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Tapa

Brasil de origen

El país cuenta con 88 indicaciones geográficas que orientan la producción de quesos, vinos, cafés, frutas y otros productos en zonas delimitadas

El queso de Canastra, en Minas Gerais, uno de los cinco quesos brasileños con indicación geográfica reconocida

Léo Ramos Chaves

Un movimiento silencioso de valoración de los productos provenientes de regiones específicas del territorio de Brasil, casi todos derivados de la industria agropecuaria y del manejo de los recursos naturales, se ha consolidado y ha cobrado cuerpo, literalmente, de norte a sur del país durante las últimas décadas. Hasta mediados de octubre de este año, el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI) había aprobado 88 indicaciones geográficas (IG) brasileñas, 68 en la modalidad de indicación de procedencia (IP) y 20 bajo denominación de origen (DO). Hay IG en todas las grandes regiones del país. El sudeste y el sur cuentan, respectivamente, con 29 y 27 indicaciones geográficas reconocidas. Luego vienen el nordeste (con 16 IG), el norte (con 12) y el centro-oeste (con 4).

Con 14 indicaciones geográficas reconocidas, 6 referentes a la producción de café y 2 a la de queso, Minas Gerais es el estado brasileño con la mayor cantidad de zonas delimitadas legalmente, junto con Rio Grande do Sul, que también tiene 14 IG, 7 de las cuales son de vinos y espumantes. A continuación le siguen los estados de Paraná (con 10), Espírito Santo (con 8), Santa Catarina (con 6) y Amazonas (con 6). Al igual que Río de Janeiro, São Paulo cuenta con 4 zonas de producción demarcadas reconocidas por el INPI, 2 de ellas de café (vea el mapa con la totalidad de las IG brasileñas abajo). Las IG brasileñas no tienen validez legal en el exterior. Se necesita presentar una solicitud, como se hace con una patente, para cada una de ellas en los mercados de interés. Otra posibilidad es su reconocimiento colectivo por medio de acuerdos comerciales entre países o bloques económicos, algo que aún no ha ocurrido.

La cuarta parte de las IG brasileñas fueron reconocidas a partir de 2020, lo que le ha dado un nuevo dinamismo a un proceso que comenzó hace dos décadas. “A la fecha, se encuentran en etapa de análisis técnico 27 solicitudes de reconocimiento de otras indicaciones geográficas en el país”, dice Pablo Regalado, jefe del sector del INPI que evalúa este tipo de pedidos. Actualmente, la demora promedio para que el instituto se expida en un primer dictamen, favorable o no al reconocimiento de una nueva IG, es de 20 meses. La ley que posibilitó el establecimiento de indicaciones geográficas brasileñas data de 1996. Seis años después, surgió la primera IG nacional. En 2002, se instituyó legalmente la indicación de procedencia referente a la producción de vinos y espumantes en una pequeña zona delimitada de la Serra Gaúcha, llamada Vale dos Vinhedos.

Desde entonces, el concepto de indicación geográfica se ha aplicado a otros productos, entre ellos, café, queso, cachaza o cachaça, miel, fruta, pescado y carne, además de los vinos. También pueden incluirse indicaciones geográficas para rocas y piedras ornamentales. Tres de las cuatro IG de Río de Janeiro son de piedras ornamentales (la otra corresponde a la cachaza de Paraty). “La legislación brasileña permite incluso el registro de IG en el área de artesanías y servicios”, resalta Kelly Bruch, docente de derecho económico y laboral en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), estudiosa del marco legal de las IG brasileñas. Recientemente, Francia también empezó a reconocer IG para el sector de las artesanías. Las normativas brasileñas que regulan la creación de una indicación geográfica en el país están inspiradas en las leyes europeas, que valoran los productos agropecuarios elaborados en áreas definidas, generalmente a partir de ingredientes o métodos locales típicos o específicos (véase el recuadro).

