La participación de investigadores brasileños en la 7ª Conferencia Mundial sobre Integridad en la Investigación Científica, celebrada en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), constituye una muestra de la diversificación de los estudios en este campo del conocimiento en el país. Estudiantes e investigadores de instituciones con sede en estados tales como Río de Janeiro, São Paulo y Paraná, además del Distrito Federal, exhibieron trabajos sobre la conducta ética y la incidencia de la mala conducta en el país, las experiencias de formación y los esfuerzos para garantizar la fiabilidad de los resultados científicos.
En un plenario sobre mejora de la calidad de los datos de las investigaciones científicas, Olavo Amaral, del Instituto de Bioquímica Médica Leopoldo de Meis de la Universidad Federal de Río de Janeiro (IBqM-UFRJ), presentó la Iniciativa Brasileña de Reproducibilidad, una red de laboratorios encargada de reproducir unos 60 experimentos en ciencias biomédicas publicados en artículos brasileños entre 1997 y 2018, cuyo propósito es evaluar si los resultados obtenidos pueden confirmarse y son fidedignos. Los resultados se conocerán a finales de año. Amaral se refirió a los obstáculos para poder llevar a cabo un proyecto de esta envergadura, como la falta de familiaridad de los científicos brasileños con los procedimientos y la terminología relacionados con la reproducibilidad y la dificultad para coordinar los grupos asociados mientras se encuentran involucrados en otros proyectos. La existencia de una extensa red de laboratorios y de una comunidad científica numerosa juega a favor, así como la disponibilidad de recursos para el emprendimiento. El proyecto contó con la financiación del Instituto Serrapilheira, sumada a las becas otorgadas por la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de Río de Janeiro (Faperj) y el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq).
– Una conferencia mundial indica que la desigualdad en las colaboraciones es una cuestión de integridad científica
Está claro que las ambiciones de la iniciativa brasileña son más modestas que las de otros proyectos equivalentes que existen en los países ricos. Mientras que un programa en Estados Unidos para replicar experimentos sobre el cáncer costó 2 millones de dólares, el proyecto brasileño costará una décima parte de esa cifra. Otro proyecto que se debatió en la sesión plenaria fue el del consorcio europeo y estadounidense Mejora de la Calidad de los Datos Preclínicos (EQIPD), presentado por el biólogo Björn Gerlach, de la Universidad de Giessen, en Alemania. Se trata de un proyecto concebido por universidades, sociedades científicas e industrias farmacéuticas que ha generado herramientas y protocolos para ampliar la transparencia y la solidez de los datos en las investigaciones básicas, haciéndolos más confiables para orientar el desarrollo de nuevos fármacos. “Las iniciativas de reproducibilidad no son una novedad tan solo en Brasil. Existen proyectos liderados por redes o investigadores en algunos países, pero ninguno como el nuestro”, dijo Amaral.
Por su parte, Gabriel Gonçalves da Costa, quien realiza una maestría en el IBqM-UFRJ, presentó una investigación sobre la transparencia y la integridad en 24 programas de posgrado brasileños del área de la fisiología, que evidencia que las descripciones de los programas favorecen los contenidos relacionados con la cantidad y con el impacto de las publicaciones científicas de sus investigadores, en detrimento de los conceptos de transparencia e integridad. Las carreras vinculadas a la reproducibilidad de la ciencia y otros temas similares son escasas, según el estudio.
La existencia de bases de datos sobre artículos científicos invalidados debido a errores o a mala conducta abonó el análisis de decenas de trabajos presentados en la conferencia, incluso algunos de Brasil. Mariana Dias Ribeiro, también del IBqM-UFRJ, abordó la influencia de la retractación de papers en la carrera de los científicos de los países que se ubican al tope de la producción académica en las áreas biomédicas. Como parte de su doctorado en curso, Dias Ribeiro realizó una pasantía de seis meses en la Universidad de California en San Diego (EE. UU.). En ese período, realizó una encuesta a 224 investigadores que trabajaban como revisores en los comités de distintas agencias de financiación estadounidenses, como la National Science Foundation (NSF) y los National Institutes of Health (NIH). En líneas generales, se observó que el hecho de que un investigador haya tenido un artículo retractado por mala conducta, por ejemplo, no tuvo influencia en la evaluación recibida. “Los entrevistados percibieron que la corrección de los registros de investigación, ya sea por error involuntario o por mala conducta, es un mecanismo importante para fortalecer la confiabilidad de la ciencia, pero de momento no es un factor que influya objetivamente en la revisión de los proyectos”, dijo Dias Ribeiro.
