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Arte

El arte total de un maestro ochocentista

Apodado “el hombre todo”, Araújo Porto-Alegre buscó definir las bases de una escuela brasileña de arte

Mata virgem, c.1850-1860, grafito y acuarela sobre papel

Divulgación IMSMata virgem, c.1850-1860, grafito y acuarela sobre papelDivulgación IMS

Figura central del proyecto de constitución de una cultura nacional en el Brasil ochocentista, Manuel de Araújo Porto-Alegre (1806-1879) es ‒paradójicamente‒ víctima de una perversa tendencia brasileña consistente perpetuar mitos y optar por el camino de investigación más cómodo. Ante la dificultad para reunir su obra dispersa y comprender cómo alguien pudo, simultáneamente, ser neoclásico y romántico, artista, literato y hombre público, pintor de historia y defensor de la acuarela y del estudio de la naturaleza tropical, varias generaciones se contentaron con abonar su fama sin problematizar sus logros, ni alumbrar con mayor profundidad sus contradicciones u observar de cerca su producción. Tanto es así, que recién ahora, más de dos siglos después de su nacimiento, el Barón de Santo Ángelo (como también se lo conocía), obtiene su primera exposición individual, en la sede del Instituto Moreira Salles (IMS), en Río de Janeiro.

La muestra en cuestión, intitulada Araújo Porto-Alegre: singular & plural, que se articula en torno de un álbum del artista que fue adquirido por el Instituto en 2008, también cuenta con obras cedidas por una decena de instituciones nacionales, entre las que figuran la Biblioteca Nacional, el Museo Histórico Nacional, el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo Julio de Castilhos. Por limitaciones de espacio, la versión carioca es pequeña, pero la edición paulistana de la muestra, que se inaugurará en el próximo mes de junio, contará con más de una centena de pinturas, grabados, dibujos y acuarelas, con un recorte curatorial más amplio. Con todo, ya se le puede dar un vistazo en un voluminoso catálogo, con más de 360 páginas, a la diversidad de temas, técnicas, estilos y medios por los cuales Porto-Alegre transita.

Estudo para uma cena de batalha, s.d., grafito, tinta china y aguada sobre papel

Divulgación IMSEstudo para uma cena de batalha, s.d., grafito, tinta china y aguada sobre papelDivulgación IMS

La publicación, que compila un vastísimo material iconográfico, contiene también una selección de ensayos inéditos, firmados por investigadores invitados de diferentes áreas, en los cuales se desmenuzan distintos aspectos de su trayectoria, como por ejemplo, su relación con el maestro Debret (Valéria Picolli); la importancia que le asignó al paisaje tropical como símbolo del país, así como su convivencia entre la formación neoclásica y la sensibilidad romántica (Claudia Valadão de Mattos); sus reflexiones acerca de la música (Paulo M. Kuhl), y una relectura crítica de la complicada y contradictoria labor de la primera generación romántica ‒de la cual Porto-Alegre forma parte‒ para fundar simbólicamente una nacionalidad brasileña (João Cezar de Castro Rocha).

Otro mérito incuestionable de la publicación radica en que agrupa y torna accesible un amplio conjunto de textos escritos por Araújo Porto-Alegre, difíciles de localizar y fundamentales para los historiadores de la cultura en general. Al fin y al cabo, se trata de una figura casi omnipresente en la historia ochocentista nacional. Fue alumno de la primera promoción de la Escuela Imperial de Bellas Artes (Aiba) y posteriormente se desempeñó allí como profesor y director. También fue alumno dilecto de Jean-Baptiste Debret, con quien viajó a Francia en 1831. Y no se encasilló de ninguna manera sólo en las artes visuales. Fue arquitecto, escenógrafo, escritor, dramaturgo, crítico de música y artes (siendo pionero en el intento por sentar las bases de una escuela brasileña de arte), miembro del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño (IHGB), protegido de don Pedro I y de su hijo, don Pedro II, cónsul brasileño en el exterior…

Divulgación IMSCher compagnon de Voyage, 1834, grafito sobre papelDivulgación IMS

Si bien ese eclecticismo ‒no en vano recibió el antipático apelativo de “hombre todo”‒ es, en gran medida, responsable de la reiterada idea de que se trataba de un artista mediocre, también contribuyó para iluminar su rica trayectoria y el turbulento período en que vivió. Según la opinión de Letícia Squeff, quien ya había dedicado su maestría al estudio de la producción crítica de Porto-Alegre, el contacto con sus obras artísticas le permitió comprender una arista más sensible de su trayectoria. “Procuramos estudiarlo desde un punto de vista totalizador”, explica Squeff, curadora de la exposición en colaboración con Júlia Kovensky, coordinadora de iconografía del IMS. “No fue un mejor artista solamente porque para él, el arte estaba en todo”, sostiene, en un intento por explicar las recurrentes críticas a la calidad de su pintura. En un texto publicado en el catálogo, Rafael Cardoso realizó una interesante advertencia sobre el error de relegar a un segundo plano los trabajos sobre papel: “Solamente un pensamiento viciado que insiste en relegar lo que no es pintura (de caballete), escultura o arquitectura a la condición de ‘arte menor’, explica que aún no se haya procedido a realizar un análisis profundo de sus acuarelas y dibujos, incluidas sus caricaturas, un área en la que resulta innegable su importancia, así como sus bocetos y proyectos escenográficos”.

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