Las emisiones de gases de efecto invernadero aumentan en el mundo, pero en Brasil disminuyen gracias al descenso de la deforestación en la Amazonia
André Kitagawa
Las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) alcanzaron un nuevo récord en 2023. Ascendieron a 57.100 millones de toneladas de equivalentes de dióxido de carbono (CO₂eq), y superaron en un 1,3 % el volumen del año anterior, según un informe publicado a finales de octubre por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma). El índice de crecimiento fue superior al de la década pasada (de 2010 a 2019), cuando, antes de la eclosión del covid-19, las emisiones anuales aumentaron en promedio un 0,8 %. En 2020, en pleno apogeo de la pandemia, la merma de las actividades en el planeta llevó a un descenso de casi un 5 % en las emisiones totales, el máximo declive registrado desde la década de 1970.
El incremento de las emisiones globales tuvo lugar en cuatro de los cinco grandes sectores que producen GEI: energía, procesos industriales, producción agropecuaria y tratamiento de residuos. Tan solo la categoría uso del suelo, cambios en el uso del suelo y silvicultura (USCUSS, o LULUCF, por sus siglas en inglés) emitió menos gases de efecto invernadero en 2023 que en el año anterior. El proceso de mayor influencia en el total de este sector es la eliminación de la vegetación, especialmente de bosques, para dejar espacio a la agricultura y la ganadería.
“El problema de Brasil radica en que el inventario nacional subestima las emisiones de dióxido de carbono derivadas de los incendios forestales y la degradación de la vegetación”, comenta la química Luciana Gatti, coordinadora del Laboratorio de Gases de Efecto Invernadero (LaGEE, por sus siglas en portugués) del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe). Salvo la agricultura, que puede almacenar carbono en el suelo, aunque estas capturas no suelen contabilizarse en los inventarios, el sector USCUSS es el único que, además de emitir, también puede extraer dióxido de carbono del aire en forma natural (el resto de las categorías siempre liberan GEI).
Alexandre Affonso/Revista Pesquisa FAPESP
Las áreas verdes bien preservadas pueden extraer más carbono de la atmósfera vía fotosíntesis y almacenarlo en su biomasa que el CO₂ que emiten a través de su respiración. Por su densa vegetación tropical, siempre se había considerado a la Amazonia una región del planeta que absorbía más carbono que el que emitía. Pero estudios recientes, como los que llevó a cabo el equipo de Gatti, apuntan que, debido a la deforestación y a una mayor degradación, hay partes de la Amazonia que están perdiendo su capacidad de prestar este servicio ecosistémico, que mitiga el calentamiento global.
Hoy en día, los análisis en su mayoría indican que la temperatura global es al menos 1,2 grados Celsius [ºC] superior a la del período adoptado como referencia de la era preindustrial, la segunda mitad del siglo XIX. Con este nivel de calentamiento, diversos estudios muestran un deterioro de algunos de los signos vitales del planeta, como la elevación del nivel de los océanos y la intensificación de los eventos climáticos extremos. Desde 2023, sin embargo, se ha registrado un calentamiento global del orden de 1,5 ºC durante varios meses seguidos, que aún se considera temporal.
André Kitagawa
Según el informe del Pnuma, ha habido un incremento del volumen liberado de los cuatro tipos de gases que contribuyen al aumento de la temperatura del planeta: dióxido de carbono (CO2), causante por sí solo de las tres cuartas partes del calentamiento global, fundamentalmente como resultado de la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón); metano (CH4), liberado esencialmente por las actividades agropecuarias y por fugas durante la explotación de gas natural; óxido nitroso (N2O), presente en los fertilizantes agrícolas y en residuos animales, y gases fluorados (HFC), utilizados en los sistemas de refrigeración.
En las estadísticas, es habitual transformar las emisiones de metano, óxido nitroso y gases fluorados en su equivalente en CO₂. Para ello se utiliza una fórmula de conversión a través de la cual la producción de una tonelada de metano u óxido nitroso calienta la atmósfera durante un siglo del mismo modo que 25 y 298 toneladas de CO₂ respectivamente. En el caso de los HFC, que abarcan una familia de gases producidos en forma artificial, el factor de conversión suele superar el millar de toneladas.
