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Geología

Islas de cerrado

Manchas de sabana surgieron sobre los lechos de antiguos ríos de la Amazonia

ICM-BIORodeada de selva, un área de sabana crece sobre un antiguo lecho de río en RoraimaICM-BIO

Vista de lejos, la Amazonia es casi siempre homogénea. Un mar verde, pero de selva. La deforestación (todavía) se concentra en sus bordes, en las áreas de frontera agrícola, como en el norte de Mato Grosso y de Rondônia y el centro-sur de Pará. En dichos lugares, donde antes había una vegetación densa y cerrada, han surgido pasturas, plantaciones, ciudades o sencillamente regiones devastadas. Es razonable suponer entonces que zonas deforestadas por el hombre hace pocas décadas y posteriormente abandonadas pueden dar origen inicialmente a una formación verde más abierta, al estilo de las campiñas y sabanas. Pero, ¿qué explicación tendría entonces la existencia de grandes manchas de sabana – una vegetación de clima mucho más seco que el de la región norte del país – incrustadas en selvas, en lugares de la Amazonia en donde casi no ha habido deforestación reciente, como por ejemplo en la zona este de la isla de Marajó, en tramos a orillas del río Madeira y también a orillas del río Branco, en Roraima?

Para la geóloga Dilce Rossetti, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), con sede en la ciudad paulista de São José dos Campos, la respuesta está íntimamente relacionada con la historia natural que moldeó las características de las cuencas hidrográficas y del relieve de la Amazonia. Antiguos lechos de ríos, por donde no corre agua desde hace algunos miles de años, sufrieron un proceso de sedimentación, se convirtieron en paleocanales y paleorríos, y fue precisamente encima de estos segmentos enterrados de ríos del pasado que una vegetación más dispersa, con predominio de gramíneas y pocos árboles, floreció en forma natural. Y no fue sólo eso. De acuerdo con el escenario planteado por la investigadora, especializada en la reconstitución de paisajes del pasado con la ayuda de datos de sensoriamiento remoto, los cambios climáticos pueden no haber sido el único factor que alteró el curso de los ríos de otrora. “La reactivación de fallas tectónicas sería responsable por ese fenómeno”, afirma Dilce. “La gente piensa que la Amazonia sumamente estable, pero lo cierto es que tiene ocho regiones de ocurrencia de sismos”. Aunque no suelen generar noticias, pues su epicentro se ubica en general en zonas despobladas y de selva. Algunos terremotos de la región pueden ser de gran magnitud y llegar a los 6 ó 7 grados en la escala Richter.

Esta teoría cobró cuerpo después que Dilce coordinó entre 2005 y 2008 un amplio trabajo multidisciplinario en un área piloto de la Amazonia, la región del bajo Tocantins y de la isla de Marajó, en el nordeste de Pará. El proyecto Marajó, tal como los investigadores denominan a la iniciativa, que contó con financiamiento de la FAPESP, reconstituyó la historia geológica del área desde el período Neógeno, hace 23 millones de años, hasta los días actuales. Se estudiaron varios aspectos de la región: las variaciones de los patrones de vegetación en el tiempo geológico; la existencia de desplazamientos de terrenos debido a movimientos acaecidos en fallas tectónicas; los sedimentos formados dentro de antiguos ambientes, tales como ríos, lagos y llanuras de inundación; la variación del nivel del mar y los cambios climáticos. En dichos estudios se emplearon diversas herramientas de análisis. Se usaron imágenes de satélite y de radar para caracterizar espacialmente el área, y se extrajeron muestras de sedimentos de profundidades de hasta 120 metros. A su vez, se aplicaron técnicas de datación y de análisis químico de la materia orgánica preservada en los sedimentos para reconstituir mejor la sucesión de paisajes en el transcurso del tiempo.

ASTEREn el sur de Amazonas, imagen de satélite muestra un lecho antiguo y el actual del río MadeiraASTER

Ubicada en la desembocadura del río Amazonas, a una distancia de algunos kilómetros del continente, la isla de Marajó tiene una extensión de casi 50 mil kilómetros cuadrados – 33 veces el área de la ciudad de São Paulo – y exhibe un patrón de cobertura vegetal con una disposición singular: alrededor de dos tercios de su superficie, en especial en la fracción centro-oeste, están cubiertos por monte espeso, la típica selva ecuatorial; el otro tercio, en la parte este, exhibe un mosaico de montes más abiertos cortados por campos inundados y formaciones al estilo de la sabana. Esta división de la isla en dos perfiles distintos de vegetación tiene su origen en su historia geológica, de acuerdo con la investigadora del Inpe.

Separación del continente
Hasta hace alrededor de 10 mil años, había únicamente selvas espesas en Marajó prácticamente en toda su extensión, con excepción de las áreas cortadas por su antigua cuenca hidrográfica. La isla todavía formaba parte del continente y su sector norte actual estaba debajo del mar. Brazos del río Tocantins serpenteaban por su territorio. Pero entonces empezó su proceso de separación de la tierra firme. La reacomodación de una falla tectónica cambió el curso del Tocantins, cuyas aguas cambiaron su sentido noroeste por el sentido nordeste, y esto abrió camino para cortar la conexión física de Marajó – actualmente considerada la mayor isla fluviomarina del mundo – con el resto de Pará. Una falla que divide groseramente la isla al medio también se movió. “Esto hizo que el sector este de la isla sufriese un hundimiento suave y quedase más sujeta a  la acción de la inundaciones, inicialmente por invasión del agua del mar, y luego de que éste se retirara, por inundación durante los períodos de lluvia”, afirma Dilce. Se creaban así las condiciones naturales para que la isla tuviese dos tipos distintos de vegetación.

