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INDICADORES

El mapa de la capacidad científica

Un estudio muestra dónde se concentran los investigadores y el impacto de su producción en las 15 regiones administrativas del estado de São Paulo

Maurício PierroLa Academia de Ciencias del Estado de São Paulo (Aciesp) lanzó en febrero un mapeo sobre las competencias científicas presentes en cada una de las 15 regiones administrativas del territorio paulista. El estudio, intitulado Mapa de la ciencia de São Paulo, reúne un conjunto de indicadores sobre el período de 2002 a 2011 que muestra desde la densidad de investigadores en cada región y el área del conocimiento hasta el tamaño y el impacto de su producción científica. También hay gráficos que agrupan a los científicos según el volumen de artículos de artículos publicados en dos intervalos de tiempo, en los 10 años que demandó la realización del estudio y, entre 2009 y 2011. “Se trata de un registro de la ciencia paulista en la primera década del siglo XXI que evidencia las competencias regionales de un estado que es responsable directo del 50% de la producción científica nacional”, dice Marcos Buckeridge, docente del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (USP) y presidente de la Aciesp. “La idea es contar con una plataforma de datos que puedan consultarla, por ejemplo, empresarios dispuestos a invertir. Así, ellos sabrán donde se cuenta con capacidad para sostener sus desafíos”, dice José Eduardo Krieger, prorrector de Investigación de la USP y presidente de la Aciesp hasta 2015, cuando se recomendó el estudio. La totalidad del mapeo se encuentra disponible en el link bit.Iy/MapaCiênciaSP.

El estudio, patrocinado por el banco Bradesco, revela, conforme a lo esperado, que existe una gran concentración de investigadores en el eje situado entre la capital paulista y Campinas. Pero también revela carencias. La Región Metropolitana de São Paulo (RMSP), que alberga dos campus de la USP, además de otras universidades públicas como las federales de São Paulo (Unifesp) y del ABC (UFABC), así como privadas, entre las que figuran la Mackenzie o la Fundación Getulio Vargas, cuenta con el mayor número de científicos en casi todas las áreas del conocimiento, pero en algunas de ellas su liderazgo es más evidente, como en el caso de las Ciencias Sociales Aplicadas, con el 59% de los investigadores del estado, Ciencias de la Salud, con el 54,9%, Lingüística, Letras y Artes, con el 54,3%, o Ciencias Humanas, con el 51%. En otras áreas, el liderazgo acusa un porcentaje menor. En Ciencias Exactas y de la Tierra, el 38% de los investigadores se encuentran en la RMSP, y a continuación figuran las regiones de Campinas (un 16,6%) y de Araraquara (un 15,3%). En tanto, en Ingeniería, São Paulo lidera con el 36,8% del total de investigadores, seguida por Campinas (un 18,5%) y la región del Vale do Paraíba (un 15,2%). “El estudio muestra claramente que, si bien  la RMSP concentra competencias, otras regiones del estado poseen pericias específicas”, dice Buckeridge, refiriéndose a la Región Metropolitana de Araraquara, que abarca a los campus de la USP, de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) y de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar) o la zona de Vale do Paraíba, con su polo aeroespacial en torno a São José dos Campos.

Hay un área del conocimiento en el que la Región Metropolitana de São Paulo no concentra la mayor cuota de profesionales de la ciencia. Se trata de las Ciencias Agrarias, donde Campinas figura con el 22% de los investigadores del estado, seguida por São Paulo con el 19,3%, Piracicaba, con el 15,3%, y Ribeirão Preto, con el 13,6%. “Este equilibrio se debe a la presencia, en la región de Campinas, del Instituto Agronómico y de la Unicamp [Universidad de Campinas]”, dice Buckeridge. “El índice que ostenta Piracicaba está relacionado con la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz, de la USP”.

El economista Marcelo Pinho, docente de la UFSCar, sugiere cautela en el análisis comparativo de las regiones. “Una comparación entre los datos se ve afectada por la enorme disparidad entre las dimensiones de las mesorregiones, en términos poblacionales y económicos”, sostiene. Y recuerda de la RMSP posee alrededor de 20 millones de habitantes, mientras que Araraquara no llega al millón. “Lo más adecuado sería filtrar esa diferencia, evaluando la producción científica por cada 100 mil habitantes o mediante el PIB”, dice. Según Pinho, la concentración de investigadores en el Gran São Paulo sólo debería llamar la atención cuando sobrepase el 50%, que es el porcentaje de participación de la capital y su entorno en la población paulista. “Eso sólo ocurre en Ciencias de la Salud y en el conjunto de campos vinculados a las Humanidades y Ciencias Sociales, que incluyen a Lingüística, Letras y Artes”.

Una vez planteadas esas particularidades, Marcelo Pinho dice que los datos reflejan concentraciones regionales de competencias ya conocidas. “No sorprende que la región de Piracicaba, que cuenta con menos del 4% de la población del estado, concentre al 15% de los investigadores de Ciencias Agrarias y ocupe una posición más destacada cuando se considera a los investigadores con mayor productividad. Algo similar podría decirse de la mesorregión de Araraquara, que incluye a São Carlos, en relación con las Ingenierías y Ciencias Exactas y de la Tierra. Con alrededor del 2% de la población del estado, esa región concentra al 14% y 15%, respectivamente, de los científicos de esos dos campos del conocimiento”, dice. En su opinión, los datos confirman la existencia de un nivel razonable de distribución espacial de las capacidades científicas en todo el estado. “Se trata de un resultado positivo para las políticas adoptadas desde hace décadas en cuanto a la descentralización de las universidades e instituciones de investigación”.