El científico informático Edilson Damásio, bibliotecario de la Universidad Estadual de Maringá, en el estado brasileño de Paraná, aportó dos contribuciones a la exposición de pósteres. En uno de ellos analizó las retractaciones de trabajos de científicos brasileños publicados entre 2016 y 2021 y registrados en la base de datos Retraction Watch. En total, se identificaron 116 artículos retractados. Las áreas con mayor representación fueron medicina (25), bioquímica (18) y biología (11), entre otras. “La incidencia de los casos de plagio, falsificación y fraude es menor que en otros países, pero lo que llama la atención es el número de artículos retractados por repetición de imágenes y resultados, algo que probablemente está relacionado con la práctica de fragmentar los resultados en distintas publicaciones para ampliar la productividad académica”, dijo el científico de la información.
Damásio también entrevistó a 209 editores de revistas latinoamericanas pertenecientes a la biblioteca SciELO (Scientific Electronic Library Online) para descifrar cómo se comportaban cuando descubrían evidencias de mala conducta en los trabajos presentados para su publicación. Entre los 82 editores brasileños entrevistados hubo un alto índice (cercano al 80 %) que rechazó artículos con indicios de mala conducta, tales como el fraguado y la manipulación de datos e imágenes, pero eran pocos (menos de un 10 %) los que recurrían a medidas complementarias, como informar sobre las evidencias de desvíos éticos a las instituciones y agencias de financiación pertinentes. En cambio, los editores de revistas de otros países, tales como Argentina, Colombia, Chile, Cuba y México eran más cuidadosos en lo que respecta a estas derivaciones.
Los editores de las revistas de la salud prefieren orientar a los autores en lugar de rechazar sus artículos
La biblioteca Scielo fue creada por la FAPESP en 1997 y actualmente reúne casi 300 revistas brasileñas y más de 1.000 internacionales de acceso abierto. La colección surgió en Brasil y su modelo fue adoptado en diversos países, en su mayoría de habla hispana. La experiencia nacional en la publicación de revistas científicas se ha convertido en una fuente de estudios sobre la integridad. Edna Montero, docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP) y de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), y editora de la revista Acta Cirúrgica Brasileira, presentó una investigación realizada con 30 editores de las revistas de SciELO. Los resultados fueron fruto de un trabajo final del curso de Certificación en Publicación Científica, al que asistió el año pasado en el Council of Science Editors, una entidad con sede en Estados Unidos, en colaboración con la Asociación Brasileña de Editores Científicos (Abec Brasil). Montero constató que la mayoría de los editores entrevistados evitaba rechazar los artículos que presentaban problemas a la primera revisión, prefiriendo devolvérselos a los autores con anotaciones y sugerencias de modificaciones. “Un 70 % de ellos, por ejemplo, no pone límites al número de autores por artículo. En algunos casos en que la cantidad de autores es excesiva, el manuscrito es devuelto con la recomendación de adecuarlos a los criterios de autoría que rigen las normas internacionales. Hemos notado que los editores de las revistas del área de la salud adoptan posturas orientativas, a sabiendas de que muchos de esos manuscritos son obra de estudiantes y que sus problemas no han sido motivados por la mala fe, en lugar de rechazar de plano los trabajos”, afirma.
Integrante del consejo directivo de Abec Brasil, Edna Montero viajó a Ciudad del Cabo junto al presidente de la asociación, el odontólogo Sigmar de Mello Rode, profesor titular de la Universidade Estadual Paulista (Unesp). Y se presentaron otras dos iniciativas de Abec. Una de ellas mostró la primera experiencia de un programa de educación a distancia para perfeccionar la formación de los editores de revistas brasileñas: el curso de evaluador de artículos científicos suma hasta ahora 418 inscritos. “Pronto lanzaremos otros sobre políticas editoriales e identificadores digitales”, informa Rode, quien está articulando con la European Association of Science Editors (Ease), un consorcio internacional de editores de revistas, el uso de los cursos brasileños en otros países. El segundo trabajo reflejaba una preocupación de Abec Brasil al respecto del concepto de “reciclaje de textos”, que se diferencia del plagio. “Se discute mucho sobre hasta qué punto un autor puede reutilizar fragmentos de textos de su autoría. Los informes emitidos por los software antiplagio no distinguen entre los textos reciclados y la apropiación de ideas ajenas”, explica Rode. “Esto genera gran confusión entre los editores de revistas, que buscan una especie de porcentaje mágico que determine cuánta similitud puede tolerarse. Creemos que esto debe debatirse en profundidad y que el plagio y el reciclaje de textos deben tratarse de manera diferenciada”.
Los estudiantes e investigadores del Departamento de Enfermería de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Brasilia (UnB) tuvieron una participación destacada en la conferencia. La estudiante de maestría Rafaelly Stavale analizó la existencia de oficinas de integridad y directrices de buenas prácticas en las universidades y en cinco agencias de financiación de Brasil. De las diez universidades evaluadas, tan solo cuatro tenían comités de integridad en la investigación científica. Las cinco agencias de promoción adoptaban directrices para prácticas responsables, pero solo tres crearon instancias institucionales para lidiar con esta cuestión, entre ellas la FAPESP. Stavale mostró los resultados preliminares de una revisión sobre las publicaciones retractadas en el área de las ciencias de la salud y de la vida relacionadas con el virus Sars-CoV-2. “He estado trabajando en las UTI [Unidades de Terapia Intensiva] de pacientes con covid-19 y pude ver que se retractaban artículos que interferían directamente con mi práctica”, dice. El estudio está en curso y ha rastreado más de 200 trabajos anulados: el reto consiste en dilucidar por qué no han sido validados, si fue por errores o por mala conducta.