A medida que el Atlántico se retiró de la isla, la arena y el barro fueron tapando el lecho de antiguos estuarios y ríos. Las crecidas periódicas en este sector hacían imposible la permanencia de montes densos y crearon las condiciones ambientales para que hace 6.700 años se desarrollase una vegetación de campos abiertos en determinados períodos del año. Simultáneamente, en el fragmento occidental de Marajó, que es más estable, la selva siguió intacta. Desconectados del río Tocantins desde el comienzo del proceso de separación de la isla del continente, buena parte de los cursos de agua de esta zona se secó. Con el tiempo, dichos cursos devinieron sitios en donde la vegetación pasó a crecer inicialmente como gramíneas y arbustos, y después como especies de selva.

Con las imágenes satelitales, sobre todo las de radar, que escrutan las características del terreno aun durante días densamente nublados, el esqueleto de la red de paleorríos y paleocanales puede divisarse con los ojos entrenados de los científicos. Salen a la luz fisonomías que en la actualidad se encuentran encubiertas y camufladas por el suelo y su vegetación. En ocasiones, un antiguo lecho abandonado, actualmente cubierto de selva o sabana, se encuentra en un área en que no restó ni un solo curso de agua en los alrededores. Todo quedó enterrado. En otras ocasiones, está cerca de lo que restó del antiguo río que, debido al tectonismo, tuvo que alterar el camino por el cual sus aguas cortaban el relieve. Ubicado en un sector dominado por la sabana de Marajó, el actual mayor lago de la isla, el Arari, está encajado en el paleoestuario que era alimentado por un río actualmente desaparecido que se originaba en el continente.

Servicio Geológico AmericanoRed de paleorríos se entrelaza con el lecho actual de un río en la isla de MarajóServicio Geológico Americano

En otras partes de la Amazonia, el movimiento de las fallas tectónicas igualmente alteró el curso de importantes ríos y dejó una serie de paleocanales interconectados como vestigios de esa zamarreada de la topografía. En el centro-sur de Roraima, en una región ubicada dentro del Parque Nacional de Viruá, a alrededor de 190 kilómetros de la capital, Boa Vista, se encontró una red de paleorríos cerca de la orilla izquierda del actual río Branco. En esa misma zona existe una extensa fracción de sabana en medio de la selva. “Algunos de esos paleocanales aún están activos y pueden ser tomados por las aguas en las época de crecida”, dice el geógrafo Hiran Zani, quien estudia el área en su trabajo de doctorado sobre sensoriamiento remoto en el Inpe. “Dataciones preliminares de la materia orgánica preservada en muestras de sedimentos indican que hubo allí una alteración de paisaje en el transcurso de los últimos 20 mil años.”

El nuevo y el antiguo Madeira
Un caso análogo es el del río Madeira en la zona ubicada más al sur del estado de Amazonas. En dicha área, un segmento de 200 kilómetros de extensión del río se desplazó al este en razón de un reordenamiento de fallas tectónicas acaecido hace algunos miles de años. Varios de los afluentes de la orilla derecha del Madeira también cambiaron de lugar. Sobre los antiguos lechos de estos ríos, que fueron tapados con sedimentos arenosos, creció una vegetación del tipo de la campiña o de cerrado o sabana. En imágenes de sensoriamiento remoto y en fotos aéreas, este tipo de vegetación más abierta contrasta fuertemente con la selva de su entorno. “Al igual que en la isla de Marajó, las manchas de sabana de esta región coinciden precisamente con los cursos de los antiguos ríos, actualmente abandonados en el paisaje”, afirma Dilce. “Los cambios climáticos del pasado no habrían sido capaces por sí solos de producir franjas de sabana que serpentean dentro de la selva y se mimetizan a los ríos.”

La atribución en buena medida del origen de estos puntos aislados de sabana de la Amazonia a la existencia de paleocanales de origen tectónico es una idea nueva y aún no tiene consenso. El físico Luiz Carlos Pessenda, del Centro de Energía Nuclear de la Agricultura (Cena) de la Universidad de São Paulo (USP), quien participa en algunos estudios con Dilce en la isla de Marajó y en otros puntos de la región norte, coincide sólo en parte con la tesis de la investigadora del Inpe. “Los datos geo­lógicos son importantes, pero son complementarios”, afirma Pessenda. “La cuestión climática es siempre relevante, independientemente de los datos sobre tectonismo”. De acuerdo con el físico, las manchas de campos abiertos y sabanas surgieron debido a la mayor aridez del clima de la región hace entre 9 mil y 3 mil años. Estudios isotópicos y geoquímicos de suelos y sedimentos lacustres indican que puede haber llovido mucho menos en la Amazonia y en la región nordeste durante ese período, con lo cual se habría vuelto imposible el mantenimiento de la selva tropical en ciertas zonas. Así habría quedado abierto el camino para la instalación de campos y cerrados.

Pero en una cuestión Pessenda y Dilce están totalmente de acuerdo: las áreas de sabana natural parecen estar perdiendo espacio en los últimos años y las selvas densas y cerradas avanzan para tomar su territorio. Así será, a menos que se produzcan nuevos cambios de fondo en el relieve o en el clima de la Amazonia.

El proyecto
Integración de datos biológicos y geológicos en el bajo Tocantins y en la isla de Marajó, clave en el análisis de la biodiversidad (nº 2004/15518-6); Modalidad Ayuda Regular a Proyecto de Investigación; Coordinador Dilce Rossetti – Inpe; Inversión R$ 423,269.10 (FAPESP)

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