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NUTRICIÓN

Brasil: la anemia y el déficit de nutrientes disminuyen, mientras que el sobrepeso aumenta entre los niños de hasta 5 años

Un estudio nacional registró también una elevada frecuencia de consumo de alimentos ultraprocesados

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESPUn niño alimentándose con un sándwich industrializadoLéo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

Las imágenes que muestran niños yanomamis desnutridos han vuelto a circular en los noticieros en enero, un año después de que el gobierno federal declarara la emergencia en salud pública en el territorio ocupado por esta etnia en el extremo norte de Brasil y luego de haberse logrado la recuperación en 307 casos. Las escenas son estremecedoras porque retratan un grave problema de salud que persiste entre las poblaciones indígenas décadas después de haber sido eliminado en el resto del país, donde el sobrepeso ya empieza a consolidarse desde la infancia.

Un estudio publicado en octubre de 2023 en un suplemento de la revista Cadernos de Saúde Pública, de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), registró un aumento sustancial de la proporción de niños brasileños con un peso superior al recomendado para su edad y estatura. En ese trabajo, el equipo de los nutricionistas Gilberto Kac, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), e Inês Rugani Castro, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj), comparó la situación nutricional de miles de niños y niñas menores de 5 años, a partir de los datos recabados por dos sondeos. El primero fue la Encuesta Nacional Demográfica y de Salud del Niño y la Mujer (PNDS), realizada en 2006 con 4.817 niños de todas las regiones del país; el segundo es el Estudio Nacional de Alimentación y Nutrición Infantil (Enani), que se llevó a cabo en 2019 con 14.558 participantes de la misma franja etaria. En esos 13 años, el porcentaje de niños con exceso de peso aumentó del 6 % al 10,1 %.

La diferencia de poco más de cuatro puntos porcentuales puede parecer exigua, pero marca una advertencia de efectos futuros potencialmente graves. El sobrepeso en la infancia tiende a persistir en la adultez y representa un factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas, como la diabetes y el colesterol alto.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

En términos poblacionales, el porcentaje de niños con un peso superior al deseable en ese grupo etario no debería superar el 2,5 %, que, según los expertos, es el valor esperado para el sobrepeso determinado por causas genéticas. Sin embargo, el incremento de la frecuencia de niños con sobrepeso es un fenómeno mundial y, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha aumentado del 4,9 % en 2000 al 5,6 % en 2019.

“Las cifras registradas por el Enani-2019 debieran hacer sonar las alarmas del gobierno brasileño. Si no se hace nada para modificar este patrón de aumento de peso, un alto porcentaje de estos niños tendrán sobrepeso u obesidad al llegar a adultos”, dice el pediatra Antônio Augusto Moura da Silva, de la Universidad Federal de Maranhão (UFMA), quien analizó el estudio a instancias de Pesquisa FAPESP.

Moura da Silva colabora en un estudio que, de tanto en tanto, reevalúa la salud de los niños nacidos en Ribeirão Preto (São Paulo) y São Luís (Maranhão). “El 15 % de los nacidos en el primer municipio exhibía sobrepeso a los 10 años. A los 40 años, el 74 % tenía sobrepeso u obesidad. En São Luís, este efecto está empezando a observarse en los estratos más ricos de la sociedad”, comenta.

Otros estudios de carácter regional, representativos de las poblaciones del sur y del sudeste brasileños, aquellas en donde el Enani detectó un porcentaje más alto de niños excedidos de peso, están constatando el mismo efecto.

En Pelotas, Río Grande do Sul, el equipo coordinado por el epidemiólogo César Victora y el pediatra Fernando Barros, ambos de la Universidad Federal de Pelotas (UFPel), reevalúa cada 11 años la salud de los individuos nacidos en el municipio en 1982, 1993, 2004 y 2015. “A los 18 años, el 20 % de las personas nacidas en 1982 tenían sobrepeso o eran obesas. A los 22 años, casi el 30 %, y a los 40 años, el 74 %”, relata el también epidemiólogo Bernardo Horta, del equipo de Pelotas.

