Al contrario de lo que suponían los expertos, las liebres no viven solamente en las proximidades del lugar donde nacieron. Pueden desplazarse lejos, muy lejos. El ecólogo Dominique Berteaux y sus colaboradores, de la Universidad de Quebec, en Canadá, colocaron rastreadores a 25 liebres árticas (Lepus arcticus). La sorpresa fue mayúscula: estos animales recorrieron entre 113 y 310 kilómetros (km). Ninguno de los ejemplares que participaron en el estudio llegó a acercarse a la liebre identificada con el código BBYY, que viajó 388 km, la mayor distancia que se haya registrado nunca para liebres, conejos y especies afines. La corredora murió por causas desconocidas aproximadamente un mes después de llegar a destino. Para los investigadores, la exploración del paisaje podría permitirles la identificación de nuevas fuentes de alimento o guaridas contra los depredadores, superando los posibles retos que entraña su desplazamiento. Las liebres árticas tienen el tamaño de un gato doméstico (pesan unos 4 kilogramos) y son uno de los bocados preferidos de los lobos de los desiertos helados del Ártico (Ecology, 22 de diciembre).
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