La controversia que se suscitó en torno a un artículo publicado en 2006 en la revista Nature, que apuntaba una posible causa de la enfermad de Alzheimer, llegaría pronto a su fin con la retractación del estudio. La neurocientífica Karen Ashe, autora principal del paper e investigadora de la Escuela de Medicina de la Universidad de Minnesota, en Minneapolis (EE. UU.), reconoció que el estudio contiene imágenes adulteradas de los resultados de las pruebas western blot, un método utilizado en el ámbito de la biología molecular para identificar proteínas, y comunicó que había enviado a Nature una solicitud, firmada en conjunto con el resto de los autores, para que cancele la publicación.
En entradas publicadas en el sitio web PubPeer, Ashe afirmó que el problema con las figuras no afecta las conclusiones del estudio y declaró que en primera instancia había solicitado a la revista una nota de corrección, pero como los editores consideraron que esta solución era insuficiente, el pedido de retractación fue “la única opción que nos quedó”. En 2022, cuando los problemas con el artículo salieron a la luz, los editores de la revista le adjuntaron una nota al paper advirtiendo a los lectores que las objeciones al artículo estaban siendo investigadas y recomendando precaución a la hora de utilizar los resultados.
Una vez confirmada, la retractación podría desencadenar la cancelación o la corrección de varios otros artículos. Sucede que el trabajo lleva a la fecha acumuladas 2.500 citas, es decir, fue mencionado en el texto y en las referencias de al menos 2.500 artículos. Según el sitio web Retraction Watch, que monitorea las retractaciones, sería la primera vez que un estudio con semejante cantidad de citas se elimina de los registros científicos.
El mal de Alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa que causa seis de cada diez casos de demencia y suele aparecer después de los 65 años de edad. El síntoma inicial más común es la pérdida de la memoria reciente, pero con el tiempo evoluciona a manifestaciones tales como dificultades en el habla, desorientación, alteraciones de conducta y pérdida del control de las funciones corporales. Según los resultados del estudio del grupo de Karen Ashe, se encontró un péptido beta-amiloide denominado Aβ*56 en ratones modificados genéticamente que desarrollaban un trastorno degenerativo muy similar al alzhéimer.
Este tipo de péptido forma placas entre las neuronas que se consideran uno de los marcadores del alzhéimer, aunque estas aglomeraciones también pueden encontrarse en personas que no muestran síntomas de la enfermedad. El estudio también demostró que los ratones sanos inoculados con Aβ*56 comenzaban a presentar déficits de memoria. Durante mucho tiempo se ha buscado, sin éxito, un tratamiento seguro y eficiente que sea capaz de actuar sobre estas placas para controlar o revertir la enfermedad. El artículo publicado en Nature generó repercusiones porque parecía haber encontrado una diana específica para el desarrollo de fármacos, algo que hasta la fecha no ha sucedido.
Los problemas con el paper fueron detectados a finales de 2021 por el neurocientífico Matthew Schrag, de la Universidad Vanderbilt, en Estados Unidos, cuando investigaba otro caso sospechoso de mala conducta vinculado a las investigaciones de la enfermedad de Alzheimer. Un abogado lo contrató para analizar artículos que sirvieron como base para el desarrollo de un medicamento experimental contra la enfermedad: Simufilan, un producto de la empresa farmacéutica Cassava Sciences que parece mejorar la cognición de los pacientes al reparar una proteína capaz de bloquear los depósitos de péptidos beta-amiloides en el cerebro.
El abogado representaba a dos clientes, ambos neurocientíficos, que advertían fallas y fraudes en las investigaciones relacionadas con el fármaco y realizaron operaciones de “venta al descubierto”, con las que se beneficiarían si las acciones de Cassava caían. En su investigación, Schrag halló imágenes duplicadas o alteradas en varios artículos relacionados con el fármaco. Dos de esos papers fueron retractados y se está llevando adelante una investigación por posible manipulación de datos coordinada por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, pero los ensayos clínicos del Simufilan, que comenzaron hace tres años con más de 400 pacientes, no se han interrumpido.
Al examinar la literatura científica sobre la enfermedad, el neurocientífico observó que también había informes sobre problemas en otros estudios y le llamó la atención el nombre de un investigador que figuraba en varios artículos con imágenes sospechosas: el francés Sylvain Lesné, de la Universidad de Minnesota, quien se había incorporado al grupo de Karen Ashe en 2002, como pasante de posdoctorado y actualmente dirige su laboratorio. Lesné es el primer autor del artículo publicado en Nature, del cual fue responsable de la recolección de datos e imágenes, mientras que Karen Ashe es la autora principal o corresponsal (su nombre es el último que aparece en la lista). Lesné, quien no ha realizado comentarios sobre el caso, es el único de los siete coautores del paper que no estuvo de acuerdo con el pedido de retractación enviado a la revista.
Una investigación sobre el caso que llevó a cabo la revista Science acrecentó las dudas acerca de la producción científica del grupo. Los investigadores que trataron de reproducir los resultados del artículo de Nature pusieron en duda que la proteína Aβ*56 pudiera efectivamente ser detectada y obtenida tal como se había descrito en la publicación, poniendo en entredicho que el efecto observado pudiera atribuírsele. Karen Ashe sostiene que las conclusiones del estudio son sólidas. Recientemente ha publicado un artículo en la revista iScience en el que dice haber obtenido los mismos resultados que el trabajo de 2006.
Como la enfermedad tiene un alto costo social y azota gravemente a los países desarrollados donde la expectativa de vida es mayor, la investigación de la misma logra atraer financiación y moviliza a una amplia comunidad de científicos. Según Schrag, las dificultades para alcanzar la cura o el control de la enfermedad se deben a la complejidad de sus características y no tienen relación con los casos de mala conducta. Pero el neurocientífico sostiene que las conductas antiéticas pueden ir en detrimento de los esfuerzos por combatir la afección. El daño se traduce en dinero y recursos humanos malgastados en el intento de replicar investigaciones fraudulentas.
En otro caso reciente de mala conducta, fueron retractados cuatro artículos publicados por el grupo del especialista en alzhéimer Domenico Praticò, de la Universidad Temple, en Pensilvania (EE. UU.): tres de esos trabajos contenían indicios de manipulación de imágenes y el restante, pruebas de autoplagio. Por el hecho, Praticò ha demandado a un exalumno suyo de posgrado, a quien le atribuye la manipulación de las imágenes.
La microbióloga Elisabeth Bik, experta en adulteración de imágenes científicas (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 310), declaró al sitio web Medscape Medical News que los episodios de fraude y manipulación de imágenes en estudios sobre el mal de Alzheimer parecen ser un efecto colateral no deseado de las recompensas, tales como becas, prestigio y fondos para la investigación ofrecidos a quienes publican artículos trascendentes al respecto de la enfermedad. “Se están dando falsas esperanzas a los pacientes con alzhéimer y a sus familias”, dijo.
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