En un estudio publicado en 2019 en la revista International Journal of Epidemiology, los investigadores gaúchos constataron que la frecuencia del sobrepeso en el primer año de vida casi se duplicó al cabo de cuatro generaciones. Era de un 6,5 % entre los niños nacidos en 1982 y aumentó a un 12,2 % entre los nacidos en 2015.

Este efecto verificado entre generaciones parece mantenerse a lo largo del tiempo. “Cuando las personas nacidas en 1982 cumplieron 33 años, el 54 % tenían sobrepeso o eran obesas. Entre los nacidos en 1993, el porcentaje ha alcanzado el 63 %”, dice Horta. “Estamos asistiendo a una explosión de casos de sobrepeso en el país”.

Las causas de esta epidemia de sobrepeso en adultos y niños son complejas y similares. Más allá de los factores genéticos, tienen que ver con hábitos de vida sedentarios, altos niveles de estrés, un sueño poco reparador y una dieta con altos porcentajes de alimentos industrializados hipercalóricos: los llamados ultraprocesados, con altos contenidos de azúcares, sal, grasas y muy apetecibles. Un factor preocupante es que estos alimentos forman parte de la alimentación infantil desde los primeros meses de vida.

Para entender la composición de la dieta en una de las etapas más tempranas de la infancia, la nutricionista Elisa de Aquino Lacerda, de la UFRJ, analizó los datos de 4.354 niños que tenían entre 6 meses y 2 años cuando sus madres o tutores fueron entrevistados para el Enani-2019. En esta etapa, los niños deben empezar a recibir otros alimentos además de la leche materna.

Con base en la alimentación del día anterior, De Aquino Lacerda constató que el 63 % de los niños tenían una dieta mínimamente diversificada, con el consumo de alimentos de al menos 5 de los siguientes 8 grupos: leche materna; productos lácteos; cereales, raíces y tubérculos; leguminosas, frutos secos y semillas; carnes; huevos; frutas y hortalizas; frutas y hortalizas ricas en vitamina A.

Según el estudio, que salió publicado en el suplemento de Cadernos de Saúde Pública, el porcentaje de niños que ingerían una dieta diversificada era mayor (un 69,4 %) en el sudeste y menor (un 54,8 %) en el norte de Brasil. Esta frecuencia también era más elevada (un 76,5 %) entre aquellos cuyas madres o tutores tenían más de 12 años de escolaridad y menor (un 50,6 %), en los casos en que estos últimos habían asistido a la escuela menos de 7 años.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

Con todo, lo más sorprendente fue el consumo de alimentos ultraprocesados, habitual en todo el país. En promedio, el 80,5 % de los niños de esta franja etaria ya se alimentaban con este tipo de productos, en general, galletas dulces y saladas, harinas para preparar papillas, yogures industrializados y bebidas azucaradas. De nuevo, las proporciones eran más altas (un 84,5 %) en el norte y, en este caso, menor (un 76,1 %) en la región centro-oeste. Tan solo el 8,4 % de los niños consumían una dieta mínimamente diversificada que no incluía ultraprocesados.

No todos son datos preocupantes los que surgen de la comparación entre las encuestas de 2006 y 2019. En este período, la situación nutricional de los niños ha mejorado bastante.

Un problema cuya incidencia ha disminuido significativamente fue la anemia. Esta condición, causada por un faltante de micronutrientes o por infecciones y parasitosis frecuentes, afecta al 40 % de los menores de 5 años en todo el mundo, según estimaciones de la OMS. Los niños con anemia pueden sentir cansancio y presentar bajo rendimiento en actividades físicas e intelectuales. Hace 40 o 50 años, alrededor del 60 % de los niños brasileños menores de 5 años eran anémicos. Este porcentaje, que ya había descendido a un 20,5 % en 2006, cayó a un 10 % en 2019.

Otro problema de salud pública que ha sido paliado es la deficiencia de vitamina A. Este nutriente, que se adquiere mediante la ingesta de alimentos de origen animal y frutas y hortalizas de color amarillo o anaranjado (ricos en betacaroteno), es importante para la reproducción celular y el funcionamiento de los sistemas nervioso e inmunitario. La deficiencia de vitamina A afectaba en Brasil a un 17,2 % de los menores de 5 años en 2006 y a un 6 % en 2019.

