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Tapa

Comunicación científica sin barreras

La Comisión Europea y agencias de apoyo a la investigación buscan aliados para implementar una iniciativa de acceso abierto de alcance mundial

Marcelos Cipis

Alrededor de 2,3 millones de trabajos científicos de todas las áreas del conocimiento salieron publicados solamente en el año de 2016 en revistas de buena reputación clasificadas en la base de datos Scopus. El acceso a tal volumen de información, fundamental para que los investigadores sigan de cerca los descubrimientos y novedades en sus áreas y logren colaborar en el avance del conocimiento, podrá verse ampliado y facilitado si se llega a propagar un plan lanzado en septiembre por agencias de apoyo a la investigación científica de 14 países, en su mayoría europeos. La lógica del llamado Plan S es sencilla: si una investigación es financiada de alguna forma con dinero público –lo cual ocurre con la gran mayoría de las investigaciones en ciencia básica–, su resultado deberá divulgarse en una revista científica o en una plataforma en internet, a las cuales cualquier persona tenga acceso sin pagar nada por hacerlo. De este modo, crecen las probabilidades de llevar sin restricciones el conocimiento innovador a la sociedad que, después de todo, ha patrocinado su desarrollo.

La iniciativa entrará en vigencia en 2020 y la lidera la Comisión Europea  –que la adoptará en su nuevo programa multilateral de financiación a la investigación, el Horizon Europe, con un presupuesto de más de 100 mil millones de euros– y un grupo de agencias de 14 países, entre ellas instituciones filantrópicas como el Wellcome Trust, en el Reino Unido, y la Fundación Bill y Melinda Gates, en Estados Unidos. Las instituciones proponentes financian el 3,5% de la producción científica mundial, que es una participación modesta para generar una transformación radical. Por ello, buscan aliados para dar al plan mayor alcance mundial. Ya han conseguido un aliado de peso: la Academia de Ciencias de China. “Desde el anuncio del plan, varios financiadores y naciones expresaron su interés y apoyo a él, reconociendo la necesidad de establecer el acceso abierto inmediato. “Estamos en un momento de construcción global”, declaró a Pesquisa FAPESP uno de los mentores de la iniciativa, el holandés Robert-Jan Smits, consejero sénior en Acceso Abierto de la Comisión Europea.

Resulta fácil abogar por que el conocimiento generado con la ayuda de dinero público sea rápidamente compartido. Pero llevar esa idea a la práctica requiere una ingeniería compleja para no debilitar el rol crucial desempeñado por las revistas en el desarrollo científico. Cada paper debe ser analizado por editores e investigadores que conocen el tema abordado, en la denominada revisión por pares. Estos proponen perfeccionamientos y recomiendan (o no) la publicación de un trabajo, en lo que se considera, por parte de científicos, instituciones y agencias, como un cribado de la calidad de los resultados obtenidos. La cuestión es que evaluar un trabajo y publicarlo, en papel o en línea, cuesta dinero. Uno de los medios consagrados para costear ese proceso es la venta de suscripciones de revistas o el cobro por los accesos a artículos en internet, en un modelo comercial que ha orientado buena parte de la comunicación científica en el planeta y creado los conglomerados de medios.


En los últimos años, la producción científica mundial creció exponencialmente y el advenimiento de la internet hizo palpable la posibilidad de agilizar y remover barreras a la divulgación de trabajos de investigadores. Surgieron las revistas de acceso abierto, cuyo contenido es franqueado a los lectores en la web, que se financian con tasas cobradas a los autores y eventualmente reciben subsidios de agencias o sociedades científicas.

