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Entrevista

Ivair Gontijo: Con el horario de Marte

El ingeniero es uno de los encargados de monitorear el vehículo robótico todoterreno Perseverance, que está buscando vestigios de vida en el planeta más cercano a la Tierra

Graduado en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), Gontijo trabaja desde hace casi 15 años en la Nasa

Barbara Lopes/Agencia O Globo

Hace poco más de dos meses, la humanidad pudo oír por primera vez el sonido del viento sobre la superficie de Marte, el vecino más próximo a la Tierra en el Sistema Solar. Los audios en cuestión fueron captados en el interior del cráter Jezero por el róver Perseverance (perseverancia). Este vehículo de exploración es el quinto y el más sofisticado de los jeeps robóticos construidos por la Nasa, la agencia espacial estadounidense, cuya misión consiste en encontrar vestigios de la vida microbiana que podría haber existido en el planeta. Para ello, cuenta con instrumental de última generación, como el dispositivo que toma imágenes en alta resolución, capta audios e identifica los elementos químicos y minerales presentes en las rocas y en el suelo marciano (obsérvese la infografía).

El desarrollo de este instrumento, denominado SuperCam, contó con la participación fundamental del físico e ingeniero brasileño Ivair Gontijo. “Fui el responsable de todas las interfaces entre el aparato y el vehículo, que protagonizó la misión denominada Marte 2020. Funcioné como enlace entre el grupo internacional de científicos que se ocupó de desarrollar el dispositivo y mis compañeros de la Nasa que diseñaron y construyeron el Perseverance”, dice Gontijo. Desde que el róver se posó sobre la superficie del planeta vecino, él ha estado trabajando en horarios marcianos, monitoreando las imágenes y datos que envía el instrumento.

Esta es la segunda participación del científico en las misiones de la Nasa a Marte. Entusiasta de la astronomía desde que era niño, Gontijo nació hace 60 años en Moema, una ciudad de cuatro mil habitantes en el estado brasileño de Minas Gerais, e inició su vida profesional en una granja de cría de ganado y caballos. En la entrevista que se transcribe a continuación, concedida a Pesquisa FAPESP vía WhatsApp, él relata cómo modificó el enfoque de su carrera para transformarse en uno de los líderes de una de las misiones espaciales en curso más avanzadas.

¿Cómo ingresó a la Nasa?
Empecé a trabajar allá hace casi 15 años, en 2006. La historia de mi contratación es tan larga, complicada y repleta de obstáculos que ha quedado plasmada en un libro, intitulado A caminho de Marte (Rumbo a Marte, editorial Sextante, 2018]. Puedo asegurarles que no fue en la primera, ni en la segunda, ni en la tercera oportunidad que llamé a la puerta de la Nasa cuando finalmente tuve éxito. Tras varios intentos, finalmente me convocaron cuando hallaron mi currículo en la página web de una conferencia del área de láseres y fibra óptica. El ingeniero que me contrató me dijo que estaba buscando exactamente alguien con mi experiencia y background en láseres y fabricación de dispositivos optoelectrónicos.

Tuvo que tener paciencia y ser persistente.
Así es. Cuando tenemos planes ambiciosos, debemos insistir hasta que las muchas negativas alguna vez se conviertan en aprobación. En el libro [ganador del Premio Jabuti en 2019] cuento toda mi historia, desde que salí de Moema, un pueblo remoto en el interior de Minas Gerais, hasta que recalé en la Nasa. También hago una reseña de los 25 siglos de conocimientos acumulados sobre astronomía en general y sobre Marte en particular, explicando los pormenores del proyecto, construcción, lanzamiento y operación de un vehículo en Marte. Trabajo en el Laboratorio de Propulsión a Chorro [JPL], que está instalado en los alrededores de Los Ángeles, en California (EE. UU.), y me dedico por completo al proyecto de la sonda Perseverance. Nuestra labor arranca cuando en Marte comienza a atardecer, porque ese es el horario en el que el vehículo nos envía los datos que va recogiendo. Por lo tanto, mi rutina diaria se adapta al horario marciano. Como el día allá dura alrededor de 40 minutos más que el nuestro, Marte no tiene un huso horario fijo comparable al nuestro. Cada tres días, la diferencia entre el horario marciano y el nuestro, aquí en la Tierra, se incrementa en dos horas. A veces, mi jornada de trabajo transcurre durante la madrugada.

