Al divisar lo que supone que es un tigre, una madre orangután de Sumatra no se inmuta. Con aparente calma, sujeta a su cría y sube a una rama más alta. Sólo después, cuando la amenaza desaparece, la madre emite un sonido similar a un beso, que funcionaría como una advertencia de que algo peligroso merodeaba por allí. Se trata de una reacción sofisticada desde el punto de vista cognitivo –algo que hacen los seres humanos, pero que aún no se había observado en otros primates– e implica la transmisión a su cría de la percepción de un evento pasado, la anterior presencia de una amenaza cercana, según se explica en un artículo firmado por el portugués Adriano Lameira, de la Universidad de Saint Andrews, en Escocia (Science Advances, 14 de noviembre). En el caso de la cría, la advertencia vocal materna inmediatamente después del paso del predador serviría también como una herramienta educativa, que enseñaría al pequeño a comportarse en futuras situaciones similares. Los orangutanes que participaron en el experimento coordinado por Lameira no corrían un riesgo real. El predador en cuestión era, en realidad, un investigador caminando en cuatro patas cubierto con una manta que podía exhibir cuatro patrones distintos: estampado con rayas de tigre, con dibujos aleatorios, con círculos de colores o completamente blanco. Ante las cuatro alternativas, la mayor parte de las reacciones de la madre orangután ocurrió ante la estampa atigrada.
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