Las editoriales tradicionales están reaccionando a esa competencia y a la presión por divulgar libremente su contenido. Algunas han creado sus propios títulos de acceso abierto, otras empezaron a permitir que los autores divulguen copias de sus artículos en internet luego de un período de acceso cerrado, de seis meses a un año. Pero una parte significativa apostó a un sistema híbrido, en el que los artículos quedan disponibles para los suscriptores, pero el autor puede pagar una tasa extra para que su trabajo se divulgue sin restricciones en sitios web. El número de revistas híbridas aumentó de 2 mil, en 2009, a casi 10 mil, en 2016, según un estudio del finlandés Bo-Christer Björk, de la Escuela de Economía Hanken, en Helsinki, Finlandia. Buena parte de esas publicaciones pertenecen a grandes editoriales, como Elsevier, Wiley y Springer-Nature. El Plan S busca cambiar ese escenario: quiere que los investigadores recurran a periódicos científicos de acceso abierto y admite incluso incentivar la creación de nuevas revistas de ese tipo en las disciplinas en las que sean escasas (el área de química constituiría un ejemplo). Habrá también criterios para definir qué revistas y plataformas de acceso abierto estarán aptas a publicar artículos. El objetivo es alejar a los investigadores de las revistas predatorias, medios de acceso abierto más preocupados por cobrar tasas que por hacer una rigurosa revisión por pares.

Las revistas híbridas no podrían utilizarse entonces, puesto que, para los artífices del Plan S, el cobro simultáneo de la suscripción y la tasa para divulgación en la web resulta abusivo. Las editoriales no están de acuerdo. “Habrá implicaciones profundas relacionadas a la economía de la ciencia y a la dinámica de diseminación de la investigación”, aseveró a Pesquisa FAPESP en diciembre la editora jefa de la revista Nature, Magdalena Skipper. “Eso no solo significa que todas las revistas tendrían que pensar en un nuevo modelo de negocios, sino que todo autor que publicara tendría que pagar o encontrar financiación para que su trabajo pudiera estar disponible, sin restricciones.”

EL PLAN S
Qué es

Es una iniciativa lanzada por agencias de 14 países propone que toda investigación con financiación pública se divulgue en acceso abierto

Puesta en marcha
1º de enero de 2020

Ambición
Crear una alianza con agencias de múltiples países, estableciendo un sistema de acceso abierto de alcance mundial

Qué está en juego

  • Para las agencias y las universidades
    Van a pagar las tasas de publicación en revistas de acceso abierto y sus costos tienden a aumentar. La negociación con las editoriales dependerá de la adhesión de más países al plan
  • Para las editoriales y las sociedades científicas
    Está en jaque el modelo de negocios basado en el cobro de suscripciones o de tasas extras para el acceso abierto. Estas afirman que el Plan S puede inviabilizar revistas
  • Para los investigadores
    No podrán publicar artículos en revistas de impacto que no se adecuen al Plan S. Pero los investigadores de universidades y de empresas tendrán acceso a contenidos científicos sin tener que pagar por ello

El Plan S tiene 10 puntos. El principal de ellos determina que los artículos se publiquen sin restricciones de derechos autorales, bajo una licencia que permita que se lo comparta, siempre y cuando se cite la fuente. En noviembre, se abrió a consulta pública una guía que desmenuza detalles de su implementación. El documento muestra alguna flexibilidad, al proponer que el modelo híbrido no se extinga repentinamente. Será posible utilizar tales revistas en una etapa de transición, desde que estas presenten un plan para adecuarse al nuevo modelo y permitan la publicación inmediata de una copia de los artículos en un repositorio abierto. Muchas editoriales de revistas de acceso restringido o híbrido ya admiten divulgar sus artículos en repositorios, aunque exigen el cumplimiento de un embargo. “Ahora, queremos asegurar el acceso instantáneo a esos contenidos”, alega Robert-Jan Smits.

Dos puntos del plan tratan de los costos de publicación. Uno de ellos determina que las tasas de procesamiento de artículos, las APC, sean siempre cubiertas por las agencias financiadoras o por universidades, no por investigadores individuales. El otro prevé que esas tasas estén estandarizadas y tengan un límite máximo. El objetivo es controlar gastos. Actualmente el valor de las APC, que cubren los costos de revisión y publicación de los artículos, varía considerablemente: puede ir de 1,5 mil a 5 mil dólares por paper, en el caso de muchas revistas híbridas. El límite que se propone adoptar aún no ha sido definido, pero la discusión gira en este momento alrededor de un valor entre los 2,5 mil y los 3 mil dólares, conforme al número medio de citas –el factor de impacto– de cada publicación.