Gilmar Gomes Un parral de Vale dos Vinhedos: casi medio millón de turistas por añoGilmar Gomes

Las dos modalidades de IG tienen muchas similitudes y algunas diferencias. Lo que tienen en común las indicaciones de procedencia y las denominaciones de origen es que regulan las normas de fabricación de un tipo de bien determinado por los productores afincados en el interior de una zona geográfica delimitada. Estos productos deben elaborarse siguiendo una serie de directrices, que pueden ser relativamente genéricas o bien bastante restrictivas. Los productores que siguen esas normas, detalladas en un manual de especificaciones técnicas, pueden utilizar el nombre de la IP o DO en sus productos. Hay un consejo regulador interno que se encarga de garantizar que se cumplan los preceptos de la indicación geográfica. Si bien el INPI le concede una IP o una DO a una persona jurídica (generalmente una asociación de productores, una cooperativa o un sindicato), los productores locales que no son miembros de esa entidad de clase también pueden usar el nombre de la indicación geográfica en sus productos, siempre y cuando cumplan los requisitos legales de la IG.

La designación de la IG hace referencia explícita a un lugar determinado, que no necesariamente debe coincidir con los límites administrativos de los estados y municipios. Puede ser una alusión a un accidente geográfico, como una sierra o un río, o la denominación popular de una zona o una ciudad. “Lo que importa es que el nombre geográfico esté probadamente asociado al producto regulado por la IG”, explica la veterinaria Débora Gomide Santiago, coordinadora de la indicación geográfica de productos agropecuarios del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento (Mapa) de Brasil.

Alexandre Affonso

En las indicaciones de procedencia, una de las modalidades reconocidas dentro del concepto de indicación geográfica, no es necesario demostrar que las propiedades del producto constituyen el resultado de las características geográficas de su lugar de origen o del dominio de las técnicas de fabricación típicas de esa región. Basta con comprobar que la zona registra un extenso historial de producción de un bien y adquirió cierta notoriedad o reputación por fabricar ese producto. “En este caso, el factor determinante es indicar, por medio de una investigación histórica en libros y medios de comunicación, que la zona ha adquirido notoriedad en la elaboración de determinado producto”, explica Bruch.

En cuanto a las denominaciones de origen, un caso más específico en el campo de las indicaciones geográficas, las exigencias son más puntuales. “Hay que demostrar que las propiedades del producto derivan de factores naturales, tales como el clima, el suelo o el relieve, y también de las técnicas y conocimientos que dominan los productores de determinada región”, explica el ingeniero agrónomo Jorge Tonietto, de la estatal Embrapa Uva y Vino, del municipio de Bento Gonçalves, en el estado de Rio Grande do Sul, quien trabajó en el proceso de caracterización geográfica de las siete IG de vinos de la zona. Experto en zonificación climática para la vitivinicultura, Tonietto es un referente en los trabajos cuyo objetivo es proporcionar una base de informaciones técnicas para respaldar la estructuración de la IP y la DO.

Alexandre Affonso

La primera indicación geográfica brasileña, Vale dos Vinhedos, constituye un buen ejemplo de cómo funciona un área legalmente delimitada para vinos y espumantes. Esta zona de la Serra Gaúcha, reconocida como IP en 2002, fue elevada a la condición de denominación de origen en 2012. El valle abarca una extensión de 72 kilómetros cuadrados (km2) que incluyen sectores de tres municipios: Bento Gonçalves comprende el 61 % de la zona delimitada, Garibaldi posee el 34 % de la zona y Monte Belo do Sul, el 5 %. Entre sus normativas, la DO Vale dos Vinhedos estipula que los vinos tintos deben elaborarse total o mayoritariamente con uva merlot, y para los blancos, la mayor parte del vino debe producirse con uva chardonnay.

Región del Cerrado Mineiro Sacas de café de la denominación de origen Cerrado MineiroRegión del Cerrado Mineiro

Los espumantes deben estar hechos con al menos un 60 % de uvas chardonnay y/o pinot noir y ser elaborados mediante lo que se denomina método tradicional, similar al que se emplea en Francia para la producción de champán. “Todas las uvas utilizadas en la elaboración de los vinos que reciben el sello de la DO deben plantarse en la zona delimitada de Vale dos Vinhedos”, explica Tonietto. ¿Pueden producirse vinos con otras uvas o características en ese sector de la Serra Gaúcha? Por supuesto que sí (muchos productores lo hacen). Pero esos productos no pueden llevar el nombre de la DO en su etiqueta. La historia de Vale dos Vinhedos a menudo ha sido señalada  como un ejemplo exitoso para las demás IG brasileñas (lea el recuadro).

