La cifra corresponde al 25 % de la población empleada y se da a conocer en un momento en el que el país está elaborando su primera política nacional dedicada al tema
Mariana Waechter
En Brasil, las empleadas domésticas, enfermeras, cuidadoras, médicos, cocineros, personal de limpieza, choferes, profesores, peluqueros, entre otros trabajadores del sector de cuidados, sumaban 24 millones de personas y representaban el 25,2 % de los individuos ocupados 2019. El tamaño de este segmento, divulgado en un momento en el que el país se apresta a lanzar su primera política nacional para el sector, era desconocido y fue dimensionado por medio de un estudio realizado por investigadoras del Departamento de Sociología de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP), del Centro Brasileiro de Análise e Planejamento (Cebrap) y del Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas (Ipea) entre 2022 y 2023.
Según la socióloga Nadya Guimarães, de la FFLCH-USP y del Cebrap, el conocimiento académico sobre el sector de cuidados ha avanzado en Brasil desde el año 2000, a la par del debate internacional al respecto. Ella es una de las autoras de la investigación, financiada por la FAPESP y la Plataforma Transatlántica, una asociación de organismos de ciencias humanas y sociales de Europa y América. Guimarães explica que, antes de esto, la literatura académica ya venía dedicándose al estudio del trabajo no remunerado desempeñado por las mujeres en el ámbito doméstico, uno de los temas prioritarios de la teoría feminista.
El artículo de portada de la edición de enero de 2021 de Pesquisa FAPESP había abordado el tema (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 299), que fue el tema de la redacción del Examen Nacional de la Enseñanza Media (Enem) en 2023. “En Brasil, también se han destacado los estudios sobre el trabajo doméstico, una forma de inserción laboral y económica de especial importancia para las mujeres más pobres”, dice la socióloga. Según ella, estos estudios no solo han concitado interés por las necesidades de las personas que requieren cuidados, tales como los niños pequeños, los adultos mayores dependientes y las personas con necesidades especiales, sino también por quienes proporcionan estos cuidados, cuyos derechos y necesidades solían quedar en segundo plano.
En Brasil, una de las deficiencias en la investigación referida a este mercado está relacionada con la escasez de estadísticas oficiales sobre el segmento. Un artículo publicado el año pasado por Guimarães y la socióloga Luana Simões Pinheiro, del Ipea, apunta, por ejemplo, que recién a partir de 2002, con la nueva Clasificación Brasileña de Ocupaciones (CBO), pudo empezar a medirse una parte importante de la mano de obra remunerada del sector de los cuidados: los cuidadores de ancianos, de personas con discapacidades e individuos postrados. “Teniendo en cuenta este panorama, asumimos el desafío de medir en forma más amplia la cantidad de profesionales dedicados al cuidado en Brasil, sistematizando los distintos tipos de servicios que circulan en este mercado, con miras a dilucidar los contornos y los límites del trabajo remunerado de cuidados en Brasil”, explica Guimarães, cuyo artículo en coautoría con Pinheiro fue publicado en la colección Documentos de trabalho del Cebrap. El artículo también forma parte de la recopilación Cuidar, verbo transitivo, lanzada por el Ipea en 2023. La delimitación de estas fronteras es importante, por ejemplo, para identificar quiénes son los trabajadores de sectores como la salud y la educación que efectivamente se dedican al cuidado.
Mariana Waechter
Algunos estudios previos procuraban medir el tamaño de la fuerza laboral del sector, como en el caso del informe publicado en 2018 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En el documento, se contabilizaron todas aquellas personas empleadas en los establecimientos del sector, incluyendo al personal que no está implicado directamente en este tipo de servicios, como es el caso de los administradores de los hospitales y los empleados administrativos de los establecimientos educativos. “Buscamos desglosar las estadísticas oficiales para ampliar la precisión de las estimaciones”, dice Guimarães. El estudio se llevó a cabo a partir de la información recabada por la Encuesta Nacional por Muestreo de Domicilios Continua (Pnad-C), del Instituto Brasileño de Geografía y estadística (IBGE), y cotejándola con las definiciones de la CBO.
