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HISTORIA

El pasado que siempre está presente

Una colección reúne artículos de historiadores para que públicos más amplios entiendan al Brasil contemporáneo

Desfile de la FEB en São Paulo. Foto de José Llnhares (1945) muestra plazoletas en la avenida São João

Divulgación/ Historia do Brasil nação: 1808-2010Desfile de la FEB en São Paulo. Foto de José Llnhares (1945) muestra plazoletas en la avenida São JoãoDivulgación/ Historia do Brasil nação: 1808-2010

En opinión del historiador Evaldo Cabral de Mello, la historia, tal como la casa grande del amo, cuenta con muchas puertas y ventanas. Estas últimas deben hallarse abiertas de par en par para airear la “casa” con nuevas interpretaciones. En tanto, las puertas se encuentran siempre abiertas a nuevas revelaciones y para dejar entrar, sin ceremonias, a los interesados en lo que la “casa” tiene para contar. Ése fue el espíritu con el que la también historiadora y antropóloga Lilia Schwarcz, de la Universidad de São Paulo (USP), junto con un grupo interdisciplinario de reconocidos investigadores, ideó la colección História do Brasil nação: 1810-2010, editada por editorial Objetiva en seis tomos, y que estará completa a mediados de este año, siendo posteriormente traducida al español y distribuida en América Latina. Entre sus muchos autores figuran nombres tales como Alberto da Costa e Silva, José Murilo de Carvalho, Alfredo Bosi, Rubens Ricupero, Elias Saliba y Leslie Bethell.

Uno de los tomos de la colección está dedicado por completo a la fotografía y repasa en 459 imágenes los últimos 170 años de la historia nacional. “Una mirada sobre Brasil: la fotografía en la imagen de la nación” está compaginado por el historiador y fotógrafo Boris Kossoy, docente de la Escuela de Comunicación y Artes (ECA/ USP). Kossoy también es el curador de la exposición homónima que estuvo en cartelera en São Paulo y Río de Janeiro, y se trasladará este mismo año a Brasilia y Belo Horizonte. Las fotos que ilustran estas páginas forman parte del libro y de la muestra que, además de Kossoy, contó con el trabajo de Sônia Balady, Vladimir Sacchetta y Schwarcz, como curadora adjunta. “Su nombre lo resume todo: quiero romper con la idea de una historia de Brasil contada por imágenes. Será ‘una mirada’ sobre ese pasado, tal como serían posibles varios otras”, dice Kossoy. Lo propio vale para la colección como un todo.

“La idea es contar con una historia de la nación brasileña donde confluyan calidad y los enfoques más recientes de la historiografía, pero destinada a un público amplio. El desafío planteado al equipo consistía en escribir en forma accesible, sin usar notas al pie de página ni otros recursos académicos, ajustando el lenguaje al público en general, aunque con profundidad”, explica Schwarcz. “No queríamos tan sólo compilar material y conocimientos previos, sino introducir nuevas interpretaciones, en forma atractiva, con esmero gráfico y varias ilustraciones, utilizadas siempre con el propósito de complementar el texto escrito”, dice.

Ponte de Silvestre, en Morro do Corcovado. Foto de Marc Ferrez (1900)

Divulgación/ Historia do Brasil nação: 1808-2010Ponte de Silvestre, en Morro do Corcovado. Foto de Marc Ferrez (1900)Divulgación/ Historia do Brasil nação: 1808-2010

La colección forma parte de un proyecto patrocinado por la Fundación Mapfre, de España, que, más allá de la serie brasileña, también contempla trabajos similares en 10 países del continente latinoamericano, entre los cuales se cuentan Argentina, Chile, Perú y Venezuela, así como Portugal y España. El resultado serán 50 libros que se autorrefieren. “En lugar de hacer historia desde la perspectiva de Europa y Estados Unidos, optamos por compararnos con nuestros vecinos. Esta perspectiva comparada le permite al lector realizar no tan sólo una lectura horizontal, sino entre países, para percibir lo que ocurría en ellos simultáneamente a lo que acaecía en nuestro país”, comenta.

Al fin de cuentas, Brasil fue, durante décadas, una monarquía rodeada de repúblicas, una opción que trajo consecuencias relevantes para el presente. “De ahí proviene nuestra inmensidad dentro del continente y el comportamiento de nuestras elites, cuyo poder se arraigó profundamente en función de esa solución más conservadora. Lo propio vale para el esclavismo: Brasil fue la última nación en abandonar esa práctica horrenda. Además, no hubo rupturas sociales, ni movimientos de ciudadanía. Nuestra independencia, al contrario de las luchas en los países vecinos, era percibida como un ‘regalo’ más que como una conquista”, relata Schwarcz.

