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RECURSOS HUMANOS

Declina el interés en los programas de posgrado en Brasil

Las universidades y el gobierno estudian cambios en las carreras de maestría y doctorado

Bárbara Quintino

El sistema brasileño de posgrado, que actualmente atiende a más de 320.000 estudiantes en programas académicos o profesionales de maestría y doctorado, atraviesa una crisis compleja signada por problemas que se superponen. La cantidad de estudiantes que se titulan ha crecido sin pausa por más de tres décadas, alcanzando un pico de 24.400 doctores y 70.100 magísteres en 2019, pero tal envión se debilitó durante la pandemia, debido al cierre de laboratorios y al aplazamiento de proyectos. La emergencia sanitaria pasó, pero la crisis perdura. Han surgido obstáculos para retomar el ritmo anterior: en 2022, el conjunto de egresados seguía siendo un 13 % inferior al de 2019. En diversas áreas del conocimiento, hay menos aspirantes a cubrir las plazas disponibles en los programas.

“La pandemia opacó dos procesos que ya habían comenzado a ocurrir antes: un alejamiento de los interesados en los estudios de posgrado, principalmente debido a la pérdida de valor de las becas, y a una disminución del atractivo de este tipo de formación entre los grupos de personas que, en el pasado, solían demandarla”, dice la politóloga Rachel Meneguello, prorrectora de Posgrado de la Universidad de Campinas (Unicamp). La versión preliminar del nuevo Plan Nacional de Posgrado (PNPG), que la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes) tiene previsto lanzar en el segundo semestre de este año, ha trazado un diagnóstico del descrédito. En más de 20 áreas del conocimiento evaluadas por la Capes, la oferta de vacantes es mayor a la demanda en al menos la cuarta parte de los programas de maestría y doctorado. Es verdad que el año pasado se hizo efectivo un aumento de un 40 % en el monto de las becas federales de posgrado, tras más de una década de estancamiento, cuyos efectos aún no se han podido evaluar.

A juicio de Meneguello, este fenómeno tiene relación con las transformaciones del mercado laboral y con las expectativas de los estudiantes o profesionales, que ya no se sienten atraídos por un modelo basado en un extenso período de formación orientado a capacitar docentes universitarios. Para complicar las cosas, en algunas áreas los problemas son graves, pero en otras no se manifiestan. La relación entre el número de postulantes inscritos y el de admitidos, un indicador del interés por las carreras, cayó de 1,29 en 2011 a 1 en 2022 en los doctorados en ingeniería de la Unicamp, mientras que, en idéntico período, ese índice subió de 2,19 a 3,42 en ciencias agrarias. En ciencias humanas y sociales, descendió de 3,4 a 2,3, mientras que en lingüística, letras y artes aumentó de 4,26 a 9,33.

Los datos recopilados por Renato Pedrosa, investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de São Paulo (IEA-USP) y asesor de la FAPESP en el área de Indicadores de Ciencia, Tecnología e Innovación, muestran una recuperación dispar. Las áreas que se han visto más afectadas por el cierre de laboratorios durante la pandemia, como las ciencias biológicas, están tardando más en reactivarse. Algunos de los estados de la federación están teniendo más dificultades que otros para recobrarse. En São Paulo, el número de doctores graduados en 2022 fue de 6.300, un avance con respecto a los 5.900 registrados en 2020 y 2021, pero lejos aún de los 7.300 de 2019. En el caso de Minas Gerais, que tuvo 2.500 graduados en 2022, se ha logrado recuperar el nivel previo a la pandemia, mientras que Paraná, con 1.700, y Goiás, con 466, incluso han superado su desempeño previo a la emergencia sanitaria. “São Paulo ya exhibía una leve caída antes de la pandemia. En 2019 se graduaron 7.289 doctores, frente a los 7.459 del año anterior”, dice Pedrosa.

La descentralización regional de los estudios de posgrado en las últimas décadas puede ayudar a explicar la disminución de la cota de graduados en estados como São Paulo, según lo analiza el director científico de la FAPESP, el genetista Marcio de Castro Silva Filho. “Los aspirantes de otros estado que solían venir a las universidades paulistas podrían estar optando por programas más cerca de sus lugares de origen, donde también es más fácil mantenerse con el valor de las becas”, dice. Según él, la reducción de la cantidad de inscritos parece ser mayor en los programas con notas más altas en la evaluación de la Capes, 6 y 7, que son más comunes en los estados donde el posgrado está más consolidado que las carreras con evaluaciones intermedias, con notas entre 3 y 5.

