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Tapa

A bordo del Mar sin fin

Un periodista recorre el litoral brasileño y retrata sus problemas

Rio cerca de vila mango, en Oyapock, Amapá

Reproducción Rio cerca de vila mango, en Oyapock, AmapáReproducción

Dios quiere, el hombre sueña, la obra nace/ Dios quiso que la tierra fuese toda una/ Que el mar se uniese, ya no se separase, escribió Fernando Pessoa, poeta de una de las naciones más marítimas del globo. Con las carabelas lusitanas, llegó al Brasil esa pasión por el mar, a punto tal que toda una nación se fue erigiendo a orillas del océano. Pero, desdichadamente, ése es un amor platónico: La gente conocen muy poco de la costa brasileña. Somos hijos de navegantes y perdimos un poco de eso. No hubo un navegante de los siglos XVIII y XIX que no se haya fascinado locamente cuando llegó acá, pero esa belleza está siendo lacerada de manera violenta, asevera el periodista y músico João Lara Mesquita, que acaba de presentar Brasil visto do Mar Sem Fim, obra bellísima con más de 600 fotos y el texto íntegro de su diario de cuando, entre abril de 2005 y 2007, descendió la costa nacional a bordo de su velero Mar Sem Fim, para producir una serie de 90 documentales para TV Cultura. Fueron 11 mil kilómetros recorridos entre el Oiapoque y el Chuí. El paso de las imágenes de la pequeña pantalla a las páginas del libro solamente otorgó un realce de sabor a la aventura.

Director de la Radio y Estudio Eldorado, creador del Premio Eldorado de Música, del Premio Visa de MPB y uno de los fundadores del Núcleo Unión Pro Tieté, vinculado a la Fundación SOS Mata Atlântica, João Lara, de un largo linaje de periodistas de O Estado de S.Paulo, no salió mar afuera solamente para divertirse. A decir verdad, mezcló el tino por la noticia con la experiencia náutica de quien ya recorrió 30 mil millas de navegación, casi una vuelta al mundo, para mostrar las miserias que afectan al litoral brasileño y alertar la sociedad antes que sea demasiado tarde para que el mar nos una. La gente demuestran una intensa preocupación con el medio ambiente, los niños aprenden eso en la escuela, muchos luchan por el río Tietê, por el Cerrado, por la Amazonia, pero van a la playa y arrojan cigarillos al mar, sin noción de la importancia del espacio marítimo como ecosistema fundamental para la vida humana, explica. Para João Lara, es necesario mostrar a las personas que no vale la pena salvar el continente y dejar al mar morir, en la medida en que el 71% del globo terráqueo es formado por océanos.

Los dos tomos, además de ser hermosos, constituyen por lo tanto un alerta de que, si continuáramos usando el mar como un gran basurero, estamos condenados a naufragar en el futuro. En especial con la ocupación desordenada de la costa brasileña. La obra tiene aún un bies inusitado al mostrar el litoral brasileño en la perspectiva del mar para a tierra, y no al contrario. Esa óptica invertida revela playas, ensenadas y bahías, normalmente vistas por la óptica de quien está en el continente, en tomas donde esparcidas áreas verdes conviven con edificios, avenidas e inmensos complejos turísticos, observa el autor, para quien es hora de que los niños estudien más los océanos, en particular cuando se discute tanto la cuestión climática global de forma tan aterrorizante. La comunidad científica ya sabe de esa importancia. Ahora sólo falta comunicárselo a los legos. Me siento optimista. Estamos en el camino correcto. Que el mar entonces nos una y no nos separe.

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