El sector del café, un producto fuertemente vinculado a la historia económica nacional, ostenta 13 indicaciones geográficas, la mayor cantidad del país. Son ocho indicaciones de procedencia y cinco denominaciones de origen. La DO Matas de Rondônia, aprobada en junio de este año, es la última región delimitada que ha obtenido este tipo de permiso legal. Abarca 15 municipios del estado homónimo, donde se cultiva la variedad llamada robusta (Coffea canephora), que en Brasil recibe el nombre de connilon, más rústica que el cafeto arábigo (Coffea arabica), de mayor prestigio en el mercado.

Son seis los estados brasileños que cultivan café dentro de áreas delimitadas legalmente y protegidas por una IG. “Para las regiones caficultoras, el reconocimiento con una IG tiene una función similar a la obtención de otros tipos de certificación valorados por el mercado, como el sello de fairtrade [comercio justo], con la ventaja de ser, en general, un proceso más rentable y, por ahora, menos sujeto a auditorías externas”, comenta la agrónoma Flávia Bliska, del Centro de Café “Alcides de Carvalho” del Instituto Agronómico de Campinas (IAC).

Luca Dambros Una plantación de cafetos en el área de indicación de procedencia de Alta Mogiana, en el interior paulistaLuca Dambros

La investigadora estudia la gestión económica de las empresas productoras de café en São Paulo y otros estados. Según Bliska, sus productos no siempre son de alta calidad, incluso en regiones que han recibido indicaciones geográficas. “Conozco productores de la región de Caparaó, en el límite entre Minas Gerais y Espírito Santo, que cosechan un alto porcentaje del café verde en comparación con el maduro, y además no secan los granos en forma adecuada, en ocasiones dejándolos enmohecer”, dice la agrónoma del IAC.

El estado de São Paulo cuenta con dos áreas protegidas por IG para la producción de cafeto arábigo: las IP Alta Mogiana y Região do Pinhal. La primera fue reconocida en 2013 y abarca municipios de los alrededores de Franca. La segunda fue creada en 2016 y comprende a los municipios paulistas de Espírito Santo do Pinhal, Santo Antônio do Jardim, Aguaí, São João de Boa Vista, Águas da Prata, Estiva Gerbi, Mogi Guaçu e Itapira. “Solicitamos la creación de una indicación geográfica para promover nuestra región y a sus productores de café”, dice Gabriel Borges, administrador de Alta Mogiana Speciality Coffees (AMSC), una asociación que reúne a 90 productores y que solicitó una IG. Actualmente, la entidad estudia pedir una pequeña expansión del área delimitada, para incluir algunos municipios más de Minas Gerais y de São Paulo. La región produce anualmente entre 4 y 5 millones de sacas (de 60 kilogramos) de café, más de la mitad destinados a la exportación.

“Las indicaciones geográficas constituyen otro instrumento de protección contra fraudes y de valoración de nuestro producto”, dice Juliano Tarrabal, superintendente de la Federación de Caficultores del Cerrado, que obtuvo una IP en 2005, la segunda del país. En 2013, la región del Cerrado Mineiro, que abarca 55 municipios, también fue reconocida como una DO. La producción de la denominación de origen es de unos 6 millones de sacas anuales de café de la variedad arábiga, de las cuales, el 70 % se destina al mercado externo.

