Toumai, Lucy, un neandertal y otros homínidos del pasado remoto están llegando a São Paulo. O mejor dicho: las réplicas fieles de sus esqueletos, y representaciones artísticas de sus probables rasgos faciales, son las estrellas de una nueva exposición permanente sobre la evolución humana. Intitulada Do macaco ao homem ‒o Del mono al hombre, en español‒ esta muestra entrará en cartelera entre finales de este mes de enero y el comienzo de febrero en Catavento Cultural, un espacio destinado a la difusión de la ciencia y del conocimiento sostenido por la gobernación del estado de São Paulo, con sede en el centro de la capital paulista. La exposición, concebida en colaboración con el arqueólogo y antropólogo físico Walter Neves, coordinador del Laboratorio de Estudios Evolutivos Humanos de la Universidad de São Paulo (USP), traza un panorama de una larga e intrincada historia, cuyo comienzo no se sabe con certeza, pero que actualmente cuenta con al menos 7 millones de años.
Ésa es la edad estimada de Toumai, el apodo dado a un cráneo de la especie Sahelanthropus tchadensis, encontrado en 2001 en Chad, en el centro-norte de África. Se trata del más antiguo homínido conocido, un linaje que probablemente haya evolucionado desde parientes de los chimpancés. Toumai perteneció al primer grupo de homínidos que caminó de pie. Durante un buen tiempo, se le adjudicó la primacía del bipedismo a Lucy, tal como se le denomina al esqueleto parcial de una hembra de Australopithecus afarensis de 3.200.000 años, posiblemente el fósil de homínido más famoso del que haya noticias. Lucy fue rescatada en 1974 en Etiopía, también en África, continente que es igualmente la cuna del hombre moderno, el Homo sapiens, que se originó allí hace alrededor de 200 mil años.
“Durante las últimas tres o cuatro décadas se han hallado muchos fósiles de homínidos en África y en otras partes del Viejo Mundo”, dice Neves. “El principal objetivo de esta exposición consiste en mostrar que los conocimientos concernientes al proceso que desembocó en el surgimiento de los homínidos y del hombre moderno se encuentran bastante avanzados. Ahora podemos caracterizar, con un elevado grado de certidumbre, los principales pasos de nuestro linaje evolutivo”. El investigador de la USP tardó siete años para organizar la muestra, que inicialmente había sido pensada para su presentación en Estação Ciência, un espacio de divulgación de las ciencias perteneciente a la USP, que actualmente se encuentra cerrado por refacciones.
En Catavento Cultural, institución que se interesó de entrada en el proyecto, Do macaco ao homem inaugura un nuevo espacio didáctico situado en el interior del Palácio das Indústrias, su edificio histórico: las arcadas del subsuelo. “Una exposición sobre la evolución humana se lleva de perlas con subterráneos”, dice Sérgio de Freitas, presidente del consejo de administración de la organización social Catavento Cultural e Educacional, responsable de la dirección del museo de ciencias. En efecto, la gente que pase por la exposición experimentará una ligera sensación de apretujamiento, debido a que el techo allí no es muy alto y a la relativa escasez de espacio en los arcos del subsuelo. Es casi como si se estuviese entrando a una caverna: es un ambiente perfecto para hacer un breve viaje a través la historia de la evolución humana.
El punto alto de la muestra lo constituyen la cantidad y la calidad de réplicas de esqueletos de homínidos y de grandes simios –al lado de una osamenta completa de Homo sapiens hay una de chimpancé y una tercera de gorila, nuestros parientes más cercanos en el orden de los primates– y de utensilios de piedra tallada y de hueso, fabricados por el hombre moderno y por sus antepasados. “El 90% de las réplicas se elaboró con base en piezas pertenecientes a nuestra colección, que se encuentra en la USP”, comenta Neves. En tanto, copias de Lucy y de los monos llegaron provenientes de Estados Unidos. Hay también reproducciones de las representaciones artísticas realizadas por el hombre moderno durante aquello a lo que Neves denomina “la explosión creativa del Paleolítico Superior”: hace alrededor de 45 mil años. Para ilustrar ese momento clave de la evolución humana, se le dio relieve a copias de fragmentos de famosas pinturas rupestres, tales como los murales de las grutas de Lascaux y Chauvet, en Francia, y de Altamira, en España.
Una escena instigadora de la exposición es la reconstitución de un entierro de un humano moderno, acaecido hace 28 mil años en el helado suelo de lo que actualmente es el territorio de Rusia. Los organizadores de la muestra cavaron un orificio en el suelo, en su interior colocaron una osamenta y cerraron el sepulcro con un vidrio transparente. De esta forma, el visitante puede caminar sobre la sepultura y ver los restos de su ocupante. Un dibujo que señala cómo puede haber sido enterrado ese ejemplar de Homo sapiens puede verse al lado de la tumba.
La exposición se encuentra dividida en ocho módulos, cada uno de ellos con una temática independiente con respecto a los demás. No es necesario recorrer toda la muestra para seguir la información que aparece en cada una de sus partes. “Cuando uno está en un módulo, no es posible ver el contenido de la etapa siguiente”, dice el biólogo Murilo Reginato, de Catavento, quien ayuda en el montaje de la muestra. “De esta forma, los visitantes no distraen su atención.” Dentro de cada módulo, se trabajan los temas de acuerdo con una secuencia cronológica de eventos: la posición del hombre en el reino animal; la evolución de la locomoción, de la dentición, del cerebro y de la apariencia física; el uso de las tecnologías de piedra tallada, y el surgimiento del conocimiento simbólico y de la producción artística. Todas estas temáticas figuran en alguna de las paradas de la exposición.
Complementan este pequeño paseo por la evolución humana dos breves documentales: uno de tres minutos, que muestra cómo tallaban la piedra los ancestros del hombre moderno para dar forma a sus utensilios, y otro de siete minutos sobre el trabajo de campo y de laboratorio de los arqueólogos y antropólogos que manipulan huesos humanos. Al dejar los arcos subterráneos del Palácio das Indústrias, los visitantes tienen la posibilidad de escuchar fragmentos del Magnificat de Bach, un hermoso ejemplo de la creatividad de nuestra especie. El montaje de Do macaco ao homem costó aproximadamente un millón de reales: 140 mil a cargo del CNPq y el resto por cuenta de Catavento.
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