De no revertirse la actual tendencia de incremento de la producción de GEI, no existe la menor posibilidad de limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, la meta estipulada en 2015 en el marco del Acuerdo de París, y se prevé que la temperatura del planeta aumente entre 2,5 y 3 ºC hacia finales de siglo. Este nivel de calentamiento se considera catastrófico, con un costo altísimo en vidas humanas y pérdidas económicas. “Para encauzar las emisiones en una vía menos costosa que [limite el calentamiento a] 1,5 ºC, las mismas deberían mermar en un 42 % para 2030 en comparación con los niveles de 2019”, afirmó la economista danesa Inger Andersen, directora ejecutiva del Pnuma, en el prólogo del documento. Otra posibilidad sería reducir las emisiones un 7,5 % año a año de aquí a 2035.
La caída de las emisiones en Brasil A contramano de lo que sucede en gran parte del planeta, Brasil redujo de manera significativa sus emisiones de GEI el año pasado. De acuerdo con el Sistema de Estimación de Emisiones y Remociones de Gases de Efecto Invernadero (Seeg), una iniciativa de la red de organizaciones no gubernamentales Observatório do Clima (OC), en 2023 el país liberó a la atmósfera 2.600 millones de toneladas brutas (sin incluir las remociones) de CO₂eq, un 12 % menos que en 2022, en lo constituyó el mayor descenso de los últimos 15 años.
Alexandre Affonso/Revista Pesquisa FAPESP
La categoría de mayor incidencia en las emisiones fue el cambio en el uso del suelo (el 46 %), que históricamente ha liderado la producción de GEI en el país. A continuación se ubicaron los sectores de la agricultura y la ganadería (el 28 %), energía (el 18 %), el tratamiento de residuos (el 4 %) y los procesos industriales (el 4 %). Si se consideran solamente las emisiones netas, esto es, el total bruto menos el carbono extraído de la atmósfera vía fotosíntesis de la vegetación en crecimiento, el volumen de GEI liberado a la atmósfera en el país en 2023 fue de alrededor de 1.600 millones de toneladas de CO₂eq.
Los datos del Seeg no son oficiales, pero básicamente siguen la metodología recomendada por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas. “Para finales de este año estará lista una actualización del inventario de emisiones netas de GEI [ya descontadas las remociones del sector USCUSS] hasta 2022”, dice Márcio Rojas, coordinador general de Ciencia del Clima y Sostenibilidad del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI) de Brasil. “Nuestros guarismos suelen ser muy similares a los de las emisiones netas que calcula el Seeg, que para ello se referencia en el inventario nacional”.
Alexandre Affonso/Revista Pesquisa FAPESP
Los datos más recientes del Sistema de Registro Nacional de Emisiones (Sirene) del ministerio son de 2020, el año de inicio de la pandemia. Ese año, las emisiones netas de GEI en Brasil ascendieron a casi 1.700 millones de toneladas de CO2eq, de las cuales un 38 % se atribuyó al sector USCUSS y un 28,5 % a la producción agropecuaria, según el Sirene. Las categorías de energía, procesos industriales y tratamiento de residuos representaron respectivamente el 23,2 %, el 6,1 % y el 4,2 % del total de GEI producidos en el país.
La disminución de las emisiones en Brasil en 2023 se debe a una característica particular de su modelo económico. Fue exclusivamente gracias a una reducción de un 24 % en las emisiones de la categoría cambios en el uso de la tierra que la producción total de GEI en el país fue inferior durante el año pasado. En las otras cuatro categorías que liberan alguna forma de carbono a la atmósfera (energía, agricultura y ganadería, procesos industriales y tratamiento de residuos), las emisiones brasileñas crecieron en 2023, según el Seeg. “En Brasil, el sector de los cambios en el uso de la tierra ha sido históricamente el que dicta la tendencia dominante en materia de producción de gases de efecto invernadero”, explica el ingeniero químico David Tsai, del Instituto de Energia e Meio Ambiente (Iema), coordinador del Seeg. “Se trata de una especie de modulador, un regulador de la intensidad de las emisiones totales”.
