En el lugar de donde vengo, la aldea Ulupuwene, en la Tierra Indígena de Xingú [Mato Grosso], la comida, los remedios y gran parte de los recursos se encuentran en la naturaleza. La base de nuestra alimentación es el pescado con beiju o mbeyú, una especie de torta elaborada con fécula de mandioca. Por eso, en mi rutina cotidiana en la aldea, me levanto muy temprano, a veces para ir a pescar al río Batovi, otras para cosechar mandioca en el campo o para recolectar frutos y leña.
Otra actividad que ocupa parte de mis días, además de estudiar, es la recolección de hierba sapê, que utilizamos para cubrir la casa que estamos construyendo aquí para mi familia. En diciembre del año pasado, un incendio provocado por un rayo destruyó seis viviendas, incluyendo la nuestra. Además de objetos como mi hamaca para dormir, perdí todo el material de mi investigación doctoral.
Mi trayectoria como investigador es reciente. Enseño a niños y adolescentes Wauja desde 2006. Aquel año, tras completar la carrera de magisterio intercultural de la Secretaría de Educación del Estado de Mato Grosso, conseguí un puesto como docente en la Escuela Estadual Indígena de Educación Básica Piyulaga, también en el Xingú y cerca de donde estaba viviendo en ese momento. Esa experiencia fue la que me impulsó a tratar de ingresar a la universidad para perfeccionar mi trabajo en el aula.
En 2018 me gradué en Ciencias del Lenguaje en la Universidad Federal de Goiás [UFG]. Mi decisión de estudiar la lengua tiene que ver con mi historia de vida. Me alfabeticé tardíamente, a los 16 años. La escritura en portugués, sobre todo en formato académico, sigue siendo un reto para mí.
A continuación, hice una maestría en el Programa de Posgrado en Antropología Social en la misma institución. En mi investigación, que concluí en 2021, analicé el rito de la reclusión puberal, una tradición del pueblo Wauja y de algunos otros pueblos del Alto Xingú. En esta etapa, que puede extenderse por uno o dos años, los adolescentes son preparados para la vida adulta mediante la educación corporal, como así también con enseñanzas sobre la cultura de su pueblo. En el caso de las adolescentes waujas, que se recluyen a partir de su primera menstruación, es en este momento que comienzan a aprender el arte de la cerámica.
Esta cerámica inspiró mi investigación doctoral, que vengo realizando desde 2022 en el marco del Programa de Posgrado en Antropología Social de la Universidad de Campinas [PPGAS-Unicamp] con una beca de la Capes [Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior]. Ingresé a través de un llamado a concurso específico para candidatos indígenas que el programa ofrece desde 2015. Las etapas de admisión en el posgrado son las mismas que las del proceso convencional. La diferencia radica en que los candidatos indígenas compiten solamente entre sí por las dos plazas disponibles.
Actualmente alterno mi tiempo entre la aldea Ulupuwene y Campinas, donde vivo solo en un pequeño apartamento cerca de la Unicamp. Disfruto de las clases, del intercambio con los docentes y los compañeros, pero no me siento cómodo en la ciudad. Además, extraño a mi familia, el modo de vida en la aldea y la comida.

Leandro VarisonAutaki con las ollas de cerámica wauja en el Museo de Quai Branly, en ParísLeandro Varison
La producción de alfarería tradicional es un saber ancestral del pueblo Wauja. Todos los miembros de la comunidad participan en su confección, en primera instancia recolectando barro y cauxi, un tipo de esponja de agua dulce que se mezcla con el barro para darle resistencia y facilitar el modelado de las piezas. Las mujeres modelan y pintan las ollas desde su adolescencia, pero los varones solo participan de este proceso cuando son mayores, a partir de los 30 años. La cerámica es parte de nuestra identidad como pueblo y el conocimiento sobre su producción se ha transmitido de generación en generación a lo largo del tiempo.
Sin embargo, especialmente a partir de la década de 2000, cuando se acentuó el contacto con otras culturas no indígenas, la producción de las piezas y su uso cotidiano viene cambiando. Muchas familias waujas han empezado, por ejemplo, a adoptar utensilios de plástico y aluminio. También noto que algunos de los formatos tradicionales de las ollas han sido modificados para satisfacer las demandas del mercado artesanal. El reto que asumí en mi doctorado consiste en tratar de entender las transformaciones culturales del pueblo Wauja desde la óptica de la cerámica.
Más allá de mi investigación de campo en las aldeas waujas del Alto Xingú, he visitado museos que albergan colecciones de las cerámicas de mi pueblo. Especialmente desde mediados del siglo XX, a través de estudios que llevaron a cabo antropólogos y arqueólogos, como así también personas no indígenas interesadas en conocer y coleccionar arte indígena, la cerámica wauja se ha difundido en museos de Brasil y del exterior.
Un ejemplo es el Museo de Quai Branly, en París, que se especializa en colecciones de arte de pueblos de Asia, África, Oceanía y América. Este espacio alberga unas 175 piezas waujas procedentes de dos recolecciones, una que data de finales de la década de 1960 y principios de la de 1970 realizada por la antropóloga Vilma Chiara [1927-2020] y la arqueóloga Niède Guidon. Y otra de 2005, hecha por el museólogo y antropólogo brasileño Aristóteles Barcelos, profesor de la University of East Anglia [Reino Unido].
Mi viaje y estadía en Francia entre 2023 y 2024 fue posible gracias a la Beca Guatá, una iniciativa de la embajada francesa en Brasil que posibilita pasantías internacionales para doctorandos indígenas. En mi primera experiencia internacional, participé en una serie de conferencias y otras actividades, bajo la dirección del antropólogo Emmanuel Mathieu de Vienne, de la Universidad París Nanterre. Allí pude hablar de mi investigación y de la cultura de mi pueblo en un país con una tradición académica que ha tenido amplia influencia en la antropología brasileña.
Entre septiembre de 2023 y febrero de este año, llevé a cabo una investigación minuciosa de las piezas de cerámica wauja de la colección de Quai Branly. En colaboración con el antropólogo brasileño e investigador científico de esa institución, Leandro Varison, inicié un proyecto de museografía colaborativa con el objetivo de actualizar y, en muchos casos, corregir los nombres y las descripciones de esas piezas. Es un trabajo que articula saberes tradicionales y académicos en el campo de la antropología. Y espero poder seguir haciéndolo una vez que concluya mi doctorado.
Actualmente trabajo como docente en la Escuela Indígena Municipal Ulupuwene, en Xingú. Pero desde 2022 gozo de una licencia para dedicarme a mi doctorado, que concluiré dentro de dos años. Cuando me preguntan qué voy a hacer una vez finalizada mi investigación, contesto que quiero regresar a mi aldea para mostrarles a los niños y adolescentes la importancia de salvaguardar nuestras historias y costumbres, como es el caso de la producción y utilización cotidiana de las ollas de cerámica.
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