación entre la longitud de una cuerda vibrante y el tono musical que ésta producía. Pitágoras observó que al presionar sobre un punto ubicado a 3/4 de la longitud de la cuerda con relación a su extremo ‒lo equivalente a reducirla a 3/4 de su tamaño original– y tocarla acto seguido, se oía una cuarta arriba del tono emitido por la cuerda entera. Con 2/3 del tamaño original de la cuerda, se escuchaba una quinta arriba y con ½, se obtenía la octava. La música, como todo en el Universo, era matemática.

Empero, para Vincenzo los números no eran sonoros, sino que debían aplicarse a algún cuerpo sonoro, es decir, la música encontraba en los números solamente una representación de los sonidos. La matemática pasaba a instrumentalizar a la música, y no a fundamentarla. Ergo, la música no era un sistema numérico perfecto que existía en reinos celestiales, tal como pretendían los pitagóricos, sino que estaba compuesta por sonidos emitidos por cuerpos, cuyas diferentes composiciones afectaban la percepción auditiva de las razones teóricas dadas.

Con su laúd, demostró que la altura de una nota podría variar no solamente en función de la longitud o de la tensión de la cuerda, sino también cuando se alteraba su espesor o el material con el cual estaba elaborada. La legitimación de los intervalos musicales de acuerdo con la teoría suponía también que los intervalos excluidos del sistema no eran naturales.  Pero, para Galilei, un sonido era tan natural como otro: si agradaba o no al oído no, eso no podía explicarse mediante un sistema numérico, sino por la propia audición particular e individual. La matemática no tenía poder sobre los sentidos. Vincenzo liberaba a la música del dominio de los números, al demostrar que la realidad empírica no necesariamente se combinaba con las antiguas razones que, tal como se creía, organizaban al Universo.

La gran osadía de Galilei fue trabajar directamente sobre los cuerpos sonoros, experimentando con el sonido, empleando jarrones de metal y otros objetos de distintos tamaños, anchos y volúmenes, además de cuerdas de diversos materiales, y observar que los sonidos sufrían alteraciones de acuerdo con el comportamiento de cada material. “Vincenzo demostraba así, de manera inédita, la relevancia de la materia y su comportamiento”, analiza la investigadora.

La ciencia de la acústica
A través de los instrumentos musicales, Vincenzo introdujo principios que serían estudiados en el futuro en el campo de la ciencia de la acústica, desarrollada por Joseph Saveur en el siglo XVII”, sostiene Carla. Al “desnumeralizar” la música, Vincenzo ejecutó una embestida audaz. “Los teóricos del siglo XVI ponían de relieve las razones pitagóricas, pues éstas formaban parte de una forma de comprender el mundo. Según el pensamiento pitagórico, todo lo que existía era representado por números, y sus relaciones, por razones matemáticas”, recuerda la autora. “Al invalidar en el terreno musical el concepto de razones pitagóricas, Galilei sacudía un orden mayor. Pero, quizá por no pertenecer a ninguna corte, entidad religiosa o universidad, su obra no provocó el impacto que debería.”

Vincenzo trató a la música simultáneamente como un fenómeno físico y cultural. Era una creación humana, basada en leyes físicas que gobernaban la producción del sonido, como así también un fenómeno sonoro, sujeto a reglas culturales definidas. “Para él, la combinación de sonidos, descrita como consonancias o disonancias, dependía tanto de causas naturales como de la convención, y era esto lo que explicaba por qué la música que agradaba a los italianos no tenía el mismo efecto sobre otras naciones”, recuerda la investigadora. Para muchos, estas visiones influyeron directamente en su hijo Galileo.

“Los estudios del padre apuntaban hacia lo que sería la acústica, y los del hijo, hacia la mecánica. Ambos atacaron ciertos pilares de la sabiduría aristotélica, tales como el fundamento matemático de la música y la perfección del mundo celeste, y abrazaron otro pilar, el de la relevancia de la materia y el comportamiento de los materiales para el estudio del movimiento y de la mecánica”, analiza Bromberg.

El proyecto
Del número al sonido (nº 2009/52252-8); Modalidad Beca de posdoctorado; Coordinador Carla Bromberg–Cesima/PUC-SP; Inversión R$ 144.869,89 (FAPESP)

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