Existe el temor de que la cuenta quede muy alta para las agencias de fomento, que se harían cargo de buena parte de las APC. Fue lo que ocurrió en el Reino Unido, que adoptó en 2014 una estrategia de acceso abierto que alcanzó a trabajos financiados por 107 instituciones vinculadas a sus Consejos de Investigación (RCUK, en inglés). Un estudio publicado en 2016 por la consultoría británica Jisc muestra que el número de APC pagadas en el Reino Unido se duplicó entre 2013 y 2014. Después de eso, de acuerdo con el mismo estudio, volvió a subir, con un aumento del 6% entre 2015 y 2016.

La adhesión de nuevos países al Plan S depende de la definición de los costos. “No vamos a comprometernos con el plan si los montos son muy altos”, declaró a la revista Science Véronique Halloin, secretaria general de los Fondos para la Investigación Científica (FNRS), una agencia de fomento belga. Los obstáculos serían más grandes en los países pobres, que tendrían dificultades de canalizar más dinero para sostener los costos de publicación. “El Plan S nació en Europa y no puede sencillamente trasplantarse a países en desarrollo”, afirmó Arul George Scaria, investigador del Centro para la Innovación, la Propiedad Intelectual y la Competencia de la Universidad Nacional de Derecho de la India, en una entrevista al blog del periodista británico Richard Poynder.

Los costos, de todos modos, probablemente aumentarán en un primer momento, observa Abel Packer, coordinador de la biblioteca científica virtual SciELO Brasil (Scientific Electronic Library Online). Una estimación de la Sociedad Max Planck, de Alemania, reveló que las bibliotecas académicas del mundo gastan con suscripciones 7,6 mil millones de euros al año (lo equivalente a 32 mil millones de reales) para el uso de sus alumnos e investigadores. En Brasil, están creciendo las inversiones del Portal de Periódicos Científicos de la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes), que asegura el acceso gratuito a más de 45 mil títulos. En 2016, ese organismo gastó 357 millones de reales con suscripciones de revistas; en 2018, ese valor ascendió a 402 millones. En una nota oficial, la Capes asevera que no pretende suspenderlas. Tales costos tienden a desaparecer si el Plan S llega a resultar, porque la producción científica quedará abierta en internet. Transitoriamente, sin embargo, sería necesario pagar por suscripciones y también por las APC de los nuevos artículos. Para Robert-Jan Smits, será posible ahorrar el dinero antes destinado a suscripciones y direccionarlo a las APC. “Las bibliotecas podrían renegociar los contratos asegurando que parte de los recursos destinados a suscripciones se asignaran para financiar el acceso abierto”, sugiere.

Abel Packer recomienda que Brasil piense en la creación de un fondo para pagar las tasas de procesamiento. Él estima que el costo anual del país con APC podrá variar de 75 a 100 millones de dólares, en el caso de que todas las revistas indexadas a la base Web of Science se publiquen en acceso abierto con el cobro de tasas. Para hacer el cálculo, Packer consideró un costo medio entre 1,5 mil y 3 mil dólares por APC. Brasil está, empero, bien posicionado para la adopción del Plan S. Un estudio de la consultoría Scimago mostró que el 82,3% de las revistas científicas del país eran de acceso abierto en 2016 (el promedio mundial era del 13%). Ello se debe a la biblioteca SciELO, un programa financiado desde 1997 por la FAPESP, con el apoyo de la Capes y del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), que reúne actualmente 293 periódicos científicos de acceso abierto de Brasil disponibles en la web. Para el coordinador de la biblioteca virtual, el plan puede favorecer la búsqueda de revistas de acceso abierto de Brasil que tengan calidad. “Es plausible imaginar que las revistas de Brasil que están en la SciELO, presentes en las bases Web of Science y Scopus, y que publiquen en inglés, empezarán a recibir más artículos de otros países”, aduce.

