Imprimir Republish

CAMBIO CLIMÁTICO

El calentamiento global amplifica las olas de calor, que pueden asolar ciudades brasileñas hasta 15 veces al año

Estos eventos extremos se han vuelto más frecuentes, intensos y duraderos durante las últimas décadas

Las áreas en rojo más oscuro representan los puntos de América del Sur en donde las temperaturas fueron iguales o superiores a 38 ºC el 18 de febrero de 2025, durante una ola de calor. La ilustración se elaboró a partir de observaciones vía satélite y modelado climático

Michala Garrison / GEOS-5 / Global Modeling and Assimilation Office

Las olas de calor se están volviendo cada vez más frecuentes, intensas y duraderas. Esto es así en prácticamente todo el mundo y Sudamérica y Brasil no son la excepción. Un artículo publicado en febrero de este año en la revista Frontiers in Climate detalló una serie de indicadores que suministran una medida de la escalada de este tipo de eventos extremos en Brasil, Paraguay, el nordeste de Argentina y el sur de Bolivia. Con base en datos proporcionados por los servicios meteorológicos nacionales, los investigadores calcularon la incidencia, la potencia y la duración de las olas de calor en 10 ciudades, cinco de ellas en Brasil (Manaos, Rio Branco, Brasilia, Cuiabá y São Paulo), en el período comprendido entre 1979 y 2023. En todos estos municipios, este tipo de eventos mostró un sesgo alcista en 2023, el segundo año más cálido en el planeta desde mediados del siglo XIX, período que se considera representativo de la era preindustrial. Durante varios días, las temperaturas alcanzaron picos de entre 35 grados Celsius (ºC) y 40 ºC.

Entre las ciudades brasileñas analizadas en el estudio, Manaos, Rio Branco y Brasilia fueron las que exhibieron indicadores de un mayor aumento en la incidencia de este fenómeno climático. En las capitales de los estados de Amazonas y Acre hubo 17 y 22 olas de calor respectivamente en 2023, prácticamente el doble del promedio anual registrado en los 45 años que comprende el estudio. En la capital federal, la frecuencia de los episodios de calor elevado y persistente casi se triplicó. El año pasado hubo 17 olas de calor, en comparación con un promedio histórico de 5,9 eventos por año. En 2023, Cuiabá soportó 14 olas de calor y São Paulo 15, dos y tres episodios extra, respectivamente, en comparación con la media anual registrada durante casi medio siglo de datos producidos por el estudio (véanse los gráficos de las ciudades brasileñas abajo). En cuatro de las otras cinco ciudades sudamericanas (Las Lomitas, en Argentina; Mariscal Estigarribia, en Paraguay, y San Ignacio de Velasco y San José de Chiquitos, en Bolivia), la incidencia de las olas de calor fue aún mayor, con al menos 23 eventos de este tipo en 2023.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

“Las olas de calor constituyen un fenómeno natural, pero los cambios climáticos están exacerbando su intensidad y duración”, dice el climatólogo José Marengo, del Centro Nacional de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales (Cemaden), autor principal del artículo. En 2023, los episodios de calor extremo prolongados se extendieron por un mínimo de 4,7 días en Brasilia y 7,4 días en Manaos, cifras que están por encima de la media histórica de ambas ciudades, que era la misma para las dos: de 4,2 días. Marengo está por terminar un estudio similar, ahora con datos de 2024, el año más tórrido de la historia reciente, y los resultados, como era de esperarse, apuntan en la misma dirección.

El sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), de 2021, indica que la intensidad y frecuencia de días más cálidos, incluidas las olas de calor, están aumentando a escala mundial desde la década de 1950 (los días de frío severo están disminuyendo). Esta tendencia es clara en más del 80 % del planeta.

Algunos estudios recientes sugieren que Sudamérica está entre las regiones más susceptibles a la escalada de los fenómenos de calor extremo. Un estudio publicado en abril de 2024 en la revista Nature Reviews Earth & Environment muestra, por ejemplo, que el continente, especialmente la región centro-norte, fue la zona terrestre que registró más olas de calor en 2023. Esta parte de América del Sur tuvo entre 110 y 150 días de exposición a olas de calor, más del triple que la media anual del período comprendido entre 1990 y 2020. El segundo continente con más olas de calor en ese año fue África.

