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CLIMATOLOGÍA

Deshielo en los Andes

Fotos aéreas e imágenes satelitales registran el retroceso acelerado de los glaciares de Sudamérica

Nevado Illimani, visto desde la capital de Bolivia, La Paz: los glaciares ocupan un área un 35% menor de la que tenían en 1963

GETTYI MAGES / JOHN COLETTINevado Illimani, visto desde la capital de Bolivia, La Paz: los glaciares ocupan un área un 35% menor de la que tenían en 1963GETTYI MAGES / JOHN COLETTI

Desde Porto Alegre

En 2009, el glaciar Chacaltaya desapareció de golpe y para siempre del paisaje boliviano. Hacía bastante que venía encogiéndose porque la cantidad de nieve que se acumulaba allí cada año ya no era suficiente para mantenerlo. Pero no se esperaba que desapareciera definitivamente tan pronto, seis años antes de lo que habían calculado los investigadores. Ubicado a unos 30 kilómetros hacia el norte de La Paz, la capital boliviana, Chacaltaya era un glaciar pequeño, pero internacionalmente conocido por albergar la pista de esquí más alta del mundo, a 5.300 metros sobre el nivel del mar, y por ser el sitio donde el físico brasileño César Lattes realizó, al final de los años 1940, parte de los experimentos que lo condujeron al descubrimiento del mesón pi o pión, una partícula subatómica. Su fin anticipado dejó a los bolivianos sin tener dónde esquiar y fue noticia mundial por un motivo mucho más importante: lo que ocurrió con él también está sucediendo con muchos de los glaciares de los Andes y de otras regiones del planeta. Según opinan los expertos, la retracción de los glaciares andinos puede indicar el destino de buena parte del hielo tropical en caso de que la temperatura de la atmósfera siga incrementándose al ritmo de las últimas décadas: convertirse en agua.

Actualmente, los glaciares bolivianos ocupan alrededor de la mitad de la superficie que poseían hacia la mitad del siglo pasado. Y, de modo general, atraviesan un proceso de retracción acelerada ‒en particular los pequeños, con menos de 1 kilómetro cuadrado (km2), como es el caso del Chacaltaya‒, según se informa en estudios recientes llevados a cabo por investigadores de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS) en colaboración con colegas bolivianos. “Lo que estamos observando en los pequeños glaciares de los Andes es un indicio anticipado de lo que puede ocurrir con los glaciares mayores en ésa y otras regiones”, explica el glaciólogo Jefferson Cardia Simões, director del Centro de Investigación Climática y Polar de la UFRGS y coordinador del grupo brasileño.

En un trabajo conjunto con el equipo del glaciólogo Edson Ramírez, de la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz, los investigadores brasileños trabajan en un amplio estudio de la situación de los glaciares del vecino andino. Utilizando fotografías aéreas e imágenes satelitales, han logrado evaluar hasta ahora la transformación que sufrieron unos 600 glaciares que se distribuyen en dos tramos de los Andes ‒las cordilleras Real y Apolobamba‒ en Bolivia, país que alberga un 20% de los hielos tropicales (casi un 99% del hielo tropical se encuentra en los Andes).

“Estimamos una reducción del orden del 50% en la zona de glaciares boliviana durante ese período, lo cual constituye una pérdida muy rápida”, informa el geógrafo Rafael da Rocha Ribeiro, integrante del equipo de Simões y uno de los autores del estudio. “Esos glaciares son buenos indicadores de las alteraciones climáticas, pues son rápidamente afectados por los cambios”, comenta. La razón de tal sensibilidad es que en las regiones montañosas tropicales el hielo se encuentra a una temperatura cercana a cero grado Celsius, el punto en que comienza a fundirse ‒los expertos lo denominan “hielo caliente o delicado”‒, en contraposición con el “hielo frío” del centro de las regiones polares, que se mantiene a decenas de grados negativos.

En los últimos años, Ribeiro y el grupo de Ramírez demarcaron, con la ayuda de aparatos de GPS de alta precisión, los límites de algunos glaciares de la cordillera Real, donde se encontraba Chacaltaya. La comparación de las fronteras actuales en 476 glaciares con las registradas durante las décadas previas, permitió calcular que, en 40 años, se redujeron un 43%: se diseminaban por un área de 325 km2 en los años 1970, en tanto que actualmente ocupan tan sólo 185,5 km2, según el trabajo presentado el año pasado en el marco de la asamblea general de la Unión Europea de Geociencias.

044-047_GeloAndes_206Analizando una zona específica de la cordillera Real ‒el nevado Illimani, que puede ser visto desde La Paz‒, Ribeiro notó que la retracción de los glaciares recientemente se ha acelerado. Los glaciares del Illimani habían perdido un 12% de su superficie entre 1963 y 1983, y se redujeron el doble de eso durante las tres décadas siguientes, tal como lo describe en un artículo que se publicará en la revista Annals of Glaciology.

Ana Maria Sanches, otra geógrafa del equipo de Simões, detectó una reducción aún más intensa en un conjunto de glaciares ubicados a 250 kilómetros al norte del Illimani, en la cordillera Apolobamba, en el límite de Bolivia con Perú. Desde 1975 hasta 2011, el área de hielos del nevado Cololo disminuyó un 42% ‒actualmente quedan solamente 24,7 km2‒ y subsisten tan sólo 48 de los 122 glaciares originales.

De una manera general, el retroceso de los glaciares no es homogéneo. Los pequeños son los más abundantes y también los que están desapareciendo más velozmente. Ribeiro comprobó que en el Illimani, los mayores glaciares perdieron, en promedio, un 15% de su superficie durante el período analizado, mientras que entre los menores, el índice promedio de retracción fue casi cinco veces mayor.

