Octubre fue un mes de dúos en el ciclo de conferencias por el Año Internacional de la Química, realizadas en el auditorio de la FAPESP. Parejas de asuntos que distan de ser casuales. Luego de meditar acerca de cómo debe modificarse la enseñanza para engendrar pensamientos innovadores, no podían dejar de describirse casos reales en los que el conocimiento logró llegar a la industria, como para perfeccionar la minería, producir plásticos y biocombustibles, y estudiar medicamentos innovadores basados en la biodiversidad vegetal. Eso fue exactamente lo que sucedió el día 19 de octubre, mediante un cambio de procedimiento: el coordinador de la mesa, José Fernando Perez, se convirtió en disertante y habló de la creación de la empresa Recepta Biopharma. Luego le siguieron Luiz Eugênio Mello, del Instituto Tecnológico de Vale, Edmundo Aires, de la industria química Braskem, y Thais Guaratini, de Lychnoflora, una empresa originada en la universidad. Esos son buenos ejemplos de caminos recorridos por mentes innovadoras.
Un ingeniero que se convirtió en físico, José Fernando Perez cambió de rumbo cuando se percató de las circunstancias especiales que existen en Brasil para el desarrollo del conocimiento relacionado con la salud. “Contamos con personal calificado, instalaciones adecuadas, excelentes empresas de logística, los costos operativos son más bajos que en otros países y facilidades para acceder a los pacientes y realizar ensayos clínicos”, resumió. Basándose en esa percepción, Perez montó en 2007 Recepta Biopharma, que busca la innovación en terapias dirigidas al tratamiento del cáncer.
Asociado con el Instituto Ludwig de Investigaciones sobre el Cáncer, que colaboró con la FAPESP en el proyecto Genoma del Cáncer, y en cuya iniciativa participó Perez en calidad de director científico, Recepta pudo asumir un rol diferente al habitual: obtuvo los derechos intelectuales sobre anticuerpos monoclonales específicos, y delineó el derrotero de la investigación y el desarrollo de esas drogas, buscando su aplicación clínica. “Nuestros productos son intangibles: propiedad intelectual de medicamentos para los cuales se demuestra su eficacia clínica”. Se trata de las ideas, el pensamiento innovador, la planificación de experimentos que podrán conducir a la obtención de medicamentos.
Una gran aventura para un ingeniero, que no pierde contacto con su educación original. Perez destaca la gran incertidumbre en ese tipo de investigación médica, mucho mayor que en la ingeniería: “Hasta el último instante, el último ensayo clínico, no sabemos si el ‘avión’ despegará”. Asimismo, las perspectivas son alentadoras y Recepta se destaca en lo que respecta al desarrollo de fármacos, un área cuya práctica todavía no está instituida en Brasil. “Contamos con tres ensayos clínicos en fase II”, festeja el fundador de la empresa con optimismo.
Repensar el éxito
En un sentido opuesto al de Perez, Luiz Eugênio Mello se definió como un médico ahora interesado en la minería. Su contratación como director de Vale – una de las mayores compañías mineras del mundo –, para crear el Instituto Tecnológico de la empresa, refleja la búsqueda de nuevos caminos. Incluso refleja el esfuerzo de la compañía para contrarrestar la imagen perniciosa que necesariamente se evoca cuando se piensa en el impacto ambiental ocasionado por la extracción de minerales.
La importancia de Vale proviene en gran medida de la riqueza de los depósitos de hierro brasileños, que son de buena calidad debido a la facilidad de su extracción, ya que cuando el hierro se encuentra asociado a otros materiales, tales como el silicio, resulta muy costoso separarlo. Aunque incluso así la empresa no pretende relajarse. Al contrario, busca diversificar sus actividades. Una variación del mineral de hierro son las tierras raras, elementos tales como el europio, el itrio y el terbio, que cuentan con importantes aplicaciones tecnológicas, tales como monitores de computadoras, lámparas fluorescentes y en el aislamiento de los campos radiactivos, lo cual los vuelve esenciales en las centrales nucleares. “Quizás sean los elementos químicos del futuro en lo referente a la tecnología de la humanidad”, expresó Mello. El mercado mundial de tierras raras es en cuanto a su tamaño, menor que el del hierro a escala global, pero las inversiones en este nuevo filón serán importantes para Brasil, cuyo suelo presenta también relativa abundancia de estos elementos. Además, subrayó Mello, Vale es la segunda extractora de níquel del mundo y está creciendo como productora de cobre y potasio.
Aunque la minería sea por mucho el hilo conductor de la empresa, otros rubros también se vienen desarrollando desde hace tiempo. Es el caso de la logística, que incluye una empresa de transporte, y la generación de energía. En esos sectores no siempre la química es tan protagonista como en los elementos que integran la tabla periódica, pero la investigación resulta fundamental en ellos y cada vez cobra mayor impulso en Vale, según el disertante.
Esa investigación puede involucrar directamente a los elementos químicos, como es la comprensión de cuánto interfieren algunos de ellos, que aparecen en bajas concentraciones junto con el mineral buscado, en el proceso de extracción. Otra aplicación directa es la caracterización de nuevos depósitos de minerales para saber si la extracción del recurso es factible.
