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Tapa

Alternativas en estudio

La adopción de tecnologías basadas en la agricultura 4.0 se erige como el camino adecuado con miras a disminuir el consumo de pesticidas en los cultivos brasileños

Un empleado de Solinftec opera una computadora durante la zafra de la caña de azúcar

Solinftec

El agronegocio, uno de los sectores con mayor fortaleza de la economía, concentra alrededor del 25% del Producto Interno Bruto (PIB), ostenta el 20% de los puestos laborales y se destaca en la pauta de exportaciones de Brasil, con productos tales como soja, azúcar, celulosa, carne bovina y de pollo en los primeros lugares de la lista. La alta productividad del sector depende, en buena medida, del uso de agrotóxicos, principalmente en las grandes plantaciones de soja, caña de azúcar y maíz que, en conjunto, representan el 75% de los pesticidas que se consumen en el país. No es casual que esos monocultivos ocupen extensas regiones de siembra. Las plantaciones de soja y maíz, por ejemplo, representan casi el 70% del total de la superficie sembrada en el país en 2018, estimada por la Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab) en 61,7 millones de hectáreas, que equivalen al 7% del territorio nacional.

El uso de grandes volúmenes de agroquímicos en esas plantaciones genera impactos directos en el ambiente, contaminando el suelo y las reservas de aguas superficiales y subterráneas, tales como ríos, lagos y napas freáticas. Para mitigar esos daños, según opinaron los expertos entrevistados para la elaboración de este reportaje, los grandes productores del agro deberían adoptar nuevas tecnologías.

“Las soluciones basadas en lo que se ha denominado agricultura 4.0, tales como sensores, máquinas inteligentes que ‘se comunican entre sí’, internet de las cosas y robotización, pueden colaborar para la implementación de un uso más adecuado de diversos insumos, entre los cuales se encuentran los agroquímicos”, dice el ingeniero electricista Fernando Martins, consejero de la empresa Máquinas Agrícolas Jacto, uno de los líderes mundiales en fabricación de pulverizadores.

El uso de estas tecnologías de punta en los próximos años, dice Martins, les permitirá a los productores rurales aplicar los insumos (pesticidas, abono, semillas y riego, entre otros ítems) en tasas variables, y no de manera uniforme como se hace actualmente. Una dosificación ideal de los defensivos agrícolas aplicados en los cultivos constituye uno de los grandes retos del sector. “El agricultor dispondrá más agroquímicos en un sector delimitado de la plantación y menos en otro, de acuerdo con la necesidad, generando ahorro y elevando la eficiencia de la fumigación”, explica. “Hoy en día, ya se ve un movimiento contrario al empleo excesivo de agroquímicos porque los mismos son caros”.

Aparte de Jacto, cuya sede se encuentra en la localidad de Pompeia (São Paulo), otra empresa paulista que invierte en agricultura digital es Solinftec, del municipio de Araçatuba. Su catálogo de máquinas e implementos agrícolas conectados está presente en alrededor del 65% de los cultivos de caña de São Paulo. La fumigación de grandes extensiones de áreas destinadas a la producción de commodities, tales como soja, caña de azúcar, algodón, maíz y eucalipto, este último para la fabricación de celulosa, se efectúa por medio de aviones o tractores, mientras que las plantaciones menores, focalizadas en el cultivo de alimentos que van a parar a la mesa de los brasileños, son rociadas con frecuencia por los propios agricultores, que utilizan dispositivos denominados mochilas pulverizadoras (que van sujetas a la espalda del aplicador).

“La fumigación aérea es un problema ambiental y de salud pública. Los plaguicidas rociados por el avión se dispersan sobre cursos de aguas, otras plantaciones, áreas de conservación ambiental y regiones habitadas. Cuando se realiza una aplicación aérea, la dispersión a través del aire es mucho mayor, impactando sobre el ambiente y poniendo en riesgo la salud de aquellos que habitan en las cercanías, de los trabajadores y de la gente que consume los alimentos”, subraya Adelaide Cassia Nardocci, docente de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (FSP-USP).

La FSP-USP y el Centro de Monitoreo Sanitario de la Secretaría de Salud del Estado de e São Paulo, crearon en conjunto el portal Sistema de Búsqueda de Información sobre Agrotóxicos, al que bautizaron con el nombre de Ariadne. Este provee datos sobre el uso y las aplicaciones de agrotóxicos en el estado de São Paulo, con énfasis en el comportamiento de la sustancia en el medio ambiente y su toxicidad para la salud humana. “El Ariadne tiene por objeto ayudar a las personas que no están familiarizadas con el tema a encontrar informaciones sobre agrotóxicos”, dice Nardocci.

La necesidad de desarrollar soluciones y sistemas inteligentes para contener la deriva –el volumen de agroquímicos que no llega al cultivo en cuestión– y que tornen más eficiente la aplicación de pesticidas y el control de plagas condujo a la creación de la Red de Investigación Redagro, un emprendimiento de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa, en portugués) del cual forman parte 10 universidades y el Sindicato Nacional de Empresas de Aviación Agrícola (Sindag). Durante un lapso de cuatro años, los científicos trabajaron en el proyecto “Desarrollo de la aplicación aérea de agrotóxicos como estrategia de control de plagas agrícolas de interés nacional”, que se concluyó al principio de este año.

