Un laboratorio especializado en nanotecnología para el desarrollo de procesos innovadores de producción, con el objetivo de mejorar y controlar la absorción de fármacos en el organismo humano, es una iniciativa que la empresa Aché está implementando en su sede de la localidad de Guarulhos, en la Zona Metropolitana de São Paulo, a los efectos de avanzar en sus proyectos de innovación e internacionalización. El Nanotechnology Innovation Laboratory Enterprise (Nile) es una asociación entre Aché, una compañía brasileña, con Ferring Pharmaceuticals, una multinacional con sede en Suiza especializada en biofármacos. “Emplearemos la nanotecnología para aumentar la biodisponibilidad de medicamentos que generan dificultades de absorción, fundamentalmente por vía oral. Esto será posible al envasar el principio activo en nanocápsulas que mejoran el transporte de esos fármacos a través de las células intestinales, por ejemplo, para llegar así al torrente sanguíneo y, de este modo, lograr el efecto terapéutico deseado”, explica el ingeniero químico Cristiano Guimarães, director del Núcleo de Innovación Radical de Aché.
La transformación de un medicamento inyectable en una píldora también es posible mediante el empleo de la nanotecnología. “Es un sueño de varias empresas farmacéuticas, y existen estudios que indican que es posible. Algunos fármacos son exclusivamente inyectables porque sus moléculas son muy grandes y la infiltración a través del trato gastrointestinal es bastante dificultosa o inexistente. La solución consiste en inyectarlos directamente en el torrente sanguíneo. Sería excelente para los diabéticos, por ejemplo, si existiera una versión oral de la insulina”, añade el farmacéutico Edson Bernes, director del Núcleo de Innovación Incremental de Aché.
La aceleración de la innovación que la empresa impulsó puede demostrarse a través de su participación, desde comienzos de 2016, en el Structural Genomics Consortium (SGC), el Consorcio de Genómica Estructural, una asociación público-privada con sede en Toronto, Canadá, que congrega a 400 científicos del mundo y apoya el descubrimiento de nuevos fármacos a través del modelo Open Science o Ciencia Abierta, donde se comparten ideas, proyectos y recursos entre universidades y empresas asociadas en una etapa precompetitiva.
Empresa |
Aché |
Núcleo de innovación |
Guarulhos (São Paulo) |
Personal |
300 empleados |
Principal producto |
Medicamentos |
Aché fue la primera y es hasta ahora la única empresa brasileña que se ha adherido al SGC y que selló una asociación con uno de los seis laboratorios mundiales del consorcio, con sede en el Centro de Biología Química de Proteínas Cinasas de la Universidad de Campinas (SGC-Unicamp), coordinado por el biólogo Paulo Arruda. Los otros cinco están alojados en las universidades de Toronto, en Canadá, de Oxford, en el Reino Unido, de Fráncfort, en Alemania, de Carolina del Norte, en Estados Unidos, y en el Instituto Karolinska, en Suecia. El SGC, que tiene como presidente al médico Aled Edwards, de la Universidad de Toronto, cuenta con el patrocinio de empresas farmacéuticas tales como Bayer, Merck y Pfizer, y en el caso del SGC-Unicamp, recibe financiación de la FAPESP en el marco de un proyecto del Programa de Investigación en Asociación para la Innovación Tecnológica (Pite). “El SGC-Unicamp se enfoca en las proteínas cinasas que controlan diversos aspectos de la biología humana, tales como los procesos de inflamación, las infecciones virales y el cáncer. En total son 520 proteínas cinasas codificadas por el Genoma Humano, pero la ciencia conoce en detalle tan sólo unas 50. El SGC-Unicamp se enfoca en las cinasas poco estudiadas. Procuramos descubrir cuáles son las funciones de esas cinasas escasamente estudiadas, porque pueden convertirse en blancos o dianas [sitios donde actúa la droga] importantes para el desarrollo de nuevos fármacos”, afirma Arruda.