“El país ha obtenido importantes victorias en este período. Normalmente se necesita mucho más tiempo para mejorar estos indicadores”, dice Moura da Silva, de la UFMA. A grandes rasgos, analiza Inês Rugani Castro, de la Uerj, el perfil nutricional de los niños brasileños se encuentra en un nivel intermedio. “Estamos mejor que los países pobres y, en algunos aspectos, peor que los ricos”, comenta.

Estos progresos, según los investigadores, son fruto de la estabilidad de la moneda y del control de la hiperinflación en los años 1990, así como de la implementación permanente de políticas públicas que han permitido incrementar los ingresos de las familias, mejorar el nivel educativo de los padres y ampliar el acceso al Sistema Único de Salud (SUS). Varios indicadores socioeconómicos que tienen influencia en la salud de los niños han experimentado una evolución entre 2006 y 2019. El porcentaje de familias con madres o tutores con más de 11 años de escolaridad pasó de un 32 % a un 56 %, el acceso al agua potable de un 79 % a un 93 % y el alcantarillado de un 46 % a un 75 %.

Sin embargo, la evolución de un indicador ha intrigado a los investigadores: el de baja estatura. Fácilmente medible, la baja estatura suele ser el resultado de una carencia nutricional, infecciones reiteradas o falta de estímulo psicosocial durante largos períodos. En salud pública, se interpreta como un indicador de desnutrición acumulativo. En Brasil, afectaba al 37,1 % de los menores de 5 años en 1974 y sus niveles descendieron en las tres décadas siguientes, llegando a un 7,1 % en 2007, según los registros del epidemiólogo Carlos Augusto Monteiro, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de São Paulo (FSP-USP), publicados en Bulletin of the World Health Organization en 2010.

Desde entonces, se ha estancado en ese 7 %. “El porcentaje era relativamente bajo en 2006, pero esperábamos que siguiera mejorando, y no ha sido así”, dice Castro.

Una posible explicación es el hecho de que en la investigación de 2019 se evaluó a niños nacidos antes y después del inicio de la crisis económica y de la reducción de la cobertura de los programas de asistencia social y de salud que tuvo lugar a partir de 2016. El porcentaje de niños con baja estatura fue menor entre los que nacieron antes de la crisis (los de mayor edad) que entre los que nacieron después (los menores). En escenarios de estabilidad, cabría esperar que la baja estatura sea más frecuente entre los más grandes, porque habrían lidiado con más episodios de inseguridad alimentaria e infecciones que los niños más pequeños. La comparación entre las dos encuestas también mostró que los mayores del Enani estaban en mejores condiciones que los mayores de la PNDS, lo que evidencia una mejora entre 2006 y 2019, y que los más pequeños del Enani se encontraban peor que los menores de la PNDS, lo que sugiere que el progreso del período no se mantuvo. “Para que estos índices mejoraran, el ciclo virtuoso iniciado en primer decenio de este siglo no tendría que haberse interrumpido”, explica la nutricionista de la Uerj.

La región norte del país se desmarca del resto en algunos aspectos. Con 17,3 millones de habitantes (el 8,5 % de la población brasileña) y una superficie equivalente a casi la mitad del territorio nacional, el norte es una de las regiones más pobres de Brasil, cuya población registra índices más bajos de escolaridad y un menor acceso al sistema público de salud. Allí, la frecuencia de baja estatura y anemia eran de un 8,4 % y un 17 %, respectivamente.

Fernando Frazão / Agência BrasilMujeres y niños en la Tierra Indígena Yanomami, en RoraimaFernando Frazão / Agência Brasil

“El Enani representa un gran avance de calidad en comparación con los estudios anteriores. Pero su diseño no permite caracterizar las diferencias entre las poblaciones urbanas o rurales, o las que viven en áreas remotas, como son las ribereñas, de palenques e indígenas”, dice la nutricionista Marly Cardoso, de la FSP-USP.