¿Cuál es su función en la misión del Perseverance?
Desde 2015, coordiné un grupo internacional encargado de construir uno de los instrumentos embutidos en el vehículo, la SuperCam, o Supercámara, que escanea el suelo y las rocas de Marte en busca de compuestos asociados a la existencia de vida en el planeta. Fui el responsable de las interfaces entre ese dispositivo y el vehículo. Los científicos que diseñaron el instrumento pertenecen a instituciones de tres países: siete instituciones francesas, entre ellas el Museo nacional de Historia Natural, de París, una universidad española, la de Valladolid, y el Laboratorio Nacional de Los Álamos, en Nuevo México (EE. UU.). Fui el nexo entre los científicos de estos tres grupos y mis compañeros de la Nasa responsables del proyecto y construcción del vehículo. Garanticé que el instrumento tuviera un volumen y una masa adecuados para que cupiera en el róver, que su software fuera compatible con el de él, que el requerimiento de energía eléctrica fuera suficiente como para poder funcionar en Marte, y otro millón más de detalles. Trabajé durante cinco años hasta que estuvo listo el instrumento, realizamos pruebas de todas sus capacidades y lo adaptamos al vehículo Perseverance.

¿Cuáles fueron los retos principales que afrontaron para la construcción de la sonda y sus sistemas?
La construcción de un vehículo con las características del Perseverance es algo muy complejo e implica el esfuerzo de una gran cantidad de personas. Todo es complejo y todo lo que puede salir mal, finalmente sale mal. Por eso, comprobamos una inmensa cantidad de cosas para poder garantizar que todo funcionará bien en Marte. Las pruebas se llevan a cabo en condiciones mucho más rigurosas que aquellas con las que van a toparse la sonda y sus dispositivos en el suelo marciano. La mayor dificultad acaso haya sido  tener que trabajar con un deadline rígido, un límite de tiempo que no puede alterarse. Bromeamos diciendo que la mecánica celeste no espera a nadie. El vehículo tenía que estar montado para su lanzamiento entre los meses de julio y agosto de 2020 [se efectuó el 30 de julio]. Si fallábamos, hubiéramos tenido que esperar 26 meses hasta una nueva ventana en la que ambos planetas se posicionaran correctamente en órbitas que permitieran el lanzamiento.

¿Cómo analiza los resultados del proyecto hasta ahora?
Recibimos los resultados del descenso de la sonda en Marte al comienzo de la tarde del 18 de febrero, hora de California. Cuando serían las 15 h me fui a dormir y descansé unas tres o cuatro horas porque luego debería trabajar por la noche. Formé parte del grupo que recibió los datos enviados por la sonda en su primera mañana allá en Marte. Comenzamos a recibir las primeras imágenes del despliegue del paracaídas y del posado de la sonda en Marte, algo absolutamente fantástico. Por eso, estuvimos trabajando desde las 21 h hasta las 6 h del día siguiente. Fue una jornada extensa, pero muy emocionante. Hasta ahora los resultados han sido muy buenos. Todavía estamos en la fase de pruebas para garantizar que todo esté funcionando correctamente. El 19 de abril, lanzamos un helicóptero, el Ingenuity [ingenio], que viajó plegado en el interior de la sonda. Se lo soltó en el suelo, por debajo del Perseverance. El róver se alejó un poco y, tras eso, el Ingenuity quedó liberado para realizar el primer vuelo en Marte.

¿En cuáles otras misiones a Marte ha participado?
Trabajé en la misión del róver Curiosity [curiosidad], lanzado en 2011, que llegó a Marte en agosto de 2012. Fui parte del equipo a cargo del radar que controló el descenso del vehículo en suelo marciano. Fui el ingeniero responsable de los transmisores y receptores del radar. Lo bueno de esta historia es que el radar del Perseverance es una copia del radar del Curiosity; por eso, en cierta forma, también estoy involucrado indirectamente con ese otro sistema del Perseverance.

