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Cambios climáticos

Científicos bajo ataque

Problemas puntuales en el trabajo del IPCC alimentan campaña contra el panel

PAULA GABBAIEl Panel Intergubernamental de Cambios Climáticos (IPCC, por sus siglas en inglés), órgano asesor de las Naciones Unidas para temas vinculado al clima, atraviesa la fase más turbulenta en sus 22 años de existencia. En la estela de la denuncia de una supuesta manipulación de datos a favor de la idea de que el calentamiento tendrá efectos dramáticos y del descubrimiento de errores puntuales en sus informes dados a conocer en 2007, este colegiado compuesto por alrededor de 600 científicos de más de 40 países ha venido siendo objeto de una fuerte campaña en su contra impulsada por distintos grupos de interés, tales como políticos conservadores y representantes de sectores vinculados a la explotación de energía fósil. Dichos grupos se mantenían silenciosos desde que los informes de 2007 informaron que el calentamiento global era inequívoco y que las causas del progresivo aumento de la temperatura media del planeta estaban relacionadas con la emisión de gases de efecto invernadero en la atmósfera, producto de las actividades humanas, con una probabilidad superior al 90%, además de haber detectado sus efectos deletéreos (hay modelos que apuntan una elevación del nivel del mar, un incremento de temperatura y extremos de lluvia, lo que puede generar el surgimiento de legiones de refugiados del clima y la extinción de especies). Los llamados “escépticos del clima” se replegaron un poco más cuando el panel fue laureado con el premio Nobel de la Paz de 2007 por “construir y divulgar un mayor conocimiento sobre el cambio climático causado por el hombre y por fijar la base de las medidas que se hacen necesarias para resistir a esta crisis”. Sin embargo, con los episodios recientes, los críticos han cobrado nuevos bríos para desplegar su discurso, y apuntan a descalificar todo el trabajo del panel.

El cerco comenzó en noviembre, cuando algunos e-mails de científicos ligados al panel se dieron a conocer en vísperas de la Conferencia del Clima de Copenhague. Piratas de internet divulgaron mensajes extraídos de los servidores de la Universidad East Anglia, Reino Unido, en los cuales se leen insinuaciones de manipulación de datos. El mensaje más embarazoso, de 1999, tuvo como autor al investigador Phil Jones. En el mismo se hacía mención a una estratagema destinada “escamotear los descensos de temperatura”. El escándalo apartó temporalmente a Jones del Centro de Investigaciones Climáticas (CRU, sigla en inglés) de la universidad.  A finales de marzo, Jones fue declarado inocente en una investigación realizada por el Comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes del Reino Unido. El CRU también fue acusado de no poner a disposición de la comunidad científica datos de temperatura de sus archivos. La crisis avanzó en enero, cuando el panel admitió haberse equivocado al anunciar el derretimiento completo de la cordillera del Himalaya hasta 2035. Dicha información no tuvo como fuente un estudio científico, sino un documento de una entidad ambientalista, el WWF (World Wildlife Fund). El presidente del IPCC, Rajendra Pachauri, tuvo que desmentir rumores de que renunciaría. “Lo esencial es que las robustas conclusiones de los informes siguen siendo válidas y no se vieron perjudicadas ni por los equívocos ni por los ataques de los grupos ligados a intereses económicos”, dice uno de los científicos brasileños integrante del IPCC, el climatólogo Carlos Nobre, coordinador del Programa FAPESP de Investigación sobre Cambios Climáticos Globales y del Centro de Ciencia del Sistema Terrestre (CCST) del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe).

El panel reaccionó y se defendió según los parámetros que eran de esperarse de una entidad científica. Sus directivos iniciaron una investigación sobre el caso de los e-mails, que si bien son difíciles de justificar, no resultaron en una efectiva manipulación de datos e involucran a pocos investigadores, según se ha sabido hasta ahora. Para José Antônio Marengo, meteorólogo del Centro de Ciencia del Sistema Terrestre del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Ccst/ Inpe), las quejas de los que dicen que no tienen acceso a los datos de temperatura archivados en el CRU tienen una respuesta sencilla: el centro no tiene autorización de parte de los proveedores de datos climáticos para entregarles dichos datos a terceros. El CRU pone a disposición los datos de lluvias y temperaturas ya procesados, no los datos originales de estación. “Eso no es discriminación o control de la información, simplemente indica que el CRU acepta algo que es una política de los servicios meteorológicos de muchos países del mundo”, explica Marengo.

