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Dinámica de la economía

El Brasil rural no es solamente agrícola

El Proyecto Rurbano muestra que el país, siguiendo el modelo de las sociedades desarrolladas, está reduciendo el abismo histórico entre el campo y la ciudad

El sonido del berrante marca la apertura de un rodeo en Ribeirão Preto (São Paulo)

ARCHIVO/AE El sonido del berrante marca la apertura de un rodeo en Ribeirão Preto (São Paulo)ARCHIVO/AE

En 1950, el 64% de los brasileños vivía en áreas rurales, según cifras del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Veinte años después, con la modernización de la agricultura y la migración en dirección hacia las ciudades, ese porcentaje se redujo al 44%. Sin embargo, en la década de 1980 las estadísticas sorprendieron: pese a la disminución del empleo agrícola, la población rural ocupada crecía, lo que indicaba que un profundo proceso de cambios en el campo se encontraba en marcha. Dos décadas más y ese nuevo escenario quedó delineado: la producción agropecuaria moderna y la agricultura de subsistencia estaban dividiendo el espacio con actividades ligadas a la prestación de servicios, la industria, el turismo y el esparcimiento, con lo cual se tornaban cada vez menos nítidos los límites entre lo rural y lo urbano en el país. Y este proceso se ha tornado inexorable: los últimos datos disponibles (2009) dan cuenta de que el 44,7% de los brasileños que residen en la zona rural cuenta con ingresos provenientes de actividades no agrícolas; y en São Paulo, dicho porcentaje llega a la impresionante marca del 78,4%.

Este cambio –señal inequívoca de que Brasil empezaba a reproducir una dinámica típica de los países desarrollados– comenzó a ser analizada a finales de los años 1990, en el marco de la investigación intitulada Caracterización del Nuevo Brasileño Rural 1992-1998, que fue bautizado con el nombre de Proyecto Rurbano. Apoyado por la FAPESP, el programa de Núcleos de Excelencia (Pronex/ CNPq/ Finep) y la Secretaría de Desarrollo Rural del Ministerio de Agricultura y Abastecimiento (SDR/ MMA), este proyecto congregaba a más de 40 investigadores, 11 unidades federales y dos núcleos de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa). En el año 2000, los resultados de las dos primeras fases de la investigación fueron objeto del artículo estampado en la portada de la edición nº 52 de la revista Pesquisa FAPESP. “El mundo rural es mayor que el agrícola”, constataba el entonces coordinador del proyecto, José Graziano da Silva, del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas (Unicamp), actual director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Además de arrojar luz sobre una perspectiva de análisis hasta ese entonces errónea, que reducía lo rural a lo agrícola, los resultados del Proyecto Rurbano, aún en curso, tuvieron –y siguen teniendo– un fuerte impacto sobre ciertas políticas públicas. En 1999 se alteraron las reglas del Programa de Apoyo a la Agricultura Familiar (Pronaf), cuyos créditos beneficiaban solamente a los productores rurales con el 80% de sus ingresos originados en la producción agrícola y a los empleadores agrícolas con hasta dos empleados permanentes, para abrir la posibilidad de financiar otras actividades. “Hoy en día un productor rural puede obtener un crédito para comprar una moto que utilizará para vender sus productos en la feria”, ejemplifica Walter Belik, del Instituto de Economía de la Unicamp, actual coordinador del proyecto.

La fiesta de Peão de Barretos (São Paulo), 2003, el mayor evento country de Brasil

TIAGO QUEIROZ/AE La fiesta de Peão de Barretos (São Paulo), 2003, el mayor evento country de BrasilTIAGO QUEIROZ/AE

La evolución del proyecto
El Proyecto Rurbano comenzó en 1997, con el objetivo de reconstruir series históricas con base en los datos de la Investigación Nacional por Muestra de Hogares (Pnad, sigla en portugués). Se constató por ejemplo, que durante la década de 1990 la población rural creció en promedio un 0,5% al año, y que tres de cada diez personas ocupadas estaban vinculadas a actividades no agrícolas. Diez años antes, dicha proporción era de dos por cada diez.