Esto generó gran desconfianza entre los países del continente, que se fueron aislando, con desconfianzas de lado a lado que traban los procesos de unión hasta el presente. “Simultáneamente, tenemos muchas cosas en común, como son los desequilibrios sociales, y una corrupción casi endémica. La comparación de las historias revela igualdades y diferencias en el proceso de construcción de las naciones con gran claridad”, afirma la investigadora.

Kamayurá. Foto de Milton Guran (1978) que muestra a dos niñas de la tribu en el Parque del Xingú

Divulgación/ Historia do Brasil nação: 1808-2010Kamayurá. Foto de Milton Guran (1978) que muestra a dos niñas de la tribu en el Parque del XingúDivulgación/ Historia do Brasil nação: 1808-2010

Aludiendo a la sentencia del historiador francés Lucien Febvre, “la historia es hija de su tiempo”, Schwarcz y sus colegas consideran que se necesita reconstruir el pasado con las nuevas preguntas que suscita el presente. “La historia es un proceso vivo y, aunque su agenda no esté pautada por la actualidad, existen sin duda fuertes conexiones entre lo que deseamos conocer del pasado frente a las preguntas que nos formula nuestro presente. En un momento en que se discute una perspectiva ética, es necesario comprender las raíces de dicho problema”, sostiene.

“Lo cierto es que en Brasil no existieron grandes luchas populares, no atravesamos procesos revolucionarios y carecemos de un proceso mayor de formación de ciudadanía. Nuestro pasado oligárquico [coronelista] y esclavista no surgió gratuitamente, así como no sin motivo predominaron las elites en las tomas de decisión. Todo ello se ve reflejado en el actual abismo social”, pondera. La colección enfatiza nuevas teorías que revisan la República Vieja, actualmente llamada Primera República. “Fue una etapa que contó con movilizaciones activas de lucha por la ciudadanía, profundizadas por el abolicionismo, por el arribo de los inmigrantes, por la urbanización y por la industrialización. Era un período vibrante, desmerecido por la apatía conservadora del Estado Novo varguista, que deseaba acaparar todos los méritos”, sostiene Schwarcz.

La frase de Le Goff, que expresa “la historia vivió bajo el imperialismo de la escritura”, dio origen al tomo con imágenes, “Una mirada sobre Brasil: la fotografía en la imagen de la nacón”. “En realidad, lo ideal sería la unión de la imagen y la palabra escrita. No podemos tener una sola historia, sino historias, pues no hay una verdad única en una imagen, sino varias interpretaciones posibles, dependiendo del observador. La fotografía no llega cargada de sentidos: nosotros la dotamos de sentidos”, comenta Boris Kossoy. “De allí la importancia de situar al espectador por medio de la confluencia de la imagen con el texto, como forma de romper con la superficie de apariencias que la gente, en general, no rompe”, advierte.

Vendedor de doces Foto de Marc Ferrez (1889), incluye negros todavía retratados como esclavos

Vendedor de doces
Foto de Marc Ferrez (1889), incluye negros todavía retratados como esclavos

Partiendo de 1833, con las experiencias precursoras de Hercule Florence, hay imágenes del Segundo Reinado, del Estado Novo, de la construcción de Brasilia, de líderes tales como Getúlio Vargas, Juscelino Kubitschek, Jânio Quadros, Leonel Brizola, Fernando Henrique Cardoso y Lula da Silva, entre otros, con punto final en 2003, según Kossoy, un límite para que pueda digerirse la historia.

“La fotografía constituye una preciada fuente de información, pero es un conocimiento aparente, una creación/ construcción de realidades, siempre en plural. Es un conocimiento que parte de la superficie iconográfica y tanto más revela cuanto más buscamos en su realidad interior”, explica. Según Kossoy, no hay “documentos inocentes” e incluso la supuesta realidad de la fotografía también es “ficción”. Brasil es el país que congregó a la mayor cantidad de profesionales del oficio fotográfico en Latinoamérica a lo largo de los siglos XIX y XX. “La manipulación del sentido de la imagen comienza en el instante en que el contratado para tomar la fotografía selecciona y monta la ‘escena’ para aportar dramatismo a su imagen”, dice.