Según el estudio, durante esos días consecutivos de calor intenso que soportó Sudamérica en 2023, las temperaturas se mantuvieron entre 0,5 ºC y 1 ºC por encima de lo esperado en Perú, el norte de Bolivia y Brasil. En Chile, el sur de Bolivia, Paraguay y Argentina, el incremento fue mayor, entre 1 ºC y 3 ºC. “En Brasil, las zonas más expuestas a las olas de calor, incluso en invierno y principios de la primavera, fueron la Amazonia, parte del Pantanal y el sudeste”, comenta la climatóloga Renata Libonati, coordinadora del Laboratorio de Aplicaciones de Satélites Ambientales del Departamento de Meteorología de la Universidad Federal de Río de Janeiro (Lasa-UFRJ). “La situación fue aún peor en 2024”. Junto a investigadores de otros continentes, la brasileña fue una de las autoras del artículo y ahora mismo está ultimando un nuevo trabajo con el mismo equipo internacional, con datos de 2024.

Pablo Porciuncula / AFP via Getty ImagesDistribución de agua en Cinelândia, Río de Janeiro, durante una ola de calor en febrero de este añoPablo Porciuncula / AFP via Getty Images

Un día muy caluroso, aun cuando sea más cálido que lo esperable, no constituye una ola de calor. Si bien no hay un consenso unánime en cuanto a cómo definir este tipo de fenómeno extremo, un punto en común de todos los enfoques indica que una ola de calor debe registrar temperaturas muy superiores al promedio histórico o de algún otro valor de referencia, durante al menos tres días consecutivos. Algunas definiciones son más estrictas en cuanto a su duración y adoptan cinco días seguidos de temperaturas muy altas como el mínimo necesario para caracterizar el fenómeno.

Varios estudios científicos, como el de Frontiers in Climate, toman como concepto de ola de calor a un intervalo de al menos tres días consecutivos con temperaturas máximas superiores al 90 % de los registros históricos durante un período de 30 años en un municipio. A veces también se tiene en cuenta la temperatura mínima diaria para clasificar este tipo de fenómeno extremo. “Según esta definición, no existe una cifra mágica que nos permita decir que hay una ola de calor siempre que la temperatura se mantenga, por ejemplo, 4 ºC por encima de un determinado valor”, comenta Marengo.

Los servicios meteorológicos y climáticos nacionales tienden a utilizar un concepto de ola de calor diferente al que se emplea en los estudios científicos. “Nosotros adoptamos el estándar de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en el que una ola de calor se define por su persistencia, es decir, se produce cuando las temperaturas máximas diarias superan por al menos 5 ºC el promedio mensual durante un mínimo de cinco días consecutivos”, explica la meteoróloga Danielle Barros Ferreira, del Instituto Nacional de Meteorología (Inmet). “Por ejemplo, el promedio de temperatura máxima en la ciudad de São Paulo en el mes de febrero es de 29 ºC. Por lo tanto, para que haya una ola de calor es necesario que las temperaturas máximas se mantengan durante al menos cinco días en valores de 34 ºC o más”. El promedio de temperatura máxima se calcula a partir de la llamada normal climatológica, un período de 30 años considerado representativo de las condiciones atmosféricas recientes en una región. En el caso del Inmet, que empezó a contabilizar las olas de calor recién en enero de 2023, la normal climatológica actual abarca el período comprendido entre 1991 y 2020.

Las diferentes definiciones del concepto de ola de calor explican las cifras divergentes entre los estudios que intentan captar la magnitud de estos fenómenos extremos y, en ocasiones, limitan la comparación de sus resultados. La falta de series históricas más extensas y las lagunas en los datos existentes también dificultan determinar con precisión cuál fue la frecuencia y la intensidad de este fenómeno en un pasado más remoto. Un informe divulgado a finales de 2023 por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) es uno de los pocos trabajos que analizaron las olas de calor en Brasil a lo largo de un período más largo, de 60 años. En dicho estudio se adoptó una metodología similar a la descrita en el artículo coordinado por Marengo, pero se definió una ola de calor como un período más amplio, de al menos seis días consecutivos con temperaturas máximas elevadas.