Durante la segunda etapa del estudio, iniciado en 1999, los investigadores observaron que las áreas de agricultura y ganadería cedían lugar a la cría de aves nobles y exóticas, vendidas a supermercados, restaurantes y a la agroindustria; a los llamados “pesque y pague”; al turismo ecológico o rural y a los condominios de clase media y alta. Y eso sin mencionar las fiestas de rodeo, que se estima que son más de mil en todo el país. Solamente la de Peão de Boiadeiro, de la localidad de Barretos, en São Paulo, moviliza anualmente alrededor de 20 millones de reales, aparte de generar más de 5 mil empleos directos y 10 mil indirectos, de acuerdo con las cuentas de los organizadores.

La investigación mostró también que entre las 7,7 millones de familias radicadas en áreas rurales, buena parte de ellas ejercía varias actividades a la vez, es decir, combinaban el trabajo en el campo con actividades no agrícolas, con las cuales obtenían invariablemente unos ingresos sustancialmente mayores. La mitad de dichas familias trabajaba por cuenta propia, y 538 mil ya se encontraban ejerciendo exclusivamente actividades no agrícolas.

Los datos indicaban también un significativo crecimiento de la cantidad de desempleados y jubilados residentes en el campo, lo que pone en evidencia que se encontraba en curso una disociación entre el lugar de residencia y el de trabajo, propio de las ciudades. “El crecimiento de las ciudades en dirección hacia el campo y la facilidad del transporte ayuda a ello”, subraya Belik al describir un fenómeno conocido como commuting.

Los investigadores analizaron también el trabajo femenino. “Se constató un aumento de la cantidad de familias rurales con la mujer inserta en la actividad económica entre las familias pluriactivas, fundamentalmente en el sudeste y en São Paulo”, recuerda Eugênia Troncoso Leone, del Instituto de Economía de la Unicamp. Sin embargo, la participación de la mujer en los ingresos de las familias rurales agrícolas era baja, probablemente se hallaba incluida en los ingresos del jefe de familia. Pero era más significativa entre las familias pluriactivas. “Entre las familias no agrícolas el empleo doméstico constituía la principal actividad de las mujeres ocupadas”, afirma.

Agricultura Orgánica en Correias (Río de Janeiro), 2008

Luciana Whitaker Agricultura Orgánica en Correias (Río de Janeiro), 2008Luciana Whitaker

En la tercera etapa del Proyecto Rurbano, iniciada en 2000, los investigadores fueron más a fondo: pasaron a analizar los impactos de esos cambios sobre el medio ambiente y el empleo, entre otros factores, mediante estudios de caso. “Fueron en total 20 proyectos, la mitad de ellos con investigación de campo”, comenta Belik. Él mismo fue responsable del subproyecto intitulado Industria Rural y Empleo, en cuyo marco se estudió pormenorizadamente la situación de las familias en los municipios paulistas. “Detectamos una nueva industria rural, con fuerte ligazón con el mercado, que produce alimentos, indumentaria y artículos para el hogar y que forma parte de una verdadera red de producción, explotando nichos y complementando las líneas de productos de las grandes industrias”, afirma.

En el municipio de Lagoinha, en la zona de Vale do Paraíba, por ejemplo, fueron entrevistadas cinco familias, cuatro de ellas productoras de queso y una de aguardiente de caña de azúcar. Todas cultivaban maíz y caña forrajera y tenían ganado en su establecimiento, además de producir frijol para el consumo propio. Les faltaba mano de obra especializada y recursos económicos para administrar sus emprendimientos, y afrontaban dificultades para adecuarse a las normas sanitarias aplicadas en el procesamiento y el transporte de sus productos.