La agrónoma Connie McManus, exdirectora de la Capes y actual directora de Relaciones Internacionales de la FAPESP, sostiene que la formación de posgrado también ha perdido atractivo porque se la considera demasiado extensa. “Desde el inicio de la carrera universitaria hasta la finalización del doctorado, son unos 15 años. En el área de las ciencias humanas, un doctor puede graduarse con más de 40 años de edad. En los programas profesionales, la edad llega a los 46 años. Es mucho tiempo hasta empezar a juntar la contribución al sistema previsional e iniciar una carrera. No es casual que en las áreas donde el mercado laboral ofrece buenas oportunidades, como las ingenierías, el desinterés por los estudios de posgrado es más ostensible”.

El último volumen de la serie Mestres e doutores [Magísteres y doctores], editado por el Centro de Gestión y Estudios Estratégicos (CGEE) y publicado este mes, muestra que la edad promedio de conclusión de la maestría llegó a 33,8 años en 2021, un escalón ligeramente superior al observado en 1996, que era de 33,4 años. En tanto, la edad de titulación de los doctores, bajó de 39,4 años en 1996 a 37,4 años en 2021. “En los países miembros de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico], se gradúan 2,1 años más pronto que los brasileños y, en Alemania, 5,3 años antes”, dice Sofia Daher, asesora técnica del CGEE y coordinadora de la serie de estudios. El estudio del CGEE registró un aumento en el porcentaje de doctores en la población brasileña: de 7,9 doctores por cada 100.000 habitantes en 2013 a 10,2 en 2021. En Estados Unidos hay 21,9 doctores por cada 100.000 habitantes y en el Reino Unido, 37,4.

“Necesitaremos más doctores si pretendemos acercarnos a los países que tienen un Índice de Desarrollo Humano superior al nuestro. Es una falacia decir que ya tenemos suficientes graduados”, comenta la presidenta de la Capes, Denise Pires de Carvalho, quien atisba razones estructurales en la crisis del posgrado. Según su análisis, un problema de fondo es el perfil de los estudiantes de grado. “En los últimos años, en Brasil se ha incrementado el porcentaje de personas mayores de 24 años con diploma universitario de un 15 % a un 23 %, pero esta expansión se ha producido en universidades privadas y con énfasis en la educación a distancia. Este contingente adicional de graduados está compuesto en gran medida por trabajadores que no tienen interés en realizar estudios de posgrado”, afirma. Por otro lado, dice Pires de Carvalho, el crecimiento de la matrícula en las universidades públicas se ha ralentizado en los últimos años porque ha habido una reducción en las inversiones desde 2016. “Es natural que haya menos aspirantes a los programas de posgrado si no ha aumentado la cantidad de personas con título de grado egresadas de las universidades públicas. El sistema no crece sin inversión”, sostiene.

Bárbara Quintino

El mercado laboral de los magísteres y doctores tiene características peculiares, tal como lo muestra el estudio del CGEE. Por un lado, es más resiliente a las crisis económicas. En los años en los que el Producto Interno Bruto (PIB) cayó, como 2015, 2016 y 2020, las tasas de crecimiento del empleo para los profesionales con título de posgrado se mantuvieron en positivo, al contrario que la media del mercado. “Esto tiene que ver con el hecho de que muchos de estos profesionales están empleados en el sector público, pero también porque se trata de un tipo de mano de obra especializada y sofisticada que es difícil de reemplazar”, dice Daher, del CGEE. “La mayoría de los doctores son empleados de las universidades públicas, mientras que el mercado laboral de los magísteres es cada vez más diversificado, con una gran presencia en empresas privadas”.

Daher insiste en la necesidad de crear políticas públicas para aumentar las oportunidades laborales de los recién titulados; el informe muestra que la proporción de doctores con empleo formal a los dos años de haber egresado ha ido cayendo: era el 75,8 % del total en 2010, pero en los datos más recientes, de 2021, bajó a un 65 %. El bajo número de becas posdoctorales está en el radar de las agencias de financiación. “Tenemos más de 20.000 doctores que se gradúan cada año en el país y sólo unas 2.000 becas posdoctorales. Urge tratar de atender a esta mano de obra extremadamente calificada”, dice Marcio de Castro, de la FAPESP.