Con base en los datos recabados por 1.252 estaciones meteorológicas dispersas por todo el país, el estudio del Inpe concluyó que entre 1961 y 1990, Brasil tuvo un promedio de 7 días por año con olas de calor. Entre 2011 y 2020, la cifra ascendió a 52 días por año. “En el transcurso de las últimas décadas, hubo un aumento gradual de las olas de calor prácticamente en todo Brasil”, comenta el climatólogo Lincoln Muniz Alves, del Inpe, uno de los autores del estudio. “Tan solo la región sur, la mitad meridional del estado de São Paulo y el sur de Mato Grosso do Sul no registraron esta tendencia”.

Paulo Pinto / Agência BrasilUna fuente de agua en un día caluroso de noviembre de 2023 en Vale do Anhangabaú, São PauloPaulo Pinto / Agência Brasil

El mecanismo central que genera temperaturas muy superiores a lo esperado durante varios días es bien conocido. Es lo que se conoce como bloqueo atmosférico. Un sistema de alta presión, que empuja el aire de arriba abajo, se estaciona durante varios días sobre una región y altera toda la circulación atmosférica local. Esta anomalía impide que ingresen los frentes fríos que normalmente traen lluvias. “Sobre esa área se forma una burbuja de aire caliente”, compara el meteorólogo Tércio Ambrizzi, del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de São Paulo (IAG-USP). “Bajo estas condiciones, es habitual que se produzca lo que denominamos un evento extremo compuesto, con una ola de calor asociada a una sequía prolongada”.

El calentamiento global aumenta la frecuencia de los bloqueos atmosféricos en ciertas regiones del planeta. Esto explica en parte la proliferación de las olas de calor. También hay factores regionales, como el fenómeno El Niño, una oscilación climática natural y periódica que se caracteriza por el calentamiento anormal de las aguas superficiales de la porción centro-oriental del océano Pacífico. El Niño eleva las temperaturas en Sudamérica y altera el régimen pluvial. En 2023, cuando este fenómeno arreció, se lo señaló como una de las causas de las sequías extremas y de la ola de calor que se abatió ese año sobre la Amazonia. El grado de urbanización de una región también propicia la ocurrencia de fenómenos severos asociados a las altas temperaturas. Las ciudades cubiertas de hormigón, cemento y asfalto son más calurosas que las zonas rurales y los tramos salpicados de superficies verdes. Es lo que se conoce como efecto isla de calor.

Los episodios prolongados de temperaturas extremadamente altas no causan solamente un malestar térmico. También generan perjuicios económicos y sociales. A principios de este año, por ejemplo, la asistencia a clases se vio interrumpida durante algunos días en Porto Alegre y Río de Janeiro debido a temperaturas persistentes en torno de los 40 º C. “No estamos preparados para lidiar con las olas de calor, más que nada porque somos un país tropical, donde parece natural o normal que los días sean calurosos”, comenta Libonati. “Pero las olas de calor tienen un efecto silencioso y pueden llegar a ser mortales, sobre todo para niños, ancianos y mujeres embarazadas”.

No hay perspectivas de que este panorama vaya a modificarse a corto plazo. Los últimos 10 años, entre 2015 y 2024, fueron los más cálidos desde que comenzaron a medirse sistemáticamente las temperaturas medias del planeta, a mediados del siglo XIX. Durante todo el año pasado, el calentamiento global fue, por primera vez en la historia reciente, 1,5 ºC superior al valor de referencia del período preindustrial. En este contexto, se esperan olas de calor cada vez más intensas y frecuentes. “Debemos limitar el calentamiento global y mitigar al máximo los efectos de esta situación”, reflexiona Marengo.

Este artículo salió publicado con el título “Más frecuentes, intensas y duraderas” en la edición impresa n° 350 de abril de 2025.

Proyecto
INCT para los Cambios Climáticos (nº 14/50848-9); Modalidad Proyecto Temático; Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG); Investigador responsable José Antônio Marengo Orsini (Cemaden); Inversión R$ 5.300.662,72.

Artículos científicos
MARENGO, J. A. et alClimatological patterns of heatwaves during winter and spring 2023 and trends for the period 1979–2023 in central South AmericaFrontiers in Climate. 12 feb. 2025.
PERKINS-KIRKPATRICK S. et alExtreme terrestrial heat in 2023. Nature Reviews Earth & Environment. 4 abr. 2024.

Republicar