Graziani Izidoro Ferreira, quien recientemente concluyó su doctorado en la UnB y actualmente es investigadora en el laboratorio de bioética, ética en la investigación e integridad científica de esa universidad, colaboró con Stavale en el estudio sobre las retractaciones y presentó un trabajo sobre la importancia de la adopción de metodologías de validación de las investigaciones con carácter cualitativo en el campo de la enfermería. “Es un trabajo reflexivo sobre la necesidad de adoptar una mayor rigurosidad metodológica y evitar los análisis subjetivos”, explica Izidoro Ferreira. El estudio será publicado como capítulo de un libro. En tanto, Gabriela Cantisani presentó su proyecto de posdoctorado en forma virtual: la creación de una plataforma de formación en integridad científica que estará disponible en acceso abierto y constará de cinco módulos de aprendizaje, cada uno de 20 minutos de duración, destinada a jóvenes investigadores y también al público no especializado. Dirce Guilhem, docente de la UnB y supervisora de Stavale, Isidoro Ferreira y Cantisani, aportó un análisis de un programa de integridad aplicado y validado con más de 200 alumnos de posgrado de la UnB en áreas tales como salud, humanidades y tecnologías. Forman parte de esta experiencia diversas estrategias de enseñanza, que incluyen el uso de documentales y películas, como así también el análisis de estudios de caso y de artículos, en la que los docentes actúan como facilitadores y brindan conferencias en Brasil y en el exterior para hablar sobre la conducta ética en la investigación científica.
Una de las participaciones más prolíficas fue la de la odontóloga Anna Catharina Vieira Armond, quien se interesó por la integridad científica cuando cursaba una maestría en clínica odontológica concluida en 2017 en la Universidad Federal de Vales do Jequitinhonha e Mucuri, en Diamantina, estado de Minas Gerais. “La universidad atendía a varias comunidades de remanentes de palenques y había muchas dudas acerca de los parámetros éticos por adoptarse en la realización de los ensayos clínicos”, recuerda. Durante su doctorado, viajó a Hungría, donde aprovechó los contactos que había entablado en la Universidad de Debrecen, donde había realizado una pasantía de pregrado en el marco del programa Ciencia sin Fronteras, y obtuvo una beca internacional para trabajar en el grupo del bioeticista Péter Kakuk. Allí participó de una iniciativa de la Unión Europea para la creación de una plataforma con las directrices de integridad científica disponibles en los países miembros.
En Ciudad del Cabo, Vieira Armond presentó tres trabajos. Uno de ellos es sobre Brasil. En el mismo recopiló documentos de referencia, reglamentos y políticas de conducta responsable en 60 universidades brasileñas, y verificó que un 28 % había desarrollado directrices propias o adoptado oficialmente un estatuto de buenas prácticas científicas, mientras que tan solo un 15 % había creado oficinas o comités de integridad. El estudio reveló que gran parte de las instituciones que habían adoptado políticas al respecto se concentraban en las regiones del sur y sudeste del país. “Notamos que varias universidades, si bien no producían documentos originales, adoptaban las normas suministradas por las agencias de fomento de la ciencia. En las de São Paulo, sobre todo, es notoria la influencia del Código de buenas prácticas científicas de la FAPESP”, dice, en alusión a la guía publicada en 2011, que les sirve como referencia a los investigadores apoyados por la Fundación. El estudio arribó a la conclusión de que las experiencias aún son desiguales y heterogéneas y que es preciso que haya más instituciones que diseñen y adopten documentos normativos.
Vieira Armond también presentó una investigación sobre conocimientos en integridad científica realizada con estudiantes de doctorado de nueve países europeos. Dos tercios de los 1.500 alumnos que respondieron los cuestionarios habían realizado alguna capacitación sobre conductas responsables. Si bien los alumnos que participaron de esos cursos conocían los estándares de buenas prácticas acerca de la atribución de autoría, esto no se tradujo en ventajas consistentes a la hora de brindar una respuesta al respecto de situaciones problemáticas concretas. Un tercer estudio reveló los resultados de una encuesta realizada entre 438 estudiantes de doctorado, pasantes posdoctorales y docentes de las universidades de Debrecen, Szeged y Miskolc, en Hungría, que demuestran que los investigadores nóveles, entre los que se cuentan posdoctorandos y profesores asistentes, fueron los que percibían más negativamente el clima de integridad y la presión para publicar resultados. Vieira Armond se trasladará a Canadá, en donde realizará una pasantía posdoctoral en integridad científica en la Universidad de Ottawa.
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