El derretimiento de los glaciares no es algo exclusivo de Bolivia. En Perú, donde se encuentra la mayor parte (un 70%) del hielo tropical, los glaciares han perdido casi un cuarto de su área durante las últimas décadas. En una compilación reciente sobre las condiciones actuales de los glaciares andinos, el glaciólogo francés Antoine Rabatel, junto a otros expertos en ese campo, afirma que, desde los años 1970 en adelante, los glaciares de los Andes tropicales pasaron a encogerse a un ritmo jamás observado en los últimos 300 años, desde que comenzaron a retraerse luego del fin de la pequeña edad del hielo, a finales del siglo XIX. Durante la pequeña edad del hielo, la temperatura de la atmósfera había descendido alrededor de 0,6 grado.

Aparte de ser menores, los glaciares andinos están quedando confinados a las zonas más encumbradas de las montañas. “En el nevado Cololo, por ejemplo, antes había glaciares debajo de la cota de 4.500 metros de altura”, comenta Sanches. “Ahora sólo se encuentran por encima de los 4.950 metros”.

Todavía no se conocen con certeza las causas de la reducción de los glaciares andinos. Existen claras señales de que el clima regional se ha alterado: la temperatura promedio en los Andes se elevó 0,8 grado en el transcurso del último siglo y, a partir de los años 1970, han aumentado la frecuencia y la intensidad del fenómeno conocido como El Niño, el calentamiento del agua superficial del océano Pacífico, que impide la llegada de humedad proveniente de la Amazonia y reduce las precipitaciones de nieve.

Manto de hielo Quelccaya, en Perú: el derretimiento generó un lago que desbordó en 2006, inundando un valle cercano

GETTYI MAGES / PETER ESSICKManto de hielo Quelccaya, en Perú: el derretimiento generó un lago que desbordó en 2006, inundando un valle cercanoGETTYI MAGES / PETER ESSICK

Los especialistas sospechan que esas alteraciones regionales se encuentran relacionadas con los cambios climáticos que parecen estar en curso en el planeta y que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), ha asociado con las actividades humanas.

“Las alteraciones regionales y el derretimiento de los glaciares tropicales [en modo general, se están reduciendo en todo el mundo, aunque algunos puedan haber aumentado de tamaño] coinciden con el aumento de la temperatura global”, explica Simões, quien coordina también el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de la Criósfera. Pero nadie afirma categóricamente que la razón es el calentamiento global, pues el derretimiento de los glaciares y el resto de los fenómenos climáticos son complejos e involucran diversos factores.

A pesar de esa duda, los expertos consideran que a la brevedad, los efectos de la retracción de esos glaciares se tornarán evidentes, con consecuencias locales e incluso regionales. La mayoría de esos glaciares son de pequeño porte, con menos de 2 km2. Pero aportan buena parte del agua que se utiliza para la producción de energía eléctrica, la producción agropecuaria y el abastecimiento de las ciudades andinas, particularmente en otoño e invierno, el período más seco del año.

Un estudio conducido por Ramírez en 2008, demostró que durante los últimos 50 años ha habido una reducción de entre 44% y un 55% en los glaciares que alimentan los ríos de donde proviene parte del agua utilizada en las ciudades de La Paz y El Alto, que entre ambas tienen una población de 1.500.000 habitantes. Aunque hasta ahora no se haya notado una reducción en el suministro de agua, varios investigadores anticipan que podría escasear. “Es importante preparar a las comunidades locales para un escenario futuro donde se modificará la disponibilidad de agua”, comenta Ribeiro.

Simões teme que el deshielo acelerado torne más frecuente un tipo de desastre natural al que se encuentran expuestas las regiones que albergan glaciares, vulcanismo y terremotos tales como son los Andes: el desborde de los lagos formados por el deshielo de esos glaciares. En un artículo publicado en 2011 en la revista Annals of Glaciology, el paleoclimatólogo estadounidense Lonnie Thompson relata algo de lo que él y su equipo fueron testigos en Perú. Desde que comenzaron a investigar en el manto de hielo Quelccaya, en los años 1970, comprobaron el aumento del volumen de un riacho que corría cerca del campamento y la formación de un gran lago frente al glaciar. Ese lago, resultante del deshielo, desbordó en 2006, luego de una avalancha, e inundó el valle contiguo, eliminando las pasturas donde los residentes de un poblado vecino criaban llamas.

Más allá del impacto local, es posible que se produzca un efecto regional, aún desconocido. En los glaciares del sector oriental de los Andes nacen riachos que, a medida que se dirigen hacia el este, cobran volumen y originan importantes ríos de la cuenca amazónica, tales como el Madeira y el Solimões. Es de los Andes que provienen parte de los sedimentos que fertilizan esos ríos y son transportados hacia el Atlántico. Nadie sabe lo que podría suceder con esos ríos y con los ecosistemas que ellos integran si los glaciares andinos y el aporte sedimentario disminuyen demasiado durante las décadas venideras. “Debemos modificar el concepto existente en Brasil que apunta que ese hielo no afectará al país”, dice Simões. “Todo el sector oeste de la Amazonia se encuentra muy cerca de esa masa helada.”

Artículos científicos
RIBEIRO, R.R. et al. 46 years of environmental records from the Nevado Illimani glacier group, Bolivia, using digital photogrammetry. Annals of Glaciology. v. 54 (63). 26 de feb. 2013.
RAMIREZ, E. et al. Glacier Inventory of the Cordillera Real – Bolivia using high resolution satellite images ALOS and CBERS-2B. Geophysical Research Abstracts. v. 14. EGU2012-11692. 2012.
THOMPSON, L.G. et al. Tropical glaciers, recorders and indicators of climate change, are disappearing globally. Annals of Glaciology. v. 52 (59). 2011.

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