Por eso, señala el investigador, contar la historia con imágenes no se sostiene, y esto requiere su unión con el texto, capaz de revelar la microhistoria que se esconde tras cada instantánea del pasado, a contramano de la idea de que una imagen vale mil palabras. “Eso solamente vale si disponemos de mil palabras para interpretar lo que esa imagen contiene”, aclara Kossoy. Por ende, las imágenes seleccionadas ofrecen un abanico de situaciones apuntaladas por imágenes “nucleares” en sentido figurativo. “Son fotografías simbólicas, muchas veces metafóricas, reveladoras de mentalidades e ideologías. Esa especial iconografía funciona como denuncia de sistemas, llamando la atención por las deformaciones sociales, económicas y políticas, así como hacia los grandes logros, enfatizando rupturas y emociones”, dice.

Uno de los puntos centrales son las fotos de esclavos. Baste recordar que Brasil fue el país con la esclavitud más longeva y el primero en donde se consolidó la fotografía, generando un vasto archivo de imágenes de los esclavizados. “Se imprimían fotos de negros para que los extranjeros las llevaran hacia el exterior como recuerdos. También hay mucho material realizado para ‘comprobar’ la selección racial y mostrar a los africanos como seres inferiores”, dice Kossoy. Para él, la fotografía en Brasil siempre funcionó como una forma de identificación y control social y policial, resaltando las diferencias de clases.

Gaúchos acantonados em São Paulo durante a Revolução de 1930. Autor desconocido

Divulgación/ Historia do Brasil nação: 1808-2010Gaúchos acantonados em São Paulo durante a Revolução de 1930. Autor desconocidoDivulgación/ Historia do Brasil nação: 1808-2010

“La fotografía se incorporó en las investigaciones de historia como una copia de la realidad. Estaba para adornar, corroborar o simplemente justificar una teoría. Por eso, hasta hace poco, en la historiografía, las imágenes servían solamente para reafirmar aquello que se conocía previamente. Eran ornamentos, con función ilustrativa”, comenta. Según Schwarcz, la imagen reflejaba, más de lo que podría en sí misma tomársela como sujeto e instancia de reflexión. Lo mismo se pensaba de los fotógrafos, vistos como meros ‘registradores’ de hechos, imparciales. “Llevó tiempo que la foto entrara en el debate historiográfico”, comenta Schwarcz. En su opinión, los que manejan las lentes no sólo copian lo que ven, sino que seleccionan, recortan, y sus fotos “inventan” formas de anotar la realidad y se integran de tal modo con la realidad que se transforman ellas mismas en la propia realidad. “Se trata de contar una historia de Brasil a partir de las fotografías, pero sabiendo, de antemano, que ellas camuflan y disfrazan su certificado de nacimiento”, dice.

“Basta con recordar las fotos de Sebastião Salgado en una hacienda invadida o las imágenes de Vargas o de Kubitschek construyendo Brasilia. Muchas veces recordamos un hecho a partir de la foto que nos quedó grabada en la memoria, tal como un tatuaje o una cicatriz que pasa a formar parte del cuerpo”, recuerda la investigadora. “Cuando las imágenes son nuestras fuentes documentales es necesario recordar siempre el amplio poder de persuasión y seducción inherente a las representaciones iconográficas”, señala Kossoy. Para el historiador, la apariencia del documento sería tan sólo el punto de partida para toda investigación. “En la amplia diversidad de las microhistorias y sus imágenes reside nuestra percepción sobre Brasil”, comenta.

“Lo propio vale para nuestra historia. En la década de 1930, Brasil fue redescubierto mediante los grandes ensayos de Gilberto Freyre y Sérgio Buarque de Holanda. A partir de los años 1970 surge en las universidades un pensamiento más especializado y los autores no deseaban bucear demasiado para pensar el país. Al fin y al cabo, Brasil es un enigma. Si existe algo nuevo que caracterice a la historiografía de esa colección, ello es pensar la nación desde varias puertas y ventanas”, analiza Schwarcz. “Queremos provocar, cuestionar ciertos mitos nacionales, modelos y teorías que todavía se encuentran allí por reiteración, ideología o mera costumbre”. La preocupación de los investigadores consistió en mostrar un país que, en el transcurso de un lento proceso, se inventa y se imagina como nación. Tal como dice un personaje de Tennessee Williams, en Al margen de la vida: “El pasado insiste en regresar al presente”. Nuestra experiencia histórica insiste en representarse en nuestra actualidad.

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