Las poblaciones de diversas regiones de Brasil, tal como es el caso de la Amazonia, cuentan con escaso alumbrado público. En la mayor parte de la referida región, durante las noches de cielo límpido, aun se puede contemplar la franja de estrellas de la Vía Láctea de una manera tan nítida como quizá haya sido posible verla antes de la llegada de los europeos a América. Un estudio publicado en la revista Science en junio del año pasado estimó que el exceso de luz artificial durante las noches le impide a una tercera parte de la población mundial la visualización de la Vía Láctea. Mientras que poblaciones enteras de los países europeos ya se ven privadas de las noches naturalmente oscuras, la polución lumínica en Brasil sólo llega al mismo nivel en sus grandes centros urbanos, concentrados en el área costera del país. En un trabajo publicado en febrero de este año en la revista PLOS ONE, científicos de São Paulo y del Reino Unido efectuaron la primera evaluación espacio-temporal de la presencia de la luz artificial en los tipos de vegetación brasileños.
La bióloga Juliana de Freitas y el ecólogo Waldir Mantovani, del Instituto de Energía y Medio Ambiente de la Universidad de São Paulo (USP), en colaboración con los también ecólogos Jonathan Bennie y Kevin Gaston, de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido, analizaron el porcentaje de área de cada tipo de vegetación brasileña expuesto a la iluminación artificial o a aumentos de la intensidad luminosa en el transcurso del tiempo. Para ello, sobre cada uno de los 52 tipos de vegetación nativa mapeados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), se superpusieron mapas con los datos de la iluminación artificial obtenidos con los satélites de la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional de Estados Unidos (Noaa) entre 1992 y 2012. De esta forma, los investigadores obtuvieron el porcentaje de área de cada tipo de vegetación afectados por la luz artificial detectable y por el aumento en la intensidad lumínica a lo largo de 20 años.
El estudio publicado en PLOS ONE indica que varía entre 0% y un 25% el área de cada uno de esos tipos de vegetación afectados por la iluminación artificial. Como era de esperarse, las vegetaciones menos perjudicadas se ubican en las partes menos pobladas de Brasil. Los tipos de vegetación en los cuales el porcentaje de área bañada por la luz artificial detectable fue cercana a cero fueron los afloramientos rocosos y las llamadas campinaranas, un tipo de vegetación que existe sobre las manchas de suelo arenoso y pobre de la Amazonia, cuyas fisonomías pueden variar de formaciones de pastizales a formaciones forestales.
El hecho de tener cielos menos estrellados constituye el menor de los perjuicios que provoca la polución lumínica. Diversos estudios han venido confirmando los efectos del exceso de luz artificial sobre la salud humana: suprime la producción de la hormona melatonina, lo cual puede causar desde trastornos del sueño hasta enfermedades tales como diabetes y depresión. La contaminación lumínica también afecta a la salud de muchos animales y altera sus hábitos, aparte de modificar el ritmo biológico de las plantas.
Tal como era de esperarse, el Bosque Atlántico, el ecosistema brasileño más devastado, también es el más afectado por la contaminación lumínica. Originariamente distribuido en una franja angosta situada a lo largo de casi todo el litoral del país, desde Rio Grande do Norte hasta Rio Grande do Sul, este bioma ha perdido más del 70% de su cobertura nativa, y sus tierras albergan a las ciudades más populosas del país. Los dos tipos de vegetación del Bosque Atlántico más afectados por la luz artificial de las metrópolis de Brasil son los de las restingas y los manglares. “No es un resultado sorprendente”, dice De Freitas. “Pero nadie había medido hasta ahora ese impacto.”
Un estudio anterior realizado por Bennie y sus colegas con los mismos datos satelitales ya había mostrado que entre 1992 y 2012, la iluminación artificial había aumentado un 9% en el área ocupada por manglares en todo el planeta. Durante idéntico período, el 17% del área de los manglares brasileños padeció el aumento de la luz artificial: casi el doble del promedio mundial. Otra vegetación costera, la de restinga, se ha visto aún más afectada. Alrededor del 25% del área ocupada por esta vegetación, formada por árboles bajos y arbustos que crecen en suelos ácidos y pobres en nutrientes, recibe iluminación artificial. En las restingas brasileñas habitan varias especies de murciélagos, mamíferos de ojos sumamente sensibles que evitan la luz a toda costa. Los que son frugívoros dispersan semillas de distintas especies de plantas y colaboran en la renovación de los bosques cercanos a las restingas (lea el reportaje). Con esos animales ahuyentados a causa de la luz, esos montes pueden empezar a perder diversidad. Con todo, para conocer el impacto de la iluminación artificial, se hace necesario investigar más.
En los ecosistemas templados y tropicales hay una gran variedad de especies de insectos que, en general, sienten una atracción irresistible por las luces artificiales. Brasil posee una diversidad inmensa de éstos, especialmente de coleópteros. Algunos de éstos emiten naturalmente luz –son bioluminiscentes, como las luciérnagas– y no logran reproducirse en presencia de luz artificial intensa. Otras especies usan la franja de estrellas de la Vía Láctea para orientarse durante sus vuelos nocturnos. El desequilibrio en las poblaciones de esos animales puede generar consecuencias difíciles de prever, pues distintas especies de escarabajos cumplen roles variados y diversos en un bosque, que van desde la descomposición de materia orgánica hasta las polinización de plantas, según explica el entomólogo brasileño Bruno de Medeiros, de la Universidad Harvard, en Estados Unidos.
En un estudio publicado en 2016 en la Revista Brasileira de Entomologia, Medeiros, el entomólogo Sérgio Vanin, del Instituto de Biociencias de la USP, y el antropólogo italiano Alessandro Barghini, doctor en biología por la USP y especialista en contaminación lumínica, demostraron de qué manera las distintas lámparas atraen a especies diferentes de escarabajos. “Las lámparas que atraen a una mayor cantidad de especies de insectos son las que emiten más radiación ultravioleta”, comenta Medeiros.
Por ende, una solución a los efectos de minimizar el impacto de la contaminación luminosa sobre los coleópteros consistiría en utilizar lámparas de LEDs, que no emiten radiación ultravioleta. El problema reside en que la luz que emiten las lámparas LED más comunes, que son blancas, es la que más interfiere en la producción de melatonina, fundamental para la salud de los vertebrados. “Sería importante crear grupos multidisciplinarios que estudien el tema”, recomienda Barghini.
Artículos científicos
FREITAS, J. R. et al. Exposure of tropical ecosystems to artificial light at night: Brazil as a case study. PLOS ONE. 8 feb. 2017.
MEDEIROS, B. A. S. et al. Streetlights attract a broad array of beetle species. Revista Brasileira de Entomologia. 14 dic. 2016.