Imprimir Republish

CLIMATOLOGÍA

El calentamiento global puede llegar a 1,5 ºC en nueve años

De no reducirse las emisiones de CO2, se llegará a ese límite al comienzo de la próxima década

La quema de combustibles fósiles, como ocurre en esta central térmica de producción de energía a partir del carbón, en Alemania, es la principal fuente de emisiones de CO2

Sean Gallup / Getty Images

Nueve años. Ese es el plazo para que la temperatura media de la atmósfera del planeta sea 1,5 grados Celsius (ºC) más cálida de lo que era a mediados del siglo XIX, período que se toma como base comparativa para calcular el valor actual del calentamiento global, que está provocando crisis climáticas en varias regiones del planeta. El pronóstico tiene un 50 % de probabilidades de cumplirse si las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero, se mantienen en los niveles de 2022, según un estudio publicado en noviembre en la revista científica Earth System Science Data por el grupo internacional de científicos que coordina el Global Carbon Project. Esta es una iniciativa creada en 2001, que actualiza anualmente las proyecciones de emisión y absorción de CO2 y también de otros gases de efecto invernadero (GEI), tales como el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2H). El trabajo estima que, de mantenerse las tendencias actuales, la temperatura media del planeta aumentará 1,7 ºC en 18 años y 2 ºC en 30 años.

Una vez superada la fase más aguda de la pandemia, el escenario que vuelve a predominar no difiere en gran medida del panorama mundial previo al covid-19. Los datos no son alentadores en este primer año en que la emergencia sanitaria se mantuvo relativamente bajo control y la economía mundial ha vuelto a funcionar prácticamente sin restricciones. En 2022, las emisiones globales llegaron a 40.600 millones de toneladas de CO2. La cifra es casi la misma que en 2019, año en que la producción de este gas batió el récord, cuando todavía no había aparecido el Sars-CoV-2. Ese año se liberaron a la atmósfera 40.900 millones de toneladas de dióxido de carbono.

Según el estudio, las emisiones de CO2 procedentes de la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) fueron de unos 36.600 millones de toneladas en 2022, un incremento del 1 % en comparación con el año anterior. Esa cantidad equivale a casi el 89 % de todo el dióxido de carbono liberado en el planeta por las actividades humanas. El 11 % restante provino de los cambios en el uso del suelo, en particular, de la tala de bosques y vegetación autóctona (que si se conservan suelen captar más CO2 que el que liberan) para el establecimiento de actividades agropecuarias, que tienden a producir más gases de efecto invernadero.

“En 2022 asistimos a un nuevo aumento de las emisiones mundiales de CO2 derivadas de la quema de combustibles fósiles cuando lo que necesitábamos era un rápido descenso”, comentó en un comunicado de prensa el francés Pierre Friedlingstein, científico del clima de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido, y autor principal del artículo. “Hay algunas señales positivas, pero los líderes mundiales tendrán que tomar medidas significativas si pretendemos tener alguna posibilidad de limitar el calentamiento global a un valor cercano a 1,5 ºC”. Es cierto que la situación ya ha sido peor. A principios de este siglo, las emisiones de CO2 procedentes de la quema de combustibles fósiles crecían a un ritmo anual del 3 %. A partir de la década pasada, vienen incrementándose a razón de un 0,5 % anual. Es un avance, pero insuficiente como para frenar el crecimiento progresivo de la temperatura media del planeta.

El Acuerdo del Clima de París, suscrito en diciembre de 2015 en el ámbito de las Naciones Unidas por 195 países, Brasil inclusive, tiene como meta principal limitar el calentamiento global en los próximos años a menos de 2 ºC en comparación con los niveles de la sociedad preindustrial. Lo ideal sería que el incremento de la temperatura media no supere el valor de 1,5 ºC, un nivel considerado alto, pero con impactos socioeconómicos supuestamente aún manejables.

