“¡Son dunas!”, exclamó asombrado el geógrafo Jurandyr Ross, docente de la Universidad de São Paulo, al divisar las elevaciones del suelo arenoso tapizadas por manchones de plantas espinosas, ovejas y llamas, en las cercanías de las planicies que se conocen como mesetas del desierto de la Patagonia, en el sudoeste argentino, ni bien había pasado la Navidad de 2015. Bajo un sol intenso, en un viaje que demandó 16 días a través de 9.000 kilómetros, Ross y otros geógrafos despejaban las últimas dudas que planteaban las imágenes por radar y satélite que se habían empleado para elaborar el mapa del relieve de América del Sur en el que todo su equipo había trabajado durante ese año. Ese nuevo mapa, publicado como parte de un artículo en la edición de agosto de 2016 de la Revista Brasileira de Geografia, sustituye al anterior, bastante más sencillo, de la década de 1940, resalta 35 unidades distintas y describe las particularidades de los tres grandes bloques que forman el continente: la Cordillera de los Andes al oeste, la gran planicie central adyacente a las montañas y los altiplanos de escasa altitud que integran casi en su totalidad el territorio brasileño. Esas divisiones, algunas con cientos de kilómetros cuadrados, proporcionan una perspectiva integral del continente y reflejan el vínculo del relieve brasileño con la cordillera andina.
“Si bien las estructuras basales del relieve brasileño son muy antiguas, las formas actuales son resultado de fuertes influencias de la actividad tectónica de los Andes, que geológicamente, son mucho más recientes”, dice Ross. La orogénesis de la cordillera, como resultado de la presión de las placas tectónicas sobre el lecho marino, determinó el cambio de pendiente ‒de oeste a este‒ del río Amazonas y otros de la cuenca amazónica. Además, según el investigador, las sierras del Mar y de Mantiqueira, a lo largo del litoral, así como el Valle del Paraíba, en la región de Taubaté, se originaron a expensas de la presión y del plegamiento de la cordillera sobre la estructura rocosa situada al este.
“Actualmente transitamos una etapa de calma tectónica, pero la reconfiguración del relieve ha sido mucho más intensa, a causa de los Andes”, dice el geógrafo Silvio Rodrigues, profesor de la Universidad Federal de Uberlândia, en Minas Gerais. Según él, los Andes todavía influyen en el continente porque se yerguen sobre dos placas tectónicas activas, la de Nazca y la Sudamericana, que generan energía, por medio de procesos tectónicos, que puede llegar hasta el litoral del Atlántico. “Como el relieve brasileño ya es bastante conocido, lo más interesante de este mapa es el análisis de los Andes y de la depresión central, entre la cordillera y el territorio brasileño”.
Una vez terminado el mapa del relieve brasileño a escala 1:5 millones (uno en cinco millones, donde 1 centímetro, en el mapa, equivale a 50 kilómetros), publicado en 1996 en el libro Geografia do Brasil (Editorial Edusp), y asimismo el del relieve del estado de São Paulo a escala 1:500.000, dos años más tarde (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 35), Ross se abocó a la elaboración de una síntesis del relieve de América del Sur porque no había ningún mapa actualizado que pudiera usar en su cátedra. El único que pudo hallar, cuando su trabajo ya estaba avanzado, lo había elaborado el Servicio Geológico de Estados Unidos, y databa de 1942. Él se valió principalmente de las imágenes trazadas por radar, desde el satélite Shuttle Radar Topography Mission (SRTM), de la NASA, la agencia espacial estadounidense, y recurrió, como complemento, a las que aporta Google Earth, al mapa geológico de América del Sur, elaborado por la Compañía de Investigación de Recursos Minerales (CPRM) ‒una empresa pública dependiente del Ministerio de Minas y Energía‒, y a trabajos académicos.