El documento que detalla el Plan S pide que las editoriales sean transparentes respecto a los costos y criterios empleados para definir las APC. “Eso puede ser más eficiente que limitar los precios, pues estimularía la competencia entre las editoriales”, considera el lingüista belga Johan Rooryck, de la Universidad de Leiden, en Holanda, y director de la Fair Open Access Alliance (Foaa), una organización que ayuda a las revistas a introducir el modelo de acceso abierto. Las editoriales rechazan esa posibilidad. Tom Heller, vicepresidente de Comunicaciones Globales de Elsevier, advierte que ninguna empresa comparte los datos sobre los costos de sus productos. “Son informaciones privadas y confidenciales”, señala Heller, enfatizando que Elsevier divulga únicamente informes anuales con los gastos e ingresos operativos.

Una petición en internet, con más de 1.600 firmas, incluidas las de ganadores del premio Nobel, califica al Plan S como “un riesgo para la ciencia”. “Puede restringir el acceso a más del 80% de las revistas”, alerta la bioquímica Lynn Kamerlin, de la Universidad de Uppsala, en Suecia, que es la coordinadora de la petición. Ella se basa en un estudio de 2017 de Universities UK, que reúne instituciones de educación superior e investigacion británicas, según el cual la proporción de revistas híbridas saltó de un 36,2%, en 2012, a un 45%, en 2016; mientras la de revistas cerradas decayó de un 49,2% a un 37,7% en el mismo período. Para Kamerlin, se desconsidera el hecho de que muchas publicaciones dependen de las suscripciones y que el cambio puede inviabilizar su supervivencia. Sería el caso de las revistas producidas por asociaciones y sociedades científicas, como la Physical Review Letters, publicada por la Sociedad Estadounidense de Física. En un comunicado, la institución explicó que sus gastos con edición y revisión por pares se cubren mayoritariamente con las suscripciones. De las 12 revistas que publica, solo tres son totalmente abiertas, el restante sigue el modelo híbrido.

Marcel Swart La bioquímica sueca Lynn Kamerlin: “El plan representa un riesgo para la ciencia”Marcel Swart

La Sociedad de Genética de Estados Unidos (GSA) prevé que la adopción del Plan S puede reducir en un tercio sus ingresos. Dos revistas responden por el 65% del total de sus rendimientos. Esos recursos se utilizan para financiar iniciativas que no generan ingresos, como un programa de ayuda a investigadores en inicio de carrera. Un reportaje reciente de la revista Science mostró que las sociedades científicas tienen desventajas respecto a las editoriales comerciales. “La más grande de ellas, Elsevier, publica más de 2.500 revistas, mientras las sociedades publican tan solo algunas docenas”, destaca el reportaje. Bill Moran, editor de Science, sugirió que las revistas de calidad publicadas por sociedades científicas queden fuera del Plan S, “por sus circunstancias y roles excepcionales en la comunicación académica”. Publicada por la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS), la revista Science es una de las revistas de mayor prestigio del mundo. “No seríamos económicamente sostenibles si las tasas de publicación pagadas por los autores tuvieran que cubrir todos nuestros costos, alega Moran.

De acuerdo con Kamerlin, los efectos del Plan S quizá sean menores para los mega-journals, revistas que tienen buenos resultados financieros con el cobro de las APC al publicar un gran volumen de papers en acceso abierto en la internet, como Nature Communications y Scientific Reports. “Existe un buen número de revistas financieramente estables con APC razonables”, argumenta el genetista Michael Eisen, de la Universidad de California, en Berkeley, que es uno de los fundadores de la Public Library of Science (PLOS), editorial de una prestigiosa colección de revistas de acceso abierto (la más importante de ellas, la PLOS ONE, cobra un APC de 1.595 dólares). “Sabemos que el Plan S tendrá impacto sobre las editoriales que siguen el modelo de suscripciones, pero queremos que los trabajos que financiamos, como los que tratan de problemas como el calentamiento global y el avance de epidemias puedan ser consultados libremente”, explica Robert Kiley, director de Investigación Abierta de Wellcome Trust. La agencia británica dispone de un presupuesto de 1,14 mil millones de euros, de los cuales 9 millones se destina a tasas de publicación en acceso abierto.