Ella coordina un estudio que está monitoreando la salud de algo más de 1.000 niños nacidos en 2015 en Cruzeiro do Sul, una ciudad de 90.000 habitantes en el interior del estado brasileño de Acre, cerca de la frontera con Perú. Allí, Cardoso y sus colaboradores han observado algunas condiciones más graves y otras que se diferencian de lo registrado en el resto del país. En Cruzeiro do Sul, el 39 % de las madres llegaban anémicas al parto y el 42 % de los niños se hallaban en igual condición al final del primer año de vida. Este índice caía a medida que los niños crecían y era de un 5,2 % a los 5 años, según los datos publicados en noviembre en un suplemento de Revista de Saúde Pública. Por otra parte, el porcentaje de niños con baja estatura a los 5 años (un 2,3 %) era muy inferior a la media nacional, mientras que el de los que tenían exceso de peso era superior (un 12,7 %).

Lo que no marcha bien en el país a nivel general, entre las poblaciones indígenas puede estar aún peor. En 2008 y 2009, Bernardo Horta, de la UFPel, y sus colaboradores, llevaron a cabo la primera ‒y única‒ investigación nacional sobre la salud y la nutrición indígena. Evaluaron las condiciones sanitarias de unas 12.000 personas en 113 comunidades de todo el país y, en 2013, presentaron los resultados en la revista BMC Public Health. Entre los niños de hasta 5 años, el 51,2 % estaban anémicos y el 25,7 % eran de baja talla; y entre los indígenas de la región norte, estos porcentajes eran, respectivamente, de un 66,4 % y un 40,8 %.

“Para mejorar el panorama nacional, especialmente en la región norte y en las comunidades más remotas”, dice Cardoso, “es necesario que se tome la decisión política de implementar y ampliar la cobertura de los programas de promoción de la salud, la infraestructura sanitaria y un aumento de los ingresos, pero asumiendo un compromiso de continuidad en cuanto a estas intervenciones”.

Proyecto
Estudio MINA materno-infantil en el estado de Acre. Cohorte de nacimientos de la Amazonia Occidental en Brasil (nº 16/00270-6); Modalidad Proyecto Temático; Investigadora responsable Marly Augusto Cardoso (FSP-USP); Inversión R$ 3.440.351,93.

Artículos científicos
DE CASTRO, I. R. R. et alNutrition transition in Brazilian children under 5 years old from 2006 to 2019Cadernos de Saúde Pública. v. 39, suplemento 2. 23 oct. 2023.
GONÇALVES, H. et alInfant nutrition and growth: Trends and inequalities in four population-based birth cohorts in Pelotas, Brazil, 1982-2015International Journal of Epidemiology. abr. 2019.
LACERDA, E. M. A. et alMinimum dietary diversity and consumption of ultra-processed foods among Brazilian children 6-23 months of ageCadernos de Saúde Pública. v. 39, suplemento 2. 20 oct. 2023.
MONTEIRO, C. A. et alNarrowing socioeconomic inequality in child stunting: The Brazilian experience, 1974-2007Bulletin of the World Health Organization. v. 88, n. 4, p. 305-11. abr. 2010.
DE CASTRO, I. R. R. et alTrends of height-for-age Z-scores according to age among Brazilian children under 5 years old from 2006 to 2019Cadernos de Saúde Pública. v. 39, suplemento 2. 28 ago. 2023.
CARDOSO, M. A. et alPrevalence and correlates of childhood anemia in the MINA-Brazil birth cohort studyRevista de Saúde Pública. v. 57, suplemento 2. 30 nov. 2023.
COIMBRA JR, C. A. E. et alThe first national survey of indigenous people’s health and nutrition in Brazil: Rationale, methodology, and overview of resultsBMC Public Health. 19 ene. 2013.
CARVALHO, C. A. et al. Excess weight and obesity prevalence in the RPS Brazilian Birth Cohort Consortium (Ribeirão Preto, Pelotas and São Luís). Cadernos de Saúde Pública. v. 37, n. 4, e00237020.

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