Hay dos fechas previstas para la universalización de las bibliotecas en las escuelas públicas de Brasil. Por la Ley nº 12.224, de 2010, todas las unidades de enseñanza deberán estar equipadas con bibliotecas en 2020; por el Plan Nacional de Educación (PNB), en 2024. Parece difícil imaginar que cualquiera de esos plazos se cumplirá. Según el Censo de 2017 del Ministerio de Educación (MEC), el 61% de las escuelas todavía no tiene biblioteca. Además, desde 2015 se ha suspendido la distribución de libros del Programa Nacional del Libro y del Material Didáctico (PNLD) del gobierno federal.
Para evaluar el impacto de las bibliotecas en el aprendizaje de los alumnos y sopesar cuáles son los factores que aseguran su funcionamiento eficaz, el Instituto Pró-Livro (IPL) –fundado en 2006 por asociaciones nacionales de editoriales– promovió la investigación en 17 estados del país, que abarcó a aproximadamente 500 escuelas (de un total de 142.573) con bibliotecas o salas de lectura que participaron en la Prueba Brasil en 2015. Los resultados iniciales del estudio, intitulado “Retratos de la lectura – Biblioteca escolar”, se anunciaron en abril.
“Tenemos dos conclusiones principales”, informa la socióloga Zoara Failla, gerente de investigaciones del IPL. “La primera indica que las bibliotecas y salas de lectura promueven un mejor rendimiento de los alumnos en asignaturas como portugués y matemática. La otra es que el impacto se incrementa según aumenta la vulnerabilidad social de las regiones en las que se encuentran las escuelas”. El objetivo principal fue correlacionar los dados obtenidos en la aplicación de cuestionarios presenciales con los resultados de desempeño medidos por el Sistema de Evaluación de la Educación Básica (Saeb) y por el Índice de Desarrollo de la Educación Básica (Ideb). El índice Saeb está compuesto por los resultados de la Prueba Brasil y de la Evaluación Nacional de la Educación Básica (Aneb). El Ideb se calcula según dos variables contempladas por el MEC: las tasas de aprobación y deserción, recolectadas por el censo educacional, y los promedios del Saeb. Ambas se divulgan cada dos anos por Instituto Nacional de Estudios e Investigaciones Educacionales (Inep) del MEC. El Ideb tiene una escala de 0 a 10, y sirve como un ranking de las escuelas. La escala Saeb, en cambio, es un medidor de aprendizaje de los alumnos y va de 0 a 500, para cada disciplina.
En las instituciones de las regiones más vulnerables el impacto llega a 0,5 en el Ideb. A efectos de comparación, entre 2015 y 2017, el Ideb del país creció 0,3 punto. La escala Saeb también indicaba avances. El rendimiento en portugués aumenta 5 puntos, en la comparación entre la escuela donde la biblioteca funciona mejor y aquella en la que funciona peor. Esos 5 puntos equivalen a medio año de aprendizaje entre 5ª y 9ª grados de la primaria. Otro dato significativo se refiere a la presencia de una buena colección en las bibliotecas escolares, con un crecimiento de 6 puntos en portugués y 10 puntos en matemática. Respecto al Ideb, el aumento es de 0,4 punto.
El economista Sérgio Firpo, profesor del Insper, realizó el trabajo de metodología, muestreo y análisis con tres colegas del instituto. Su interpretación es de que la enseñanza pública, al instalar bibliotecas escolares, suple la falta de aquello que las familias más ricas ofrecen a sus hijos en casa. “Muchos alumnos vienen de contextos que no tienen la cultura del libro, pero tendrán que insertarse en una sociedad en la cual el libro es fundamental, incluso con el avance de las tecnologías digitales”, pondera Regina Zilberman, profesora do Instituto de Letras de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS).
Las bibliotecas y las salas de lectura promueven un mejor desempeño de los estudiantes en portugués y matemática
Cinco aspectos
La primera fase del estudio del IPL consistió en delimitar la muestra que seria investigada según las calificaciones obtenidas en las disciplinas de portugués y matemática, formando un grupo de las mejores escuelas y otros de las peores. Esas muestras se organizaron en cuatro niveles de indicadores socioeconómicos. Se siguió entonces con entrevistas con directores de escuela, docentes de portugués y encargados de bibliotecas.