El nuevo Plan Nacional de Posgrado propondrá cambios en el sistema, por ejemplo, en lo que tiene que ver con aceitar el vínculo entre el posgrado y el sector productivo no académico, como así también orientar la formación hacia las demandas del mundo laboral, más allá de las de investigación y docencia. “El desarrollo de Brasil requiere una mayor inversión empresarial en investigación y desarrollo, ampliando así la oferta laboral para nuestros doctores”, dice Denise Pires de Carvalho, de la Capes.

Hay otras propuestas que están siendo objeto de debate. El Consejo Nacional de Educación (CNE) lleva dos años discutiendo las directrices de un nuevo dictamen para reorganizar el posgrado brasileño. A grandes rasgos, la idea es diversificar las trayectorias profesionales más allá de la carrera académica, romper con la jerarquía de la maestría como curso previo al doctorado y flexibilizar los formatos de los programas, considerando, por ejemplo, que el trabajo final de conclusión de carrera, además de la tesis, también pueda ser la presentación de una patente o una contribución a las políticas públicas. “Es importante que la expansión del posgrado tenga en cuenta las necesidades del país en áreas sensibles para el desarrollo y tecnológicamente intensivas en innovación”, dice Luiz Roberto Liza Curi, presidente del CNE. “La Capes ha hecho un trabajo impecable. El objetivo de la propuesta no es corregir el rumbo, sino ampliar el impacto generado por el sistema en la sociedad y en la economía”.

Las tres universidades estaduales paulistas organizarán un simposio en agosto para debatir soluciones conjuntas. Entre los cambios que se han debatido en la Universidad de São Paulo (USP), sobresale la actualización de los planes de estudio, para formar doctores con nuevas habilidades, capaces de explorar otros tipos de empleo, como en la industria, el tercer sector, la función pública o los emprendimientos. “La experiencia de un doctor puede ser muy valiosa para mercados laborales sofisticados en sectores tales como los servicios, los hospitales, los laboratorios, la industria farmacéutica o la agroindustria”, dice Rodrigo Calado, prorrector de Posgrado de la USP.

La institución también tiene previsto introducir cambios para que los alumnos con vocación por la carrera científica puedan obtener el doctorado más rápidamente. Una propuesta es iniciar los estudios de posgrado con un ciclo de un año, en el que el estudiante cursaría la mayoría de las asignaturas teóricas y prepararía su proyecto de investigación. Una vez concluido este período, su proyecto sería evaluado y podría conducirle directamente al doctorado. “La idea es identificar a los jóvenes con mayor potencial ya en la iniciación a la investigación científica”, añade Calado. Denise Pires de Carvalho, de la Capes, comenta que se podrían implementar ajustes de este tipo a corto plazo: la agencia debería ampliar la posibilidad de que las becas de maestría se transformen en becas de doctorado directo. “Hoy en día, esto puede hacerse con el 20 % de las becas, pero los programas utilizan muy poco este recurso. Menos del 5 % de los becarios siguen esta vía más rápida”, informa.

La Universidade Estadual Paulista (Unesp) prepara medidas para atraer y retener a los estudiantes de posgrado: la institución, que cuenta con unidades distribuidas en 24 ciudades, llegó a tener algo más de 14.000 alumnos en sus programas y en la actualidad son 13.056. “Este dato es impactante porque hemos visto una merma del interés de los estudiantes en áreas en las que somos líderes, como las ciencias agrarias y de la salud”, dice Maria Valnice Boldrin, prorrectora de Posgrado de la Unesp. Una de las medidas que se adoptaron es la oferta de una beca de 1.200 reales para los alumnos en situación vulnerable que todavía no poseen becas otorgadas por las agencias de financiación. La expectativa es poder atender a 500 alumnos este año. Otra medida prevista es unificar en la misma fundación que gestiona el examen de ingreso a la universidad ‒Vunesp‒, los 140 procesos selectivos de los programas de posgrado diseminados por el Estado, para facilitar el ingreso.

Independientemente del rumbo que sigan los cambios, existe consenso en que los programas necesitan gozar de mayor autonomía para hacer frente al desinterés de los estudiantes. “Las normas que se aplican al sistema de posgrado son las mismas en la Amazonia o en la Pampa de Rio Grande do Sul, aunque las demandas regionales son muy diferentes”, dice Connie McManus. Para Rachel Meneguello, de la Unicamp, la implementación de un enfoque flexible es fundamental para poder lidiar con problemas heterogéneos. “En algunas carreras, puede ser interesante reducir el número de asignaturas obligatorias y apostar por una formación más ágil y aplicada. En otros, podría ser necesario mantener una base teórica mayor. Cada área va a requerir un abordaje particular”.

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