Con el propósito de entender la diversidad del sector de cuidados, las autoras tomaron como base tres parámetros. El primero se refiere al contexto en el que se desarrolla el trabajo, que puede tener lugar en el hogar, en una relación laboral doméstica, o fuera de este. El segundo tiene que ver con la naturaleza de la relación con la persona cuidada, que puede ser directa, como en el caso de las niñeras y cuidadoras, o indirecta, por ejemplo, personal de limpieza o cocineras. Por último, el tercer parámetro abarca la recurrencia de la relación de cuidado, que será tanto mayor cuanto más dependiente sea la persona asistida. “En situaciones de autonomía muy reducida, la recurrencia adquiere un carácter imperativo y cualquier discontinuidad no solo pone en riesgo la calidad del cuidado y el bienestar de la persona beneficiaria, sino incluso su propia vida”, subraya Guimarães.
El núcleo principal del sector de cuidados abarca los trabajos realizados en el domicilio, que se dividen en dos categorías. La primera engloba a los trabajadores con una relación directa y recurrente con la persona asistida, como las cuidadoras de ancianos y las niñeras. En 2019, su número ascendía a 1,1 millones de personas (véase el gráfico en la página 79). Las personas comprendidas en el segundo grupo de empleos del ámbito doméstico desempeñan actividades recurrentes y se caracterizan por su relación indirecta con la persona cuidada, como es el caso del personal de limpieza, empleadas domésticas y cocineras. En 2019, este grupo comprendía 4,8 millones de personas.
Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP
“Los trabajadores que cumplen tareas en el ámbito doméstico fueron los más impactados durante la pandemia”, dice la demógrafa Simone Wajnman, de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). En un estudio que concluyó en 2023, realizado en conjunto con Mariana Almeida, quien cursa su doctorado en demografía en la institución, constató que estos empleos registraron una caída de un 20 % a un 30 % ya en el primer semestre de 2020. Sin embargo, a finales de 2021 el mercado se había recuperado, y la estructura ocupacional del sector volvió a ser la misma de antes del covid-19. “En el trabajo doméstico de cuidado de personas dependientes, hay evidencias de que, pese a la recuperación de las oportunidades laborales, estos trabajadores han pasado a vivenciar una mayor sobrecarga de responsabilidades”, detalla la demógrafa.
En su estudio, además del grupo de trabajadoras que se desempeñan en el ámbito doméstico, Guimarães y Pinheiro también caracterizaron otro conjunto de ocupaciones que tienen lugar fuera del ámbito hogareño. Dentro de este, se destacan tres grupos. En el primero, las trabajadoras mantienen una relación directa y asidua con las personas cuidadas, como en el caso de las docentes de educación infantil y especial, enfermeras y cuidadoras que trabajan en instituciones de acogida. En esta categoría, el país registraba 2,9 millones de empleos.
El segundo grupo abarca a trabajadoras y trabajadores como esteticistas y peluqueros, que tienen una relación directa con la persona cuidada, pero en condiciones de menor frecuencia y dependencia. Médicos, fisioterapeutas, odontólogos, nutricionistas, entre otros profesionales de la salud con nivel superior, también forman parte de este grupo, que incluía a 7,3 millones de trabajadores, según los datos de la Pnad de 2019 y como pudo constatar el estudio de Guimarães y Pinheiro. Según éste, dentro de estas dos categorías, que abarcan las ocupaciones del sector de la educación y la salud, el Estado es responsable del 40 % y el 50 % de las contrataciones, respectivamente. Este grupo es el único en el que las personas negras no son mayoría (véase el gráfico al pie). “Este es precisamente el segmento de ocupaciones con mayores ingresos”, informa Pinheiro.
Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP
Por su parte, el último grupo, que incluye actividades en que la prestación del servicio es indirecta y menos frecuente, abarca a trabajadores tales como los cocineros de restaurantes y los empleados del sector de limpieza de edificios. Este contingente es el más numeroso del segmento de cuidados y agrupaba a 7,6 millones de personas, en su mayoría, contratados por el sector privado.
