En enero de este año, al sobrevolar el litoral del estado de Espírito Santo y el sur de Bahía, biólogos, oceanógrafos y técnicos de organismos ambientales del gobierno federal reconocieron los manchones oscuros en la superficie marina formados por la acumulación de residuos metálicos que derramó la represa de Bento Rodrigues, propiedad de la minera Samarco en la localidad de Mariana, estado de Minas Gerais, en noviembre de 2015. La mancha de residuos, también denominada pluma, se aproximaba al archipiélago de Abrolhos, una de las principales reservas de vida silvestre marina de la costa brasileña.
Esos manchones no eran tan sólo los desechos indeseados de la extracción de mineral de hierro de Minas Gerais, sino una de sus consecuencias, tal como pudo verificarse más tarde. En medio de los lamparones de color verde oscuro había colonias de algas y otros organismos marinos microscópicos ‒el fitoplancton‒ con decenas de kilómetros de extensión, mucho mayores que las registradas en los años anteriores, según indica el análisis de los investigadores de la Universidad Federal de Espírito Santo (Ufes).
Otra peculiaridad radica en que esos organismos crecían y se multiplicaban velozmente, como consecuencia del exceso de hierro presente en los desechos de la minera de Mariana que se esparcen por el mar a partir de la desembocadura del río Doce, adonde llegaron hacia el final del mes de noviembre. Desde entonces, los residuos vertidos constantemente en el mar por el río, forman una mancha móvil cimbreante a lo largo de 200 kilómetros (km) hacia el norte y el sur de la desembocadura del río Doce, que alteró el equilibrio marino, tal como puede verse en la masa de fitoplancton, y afectó al menos a tres unidades de conservación de organismos marinos.
“Las manchas de fitoplancton son comunes durante el verano, aunque no de esa forma”, explica Alex Bastos, docente de oceanografía de la Ufes, al final del mes de febrero. Evaluaciones preliminares indicaron que las colonias de algas están constituidas por organismos que se generan y mueren en pocos días, más rápidamente que lo habitual. La descomposición acelerada de los organismos consume el oxígeno del agua del mar, con consecuencias imprevisibles para las comunidades de organismos marinos.
Además, la diversidad de las especies se había visto reducida casi a la mitad. El oceanógrafo Camilo Dias Júnior, junto a su equipo de la Ufes, detectó un máximo de 40 especies de fitoplancton por cada muestra analizada; previo a la llegada de los residuos, los investigadores reconocían entre 50 y 70 especies. La hipótesis de los científicos y técnicos plantea que ya se habría producido una selección de las variedades más adaptadas al exceso de hierro derivado de la descarga de los desechos en el mar.
Durante los vuelos de reconocimiento sobre el litoral de los estados de Espírito Santo y Bahía, Claudio Dupas, coordinador del Núcleo de Geoprocesamiento y Monitoreo Ambiental de la Superintendencia del Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama) en São Paulo, avistó muchos barcos pesqueros en las proximidades de las manchas de fitoplancton en la desembocadura del río Doce. La abundancia de alimento atraía cardúmenes de peces, y su gran número les llamó la atención a los pescadores.
Basándose en análisis preliminares de la calidad del agua y en la observación del escenario, el equipo del Ibama elaboró un informe técnico alertando sobre alteraciones en la calidad del agua, que sufrió perjuicios por la descarga de sedimentos en el mar. Ateniéndose a ese documento y siguiendo medidas precautorias ‒para evitar que la población se vea perjudicada por el consumo de peces contaminados‒, el 22 de febrero, un juez federal de Vitória, la capital del estado de Espírito Santo, prohibió por tiempo indeterminado la pesca en la región de la desembocadura del río Doce. “Ni bien salió la resolución judicial, el superintendente del Ibama en Vitória, Guanadir Gonçalves, me solicito que confeccionara un mapa con la delimitación del área de prohibición, que se publicó por internet y se envió por mensaje a los celulares de los fiscales en campo ese mismo día”, dice Dupas.
Desde el mes de enero, los desplazamientos de la pluma de residuos pueden seguirse por medio de mapas generados por el Ibama a partir de imágenes satelitales, disponibles en el sitio governancapelodoce.com.br (monitoreo de la pluma del mar), a cargo de Samarco. En tanto, el sitio web siscom.ibama.gov.br/mariana alberga imágenes por satélite desde la represa hasta la desembocadura, de alta resolución, previas y posteriores al accidente. Los mapas indican que los residuos han llegado hasta 50 km al sur de Vitória, y afectaron a tres unidades de conservación del ecosistema marino: el Refugio de Vida Silvestre de Santa Cruz, el Área de Protección Ambiental (APA) Costa das Algas y a una de las principales áreas de desove de la tortuga boba (Caretta caretta), también denominada cabezona, caguama o cayume, una franja de 37 km de playas a la que se conoce como Reserva Biológica Comboios. “Todavía no puede evaluarse el impacto sobre el ambiente, la vida de los organismos marinos y los habitantes de la región”, dice Dupas.