André Kitagawa
En los grandes países y bloques que más GEI liberan actualmente hacia la atmósfera, entre los que figuran China (el 30 % del total), Estados Unidos (el 11 %), la India (el 8 %), la Unión Europea (el 6 %) y Rusia (el 5 %), el sector energético es el de mayor emisión de gases de efecto invernadero, por un amplio margen. En estos lugares, pese al avance de los últimos años en el uso de la energía eólica y solar, la matriz energética todavía es muy dependiente del consumo de petróleo, gas y carbón. Por ello es que, en los referidos países, así como en términos mundiales, la quema de combustibles fósiles constituye el gran motor del calentamiento global. En el historial acumulado desde mediados del siglo XIX, Estados Unidos se mantiene como el país que más GEI ha emitido, con alrededor de un 20 % del total desde 1850.
La matriz energética de Brasil es más limpia que la de otros países. Más del 80 % de su energía eléctrica procede de fuentes renovables, tales como centrales hidroeléctricas y parques solares y eólicos, y sus vehículos funcionan en buena medida con biocombustibles. Así y todo, dependiendo del año y de la fuente consultada, el país figura como el quinto o sexto emisor actual, con un 2 % o un 3 % del total de las emisiones de GEI. Al ser una potencia mundial en materia de cultivo de alimentos y cría de ganado, Brasil produce una gran cantidad de GEI procedentes de la agricultura y la ganadería. En este caso, el peso de este sector dentro del total de las emisiones suele ser mayor que en las principales economías del planeta.
Puntualmente, Tsai subraya que una alteración significativa en un solo parámetro del sector de cambios en el uso del suelo fue responsable de la disminución en la producción total de GEI en el territorio nacional en 2023: la importante reducción de la deforestación en el bioma Amazonia, la mayor selva tropical del planeta, con un 60 % de su extensión total en territorio brasileño. La superficie deforestada en la porción nacional de este bioma fue de aproximadamente 4.500 kilómetros cuadrados (km²) en 2023, un 62 % menos que durante el año anterior, según un informe de MapBiomas, otra iniciativa del OC.
Alexandre Affonso/Revista Pesquisa FAPESP
Los datos oficiales utilizados por el gobierno brasileño en las negociaciones internacionales también apuntan una disminución reciente y considerable de la pérdida de vegetación en la Amazonia Legal, un concepto político-administrativo que abarca casi un 60 % del territorio nacional: la totalidad del bioma Amazonia, un 20 % del Cerrado, la sabana brasileña, y una pequeña parte del Pantanal. Según información dada a conocer a principios de noviembre por el Programa de Monitoreo de la Deforestación en la Selva Amazónica Brasileña vía Satélite (Prodes), una iniciativa del Inpe, la superficie afectada por el desmonte en la Amazonia Legal en 2024 fue de 6.288 km2, un 31 % menos que en el año anterior.
“La tendencia de la deforestación, particularmente en la Amazonia, tiene un gran impacto en el perfil y en las emisiones totales de gases de efecto invernadero”, ratifica Rojas, del MCTI. Los datos del MapBiomas y del Prodes suelen apuntar una misma tendencia principal de la deforestación en la Amazonia, si bien no pueden compararse directamente debido a sus diferencias metodológicas.
La matriz energética más limpia y la gran incidencia de la deforestación y de la producción agropecuaria en el total de las emisiones, en conjunto, hacen de Brasil un país único en el contexto internacional de la generación de gases de efecto invernadero. Las tres cuartas partes, aproximadamente, de las emisiones en las mayores economías del planeta proceden de actividades y procesos que dependen de la quema de combustibles fósiles. En China, Estados Unidos y la Unión Europea, el peso del sector USCUSS (e incluso el de la agricultura y la ganadería) en la producción de carbono que se libera en la atmósfera tiende a ser bajo.