Léo Ramos Chaves La producción de guaraná está protegida en dos zonas, en el municipio amazonense de Maués y en el Territorio Indígena Andirá-Marau, en el límite entre los estados de Amazonas y ParáLéo Ramos Chaves

Los quesos artesanales elaborados bajo indicaciones geográficas también están adquiriendo prestigio y espacio en la mesa del consumidor. Existen cinco áreas delimitadas en Brasil: cuatro como IP (Canastra y Serro, en Minas Gerais, Colônia Witmarsum, en Paraná, y Marajó, en Pará) y una DO (queso artesanal serrano, del límite de Santa Catarina con Rio Grande do Sul). El queso canastra se elabora con leche de vaca en crudo, sin pasteurizar, en siete municipios de Serra da Canastra y es posiblemente el más conocido de todos. El canastra se ha convertido en una alternativa con mayor valor agregado para una zona cuyo destino de producción siempre ha sido el queso blanco fresco genérico minas frescal. “Su maduración, que demanda 14 días como mínimo, convierte al queso canastra en un producto más complejo y valorado”, explica Júnio Cesar de Paula, investigador del Instituto de Lácteos Cândido Tostes, de la Empresa de Investigación Agropecuaria de Minas Gerais (Epamig, por sus siglas en portugués), en el municipio de Juiz de Fora.

El valor de una horma de queso minas frescal, con un peso aproximado de 1 kilogramo, vendido uno o dos días después de su producción, cuesta alrededor de 15 reales, unas cuatro veces menos que un trozo de queso equivalente de queso canastra, según De Paula. “A comienzos de la década 2000 recibimos la visita de productores de queso franceses y nos instaron a estructurar una indicación geográfica”, relata Higor Freitas, gerente de la Asociación de Productores de Queso Canastra (Aprocan). Al canastra aún le queda un camino largo por recorrer para establecerse en la región. De los casi 800 productores de queso locales, en general, pequeñas empresas familiares, que producen un promedio de 20 hormas diarias, tan solo 70 son miembros de Aprocan y utilizan regularmente el nombre de queso canastra en sus productos.

En octubre del año pasado fue reconocida la primera IG brasileña para un producto originario de territorios indígenas protegidos por la Funai (Fundación Nacional Indígena). Se le concedió la denominación de origen Terra Indígena Andirá-Marau al Consorcio de Productores Sateré-Mawé (CPSM). Los miembros de la etnia pueden utilizarla para su guaraná (Paullinia cupana), producida en la región de la cuenca media del Amazonas, en el límite entre los estados de Amazonas y Pará. El territorio indígena se extiende por 7.890 km2 y abarca parte de los municipios de Aveiro, Itaituba y Juruti, en Pará, y Maués y Barreirinha, en Amazonas. El guaraná, que los indígenas denomina waraná, es de origen amazónico. “La planta fue domesticada por los Sateré-Mawé y la región es considerada la cuna genética de la especie”, comenta Débora Gomide Santiago, del Mapa. “Los aborígenes poseen una tradición y un conocimiento intrínsecos de la producción de guaraná”.

Eduardo Cesar El cacao plantado en el sur de Bahía está reconocido por una indicación de procedenciaEduardo Cesar

La DO reconoce los métodos ancestrales de los indígenas para la producción y el secado de las semillas de la planta. Los granos se deshidratan en hornos de barro y son sometidos a un proceso de ahumado que les aporta aromas y ayuda al proceso de conservación. El cultivo de guaraná es próspero, en gran medida, en las llamadas tierras negras india, un tipo de suelo descrito a menudo como de origen antrópico, es decir, que se formó a partir de los restos orgánicos producidos por sucesivos asentamientos humanos. El alto contenido de cafeína del guaraná de la región, a veces superior al 5 %, se atribuye en parte a su cultivo en este tipo de suelo. La polinización de los guaranazales se realiza mediante la labor de las abejas conocidas en Brasil como canudo, pertenecientes al género Scaptotrigona, que no poseen aguijón. Básicamente, la producción indígena se exporta a Europa.