Mientras gobiernos, agencias y editoriales discuten los costos del Plan S, la comunidad científica trata de evaluar las posibles repercusiones de la iniciativa. En varias áreas, la preocupación se relaciona con el derecho de elegir revistas altamente citadas para publicar sus trabajos. “Los periódicos científicos totalmente abiertos en las ciencias humanas son nuevos y la mayoría todavía no ha conquistado gran reputación”, afirmó la antropóloga Birgit Meyer, miembro de la Academia Real de Artes y Ciencias de Holanda, en un evento reciente. Profesora de la Universidad de Utrecht, Meyer muestra la tensión generada por la iniciativa entre alumnos de doctorado y tutores. “¿Debo indicar, como siempre lo he hecho, que ellos publiquen en revistas de impacto, aunque sean incompatibles con el Plan S?”

Muchos científicos quieren mantener la libertad de publicar en títulos como Nature, Science, Cell y The Lancet, que siguen el modelo híbrido. “Cuando el investigador tiene en sus manos un resultado impactante, optará por la revista de mayor prestigio posible, aunque tenga que pagar una tasa alta para publicar en acceso abierto”, reflexiona el médico José Eduardo Krieger, docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (USP). “Publicar en grandes revistas no solo satisface al ego del investigador, sino que además genera reconocimiento entre sus pares y es un factor de progresión en la carrera”, completa. “Trato de presentar trabajos a publicaciones tradicionales, como el American Journal of Physiology, que es híbrido y llega a cobrar hasta 3 mil dólares para poner el artículo disponible de forma abierta”, ejemplifica. Para Krieger, el Plan S puede dar un impulso para que los parámetros de evaluación, como el factor de impacto, se vean sustituidos por métricas alternativas.

El neurocientífico Stevens Rehen, del Instituto D’Or y de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), observa que muchos grupos del área de la salud, especialmente aquellos que estudian enfermedades epidémicas, ya le vienen dando importancia a la divulgación de los datos y resultados de forma rápida y abierta, acortando la distancia entre la información científica y el público. É recuerda que a las revistas de mayor impacto les puede llevar hasta dos años publicar un paper, mientras que buenas revistas de acceso abierto, aunque tengan un factor de impacto más bajo, divulgan los artículos con agilidad. “Casi siempre opto por publicar en revistas de acceso abierto, tales como Scientific Reports, PLOS y PeerJ, que son compatibles con el Plan S”. Rehen también es un entusiasta de los preprints, trabajos divulgados para la discusión antes de pasar por la revisión por pares. “Lo más importante es la validación de los descubrimientos por parte de la comunidad científica, no la aprobación de un editor que, en la mayoría de las veces, no es un experto en el tema”, apunta Rehen.

El Plan S alienta el uso de preprints o prepublicaciones, que está consolidado en áreas como la física y la matemática, pero considera que ese modelo no reemplaza el sistema tradicional. Para Marcos Pimenta, docente de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y presidente de la Sociedad Brasileña de Física (SBF), las directrices del plan probablemente no influyan en la popularidad de los preprints, aunque sí prevé un impacto en un momento posterior, cuando los manuscritos son sometidos a la evaluación de una revista y luego publicados. Según él, muchos físicos lanzan trabajos en forma de preprint en un repositorio de prestigio en el área, el arXiv, y más tarde divulgan la versión final en revistas cerradas que cobran tasas menores que las de acceso abierto. Recientemente, para publicar un artículo en acceso abierto en Nature Communications, Pimenta desembolsó cerca de 5 mil dólares (18 mil reales), pagados con recursos de investigación que recibe de la Capes.