A juzgar por el ritmo actual de emisiones, es virtualmente imposible alcanzar ese objetivo. La temperatura promedio de la Tierra ya es en la actualidad aproximadamente 1,2 ºC más cálida que a mediados del siglo XIX. La concentración actual de CO2 en la atmósfera es de 417 partes por millón (ppm), alrededor de un 50 % más que en la década de 1850. Por cierto, el Observatorio de Mauna Loa, en Hawái, que ha sido la fuente de referencia para el registro de la concentración de este gas desde los años 1960, interrumpió temporalmente sus actividades a finales de noviembre debido a una erupción volcánica (lea en el recuadro más abajo).

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

El estudio más reciente de Global Carbon Project, que reúne a alrededor de un centenar de científicos, enumera los países que liberan más dióxido de carbono en la atmósfera. Por sí sola, China es actualmente responsable del 31 % de las emisiones por la quema de combustibles fósiles, algo más del doble que Estados Unidos, ubicado en segundo lugar. La India, cuyas emisiones habrían crecido un 6 % en 2022, superó a la Unión Europea y es el tercer país que más CO2 libera en el aire. Es responsable de casi un 8 % del total del gas derivado del uso de combustibles fósiles. Históricamente, cuando se calcula el volumen acumulado de dióxido de carbono liberado en la atmósfera, Estados Unidos y la Unión Europea encabezan el listado con holgura en comparación con las grandes economías asiáticas actuales.

El estudio no especifica el lugar exacto que ocupa Brasil entre los países emisores de CO2. Normalmente, el país figura entre los 5 a 10 mayores productores de dióxido de carbono liberado en la atmósfera del planeta. Sin embargo, el artículo pone de relieve que el Brasil, junto a Indonesia y la República Democrática del Congo, sumaron en 2022 el 58 % de las emisiones de este gas de efecto invernadero a raíz de los cambios en el uso del suelo. Estas tres naciones albergan grandes áreas de selvas tropicales en América del Sur, Asia y África respectivamente, cuya vegetación es objeto de procesos de deforestación.

“El perfil de las emisiones de gases de efecto invernadero en Brasil es diferente al de los países más ricos, donde casi el 90 % de las emisiones proviene de la quema de combustibles fósiles”, comenta la geógrafa Ane Alencar, directora científica del Instituto de Pesquisa Ambiental da Amazônia (Ipam), una organización no gubernamental (ONG) dedicada a la investigación del desarrollo sostenible en este bioma.

Según datos divulgados en noviembre pasado por el Sistema de Estimaciones de Emisiones y Remociones de Gases de Efecto Invernadero (Seeg), una iniciativa del Observatório do Clima, aproximadamente la mitad de las emisiones brasileñas de este tipo de gases provienen del desmonte de la vegetación autóctona (modificaciones en el uso del suelo) y una cuarta parte, de las actividades agrícolas. “Aquí, la incidencia de las emisiones derivadas de los cambios en el uso del suelo es mucho mayor”, dice Alencar, quien coordina este sector dentro del Seeg. El resto procede de las actividades industriales, de la producción de energía y de la gestión de los residuos.

El Observatorio del Clima es una ONG que agrupa a universidades, empresas tecnológicas y entidades de la sociedad civil brasileña (como el Ipam). Desde 2013, la entidad mantiene el Seeg, que funciona como complemento de los datos oficiales del país al respecto de las emisiones de gases de efecto invernadero. A diferencia de la investigación internacional del Global Carbon Project, que se centró específicamente en el CO2, el informe del Seeg incluye a este y al resto de los gases que promueven el calentamiento de la atmósfera. En 2021, las emisiones totales de gases de efecto invernadero en Brasil, teniendo en cuenta todas las fuentes, llegaron a ser de 2.400 millones de toneladas, un aumento de un 12 % en comparación con 2020, según el Seeg. Si se descuentan las absorciones de GEI efectuadas en suelo nacional –básicamente a través del proceso de fotosíntesis de las plantas, que consumen CO2 atmosférico–, el balance de carbono a favor de la liberación de estos gases en la atmósfera desciende a 1.800 millones de toneladas.