Para Renato Garcia, docente del Instituto de Economía de la Unicamp, los datos del mapa sugieren que, en años recientes, las políticas promovieron una mayor concentración de la actividad científica y no así una descentralización. “Se produjo una expansión de la enseñanza superior, pero la mayor parte de ella ocurrió en las cercanías de São Paulo”, dice, en referencia a la creación de la UFABC y a la instalación de unidades de la Unifesp en Santos, Diadema, Guarulhos, São José dos Campos y Osasco. “En la mayoría de los casos, la expansión no tuvo como objetivo el desarrollo regional”, afirma. Incluso en el caso del campus de la UFSCar, instalado en 2011 en Sorocaba, dice Garcia, el impacto local tardará un poco en detectarse. “Están contratando investigadores con potencial y ya atraen a algunos másteres, pero los doctores aún optan por los centros consolidados. Para que una competencia científica se consolide en una región deben transcurrir unos 20 años”.

El análisis tomó como punto de partida los datos del Directorio de Grupos de Investigación (DGP) del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), que reúne información sobre científicos brasileños en la Plataforma Lattes. Al estudiar la producción de los investigadores paulistas en el DGP surgieron nombres de otros colaboradores, lo que eleva el universo evaluado a 1,2 millones de currículos. Con el empleo de herramientas informáticas, se chequeó este volumen de información, a los efectos de evitar conteos repetidos, comparándolo también con datos de citas en Google Scholar. El desarrollo de esta metodología se perfeccionó mediante un proyecto patrocinado por la FAPESP en el marco del programa de Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe). “Desde hace años veníamos desarrollando bases de información científico-tecnológicas y herramientas para tratamiento y análisis de datos, que luego se aplicaron para la elaboración del Mapa de la ciencia  y en otro proyectos”, dice el ingeniero de la computación Luiz Daniel Lapolla, de Elabora P&D, Computação e Sistemas de Informática.

El estudio revela que es posible producir conocimiento relevante incluso en regiones donde la concentración de investigadores no es preponderante. El mapeo consigna la cantidad de artículos que se produjeron en cada región y área del conocimiento, las citas que obtuvieron esos papers y las relaciones entre artículos y citas. Al analizar nuevamente el caso de las Ciencias Agrarias, puede notarse que la región de Vale do Paraíba produjo solamente 785 artículos entre 2002 y 2011, pero los mismos fueron objeto de 10.707 citas, lo cual da como resultado una cifra de 13,64 citas por artículo. Esta relación es superior a la de Campinas (7684 artículos y 67.451 citas), con 8,78 citas por artículo, o a la de Piracicaba (7.118 artículos y 60.829 citas) con 8,55 citas por artículo.

Hay regiones donde la concentración de investigadores y la producción científica son bajas. Los casos extremos son la región del litoral sur paulista, que abarca a 17 localidades alrededor de Itanhaém y de Registro, y a la contigua Itapetininga, con 35 municipios. Ambas concentran escasas decenas de investigadores en cada campo del conocimiento. Esa escasez de científicos coincide con áreas de baja actividad económica. La región del litoral sur alberga Vale do Ribeira, una de las áreas más pobres del estado. Su PIB per cápita es de 24.500 reales anuales, según datos del IBGE en 2013. En Itapetininga, los ingresos son incluso menores, de 22.600 reales por habitante. A efectos de comparación, el PIB per cápita de la RMSP es de 44.400 reales anuales y el de Campinas, de 41.600 reales. Marcos Buckeridge comparó los datos del Mapa de la ciencia con el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de las distintas regiones. “Hay correlación con los indicadores de ingresos del IDH, pero los mismos se desfasan una vez que el número de investigadores supera los 2 mil en una región”, dijo. Buckeridge detectó una relación, aunque menos expresiva, entre el desempeño científico y los indicadores de longevidad de la población, así como la inexistencia de correlación con los índices educativos. “El conocimiento generado por las universidades parece tener escasa influencia en el sistema de educación básica”.

La promoción de las actividades científicas en esas áreas constituye un desafío que debe afrontarse. No obstante, a juicio José Eduardo Krieger, no haría falta crear nuevas universidades. “Se necesita reasignar los recursos en las áreas donde hay competencias científicas. Lo fundamental  es identificar las aptitudes locales y apoyarlas”, sostiene. Para Renato Garcia, no se puede desmerecer el efecto de la creación de una universidad o un polo tecnológico sobre una ciudad. “Un campus puede modificar la fisonomía de un municipio. Genera un incremento de la urbanización y atrae gente con elevado nivel intelectual, lo cual genera nuevas demandas”, afirma. “Incluso disminuye el riesgo de aislamiento de los científicos mediante oportunidades de colaboración a distancia por medio de las tecnologías de información”. Y advierte que no se debe esperar un efecto similar en cuanto a la transferencia de conocimiento a empresas. “Para que eso ocurra, es necesario que haya demanda. Si en la región no hay empresas, la demanda será inexistente”.

Proyecto
Elabminer: Orden y previsibilidad en workflows de búsqueda en la web (nº 12/50119-1); Modalidad Programa de Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe); Investigador responsable Gabriel Dieterich Cavalcante (Elabora); Inversión R$ 78.989,80

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