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Biologia

Craig Venter, un bien necesario

Este científico es como un chico travieso en busca de golosinas, ya sea que éstas signifiquen terminar el genoma humano lo más rápido posible o empezar de cero a fabricar una bacteria

JCVIVenter (a la izq.) y el Nobel Ham Smith: el dúo que construyó el primer genoma sintéticoJCVI

Craig Venter está nuevamente en las noticias de periódicos y revistas del mundo entero, en este caso debido al artículo sobre una célula bacteriana guiada por un genoma que su grupo sintetizó en laboratorio. Éste es el capítulo más reciente de un proyecto al cual Venter se ha dedicado durante más de una década: la creación de un organismo vivo desde el vamos. Y hay varios competidores intentando hacer lo mismo.

¿Un gran descubrimiento? ¿O una impensada osadía, caja de Pandora que puede llevarnos a la autodestrucción? Las reacciones al artículo que publicó en Science van del sinfín de elogios a severos ataques, tal como parece suceder siempre con Venter. Es un tipo raro de científico, molesto para muchos, pero para mí extremadamente necesario.

Por empezar, está en buena compañía. Su gran socio de larga data, Hamilton Smith, Ham Smith, como se lo conoce cariñosamente, es un genio de la biología molecular. En el artículo de la primera bacteria secuenciada vemos a Venter y a Smith. En el directorio de Celera, la empresa creada para competir con el proyecto público (pero lento) de secuenciamiento del genoma humano, encontramos de nuevo a Venter y a Smith. Y ahora, en este reciente artículo, ¿quiénes son las cabezas visibles? Venter y Smith, por supuesto, pero ahora también incorporando a otro peso pesado de la biología molecular: Clyde A. Hutchison III, a quien sumaron al equipo en 2003.

Los expertos recordarán a Hutchison como uno de los pioneros en la introducción de mutaciones dirigidas en genomas. A su vez, Ham Smith recibió el Premio Nobel hace muchos años (en 1978) por el descubrimiento nada más ni nada menos que de las enzimas de restricción, una de las herramientas básicas de la manipulación genómica. Las enzimas de restricción son a la ingeniería genética lo que el lápiz y el papel son a los estudios primarios.

“Para entender a Venter, suelo pensar en el ser humano como un niño, un niño suelto en una sala bien grande, llamada mundo. Ese niño va a querer toquetear todo, en algún momento se quemará al meter los dedos en el enchufe, pero en otro terminará descubriendo cómo subirse a una silla para agarrar las golosinas que están allá arriba. Venter es ese chico travieso que va a agarrar las golosinas, ya sea que signifiquen terminar el genoma humano lo más rápido posible o fabricar una bacteria partiendo de cero. ¿Esa búsqueda desenfrenada nos llevará a la autodestrucción? Es posible. Pero parece que hay algo más fuerte dentro de nosotros, una curiosidad tan violenta que nos hace olvidar de todo. Por supuesto que existe todo tipo de gente en el mundo. Algunos tienen esta curiosidad implacable, otros prefieren ser meros espectadores de la vida, sin meterse demasiado, y la mayoría es un término medio entre esos dos extremos.

Y acá entre nosotros: la especie humana no durará para siempre, con o sin Venter. Las especies evolucionan; unas desaparecen, otras nuevas surgen. Hay que tener una visión más sobria, menos apasionada de la vida. Aunque tengamos una tendencia natural a creer que el ser humano es central e importante para el mundo, es más probable que el ser humano sea solamente una especie, que vino y se irá. Ya hemos pasado por otros episodios en que nos ubicamos en una posición destacada pero no merecida: creíamos que la Tierra era el centro del Universo, creíamos que Dios nos había creado especiales. Dos grandes decepciones de la humanidad que hasta ahora muchos no digieren (principalmente la segunda).

En contra de prohibir la investigación científica
Dos de los roles fundamentales de la ciencia son aumentar el conocimiento de la humanidad y descubrir nuevas tecnologías. Si estas tecnologías se usarán para salvar vidas, construir armas u otras finalidades, no les compete solamente a los científicos determinarlo: se trata de una decisión de la sociedad como un todo, generalmente a nivel de países. En el mundo actual, cada país tiene soberanía para decidir de qué modo utilizar las tecnologías que posee. Si bien existe una fuerte presión internacional contra usos considerados perjudiciales, no hay en este momento un organismo multilateral lo suficientemente fuerte como para hacer valer sus resoluciones contra la voluntad individual de los países.

Desde mi óptica, no cabría, tal como sostienen algunos, prohibir investigaciones en esa línea. Creo que la generación del conocimiento debe ser libre, siempre y cuando se respeten las normas éticas vigentes. Desde el punto de vista de la ética científica, Venter y su grupo hicieron lo que manda el libreto: no utilizaron seres humanos, no impusieron sufrimiento innecesario a cobayos y publicaron sus resultados en un medio de amplia circulación internacional, que incluso tomó la decisión de poner ese artículo a disposición de cualquiera que cuente con acceso a internet, independientemente de ser o no ser suscriptor de la revista. De modo que todos tendrán acceso: investigadores, estudiantes, terroristas, curiosos, etc.

Por eso digo, quédense tranquilos. No vamos a existir para siempre. Si realmente vamos a desaparecer, al menos intentemos influir un poco sobre el futuro, dando nuestro pálpito sobre cuáles serán las nuevas especies que habitarán el planeta. Yo por lo menos, de ninguna manera me lo pierdo, y ahora, gracias al trabajo de Venter y su grupo, me siento más cerca de ello.

João Meidanis es director de Scylla Bioinformática y profesor titular da Unicamp.

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