La DO en territorio indígena es la segunda zona demarcada para la producción de guaraná en esa región amazónica. Desde enero de 2019 existe otra indicación geográfica, la IP Guaraná de Maués, que comprende una zona vecina a los dominios de los Sateré-Mawé, empero, sin superponerse. Tal como lo indica su nombre, la IP Maués abarca todo el territorio de este municipio, excepto el tramo que forma parte del territorio indígena. El producto es muy similar al procedente de las tierras de los Sateré-Mawé, pero con algunas diferencias. “Cultivamos plantines de guaraná de la región provistas por Embrapa mientras que los indígenas prefieren trabajar solamente con las plantas de guaraná presentes en sus tierras”, explica Luca Dambros, vicepresidente de la Asociación de productores de Guaraná de la Indicación Geográfica de Maués. “También evitamos ahumar nuestro guaraná una vez que está seco”. La producción de guaraná de Maués asciende a 300 toneladas por año aproximadamente, y abarca a unos 1.200 productores. “Con todo, el año pasado solamente 2,5 toneladas obtuvieron el sello de la IP Maués”, comenta Dambros. “Este año aprobaremos 40 toneladas”. La mayor ventaja del producto certificado por la IP de Maués es la obtención de un precio mejor en el mercado internacional, que puede llegar a 28 reales por kilogramo en lugar de los habituales 15 ó 20 reales.

El guaraná no es el único producto amazónico incluido en la IG. Recientemente, tres tipos de harina de mandioca –de las regiones de Cruzeiro do Sul, en Acre, de Bragança, en Pará, y de Uarini, en Amazonas– han adquirido indicación de procedencia. Lo propio ha ocurrido con el pez conocido como paiche o pirarucú (Arapaima gigas), cuyo manejo tiene lugar dentro de las tierras pertenecientes al Instituto Mamirauá, una organización social con fomento del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI) que opera en el estado de Amazonas, y con el cultivo del cacao en el municipio de Tomé-Açu, en Pará, entre otros productos. En Linhares, estado de Espírito Santo, y en el sur de Bahía, también hay dos indicaciones geográficas que protegen la producción de la materia prima del chocolate. El cultivo de mangos y uvas para su consumo fresco (in natura) en el valle del São Francisco Submedio y el de melones en Mossoró, en Rio Grande do Norte, son otros dos ejemplos de IP de frutas.

Porto Digital El Puerto Digital, en la ciudad de Recife, es la única indicación geográfica brasileña de serviciosPorto Digital

Cerámica y servicios digitales
El territorio del estado de São Paulo posee dos indicaciones geográficas de productos que normalmente no son cubiertos por este tipo de protección legal. Uno de ellos es el calzado de Franca. El otro es el polo de cerámica artística en Porto Ferreira, que a partir del decenio de 2000 ha contado, en diferentes momentos, con el respaldo de los investigadores del Centro de Desarrollo de Materiales Funcionales (CDMF), uno de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (Cepid) financiados por la FAPESP.

“En Porto Ferreira, nos anticipamos a la crisis energética transformando a gas los hornos eléctricos”, relata el químico Elson Longo, profesor emérito de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) y director del CDMF. “También hemos mejorado el compuesto cerámico y perfeccionamos sus propiedades mecánicas. Y seguimos brindando asistencia específica para resolver problemas con los pigmentos”.

Sin embargo, ninguna indicación geográfica es tan inusitada como Porto Digital, un polo de tecnología informática creado en la ciudad de Recife, la capital del estado de Pernambuco, hace poco más de dos décadas. Desde 2012, el emprendimiento ostenta la condición de única IG brasileña del área de prestación de servicios, un caso raro en el universo de las IP y DO. “Los funcionarios del INPI se mostraron sorprendidos cuando elevamos el pedido de una indicación de procedencia, pero fueron muy receptivos y nos ayudaron durante todo el proceso”, recuerda Heraldo Ourem, director de Innovación y Competitividad de Porto Digital.

El corazón del parque tecnológico, compuesto por 350 fabricantes de software que el año pasado facturaron 2.800 millones de reales, se encuentra en el barrio de Recife Antigo, un islote bordeado por los ríos Capibaribe y Beberibe y por el océano Atlántico, en donde fue fundada la capital pernambucana. “La historia, la geografía y nuestra cultura de innovación y responsabilidad social nos permitieron conseguir nuestra indicación geográfica”, dice Ourem. La iniciativa sui géneris de los directores de Porto Digital puede servir como estímulo para que más sectores del área de productos o incluso de servicios intenten obtener una IG. Para ayudar al consumidor a identificar los productos de origen protegidos por IP y DO nacionales, se instituyó recientemente el Sello Brasileño de Indicaciones Geográficas, que podrán utilizar todas las IG.