Nikolay Doychinov/ eu2018bg Mentor del Plan S, el holandés Robert-Jan Smits, de la Comisión Europea, quiere que el plan gane escala globalNikolay Doychinov/ eu2018bg

En Brasil, las agencias de fomento cubren los costos de las tasas de publicación, aclara Alicia Kowaltowski, docente del Instituto de Química de la USP. “El pago no se hace con recursos complementarios, sino con parte de la financiación de las investigaciones”, explica Kowaltowski, quien escribió una carta con críticas al Plan S publicada en la revista Science. “En muchos casos, los investigadores tienen que elegir entre publicar en acceso abierto o comprar material de laboratorio. El Plan S puede comprometer proyectos científicos con presupuestos restringidos”, resalta. Para la investigadora, la meta de establecer un techo para las APC no es factible. “Difícilmente las grandes editoriales reducirán sus tasas en el plazo de menos de un año. Muchas revistas seguirán cobrando precios exorbitantes”, argumenta Kowaltowski, editora de la revista de acceso abierto Redox Biology, publicada por Elsevier.

En el área de las ciencias de la computación, en cambio, el Plan S no parece que vaya a tener gran repercusión, opina Lisandro Zambenedetti Granville, presidente de la Sociedad Brasileña de Computación (SBC). “Solemos publicar en anales de congresos y conferencias. Ellos cobran una tasa de inscripción para cubrir los gastos de los eventos que también financia las publicaciones”, explica Granville. “Tener el artículo aceptado permite que el autor presente su trabajo en el congreso, ante un público que podrá ofrecer feedbacks en tiempo real”, observa.

El plan plantea un desafío a la forma de evaluación que la Capes lleva a cabo de los programas de posgrado en Brasil. Este organismo creó el sistema Qualis de clasificación de periódicos científicos para monitorear la producción de docentes y alumnos de maestría y doctorado. El Qualis tiene en cuenta indicadores como el Journal Impact Factor (JIF), que mide el número promedio de citas de los artículos de una revista, y es común que los títulos de acceso abierto sean mal evaluados y desestimulados. El Plan S apoya la declaración DORA (San Francisco Declaration on Research Assessment), que propuso en 2012 eliminar el uso del factor de impacto de revistas como indicador de la calidad de artículos. “Las métricas de evaluación han influenciado el comportamiento de los investigadores, sobre todo los que están en inicio de carrera, en el sentido de buscar revistas con alto factor de impacto, que en la mayoría de los casos son híbridas”, señala Smits, de la Comisión Europea. “Es necesario que haya un cambio cultural hacia un sistema que reconozca la calidad del trabajo y no en cuál vehículo se divulga”. La propuesta de implementación del Plan S quedó abierta a consulta hasta principios de febrero. Las instituciones responsables del plan harán una revisión de las reglas, pudiendo acatar o refutar las sugerencias realizadas, y deben presentar una nueva versión durante la primavera del hemisferio norte

Repositorio de las universidades públicas estaduales de São Paulo

Colin/ Wikimedia Commons The Maughan Library, la principal biblioteca de investigación universitaria del King’s College London, en InglaterraColin/ Wikimedia Commons

En 2010, el Consejo Superior de la FAPESP aprobó una política que establece que los artículos resultantes de investigaciones financiadas por la Fundación, y publicados en revistas internacionales indexados en bases como el Web of Science, deben archivarse en repositorios de acceso abierto, una vez vencido el período de embargo establecido por las revistas científicas, en general de seis meses por lo menos. La iniciativa estimuló la creación, en 2013, del Repositorio de la Producción Científica del Consejo de Rectores de las Universidades Públicas Dependientes del Estado de São Paulo (Cruesp), abastecido con artículos, tesis y otros trabajos científicos publicados por investigadores de las universidades de São Paulo (USP), de Campinas (Unicamp) y Estadual Paulista (Unesp). El repositorio reúne archivos depositados en las tres universidades, que suman más de 1,2 millones de registros y pueden ser consultados por medio de una herramienta de búsqueda común en el sitio web www.cruesp.sibi.usp.br.

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