Desde que se vació la represa de Fundão, el 5 de noviembre, hasta llegar al mar, la enorme masa de residuos provenientes de la extracción del mineral de hierro causó una transformación profunda. Arrasó casas y bosques a orillas del río Doce, provocando la muerte de 18 personas y de toneladas de peces y otros organismos acuáticos. La bióloga Flávia Bottino participó en las expediciones del Grupo Independiente para el Análisis del Impacto Ambiental (Giaia) a lo largo del río Doce en el mes de noviembre y notó una intensa turbiedad en el agua, que dificultaba la penetración de la luz y la supervivencia de los organismos. Los biólogos hallaron camarones de agua dulce que sobrevivieron al desastre, pero los organismos bentónicos, que habitaban en el fondo del río quedaron enterrados.
Límites inciertos
La alta concentración de partículas sólidas que absorben calor podría ser la causa del aumento de la temperatura del agua hasta alrededor de los 30º Celsius. “El agua del río estaba caliente”, observó ella. Los análisis de las muestras de agua recogidas en diciembre a lo largo de un tramo de unos 800 km del río, llevados a cabo en diversos campus de las universidades de São Paulo (USP), en Ribeirão Preto, Federal de São Carlos (UFSCar) en São Carlos y Sorocaba, Estadual Paulista (Unesp) en São Vicente, y en la de Brasilia (UnB), revelaron concentraciones elevadas de manganeso, hierro, arsénico y plomo. Las lluvias podrían agravar el panorama al lavar las márgenes de los ríos, cubiertas de residuos, arrastrándolos hacia el mar.
Por medio de recolecciones efectuadas con el buque Vital de Oliveira Moura, de la Marina, el equipo de la Ufes verificó que a 25 km hacia el este de la desembocadura del río Doce los desechos forman una capa de 1 a 2 centímetros sobre el lodo del fondo del mar, a 25 metros de profundidad. “Los sedimentos residuales se están acumulando velozmente en el lecho marino”, dice Bastos, de la Ufes, basándose en muestras recolectadas a partir de noviembre, inmediatamente después de la rotura de la represa (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 236). “Ni siquiera con las mayores crecientes fue tan alta la acumulación de sedimentos transportados por el río en el fondo del mar”.
Al comienzo del mes de febrero, en el marco de una reunión que mantuvieron los investigadores de la Ufes con representantes del Ibama, el Instituto Estadual de Medio Ambiente (Iema) y el Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio), Bastos comentó que la concentración de hierro en el fondo del mar había aumentado 20 veces, en comparación con los niveles previos al accidente, la de aluminio 10 veces y, la de cromo y manganeso, 5 veces. Otro docente de la Ufes, Renato Rodrigues Neto, acotó que el caudal del río se elevó de 300 metros cúbicos por segundo (m3/s), antes de la rotura de la represa, hasta alrededor de 4.000 m3/s, incrementándose la cantidad de lodo con residuos metálicos derramados en el mar.
Las imágenes satelitales indican que los residuos metálicos podrían haber llegado hasta el archipiélago de Abrolhos al comienzo del mes de enero, si bien, resalta Dupas, aún no es posible diferenciar los sedimentos provenientes del río Doce, a unos 200 km de distancia, de los del río Caravelas, que desagua en la región. Según él, los resultados de los análisis en curso se anunciarán en el mes de abril.
Varios estudios efectuados en otras áreas marinas han indicado que los residuos industriales pueden diseminarse mucho más allá de los sitios donde se los produjo, mezclándose con los sedimentos del fondo del mar, aflorando si se los remueve mediante redes de pesca, o bien, pueden ser asimilados por organismos marinos. Un equipo del Instituto Oceanográfico (IO) de la USP identificó metales pesados (plomo, cobre y zinc) y compuestos orgánicos derivados del petróleo producidos en la zona industrial de Santos y del polo industrial de Cubatão, a 15 km del mar, mezclados con el lodo del lecho marino a una profundidad de 100 metros y a una distancia de 200 km de la costa. No se creía que la contaminación generada en tierra pudiese llegar tan lejos.
Condiciones ambientales
Las conclusiones ayudan a pensar en lo que podría ocurrir en el litoral de Espírito Santo y de los estados vecinos a medida que el lodo de la minera se esparce. “Conforme a las circunstancias, los eventos no tienen conexión a primera vista”, dijo Michel Mahiques, docente de oceanografía del IO-USP, quien se desempeñó como coordinador de los estudios en Santos. El derrame de Samarco en Mariana fue una catástrofe, con una descarga intensa de residuos, mientras que lo que ocurre en Santos y otros lugares, como en el caso de la bahía de Guanabara, son casos crónicos, que llevan décadas de liberación ininterrumpida de contaminantes. “El hecho común”, dice Mahiques, “es que existen sectores del lecho marino en los cuales, las condiciones ambientales permiten el asentamiento de materiales generados por la actividad humana, aunque a grandes distancias”.