Con respecto a los errores, los miembros del panel argumentan que los mismos son puntuales y no comprometen las conclusiones de las 2.800 páginas de informes. Pero se dispusieron a realizar cambios metodológicos tendientes a mejorar la calidad y la transparencia. Un comité integrado por representantes de academias de ciencia de diversos países realizará una revisión independiente de los trabajos. “Es importante remarcar que la crisis no es científica. Los científicos no disienten en relación con las perspectivas de los cambios climáticos”, afirma Roberto Schaeffer, miembro del panel y docente del Programa de Planificación Energética del Instituto Alberto Luiz Coimbra de Posgrado e Investigación en Ingeniería (Coppe), de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).

PAULA GABBAIPero o por ello los científicos han logrado salir de la defensiva, sobre todo en Estados Unidos. Los investigadores tienen dificultades para reaccionar a los ataques de los periódicos, las radios y los blogueros de tinte conservador y nacionalista, que los tratan en el mejor de los casos como enemigos de la patria, en una época de crisis económica. Tal como definió un editorial de la revista Nature, la dificultad se debe al hecho de que la artillería involucra a la ciencia únicamente en la superficie. En concreto, se apunta más bien a erosionar la confianza del público lego en la ciencia del clima. Para la revista, los científicos deben prepararse para enfrentar la guerra de los medios y los golpes incivilizados de los críticos siendo más transparentes y activos en su relación con los medios de comunicación. “Los investigadores del campo de las ciencias naturales no tenemos mucha experiencia en temas muy controvertidos”, dice Carlos Nobre. “En el caso del trabajo del IPCC, es necesario tener en mente que cualquier cuestión se convierte en un hierro caliente político. Hay que contar con profesionales de prensa que sepan responder a los ataques”, afirmó.  Un informe dado a conocer en marzo por Greenpeace acusó las industrias Koch, del sector petrolero, de suministrar 50 millones de dólares en una década a estudiosos y entidades que hacen oposición a la ciencia del clima, muchos de los cuales ayudaron a magnificar el escándalo de la supuesta manipulación de datos.

El senador republicano James Inhofe, conocido portavoz de los escépticos del clima en el Congreso de Estados Unidos, difundió el día 23 de febrero una lista de 17 científicos a los que quiere enjuiciar penalmente, acusándolos de violar las leyes e intentar confundir al gobierno. “Estoy muy preocupado”, declaró Raymond Bradley, director del centro de investigación en ciencia del clima de la Universidad de Massachusetts Amherst, uno de los 17 de la lista, al periódico británico The Guardian. “Se trata de una persona poderosa, que está usando su poder para iniciar una persecución”. Otro científico mencionado, Michael Oppenheimer, de la Universidad Princeton, dice que la táctica de Inhofe es la misma que utilizó el senador Joseph McCarthy (1908-1957) en su caza a los comunistas reales e imaginarios en los años 1950, en plena Guerra Fría. “Inhofe creó la figura del culpable por asociación. Quiere procesar a todos los científicos cuyos nombres aparecen en los e-mails que fueron ventilados sin investigar si las acusaciones tiene asidero”, afirma.