“Como las cinasas se vinculan con procesos de proliferación celular, nuestro interés en este tipo de enzimas pasa necesariamente por su aplicación al tratamiento de diversos tipos de cáncer. Para entender este potencial, es fundamental la actividad interactiva de diseño y síntesis química de moléculas hasta encontrar aquélla que inhiba únicamente a una entre todas las cinasas. Es como hallar una llave perfecta [la molécula inhibidora] de una única cerradura [la cinasa de interés], que actúe en un proceso biológico potencialmente relevante. A esa llave le damos el nombre de molécula sonda o sonda química”, explica Guimarães.
Las empresas partícipes en el SGC contribuyen de diversas formas: con aportes económicos, mediante la donación de reactivos y moléculas, vía consultoría técnica o proponiendo objetos de interés y colaboración científica, tal como en el caso de Aché. Cuando el SGC logra identificar a través de su red de colaboradores una molécula sonda para un blanco biológico, y éste muestra que tiene potencial terapéutico, las actividades de investigación siguientes pasan a realizarse en forma confidencial, y quedan a cargo de las empresas con interés en la diana terapéutica, apuntando a desarrollar un fármaco que actúe sobre ese blanco. Este procedimiento forma parte de las normas del SGC, tendientes a eliminar la redundancia y el desperdicio de miles de millones de dólares referentes a las actividades de investigación con medicamentos.
La colaboración entre el SGC-Unicamp y Aché ha redundando hasta ahora en el diseño y la síntesis de más de 100 moléculas con la mira puesta en la obtención de sondas químicas específicas para dos cinasas: VRK1 y PRP4. “Por cada cinasa, es necesario probar centenas o hasta miles de moléculas. Debemos verificar si son específicas para la proteína y qué modificaciones químicas deben realizarse para lograr esa especificidad”, dice Guimarães. “Tras el desarrollo de la sonda, la tarea de la empresa farmacéutica consiste en verificar si ese compuesto inicial puede transformarse en un fármaco mediante el empleo de estratégicas de química medicinal. Todas las empresas partícipes en el SGC tienen acceso a una cantidad enorme de información y pueden decidir qué llevan adelante”, explica Arruda.
Un cambio de trayectoria
Aché construyó en 2015 el Laboratorio de Diseño y Síntesis Molecular para elaborar y producir moléculas que constituirían posibles medicamentos. Aparte de la ejecución de los proyectos de Innovación Radical de Aché, este laboratorio es clave en su colaboración con el SGC-Unicamp. “Efectuamos la síntesis y ellos hacen las pruebas en las cinasas que producen, purifican y cristalizan”, comenta Guimarães.
La trayectoria de Aché se inserta en un proceso de cambio de la industria farmacéutica brasileña que comenzó hace más de 10 años. “Con la Ley de Genéricos [1999], las grandes empresas nacionales del sector tuvieron que perfeccionarse para poder producir medicamentos bioequivalentes, tarea que consiste en copiar moléculas existentes con una calidad equivalente a la de las originales. Esto hizo que dieran un salto tecnológico razonable y se percatasen de que para sobrevivir a largo plazo deberían dar un paso mayor en dirección hacia la innovación”, explica el ingeniero civil Sergio Queiroz, docente del Departamento de Política Científica y Tecnológica del Instituto de Geociencias de la Unicamp y coordinador adjunto de Innovación de la Dirección Científica de la FAPESP. Los genéricos también hicieron que las empresas se capitalizasen y tengan mayor capacidad de inversión. “El ejemplo de Aché en el SGC constituye una clara señal del esfuerzo tendiente a ganar en capacidad”, sostiene Queiroz.