“En total, tenemos unas 70 ocupaciones dedicadas al cuidado en el mercado laboral brasileño, que incluyen desde las categorías más obvias como las enfermeras, por ejemplo, a otras que el sentido común no suele considerar como proveedoras de cuidados”, comenta Guimarães. Uno de estos grupos es el de las trabajadoras sexuales, incorporadas a la CBO en 2015 con el argumento de que son trabajadoras que “se ocupan de las necesidades sexuales y brindan amparo”. Otro conjunto incluido en la investigación es el de las personas que trabajan en instituciones religiosas.
Más allá de las diferencias en lo relativo a la naturaleza del servicio prestado, el estudio también mapeo las disparidades de raza y género en cada grupo de ocupaciones. Se verificó que las mujeres representan el 75,3 % de los 24 millones de empleos del sector de cuidados. Dentro del núcleo principal, es decir, las labores desempeñadas en el ámbito doméstico, en relaciones de mayor intimidad y recurrencia, la participación femenina asciende al 98 % de los puestos de trabajo. El análisis también reveló que el 45 % de los 24 millones de empleos del segmento de cuidados estaba cubierto por mujeres negras.
Según la investigación, 14 de cada 100 mujeres con empleo en Brasil en 2019 eran empleadas domésticas, que trabajaban como cocineras, limpiadoras y cuidadoras. En este tipo de trabajos, el 63 % de los puestos de trabajo se encuentra cubierto por personas negras: “Las cifras demuestran que el trabajo doméstico sigue siendo una de las principales vías de acceso de las mujeres al mercado laboral, especialmente en el caso de las mujeres negras y con bajo nivel de escolaridad”, dice Guimarães. Un estudio realizado por la OIT en 2018 indica que Brasil tiene la mayor proporción de empleadas domésticas en su fuerza laboral entre los 187 países miembros de la organización.
Mariana Waechter
La economista Luiza Nassif Pires, de la Universidad de Campinas (Unicamp) y directora del Centro de Investigaciones en Macroeconomía de las Desigualdades (Made) de la Facultad de Economía, Administración y Contabilidad de la USP, señala que el 92 % de los trabajadores domésticos de Brasil corresponde a mujeres y en el 63 % se trata de mujeres negras. Según la investigadora, incluso con la Ley Complementaria nº 150, de 2015, que reglamentó los derechos de estos trabajos, su situación laboral se caracteriza por la precariedad, una escasa protección del Estado, la informalidad y los sueldos magros.
Tanto es así que, según las estimaciones de Pires, más del 70 % de las empleadas domésticas del país trabaja en la informalidad y más de la mitad cobran menos de un salario mínimo mensual (1.412 reales). “Más allá de ser un monto insuficiente para cubrir las necesidades básicas actuales, ello también implica una escasa contribución a la seguridad social, que en el futuro puede comprometer su jubilación”, analiza la economista, al comentar los hallazgos de una investigación que llevó a cabo junto con otros miembros del Made en 2022, en colaboración con el Núcleo de Justicia Racial y Derecho de la Fundación Getulio Vargas (FGV). Los resultados fueron publicados en un artículo a principios del año pasado.
En lo que se refiere a las desigualdades raciales, Pinheiro, del Ipea, también comenta que el estudio realizado junto con Guimarães pone de manifiesto la existencia de discriminaciones sexuales y raciales en la labor de cuidados. Tomando como ejemplo el caso de las enfermeras y técnicas de enfermería, pese a la preponderancia femenina en ambas categorías, entre ellas hay desigualdades: en el caso de las enfermeras en puestos que requieren formación de nivel superior, las mujeres blancas eran mayoría, mientras que en la función de técnicas de enfermería, cuyo desempeño contempla sueldos más bajos y relaciones interpersonales más intensas, predominaban las mujeres negras.