Los cuestionarios abordaron cinco aspectos: espacio físico; colección; atención y perfil del encargado de la biblioteca; servicios y actividades curriculares y extracurriculares; y recursos electrónicos que den acceso a otras bibliotecas. Los parámetros se definieron en 2008 en un trabajo conjunto del Consejo Federal de Biblioteconomía y del Grupo de Estudios en Biblioteca Escolar de la Escuela de Ciencia de la Información de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), coordinado por la profesora Bernadete Campello, de la propia UFMG. Se constató que, en un 37% de las escuelas, las bibliotecas o salas de lectura son de uso compartido con otras actividades. En la correlación entre el espacio físico y el Ideb, las escuelas con mejores condiciones alcanzan 0,2 punto en el Ideb por encima de las escuelas del fin de la lista.
Considerando el impacto de la calidad de la colección en el aprendizaje, la ganancia en el índice Saeb es de 6 puntos en portugués y de 10 en matemática; en el Ideb es de 0,4 punto. Los datos también sugieren alguna desatención con las colecciones de las bibliotecas. El 62% de los encargados de bibliotecas entrevistados consideró que sus colecciones eran compatibles con la cantidad de alumnos, pero el 60% no supo informar cuántos eran los títulos y ejemplares existentes. Tan solo un 47% declaró que cataloga la colección con frecuencia.
Según Zilberman, de la UFRGS, desde los años 1980, cuando la discusión en torno a la formación de lectores empezó a profundizarse, las bibliotecas escolares pasaron a ser vistas por los teóricos e investigadores también como espacios de aprendizaje y promoción de actividades. En la encuesta del IPL, el 44% de los profesionales responsables de espacios de lectura afirmaron que sus actividades están vinculadas al contenido dado en clase.
Tener a un encargado de la biblioteca que desarrolle actividades relacionadas al proyecto pedagógico aumenta el desempeño de los alumnos en portugués en 4 puntos en las calificaciones del Saeb, de acuerdo con el estudio del IPL. En las escuelas de las regiones más vulnerables, la magnitud de la correlación sube a 16 puntos en la escala Saeb. Sin embargo, la finalidad básica de la formación de lectores, que es el interés por la literatura y no solo el uso de libros didácticos, todavía no está bien atendida. El estudio muestra que tan solo un 40% de los profesionales de las bibliotecas escolares les indican siempre literatura a los estudiantes. “Es en esa etapa de la enseñanza que los niños y niñas están más propensos a volverse lectores, siempre y cuando se los incentive”, advierte Campello.
Una de las intenciones de la encuesta, explica Failla, es ofrecer insumos para la adopción de políticas públicas, preferentemente con un debate previo. “Si fuera necesario elegir los dos factores más importantes para hacer que las bibliotecas sean más eficientes, las inversiones deberían destinarse a tecnología y formación de mediadores”, asegura Campello. De las escuelas seleccionadas, el 61% no posee computadoras. En cuanto a los mediadores, el estudio revela que el 52% de los responsables de bibliotecas son docentes y tan solo un 12% es de bibliotecarios. En opinión de Campello, una biblioteca escolar debería combinar la formación generalista y organizadora de los bibliotecarios con el conocimientos de las asignaturas curriculares de los docentes.
En poco tiempo, los datos del estudio deben estar disponibles para consultas en la Plataforma Pró-Livro, en el sitio web de la institución. “Apuntamos a brindar acceso a los gráficos para que los expertos evalúen las respuestas con más profundidad”, comenta Failla. “La multiplicidad de datos no permite establecer relaciones de causa y efecto, pero produce indicios bastante confiables de correlaciones. Cuanto más se refinen los análisis, más claros serán los mecanismos del impacto de las bibliotecas en el aprendizaje”, sostiene Firpo.
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