Marcas muy disimuladas, semejantes a filamentos incrustados en rocas extraídas de canteras en la región de Corumbá, en el estado de Mato Grosso do Sul, durante años pasaron desapercibidos. “Ni siquiera reparábamos en ellas”, recuerda la paleontóloga Juliana Leme, del Instituto de Geociencias de la Universidad de São Paulo (IGc-USP). La investigadora empezó a trabajar con ese material en 2010, mientras estudiaba los fósiles de los primeros seres vivos con esqueleto del planeta (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 199). Sin embargo, en los últimos años quedó claro que ahí hay un tesoro aún más valioso: las hebras en cuestión son vestigios dejados por seres más complejos de lo que se esperaba para el período comprendido entre 541 y 555 millones de años atrás, en el cual se pensaba que solamente existían organismos bastante más sencillos.
Esos filamentos son, de acuerdo con un artículo publicado en la edición de septiembre de la revista Nature Ecology & Evolution, túneles dejados por unos helmintos diminutos a los que se conoce como nematodos. Para aquella etapa de la evolución de la vida, caracterizada por organismos blandos que habitaban en la superficie, resultó sorprendente hallar indicios de gusanos que se desplazaban mediante contracciones musculares y excavaban el sedimento, aunque tan sólo llegaran a algunos pocos milímetros (mm) de profundidad. Se trata del registro más antiguo de fósiles de animales a los que se conoce como meiofauna, seres que miden como máximo 1 mm y que habitan en los sedimentos del lecho marino o en cursos de agua dulce.
La región de Corumbá, que hoy en día forma parte del Pantanal, en ese entonces era mar. Las rocas de esta región ya eran muy buscadas por los paleontólogos debido a su contenido de vestigios de la fauna conocida como biota de Ediacara, cuyo surgimiento se produjo entre 580 y 560 millones de años atrás, tal como en el caso de los géneros Corumbella y Cloudina. Por eso, cuando el palobiólogo británico Martin Brasier, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), arribó a la USP en 2012 como profesor visitante, fue a visitar esa zona y lo llevó a su por entonces alumno de maestría, Luke Parry. Ellos tampoco detectaron esos sutiles trazados en las muestras de roca que se llevaron para profundizar sus estudios.
Al regresar a Inglaterra, Parry examinó las muestras empleando la técnica de microtomografía tridimensional por rayos X y entonces reparó en los túneles que llegan a introducirse 7 mm bajo la superficie, atravesando capas de sedimentos. Aparte de eso, las marcas hechas por los antiguos moradores de los túneles indican el tipo de desplazamiento que tenían, dejando espacios ligeramente ensanchados, como si fueran brotes. Se trata, según los investigadores, de huellas de contracciones musculares, una marca distintiva de aquellos organismos clasificados como bilaterales, que ya ostentaban cierta complejidad morfológica. Los túneles están rellenados con pirita, un material diferente a la capa de sedimentos externa, algo que indica que allí había moco orgánico.
Era un hallazgo sorprendente en las rocas de la Formación Guaicurus, que data de los comienzos del Cámbrico. En esa época, hace 541 millones de años, comenzó la gran diversificación que se conoce como Explosión de la Vida en el Cámbrico, cuando surgieron buena parte de los filos que dieron origen a la biodiversidad actual. Su mentor, Brasier, falleció en un accidente en 2014, pero Parry siguió adelante con el trabajo y este año concluyó el doctorado. Él es el primer autor del artículo que se publicó ahora.
En 2016, con la colaboración del paleobiólogo Alex Liu, de la Universidad de Cambridge, Parry y los investigadores brasileños hallaron vestigios de los mismos organismos en muestras extraídas de otra capa más antigua, en la Formación Tamengo. Este hallazgo fue todavía más sorprendente, ya que los fósiles que contiene son más antiguos y, lo que es aún mejor, pueden datarse gracias a la presencia de cenizas volcánicas recolectadas por el geólogo Paulo Boggiani, del IGc. Esta datación, que se considera confiable, también se hizo en Inglaterra y atestigua la existencia de esos organismos antes del Cámbrico. Aún no se encontraron capas de cenizas volcánicas en la Formación Guaicurus, algo que torna más complicada la datación de los fósiles hallados en ella.
Volver al pasado
Como no se puede hablar de una comprobación científica, especialmente cuando se trata de acontecimientos tan antiguos, los científicos son cautelosos. “Si nuestras estimaciones fueran ciertas, eso significa que ya existían organismos complejos antes de la Explosión de la Vida en el Cámbrico”, insinúa Leme, de la USP. Esa fauna ya habría modificado el ambiente al perforar el sedimento llevando oxígeno a las capas internas, posiblemente tornando al medio más hospitalario para su colonización por otras formas de vida. Eso es lo que el biólogo Cleber Diniz se propone estudiar más a fondo durante su doctorado en curso, bajo la tutela de Leme. “Yo estaba estudiando Corumbella, pero descubrí que había algo mucho más desconocido para explorar”, relata. Ya lleva hecha una recopilación minuciosa, capa por capa, en las canteras de la región, y ya sabe dónde se encuentran los vestigios de nematodos.
En los próximos años, un grupo integrado por alrededor de 15 docentes brasileños y extranjeros, con sus estudiantes, desmenuzarán esos hallazgos en el marco de un proyecto de investigación que estará coordinado por el geólogo Ricardo Trindade, del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas (IAG) de la USP. Por ahora, Leme festeja que hoy en día Brasil figura en el mapa de los estudios del Precámbrico. Literalmente: al comienzo de la colaboración entre el grupo de la USP y sus colegas del Reino Unido, Mato Grosso do Sul no era considerado importante para la comprensión de esa etapa geológica.
Proyecto
El Sistema Tierra y la evolución de la vida durante el Neoproterozoico (nº 16/06114-6). Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Ricardo Ivan Ferreira da Trindade (USP); Inversión R$ 4.305.689,93
Artículo científico
PARRY, L. A. et al. Ichnological evidence for meiofaunal bilaterians from the terminal Ediacaran and earliest Cambrian of Brazil. Nature Ecology & Evolution. n. 1, p. 1455-64. 11 sept. 2017.