Pero los estudios no se restringieron a São Paulo. Un grupo de investigadores encabezado por Aldenôr Gomes da Silva, de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN), constató que los ingresos de los inactivos son de fundamental importancia para las familias agrícolas y no agrícolas. Los resultados apuntaron también un rol significativo de las jubilaciones y pensiones en la composición de los ingresos de las familias rurales y la fuerte influencia de las agroindustrias productoras de frutas en la generación de ocupaciones entre las poblaciones rurales. A medida que se iban apartando del radio de influencia de esas empresas, las poblaciones tendían a contar con menos opciones de ocupaciones no agrícolas.

Las actividades de la agroindustria artesanal, como este alambique tradicional en Guararema (São Paulo), sobreviven en los alrededores de las grandes metrópolis

EDUARDO CESAR Las actividades de la agroindustria artesanal, como este alambique tradicional en Guararema (São Paulo), sobreviven en los alrededores de las grandes metrópolisEDUARDO CESAR

Pobreza y autoconsumo
La fase 3 del proyecto culminó en 2003. “José Graziano se convirtió en ministro del Ministerio Extraordinario de Seguridad Alimentaria (Mesa), durante el primer mandato del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, y después fue directamente a trabajar como asesor de la Presidencia y se licenció de la Unicamp”, recuerda Belik. El grupo se disgregó, como él dice, y un equipo menor dio inicio a la fase 4 del Proyecto Rurbano, que contó con el apoyo del Ministerio de Desarrollo Agrario (MDA), con enfoque en el análisis de la pobreza rural y el autoconsumo, también con base en datos de la Pnad.

La investigación reveló que el autoconsumo hacía las veces de un ingreso invisible y servía de apoyo a la seguridad alimentaria, y abarcaba a un 11,1% de los hogares (rurales y urbanos) entre el 10% más pobre de la población, el público objetivo del Plan Brasil sin Miseria. “No participan en el mercado;  producen por cuenta propia solamente para ellos mismos”, dice Belik. En el Plan Brasil sin Miseria se reconoció a ese grupo de productores, y a través del programa Beca Familia, se destinó a aquéllos que viven debajo de la línea de miseria –con 70 reales mensuales per cápita– un fomento equivalente a 2.400 reales, transferidos en tres cuotas, para comprar semillas e implementos, entre otros insumos destinados a la producción de alimentos.

En esa fase del proyecto, concluida en 2005, el foco estuvo en la seguridad alimentaria de las familias beneficiarias de los programas de transferencia de renta del gobierno federal, además de la realización de una radiografía de la pobreza de la población agrícola residente en el campo o en las ciudades. Se constató, por ejemplo, que el mayor contingente de personas en situación de inseguridad alimentaria se hallaba en áreas urbanas de pequeños municipios rurales, y que cuando la ocupación principal era la agrícola, el problema era aún mayor. En cambio, cuando la principal actividad estaba vinculada con la industria, los índices de inseguridad alimentaria caían del 49,4% al 21,3%. “Estos datos muestran una relación entre la ubicación del domicilio, la ocupación principal y la situación de inseguridad alimentaria”, subraya Belik.

Actualmente, alrededor de 3,4 millones de familias viven debajo de la línea de miseria, siendo que 1,1 millones residen en hogares rurales. De éstas, 367 mil producen para el autoconsumo. Y tienen más suerte que las familias residentes en las zonas metropolitanas o en ciudades ubicadas fuera del eje de las metrópolis, en donde poco más de 108 mil familias se benefician con esa renta “invisible”, pero que es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria. Con aliciente de la metodología del Proyecto Rurbano, los investigadores iniciaron una nueva fase de investigación, denominada Evolución de la Pobreza en Brasil 2000–2010, cuyos datos aún son inéditos. Serán presentados al Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq). “En breve publicaremos dos o tres artículos sobre el tema”, adelanta Belik.