Desde la perspectiva de Pinheiro, los datos muestran que las inversiones gubernamentales en políticas de creación o mejora de los servicios públicos de prestación de cuidados tienden a beneficiar especialmente a las mujeres y, entre ellas, a las negras. En 2023, la socióloga del Ipea fue transferida al Ministerio de Desarrollo y Asistencia Social, Familia y Lucha contra el Hambre para desempeñarse como directora de Economía del Cuidado en la Secretaría Nacional de Políticas de Cuidados y Familia. Actualmente es una de las coordinadoras del proceso de desarrollo de la Política Nacional de Cuidados y del Plan Nacional de Cuidados, que el gobierno federal tiene previsto anunciar durante el primer semestre de este año. Las propuestas de políticas que formarán parte del plan están siendo elaboradas por una comisión interministerial, creada en marzo del año pasado, en la que participan 23 organizaciones del gobierno federal y representantes de los gobiernos de los estados y municipales, de organismos internacionales y de la sociedad civil.
Pinheiro también explica que las políticas estarán dirigidas a cuatro públicos prioritarios: niños y adolescentes, atendiendo especialmente a la primera infancia, ancianos y personas con discapacidades que necesitan asistencia para realizar las actividades básicas de la vida cotidiana, como así también a los cuidadores, remunerados o no. “Con el envejecimiento de la población, la demanda de cuidados por parte de los ancianos es cada vez mayor, al igual que la carga que soportan las mujeres que prestan estos cuidados en el seno de las familias”, comenta. Según ella, la idea es que el Estado pueda ser capaz de proporcionar los cuidados que esta población necesita y, al mismo tiempo, reducir la carga laboral que recae en las cuidadoras familiares.
Legislación segmentada En Brasil, los derechos y obligaciones relacionados con el cuidado se encuentran fragmentados en diferentes leyes y normativas
Las normas jurídicas tratan los derechos y los deberes relacionados con el cuidado en forma fragmentada. Esta segmentación afecta tanto al derecho privado, que regula los deberes del cuidado en el seno de las familias, como los derechos sociales de las trabajadoras que brindan cuidados y las personas que dependen del mismo. “Esto significa que cada área del derecho que trata sobre los cuidados, aunque no utilice explícitamente este término, lo hace a partir de referencias propias. En la legislación brasileña, las normas relacionadas con el cuidado no presentan un enfoque sistémico”, explica la jurista Regina Stela Vieira, de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp). Ella y su colega Pedro Augusto Gravatá Nicoli, de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), son los autores de una investigación realizada entre 2022 y 2023 que mapeó la entrada y la circulación del cuidado en el ámbito jurídico del país.
Entre las normas que regulan los derechos y los deberes relacionados con el cuidado se cuentan, por ejemplo, el Código Civil, el Código Penal, la Consolidación de las Leyes del Trabajo (CLT), el Estatuto del Niño y del Adolescente (ECA), el Estatuto de los Adultos Mayores y la Ley nº 150/2015, conocida como Ley de las Empleadas Domésticas. “Cada área del derecho trata a la persona implicada en el cuidado basándose en un único rol, como si en la vida fuera posible ser solamente un trabajador, proveedor o receptor de cuidados. Esto revela la incapacidad de lidiar con un tema que es multidimensional”, dice Vieira.
Según ella, esta incapacidad genera conflictos y distorsiones. Por ejemplo, en los empleos de jornada completa, padres y madres están obligados por la CLT a cumplir con una carga horaria de ocho horas diarias, con una hora de descanso. “Durante este tiempo, se ignoran las responsabilidades familiares”, subraya la jurista. La Ley de Directrices y Bases de la Educación Nacional establece que los niños, a partir de los cuatro años, deben asistir a la escuela. Sin embargo, lo habitual es que las instituciones públicas no funcionen durante todo el período que la familia tiene que trabajar para cumplir con las exigencias de la CLT. “Este sesgo fragmentario impide que la legislación brasileña tenga una mirada global sobre todos los derechos y obligaciones que las personas implicadas en el cuidado tienen en su vida cotidiana”, dice la jurista. Ella espera que la Política Nacional de Cuidados que está elaborando el gobierno federal pase a articular todos los frentes legales que actualmente se encuentran dispersos en la legislación.
Proyecto La reconstrucción del cuidado en un mundo pospandémico (nº 21/07888-3); Modalidad Ayuda de Investigación – Regular; Investigadora responsable Nadya Araujo Guimarães (USP); Inversión R$ 326.927,23.
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