Durante la 29ª Conferencia de las Partes (COP29) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que se llevó a cabo en Bakú (Azerbaiyán), entre los días 11 y 22 de noviembre, Brasil anunció un nuevo compromiso con la mira puesta en la reducción de sus emisiones para el período 2030-2035. Técnicamente denominada Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), esta meta prevé que, en 2035, las emisiones netas de GEI (es decir, teniendo en cuenta también las absorciones como resultado del mantenimiento de la vegetación) representen entre un 59 % y un 67 % de la producción de GEI en 2005. En términos numéricos, este recorte significaría que Brasil emitiría anualmente entre 850 y 1.050 millones de toneladas de CO₂eq.
André KitagawaLas nuevas NDC, uno de los compromisos exigidos por el Acuerdo del Clima de París a sus 196 países signatarios tendientes tratar de limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, fue considerada poco ambiciosa por muchos ambientalistas. El ingeniero Roberto Schaeffer, del Instituto de Posgrado e Investigaciones en Ingeniería Alberto Luiz Coimbra de la Universidad de Río de Janeiro (Coppe-UFRJ), opina distinto. “La meta es muy ambiciosa, dice el profesor del Programa de Planificación Energética de esa universidad fluminense, cuyo equipo realizó, a pedido del gobierno federal brasileño, los estudios (a la fecha aún no divulgados), en los que se basó la meta de la nueva NDC. “Si pudiéramos eliminar por completo la deforestación, las emisiones del sector USCUSS caerían rápidamente y, en consecuencia, también el total de GEI producido por el país. Cuando esto suceda, el perfil de las emisiones brasileñas empezará a parecerse al del resto de los países. A partir de ese momento, también tendremos que tratar de reducir con mayor firmeza las emisiones de otros sectores y no solamente las del USCUSS y, en simultáneo, promover la absorción de GEI mediante la preservación y restauración de bosques.”
Una vez establecido este nuevo escenario hipotético, Brasil pasaría a tener una huella de carbono menor, pero le resultaría más difícil seguir reduciendo drásticamente sus emisiones. Esto se debe a que los otros cuatro grandes sectores productores de GEI (energía, agricultura y ganadería, procesos industriales y tratamiento de residuos) responden mucho más lentamente a los cambios implementados con miras a reducir sus emisiones. “El volumen del metano generado por el ganado brasileño, por ejemplo, no disminuirá radicalmente de la noche a la mañana, aunque sí es posible reducir parte de las emisiones procedentes de la fermentación entérica animal”, comenta Schaeffer.
Aún es pronto para conocer los datos mundiales sobre la producción de GEI en 2024. Pero, tal como viene haciéndolo desde el año 2006, la iniciativa internacional Global Carbon Budget (GCB) difundió un artículo en el mes de noviembre, aún no publicado en una revista científica, con una estimación para este año de las emisiones de CO₂ únicamente, sin incluir los otros GEI. Las cifras que se dieron a conocer en el marco de ese proyecto y que el sector adopta como referencia son preocupantes. Se espera que las emisiones totales de dióxido de carbono batan el récord y ascenderían hacia finales de diciembre a 41,6 gigatoneladas, un 2,4 % más que en 2023.
La severa sequía producto del fenómeno climatológico de El Niño entre 2023 y 2024 −como la que aún afecta a la Amazonia− ha acentuado las emisiones derivadas de la deforestación y los incendios forestales que degradan la vegetación. “Los impactos del cambio climático son cada vez más dramáticos. No obstante, no vemos ninguna señal de que la quema de combustibles fósiles haya alcanzado un techo”, comentó Pierre Friedlingstein, de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido, en material de difusión.
En la Amazonia brasileña, la deforestación ha seguido disminuyendo este año. Así y todo, la cantidad de incendios forestales en distintos biomas ha sido bastante elevada, fundamentalmente durante el primer semestre, una época en la que no suelen producirse muchos focos ígneos. Este panorama nacional y la tendencia mundial que indica un aumento sostenido de las emisiones en momentos en que los países ya deberían haber reducido su huella de carbono, tal como dijeron que lo harían en sus anteriores NDC, no permiten por ahora ser optimistas. Empero, desistir no es una opción. Solo existe un planeta habitable que se conozca.
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