Lucas Lacaz Ruiz/ Fotoarena/ Folhapress Con ayuda de una mochila pulverizadora, un productor rural fumiga agrotóxicos sobre un cultivo de hortalizasLucas Lacaz Ruiz/ Fotoarena/ Folhapress

“El uso de tecnologías, herramientas de la agricultura 4.0 y sistemas inteligentes de ayuda para la toma de decisiones para el control de plagas en la agricultura tropical ha aportado nuevas perspectivas para la seguridad alimentaria y energética”, enfatiza el ingeniero de control y automatización Paulo Cruvinel, investigador de Embrapa Instrumentação, de São Paulo, y coordinador de Redagro. De acuerdo con él, ese esfuerzo sirvió para crear nuevos métodos, adaptar tecnologías y para el desarrollo de estrategias para lograr pulverizaciones más eficientes.

Uno de los estudios reveló que la adopción de dispersores rotativos –un tipo de pico pulverizador– en los cultivos de soja puede reducir alrededor de un 80%, en promedio, la deriva en las aplicaciones aéreas en comparación con los picos hidráulicos ajustables, que son los más utilizados en los aviones. Otro desarrollo, destinado a la aplicación de defensivos mediante tractores fumigadores estableció los niveles adecuados de automatización para ajustar los picos pulverizadores y la presión en la barra fumigadora según la trayectoria del tractor, en línea recta o en curvas.

Así como la adopción de innovaciones tecnológicas es un medio para racionalizar el uso de agrotóxicos en las tierras afectadas a la producción de commodities, una de las opciones en los cultivos de alimentos que abastecen a las ferias del país, cultivados principalmente por pequeños productores, consiste en promover el cultivo orgánico, exento de agroquímicos. Más allá de minimizar el riesgo de contaminación, la reducción en el uso de agroquímicos podría mitigar la intoxicación entre los pequeños productores rurales, que producen alrededor del 70% de los alimentos que se consumen en el país, y suman 4,4 millones de trabajadores.

El estímulo a la agroecología
El Proyecto de Ley nº 6.670/ 16, en debate en la Cámara de Diputados desde 2016, introduce la Política Nacional de Reducción de Agrotóxicos (PNaRA) y contempla medidas tendientes a apuntalar la producción de orgánicos, la agricultura agroecológica y el control biológico, técnicas que apelan a insectos, hongos, virus y bacterias para combatir las plagas agrícolas. “El PNaRA es la contracara del PL nº 6299/ 02”, dice el biólogo Fernando Carneiro, miembro de la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (Abrasco) e investigador de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) en la filial de Ceará. “El mismo se tramita lentamente en la Cámara Baja. Solo recientemente se constituyó una comisión especial para evaluarlo”.

Otro ítem del PNaRA determina la eliminación de las exenciones tributarias y de los estímulos financieros a la importación, producción y comercialización de agrotóxicos. Una auditoría efectuada por el Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU) calculó que las exenciones fiscales en agrotóxicos sumaron entre 2010 y 2017 un total de 9.000 millones de reales. Como esos productos se consideran insumos agrícolas, los gastos de los productores rurales en los mismos son pasibles de deducción.

Caetano Barreira/ Olhar Imagem Un avión fumigador dispersa pesticidas sobre una plantación de caña de azúcar en el interior del estado de São PauloCaetano Barreira/ Olhar Imagem

La agroecología, según explica Carneiro, aboga por un manejo sostenible de los cultivos, incorporando en la ecuación productiva componentes sociales, políticos, culturales, ambientales y éticos. “Este tipo de práctica tiene en cuenta las condiciones laborales de los agricultores, la compatibilidad de los cultivos en función del ecosistema y el nivel de industrialización de todo el proceso”, dice el investigador. Simultáneamente, evita el empleo de pesticidas y fertilizantes químicos, estimulando el cultivo de orgánicos.

Según la Secretaría de Desarrollo Agropecuario y Cooperativismo, ligada al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento, la superficie destinada al cultivo de orgánicos batirá un récord este año, superando las 750 mil hectáreas de 2016. Esta práctica está impulsada en buena medida por las agriculturas familiares. A pesar de su crecimiento, los orgánicos solamente representan el 1,2% del área plantada en el país, lo que ubica a Brasil como el 13º mayor productor del mundo en ese segmento.

“Entendemos que las formas alternativas de producción son importantes. Tanto la producción convencional como la orgánica, si se realizan en forma adecuada, producen alimentos seguros para el consumo. No estamos en contra de la agroecología o de la producción orgánica, pero debemos ser realistas. Los orgánicos son más caros y la productividad es menor”, resalta el ingeniero agrónomo Mario Von Zuben, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Defensa Vegetal (Andef). “La diferencia entre los dos modelos es su escala. Para producir la misma cantidad de orgánicos se necesita un aumento significativo del área cultivada, y esa no es una alternativa a causa del impacto ambiental y de la degradación de los bosques”. Para Fernando Carneiro, de Abrasco, es un mito que la agroecología sea cara y de baja escala. Publicaciones recientes de la Agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recomiendan que se fomente ese sistema, para estimular la economía solidaria, priorizar los mercados locales y propiciar el desarrollo regional.

Además, una de las formas de reducir las intoxicaciones en las pequeñas propiedades consiste en invertir en la capacitación de la mano de obra, de forma tal que puedan aplicarse cuidadosamente los agrotóxicos. “Por falta de información, muchos productores rurales aplican las sustancias en dosis superiores a lo recomendado y en forma inadecuada para las plagas que pretenden controlar. De ahí la importancia de contar con una capacitación adecuada”, dice el ingeniero agrónomo Hamilton Humberto Ramos, investigador del Centro de Ingeniería y Automatización del Instituto Agronómico (CEA-IAC), en Campinas, y coordinador del programa Aplique Bien, que ofrece a los agricultores capacitación en el manejo de agroquímicos. Más allá del riesgo para la salud, la aplicación incorrecta de plaguicidas genera pérdidas en los cultivos y compromete la sostenibilidad de la agricultura.

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