El IPCC no produce ciencia original. Lleva a cabo la compilación de los estudios científicos divulgados en un período reciente, y luego de una evaluación de la literatura disponible, produce informes sobre el estado del arte de la ciencia en temas claves, tales como la base científica de los cambios climáticos, la vulnerabilidad, los impactos, la adaptación y la mitigación. Los científicos participantes, todos ellos voluntarios, se reúnen en fechas concertadas en grandes plenarios para discutir versiones de informes que circulan en el seno de la comunidad científica y son objetos de críticas y comentarios. Cabe a los miembros del panel acatar o refutar cada crítica realizada con base en evidencias e investigaciones. Los episodios que comprometieron la credibilidad del panel ante el público en general muestran que hubo fallas en ese proceso de revisión. Nadie notó por ejemplo que el dato sobre el deshielo del Himalaya no se basaba en ninguna investigación científica. El gobierno holandés aumentó las complicaciones al quejarse y sostener que otra información que dio el panel –según la cual el 55% del territorio de Holanda se encuentra debajo del nivel del mar– es errónea. “De mínima es extraña esta alegación, pues el gobierno de Holanda tenía representantes en el IPCC y podría haber corregido eso antes de la divulgación de los informes”, dice Ulisses Confalonieri, investigador de la Fundación Oswaldo Cruz, quien participó en el grupo del IPCC que analizó los impactos, las adaptaciones y las vulnerabilidades al calentamiento global. Otra crítica disparó contra la utilización también de datos del WWF para fundamentar los posibles efectos de sequías severas en la Amazonia; pero esa información, pese a tener origen en un informe que no pasó por revisión científica por pares, era correcta. “Sería increíble si en casi 3 mil páginas de informe no hubiera algún error. Y ninguno de esos equívocos se mencionó en los sumarios ejecutivos de los informes. El error sobre el Himalaya no altera la conclusión de que está disminuyen el tamaño de los glaciares del planeta”, dice Carlos Nobre.

El principal cambio práctico en los métodos del panel se refiere al uso de la información científica. La orden es evitar en la medida de lo posible referencias a la llamada grey literature (literatura gris) que, como en los casos de los informes de ONG’s y de gobiernos, no es sometida a una revisión científica rigurosa a cargo de pares, como es típica en las revistas internacionales indexadas. “De ser necesario mencionar un informe de un gobierno como fuente de información, por ejemplo, habrá que dejar claro que no se trata de un dato sometido al tamiz de investigadores y enviar una copia de dicho informe al IPCC, para que pueda chequearlo cualquier persona”, dice Roberto Schaeffer. Otros cambios apuntan únicamente a reforzar las garantías de que ninguna crítica formulada a las versiones de los informes haya sido ignorada, con la creación de una revisión independiente.

El monitoreo dará un nuevo respaldo a los próximos informes, pero otras limitaciones del panel seguirán vigentes. Según Schaeffer, siempre será posible que alguien critique la omisión de algún dato o dude acerca de la representatividad de los científicos. “Como la indicación de los científicos se rige por criterios de representatividad regional, no es posible afirmar, por ejemplo, que todos los miembros del panel se encuentran entre los mejores científicos de sus áreas en el mundo, pero ciertamente buena parte de los mejores está allí y otros participan indirectamente, haciendo críticas a las versiones preliminares de los informes”, afirma.  Para José Marengo, también es necesario tener en cuenta que el trabajo de los miembros del panel es voluntario. “La propuesta de contar con algunos investigadores fijos y remunerados para encargarse de los informes es buena y podrá asegurar una dedicación mayor. Hoy en día el trabajo en el IPCC rivaliza con los otros diversos quehaceres de los investigadores”, afirma Marengo, quien tomó parte en el grupo del IPCC que evaluó las bases físicas del sistema climático en los informes de 2007.

El perjuicio que ocasionó el escándalo y el acoso político es aún difícil de medir. Para Ulisses Confalonieri, el IPCC saldrá ileso de la crisis. “El panel seguirá trabajando normalmente. Lo esencial es que haya mecanismos de control”, afirma. Paulo Artaxo, docente del Instituto de Física de la USP, quien también representa a Brasil en el IPCC, coincide en que la crisis no interferirá en el trabajo de los científicos del clima. “Nuestro trabajo proseguirá, pero es posible que ciertas autoridades, sobre las que estos episodios tuvieron influencia, posterguen las medidas necesarias”, afirma. Citando un artículo reciente sobre la crisis del IPCC firmado por el economista Jeffrey Sachs, docente de la Universidad Harvard, Artaxo antevé perjuicios. Sachs mostró por ejemplo que la reacción del lobby de la industria tabacalera en la década de 1960 postergó por 10 años medidas contrarias al cigarrillo. “Mucha gente murió por eso”, dice Artaxo. “El riesgo es que suceda lo mismo con los cambios climáticos, con la diferencia de que la inacción no afectará únicamente a un grupo de personas, sino a una parte significativa de la humanidad”, afirma el profesor de la USP.

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