En un estudio anterior efectuado en la costa de Santos, su grupo de trabajo identificó isótopos de cesio 137 originarios de explosiones atómicas o de usinas nucleares, en las cuales se genera ese tipo de material. “El cesio se difundió por la atmósfera adhiriéndose a partículas muy pequeñas en el fondo del mar”, relata. “A esos casos los podemos denominar teleconexiones, donde un evento en un punto determinado del planeta puede afectar a regiones muy distantes”. Según él, los casos clásicos son los accidentes de las centrales nucleares de Chernobyl, en 1986, y de Fukushima, en 2011.
“Debemos plantearnos otro enfoque ante el potencial de acumulación de materiales en el medio marino”, comenta Mahiques. Sus estudios indicaron que los contaminantes se acumulan, principalmente, en los cinturones de lodo, que generalmente son sectores de unos 3 a 4 km de ancho y decenas de kilómetros de extensión, en la denominada plataforma continental, que se depositan sobre antiguas estructuras del relieve. “Hay un efecto a distancia. Los sedimentos se acumulan en sitios muy distantes de su origen. El límite al que llegamos fue de doscientos kilómetros, pero todavía no sabemos si podrían llegar más lejos”. Mahiques sostiene que deberían reverse dos conceptos básicos sobre el funcionamiento de la plataforma continental. El primero es el supuesto de que la cantidad de materiales del continente que llega al mar sería pequeña. El segundo es la afirmación de que los ecosistemas costeros retienen la suciedad. “La cantidad de desechos no es pequeña, ni los estuarios resultan un filtro perfecto para los residuos generados en el continente”.
Los investigadores analizaron 21 muestras de sedimentos recogidas en 2005 y otras, más recientes, recopiladas por medio del buque oceanográfico Alpha Crucis. Los resultados indicaron que los niveles de plomo, zinc y cobre a 100 metros de profundidad, y a más de 100 km de la costa eran similares a los detectados en la bahía de Santos, aunque más bajos que los límites más altos presentes en el estuario santista, un ambiente cercano a la costa donde se mezclan el agua de los ríos y la del mar. En el estuario, la concentración de plomo en el sedimento marino fluctuaba entre 9 miligramos por kilo (mg/kg) en áreas no contaminadas, y 59 mg/kg en las muestras tomadas del fondo del puerto, lo cual indicaba un incremento de cinco a diez veces en comparación con los valores previos al proceso de industrialización. Los autores de ese trabajo afirmaron que los contaminantes industriales mezclados con el lodo en el fondo del mar, podrían fácilmente volver a circular, como resultado del intenso movimiento del agua o de actividades humanas tales como el dragado para la ampliación de los puertos o la pesca con redes pesadas que revuelven el fondo marino.
Estudios anteriores de científicos del IO-USP ya habían revelado que la descarga continua de los desagües domésticos y de contaminantes industriales en la bahía de Santos, probablemente era una de las causas de la magra diversidad de organismos marinos en la región, comparando con áreas menos contaminadas.
En paralelo, un equipo de la Unesp en São Vicente detectó niveles superiores a los permitidos por ley de cuatro metales pesados: cadmio, cobre, plomo y mercurio, en muestras de agua, sedimentos, y en los cangrejos juey zambuco [uçá] (Ucides cordatus) de los manglares de los municipios de Cubatão, Bertioga, Iguape, São Vicente y Cananeia. En las regiones con mayor concentración de esos metales, los cangrejos poseían una mayor proporción de células con alteraciones genéticas asociadas con la aparición de malformaciones (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 225). Un estudio llevado a cabo por un equipo de la Universidad Federal de Rio Grande, que fue publicado en noviembre de 2015, asoció la contaminación por metales como la posible causa de la fibropapilomatosis, una enfermedad específica de las tortugas marinas, que se caracteriza por la formación de tumores benignos sobre la piel, en las tortugas verdes (Chelonia mydas) de Ubatuba, São Paulo, puesto que los ejemplares examinados presentaban un nivel por encima de lo normal de cobre, hierro y plomo, en comparación con los animales sanos.
“Cuando analizamos la legislación y las políticas públicas, para trazar una proyección del impacto de eventuales accidentes ambientales, debemos ser más amplios y rever el concepto de área de influencia, puesto que el efecto podría ser mucho mayor a lo que se imagina”, dijo Mahiques. El profesor Bastos, de la Ufes, expresó que los daños ambientales podrían ser intensos, como consecuencia de pequeñas alteraciones en la concentración de metales en el agua del mar, aunque los límites aún se encuentren por debajo de los máximos establecidos por la legislación ambiental.
Artículos científicos
FIGUEIRA, R.C.L. et al. Distribution of 137Cs, 238Pu and 239 + 240Pu in sediments of the southeastern Brazilian shelf – SW Atlantic margin. Science of the Total Environment. v. 357, p. 146-59. 2006.
MAHIQUES, M.M. et al. Mud depocentres on the continental shelf: a neglected sink for anthropogenic contaminants from the coastal zone. Environmental Earth Sciences. v. 75, n. 1, p. 44-55. 2016.
SILVA, C.C. da et al. Metal contamination as a possible etiology of fibropapillomatosis in juvenile female green sea turtles Chelonia mydas from the southern Atlantic Ocean. Aquatic Toxicology. v. 170, p. 42-51. 2016.