Araioses (Maranhão), 2005: los habitantes de las áreas de agricultura de subsistencia constituyen el público objetivo del  Plan Brasil sin Miseria

SÉRGIO CASTRO/AE Araioses (Maranhão), 2005: los habitantes de las áreas de agricultura de subsistencia constituyen el público objetivo del Plan Brasil sin MiseriaSÉRGIO CASTRO/AE

La reducción de la desigualdad
Pese a las políticas de transferencia de renta y de apoyo a la agricultura familiar, la desigualdad en la distribución del ingreso en el sector agrícola sigue siendo mayor que en los restantes sectores. “Entre 1995 y 2009 se produjo en Brasil una sustancial disminución de la desigualdad en la distribución de la renta del trabajo entre todas las personas ocupadas”, comenta Rodolfo Hoffmann, del Instituto de Economía de la Unicamp, quien junto a Graziano coordinó las dos primeras etapas del Proyecto Rurbano. Durante ese período, el coeficiente de Gini de esa distribución se redujo de 0,585 a 0,518. Con todo, en el sector agrícola, dicha disminución fue ostensiblemente menor, pasando de 0,565 a 0,533.

Algunos factores contribuyen para esa diferencia, entre ellos la baja escolaridad. “Cuando se considera a la población ocupada en el sector agrícola, la escolaridad promedio es sumamente baja (de 4,1 años en 2009, frente a 9,3 años en los restantes sectores) y su dispersión tiende a crecer durante todo el período que va entre 1995 y 2009”, explica. “Por otra parte, para el conjunto de personas ocupadas en la industria y en los servicios, la dispersión de la escolaridad tiende a caer desde 1998, lo que contribuye a reducir la desigualdad en la distribución de renta.”

El aumento en el valor real del salario mínimo, que contribuyó en la disminución de la desigualdad, no tuvo impacto uniforme en el trabajo agrícola. “Los rendimientos agrícolas son más bajos y, para los empleados no registrados, el salario mínimo no funciona efectivamente como un piso salarial”. El resultado es que, de acuerdo con la Pnad, no ha habido ninguna reducción de la desigualdad en la distribución de la renta del trabajo principal para los trabajadores agrícolas entre 1995 y 2009.

Y no hay señales de cambios sustanciales en la distribución de la posesión de la tierra. “La concentración de la posesión de la tierra está fuertemente asociada con la variable posición en la ocupación. En 2009, los empleadores del sector primario ocupaban un área promedio de 235,7 hectáreas, un valor 10,4 veces superior al promedio de 22,7 hectáreas de los de autoconsumo. Por ocupar áreas tan grandes, los 86,7 millones de hectáreas (el 56,6%) apropiados por los casi 368 mil empleadores superan a los 66,4 millones de hectáreas (el 43,4%) apropiados por los casi 3 millones de autoconsumo”, constataron Hoffmann y Marlon Gomes Ney, de la Universidad Federal del Norte Fluminense (UFNF) en el estudio La agricultura y la reciente caída de la desigualdad de renta en Brasil, publicado en Políticas Públicas e Desenvolvimento, editado por la Universidad Federal de Viçosa (UFV).

Debido al hecho de que los ingresos agrícolas son, en promedio, más bajos,  constituyen un componente progresivo de la renta total, es decir que contribuyen para disminuir la desigualdad en la distribución de renta en el país como un todo.

El Proyecto
Caracterización del nuevo brasileño rural, 1981/95 (fase II) (nº 1997/00104-6) e Caracterización del nuevo brasileño rural, 1992-1998 (fase III) (nº 1999/10890-4) (2001-2003); Coordinador José Graziano da Silva – Unicamp; Inversión R$ 40.683,35 (fase II) y R$ 302.099,00 (fase III)

Artículos científicos
SILVA, J. G. da. O novo rural brasileiro. Nova Economia. v. 7, n. 1, p. 43-81, 1997.
SILVA, J. G. da et al. Meio rural paulista: muito além do agrícola e do agrário. São Paulo em Perspectiva. v. 10, n. 2, p. 60-72, 1996.
SILVA, J. G. da, DEL GROSSI, M. E. A mudança do conceito de trabalho nas novas Pnads. Economia e Sociedade, n. 8, p. 1-16, 1997.

De nuestro archivo
El nuevo brasileño rural – Edición n° 52 – abril de 2000

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