El ejemplo del vino gaúcho
Tal vez por haber sido la primera indicación geográfica brasileña, o bien por formar parte de un sector asociado mundialmente a la valoración de la producción dentro de zonas delimitadas, Vale dos Vinhedos es considerada la IG nacional más exitosa. Esta historia comenzó en 1995, cuando se constituyó la Asociación de Productores de Vinos Finos de Vale dos Vinhedos (Aprovale), entidad que, con el respaldo de Embrapa Uva y Vino y otros colaboradores, se dio a la tarea de realizar la caracterización física (clima, suelo, relieve) de la zona y presentó al INPI la solicitud de reconocimiento de una IG.

“Cuando la IG fue concedida, en 2002, la asociación estaba integrada solamente por media docena de productores asociados”, recuerda el enólogo Jaime Milan, quien fue directivo de Aprovale y actualmente asesora a esta y a otras entidades, además de ser el presidente de la Asociación Brasileña de Indicaciones Geográficas (Abrig), creada en julio de este año. “Hoy en día forman parte de Aprovale 26 productores vitivinícolas y alrededor de 40 establecimientos comerciales, tales como hoteles, restaurantes y otros tipos de comercios”.

Por término medio, Vale dos Vinhedos produce anualmente 5 millones de botellas de vinos y espumantes finos. Es una cantidad relativamente pequeña, aproximadamente el 17 % del total de vinos finos y el 12 % de los espumantes que se producen en Rio Grande do Sul, estado que concentra el 90 % de la producción nacional del sector. Empero, tal como lo indica la cifra y el perfil de los miembros asociados de Aprovale, la IG tuvo el efecto de estimular los emprendimientos en la región, que está creciendo a medida que se va desarrollando el turismo local.

En 2001, Vale dos Vinhedos recibió a 45 mil visitantes. En 2019, antes del comienzo de la pandemia de covid-19, casi medio millón de turistas pasearon entre los parrales de la región. “Vale dos Vinhedos es una referencia para las demás indicaciones geográficas”, comenta Hulda Oliveira Giesbrecht, analista de innovación del Servicio Brasileño de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas (Sebrae), quien coordina los trabajos de la entidad en el territorio nacional junto a los productores de los más variados tipos de IG.

Un mercado europeo de  77.000 millones de euros

Wikimedia Commons El jamón serrano español es una de las 3.200 indicaciones geográficas de EuropaWikimedia Commons

Europa es la cuna de las indicaciones geográficas, un concepto que, poco a poco, se ha ido expandiendo hacia otros continentes. Los productos agropecuarios de mayor prestigio y valor agregado de países tales como Francia, Italia, España y Portugal se elaboran en zonas delimitadas, de acuerdo con las leyes y las prácticas que orientan las diferentes modalidades de IG. Un estudio divulgado este año por la Comisión Europea estimó que el valor de mercado de los productos agrícolas originarios de las 3.200 IG del continente alcanza los 77.000 millones de euros. Tan solo el sector de los vinos moviliza algo más de la mitad de esa cifra. Todos los productos agropecuarios franceses e italianos de origen suman, respectivamente, un tercio y un quinto del valor total de la producción de las IG europeas.

Según el Instituto Nacional de Origen y Calidad (Inao), Francia posee 55 tipos de quesos protegidos por una IG, tales como el camembert de Normandía, el brie de Meaux, el roquefort y el gruyere. Italia tampoco se queda atrás, con 56 IG de quesos, entre ellos el gorgonzola, el parmigiano reggiano (o parmesano), el grana padano y el pecorino romano. Tanto en Francia como en Italia, el número de regiones geográficamente delimitadas y reglamentadas para la producción de vinos supera holgadamente la cantidad de días del año.

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