Además de producir genéricos y similares, Aché también desarrolla medicamentos nuevos basándose en sus plataformas de Innovación Incremental y de Innovación Radical. La empresa facturó 2.700 millones de reales como ingreso neto en 2016, monto un 15,1% superior al de 2015, e invirtió 203 millones de reales (el 7,5% de su ingreso neto) en el conjunto de cinco direcciones que componen el Núcleo de Innovación creado en 2015. De esas cinco, tres trabajan exclusivamente con Investigación y Desarrollo (I&D): Innovación Radical (el descubrimiento de nuevos principios activos), Innovación Incremental (el uso de nuevas tecnologías o fórmulas de medicamentos existentes) y Desarrollo Farmacotécnico y Analítico (la transformación de un principio activo o tecnología en un producto fabricado a escala industrial). Existen también las direcciones de Desarrollo de Negocios, Alianzas e Internacionalización y la Dirección Médico-Científica. Participan en el Núcleo de Innovación alrededor de 300 personas. De dicho total, el 9% ‒27 personas‒ cuenta con maestría, doctorado o posdoctorado. En Innovación Radical, coordinada por Cristiano Guimarães, de los 14 miembros del equipo, 12 tienen posgrado.
“Las empresas farmacéuticas brasileñas que invierten en esta área también cuentan con un porcentaje de alrededor del 7%. Los grandes líderes globales en desarrollo y producción de medicamentos invierten más del 10% de su facturación en I&D. Antes de los genéricos, las brasileñas no pasaban del 1% al 2%, a lo sumo”, analiza Reinaldo Guimarães, vicepresidente de la Asociación Brasileña de la Industria de Química Fina, Biotecnología y Especialidades (Abifina), que reúne a las empresas farmacéuticas brasileñas.
Un fitoterapéutico tópico
La experiencia de lanzar un producto inédito y comercialmente exitoso también hizo su aporte a esta nueva etapa de Aché. En 2006, cuando la empresa presentó el antiinflamatorio tópico Acheflan, un fitomedicamento producido a base de aceite de hojas de la planta conocida en portugués como erva-baleira (Cordia verbenacea), autóctona del Bosque Atlántico y fácilmente hallable en patios y campos. Acheflan se convirtió en líder del mercado en prescripciones de este segmento, con un 27,6% de participación en 2016 y ventas por poco más de un millón de unidades, lo que resultó en 30,3 millones de reales de facturación el año pasado. En segundo lugar, con un 14,78%, se ubicó Flexive, producido por Merck, un fitoterapéutico elaborado a base de consuelda (Symphytum officinale). La exportación de Acheflan a Japón, Chile, México, Costa Rica, Ecuador y Perú representa un 10% de la facturación del producto. El desarrollo de este fitomedicamento contó con la colaboración de científicos de la Unicamp y de la Universidad Federal de Santa Catarina (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 110).
Aché cuenta con unos 20 proyectos de innovación radical. Uno de éstos, que se encuentra en una etapa más adelantada, se destina al tratamiento de vitíligo, una enfermedad autoinmune con manifestación dermatólogica, caracterizada por la pérdida de melanocitos y la consiguiente despigmentación de la piel. Es un fitomedicamento que llegó al final de la fase preclínica, cuando se realizan las pruebas in vitro y con animales. Se lo elabora con la planta conocida como falsa verbena, del género Stachytarpheta, encontrada en la región nordeste de Brasil. La empresa continuó los trabajos que se iniciaron en la Universidad Federal de Paraíba (UFPB) tras licenciar el uso de la patente sobre el tratamiento de vitíligo con esta planta.
“Esperamos que ese fitofármaco constituya un nuevo hito en la innovación farmacéutica hecha en Brasil”, afirma Stephani Savério, director del Núcleo de innovación de Aché. Para que pueda comercializárselo globalmente del modo más eficiente posible en los principales mercados globales, la empresa se encuentra abocada a la búsqueda de un socio, otra empresa que forme parte del proyecto a partir de la etapa clínica, cuando se realizan los ensayos en seres humanos. “Desarrollamos hasta la fase preclínica para demonstrar la eficacia y la seguridad. Luego iniciamos la búsqueda de un socio que comparta los riesgos y las altas inversiones inherentes a un desarrollo clínico global”, explica Savério. Los valores de una etapa clínica, con ensayos en humanos, varían en promedio entre los 50 millones de dólares y las centenas de millones de esa misma moneda, dependiendo de la recomendación terapéutica”, añade Savério.
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