La sexta edición de la estimación anual de emisiones de GEI, divulgada en junio de 2022 por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI), apunta cifras similares: una emisión neta (ya descontadas las absorciones) equivalente a 1.700 millones de toneladas de CO2 en 2020. “La metodología que emplea el Seeg toma como referencia el inventario anual de emisiones de GEI y arroja resultados similares a los nuestros”, dice Márcio Rojas, coordinador general de Ciencia del Clima y Sostenibilidad del MCTI.

Para el climatólogo Marcos Heil Costa, de la Universidad Federal de Viçosa (UFV), de Minas Gerais, quien estudia las interacciones del clima con la agricultura, el perfil de las emisiones brasileñas, que acusa un mayor peso en la producción de CO2 asociada a los procesos de modificación del uso del suelo, puede suponer una ventaja a la hora de tener que hacer los deberes. “Hemos demostrado que en tan solo siete años, entre 2005 y 2012, cuando se registró un descenso considerable del desmonte en la Amazonia, conseguimos reducir en un 85 % las emisiones asociadas a la deforestación”, comenta Heil Costa, uno de los autores brasileños del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). “Podemos conseguir resultados equivalentes o incluso mejores para finales de esta década”. Por otro lado, dice el climatólogo, los países en cuyas emisiones predomina la quema de combustibles fósiles deberían cambiar su matriz energética para obtener procesos significativos. Y este es un proceso que podría llevar décadas.

Una erupción volcánica interrumpe el registro de co2
La lava del volcán Mauna Loa, en Hawái, cortó la energía y el acceso por carretera al observatorio de referencia

El Mauna Loa, al que se considera el mayor volcán activo del planeta, situado en la isla grande del archipiélago de Hawái, en el Pacífico Norte, llevaba inactivo 38 años. El 27 de noviembre pasado, el cráter situado en su cima, que se eleva unos 4.200 metros sobre el nivel del mar, comenzó a expulsar lava. La montaña venía dando señales de que próximamente entraría en erupción desde el mes de septiembre. El Mauna Loa es uno de los volcanes más estudiados por la comunidad científica y la explosión, si bien fue fuerte, no tomó a nadie desprevenido totalmente ni causó víctimas humanas. Pero sí hubo una fatalidad que fue registrada el 29 de noviembre: el camino que conduce al Observatorio de Mauna Loa quedó bloqueado por la lava y se cortó el suministro eléctrico en el lugar.

Carly Menker / NOAAEl observatorio de la Noaa en la isla hawaianaCarly Menker / NOAA

Desde 1958, el observatorio actualmente mantenido por la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional (Noaa), de Estados Unidos, se encarga de registrar diariamente la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera terrestre, que se utiliza como medida de referencia para los estudios del clima. Ese índice también se denomina Curva de Keeling, en alusión al geoquímico estadounidense Charles Keeling (1928-2005), quien documentó por primera vez el aumento creciente de los niveles atmosféricos de CO2 mediante el empleo de los registros recogidos en la isla del Pacífico Norte.

Andrew Richard Hara / Getty ImagesEl volcán Mauna Loa, en Hawái, activo en noviembre de 2022Andrew Richard Hara / Getty Images

Por su ubicación tan remota, el aire de Mauna Loa es bastante puro y está sujeto a una mínima influencia de las actividades humanas y las emisiones generadas por la vegetación. Esto lo torna un sitio ideal para realizar un seguimiento continuo de los componentes de la atmósfera. Este tipo de medición también se registra en otros puntos de la Tierra, como en el Polo Sur, pero los datos de Hawái, por lo general, constituyen el parámetro utilizado a nivel internacional. Hasta el 19 de diciembre no se habían podido reanudar los registros, aunque los vulcanólogos manejaban evidencias de que la actividad volcánica parecía haber cesado el 13 de diciembre.

Artículo científico
FRIEDLINGSTEIN, P. et al. Global carbon budget 2022. Earth System Science Data. v. 14, n. 11. 11 nov. 2022.

Republicar