Y obviamente, un importante frente de investigación de aquí en adelante será en lo respectivo a la denominada economía verde. Mello mostró imágenes de proyectos de centros que están en construcción para hacer factible esa investigación. Uno de ellos, que es uno de los brazos del Instituto Tecnológico Vale, en Belém, es un proyecto del galardonado arquitecto Paulo Mendes da Rocha y será una moderna referencia de las construcciones tradicionales de la región amazónica, sobre palafitos. “Queremos pensar una minería ecológica y el primer paso consiste en construir una edificación ecológica”, afirmó. Será un centro de 40 mil metros cuadrados, en donde trabajarán 400 personas. Otra rama del Instituto Tecnológico, en Minas Gerais, será una construcción en forma de cubo, en parte inserto en una montaña, con una cara de acero pulido que refleje los árboles del entorno y una cara que se oxidará, revelando el costado orgánico del hierro.
Los centros de investigación aún no están listos, pero la contratación de los investigadores que dirigirán el trabajo en ellos ya ha comenzado. “La gente resulta esencial, ellos son los que constituyen las entidades”. Y son esos investigadores quienes garantizarán el futuro de Vale e impedirán que la compañía, con 69 años de trayectoria, desaparezca, siguiendo el ciclo de vida natural de buena parte de las empresas. “El mundo se mueve según los desafíos y la gente que los enfrenta”, concluyó.
Verde
El mayor reto, según Edmundo Aires, es la utilización sostenible de la Tierra, que es una sola. “Actualmente se vislumbra una convergencia de intereses: el social, el económico y el ambiental”. Aires define al crecimiento sostenible como un proceso basado en la mejoría de estándares, en lugar del crecimiento. “Esos estándares sustituyen a otros considerados insatisfactorios por la sociedad”. La química aparece exactamente allí. Percibida como la villana hasta el siglo pasado, ahora cuenta con la oportunidad de erigirse en solución.
La empresa Braskem ha intentado desarrollar la producción de productos químicos y energía a partir de la biomasa, que puede ser el pasto elefante, la caña de azúcar y las algas, entre otros. “El conocimiento de las particularidades de cada fuente de biomasa puede definir la tecnología que será empleada”, explicó.
Otro objetivo es la producción de plásticos biodegradables. La conversión y la adaptación de la industria a la realidad actual constituyen una necesidad hasta ahora poco desarrollada. Un ejemplo de ello es la promocionada botella vegetal. “El plástico utilizado en esas botellas solamente es un 30% ecológico, el otro 70% utiliza el paraxileno, una materia prima todavía no disponible a partir de fuentes renovables”. Braskem, según él, ya cuenta con varias moléculas que pueden convertirse en las bases para la elaboración de los nuevos tipos de plásticos. “En 2015 es probable que estemos produciendo comercialmente otras sustancias”, expresó. La perspectiva apunta que la empresa produzca, en 2020, otros plásticos verdes aparte del polietileno producido en Rio Grande do Sul. Para entonces, el 10% de los productos químicos deberá ser ecológico, según el Acuerdo Nacional de la Industria Química, proclamado en 2010.
Un producto de la casa
Otra empresa enfocada en la química verde es Lychnoflora, representada por Thais Guaratini. Fundada en 2008 en Ribeirão Preto, apunta al desarrollo de productos innovadores para la industria de la salud, sobre todo a partir de la química de productos naturales. Aún durante su educación en ciencias farmacéuticas, Thais tuvo contacto con el mundo empresarial y comenzó a pensar en la investigación como una oportunidad de negocios. Partiendo de esa premisa, trabajó para la empresa creada por miembros de la propia universidad, dentro de la incubadora de la USP de Ribeirão Preto. “El escenario en el país y en la universidad se tornó más favorable luego de la ley de innovación de 2004”, comentó. “El estímulo a la innovación y la investigación científica ahora es mayor”.
Algunos ejemplos de productos que ella ha desarrollado son un fármaco para el tratamiento de la leishmaniasis, productos para protección solar y un analgésico. Retornando al comienzo de los debates de octubre, para Thais, la actividad empresaria ofrece mejoras para la enseñanza y también para la investigación, a medida que los alumnos vayan reuniendo la experiencia necesaria para vérselas con los retos que impone la sociedad.
Ahora Lychnoflora se apresta a tomar nuevo impulso y, luego de expandirse dentro de la incubadora, reformar un laboratorio para instalarse. Y también se prepara para superar desafíos que van mucho más allá del mercado, tales como la reglamentación del Consejo de Gestión del Patrimonio Genético (CGEN). La empresa ya ha obtenido otras licencias, pero los casos específicos están enfrentando obstáculos que acaban por dificultar el acceso a las especies autóctonas y obligan a los investigadores a trabajar, en esta fase inicial, con plantas provenientes de otros países, según expresa Thais.
Con el mismo espíritu de la serpiente que se muerde la cola, mencionada por Ronaldo Mota (haga clic aquí), Thais concibe la educación de los alumnos y el desarrollo de innovaciones con potencial económico como una continuidad. Por eso, entre los trabajadores de Lychnoflora se encuentran estudiantes de las carreras de química y farmacia, además de seis doctores. Y la investigadora está planificando un posdoctorado, algo que la empresa identificó como necesario para el desarrollo de innovaciones.
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