Archivo personal Gontijo y el róver Curiosity en el sitio llamado Jardín de Marte, en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la Nasa, en California (EE. UU.)Archivo personal

¿Usted es el único ingeniero brasileño en la misión?
No, también está el ingeniero carioca Daniel Nunes, uno de los científicos que se ocupan del instrumento Rimfax, un radar que realiza mediciones por debajo de la superficie del suelo marciano, hasta 10 metros de profundidad. Además de Nunes, también hay varios brasileños más trabajando en el JPL. Tenemos un grupo de correo electrónico conformado por lusófonos, principalmente integrado por brasileños, pero también hay algunos portugueses y estadounidenses que hablan nuestro idioma. Antes de la pandemia, nos reuníamos de tanto en tanto para conversar en portugués.

¿Qué nos falta para poder enviar una nave espacial tripulada a Marte?
Los retos son gigantescos y quedan muchas cosas por solucionar. Por ejemplo, la producción de oxígeno para el consumo durante el viaje y, una vez en Marte, ese es un problema para el cual aún no disponemos de una solución. Lo mismo cuenta para el caso de la alimentación. Un viaje tripulado hasta allá duraría 26 meses, que es el intervalo de tiempo en el que las órbitas de los dos planetas se encuentran alineadas, permitiendo el lanzamiento de la nave hacia Marte y el vuelo de regreso. No sé cuándo va a suceder eso y creo que nadie podría responder a esa pregunta ahora mismo. Pero espero estar vivo para poder ver a los primeros humanos pisando el suelo de Marte.

¿Cómo es su vida en Los Ángeles?
Me levanto siempre a las 5 a.m. y mantengo una rutina muy ocupada, con mucho trabajo. Antes de la pandemia asistía diariamente al JPL, que se encuentra a más de 50 kilómetros de mi casa. Si hay algo de bueno en esta pandemia eso es que no tengo que manejar 106 kilómetros todos los días. Habitualmente, camino cada noche por el barrio durante una hora y, los fines de semana, me gusta ir a la playa. De vez en cuando salgo a pasear por las montañas cercanas a Los Ángeles, que es un lugar muy hermoso.

¿Dónde trabajó antes que lo contratara la Nasa?
La Nasa es mi quinto empleo en Estados Unidos. Además de en Brasil, también viví en Escocia, donde obtuve mi doctorado. En Estados Unidos, en un comienzo hice un posdoctorado en la Ucla, la Universidad de California en Los Ángeles. Después, trabajé en empresas de telecomunicaciones por fibra óptica y en una compañía de biotecnología, diseñando lentes para la cirugía de catarata. Después de eso fue que me contrató la Nasa.

¿Cómo fue su formación académica?
Solo estudié en escuelas públicas de Brasil. La enseñanza media fue en una técnica en agropecuaria y ejercí esa profesión durante tres años. Fui administrador de una granja de cría de ganado y caballos, y también plantaciones de arroz y frijoles en el norte de Minas Gerais. No había energía eléctrica y la ciudad más cercana estaba a 100 kilómetros. Luego de eso partí rumbo a Belo Horizonte, donde cursé la carrera de física en la UFMG [Universidad Federal de Minas Gerais] y una maestría en óptica. Después hice el doctorado en ingeniería eléctrica en la Universidad de Glasgow (Escocia). Desde niño me fascinaban la ciencia y la tecnología, especialmente la astronomía. La primera vez que vi algo por televisión fue en 1969, cuando se transmitió la llegada del hombre a la Luna. Siempre pensé en trabajar en el área espacial. Por eso busqué con tanta obstinación un empleo en la Nasa.

¿Qué les diría a los jóvenes brasileños que sueñan con trabajar allá?
Que si hasta yo pude conseguir un empleo en la Nasa, creo que eso está al alcance de la mayoría de la gente. Cuando somos jóvenes, casi todo es posible. Está claro que debemos insistir y tener grandes sueños y planes a largo plazo. También es necesario tener paciencia, porque estas oportunidades no surgen de un momento a otro. Los planes ambiciosos no se concretan en seis meses, un año o cinco años. A veces demoran 10 años o más. Mi libro incluye un álbum de fotografías en colores con un montaje sugerente al final del mismo. La parte superior de la página trae una foto mía delante del jeep en la granja de Minas Gerais donde trabajaba y, la de abajo, es otra imagen mía en el JPL, en un sitio conocido como el Jardín de Marte, junto al robot todoterreno Curiosity. Entre una y otra fotografía transcurrieron 30 años. Eso prueba que si nos mantenemos enfocados y perseveramos podemos alcanzar nuestros objetivos.

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