El nuevo mapa, que se realizó a escala 1:8 millones, podría ser de utilidad para la planificación ambiental y económica. “El relieve, los suelos y el clima condicionan la ocupación humana y el agronegocio”, dice Ross, que asocia las planicies del Mato Grosso con el cultivo de soja y caña de azúcar, y los valles chilenos, en medio de las montañas, con la producción de frutas. Las formas del relieve, señala, reflejan tanto las fuerzas internas de la Tierra, como son los desplazamientos del magma, como las externas, donde intervienen la erosión y los grandes eventos climáticos.
El mapa delimita las unidades de los tres bloques fundamentales del continente con base en las diferencias de constitución geológica, suelos y formas de relieve.
El bloque oriental incluye a las mesetas de baja altitud, que albergan las cuencas de los principales ríos brasileños, representadas por las áreas azules en el mapa, las depresiones en anaranjado, y las sierras costeras en rojo. Esa es la parte más antigua del continente, con más de mil millones de años, que se formó en la era Precámbrica (actualmente denominada supereón Precámbrico).
Ese bloque era parte, conjuntamente con lo que en la actualidad son África e India, del supercontinente Gondwana, que comenzó a fragmentarse hace unos 150 millones de años, durante el período Jurásico, signado también por la apertura del Atlántico sur. El cratón amazónico, al norte y al sur de las planicies del río Amazonas, forma las estructuras rocosas más antiguas del continente, con alrededor de 2.500 millones de años. En rojo, los cerros y sierras representan los vestigios ya bastante erosionados de cordilleras más antiguas que la de los Andes. “Cuando ellas se formaron, entre 550 y 1.500 millones de años, eran tan altas como los Andes”, dice Ross.
Al oeste, se alza la cordillera de los Andes, un bloque geológico más reciente que el del sector del este. Ross resalta el tramo más antiguo y más elevado, la cordillera oriental, que data de unos 100 millones de años y presenta altitudes promedio de 4 mil metros, en Bolivia y Argentina.
La montaña más reciente
La cadena montañosa predominante, que se extiende de norte a sur del continente, con altitudes entre 1.500 y 2.600 metros, es la cordillera occidental, que se elevó en dos etapas: una, hace alrededor de 85 millones de años, y otra, hace 40 millones de años. La cordillera costera es aún más reciente, del final del período Cenozoico, entre 1,7 y 23 millones de años. Entre las montañas, existen valles ocupados por ciudades, como es el caso de Santiago, en Chile, a 800 metros sobre el nivel del mar, y el desierto de Atacama, sitio que Ross visitó en noviembre, durante otra expedición de reconocimiento de campo, donde contempló asombrado el blanco manto de sal sobre el árido suelo rojizo.
En el sector comprendido entre las montañas y las mesetas bajas de Brasil, se extiende la Depresión Central Sudamericana, formada por llanuras con tramos aluvionales, tales como las de los ríos Orinoco, en Venezuela, Mamoré-Beni, en Bolivia y la del Paraguay, en Brasil, Paraguay y Argentina. La edad promedio de la superficie de esta área (demarcada en amarillo en el mapa) varía entre 10 mil y 3 millones de años, con una altitud máxima de 200 metros en la región comprendida entre Paraguay y Bolivia. “La totalidad de esta área muy baja, con colinas de cima plana, valles levemente demarcados, llanuras y pantanales, denominada chaco o Gran Chaco, en los últimos dos casos, era antiguamente un gran mar, hace millones de años, antes del alzamiento de los Andes”, dice Ross.
La geógrafa Isabel Cristina Gouveia, docente de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), campus de Presidente Prudente, comenta que dos destacados geógrafos brasileños del siglo pasado, Aziz Ab’Saber y Fernando de Almeida, brindaron un gran aporte al conocimiento del territorio nacional, incluso sin contar con imágenes satelitales, hoy de fácil acceso. “Curiosamente”, dice, “aun disponiendo de imágenes de alta resolución y recursos de Sistemas de Información Geográfica, todavía son escasos los estudios que valoran el mapeo geomorfológico como método de análisis y sistematización del conocimiento sobre el relieve”.
Artículo científico
ROSS, J. L. S. Compartimentação do relevo da América do Sul. Revista Brasileira de Geografia. v. 61, n. 1, p. 21-58, 2016.