La Amazonia, usualmente concebida como una alfombra verde que cubre una extensa área plana, oculta un relieve peculiar y menos conocido: montañas con altitudes que varían entre los 800 y los 3 mil metros (m). Esos imponentes macizos aparentemente inmutables son, para los biólogos, laboratorios vivos en constante transformación. Allí surgen, viven, se reproducen, migran y desaparecen especies en gran número y variedad. Grupos de investigadores de diversas instituciones del país trabajan para elaborar un retrato más fiel de la flora de esa región montañosa de la Amazonia, y algunas pinceladas de esa pintura ya pueden apreciarse. Más de dos decenas de nuevas especies vegetales –sobre todo de plantas con flores (angiospermas)– se descubrieron en una serie de expediciones efectuadas en años recientes y ahora se está desarrollando el proceso de descripción en la literatura científica.
Entre 2011 y 2014, cinco biólogos del Jardín Botánico de Río de Janeiro (JBRJ) exploraron áreas remotas del lado brasileño del Escudo de las Guayanas, una formación geológica que comprende a las Guayanas, gran parte de Venezuela y una pequeña porción del extremo norte de Brasil. Afrontando climas extremos y retraso en los viajes, los científicos visitaron la Serra de Aracá y Pico da Neblina, en el estado de Amazonas, y Serra Grande y Monte Caburaí, en el estado de Roraima, a pie, sin un camino que seguir, sobre las rocas o en suelos fangosos y recogiendo plantas entre zanjas, arbustos y depresiones. Esas tierras, formadas por cerros con picos escarpados o elevaciones con cumbres en forma de meseta a las cuales se conoce por su nombre indígena, tepui, albergan una vegetación muy distinta a aquella que crece sobre la vasta planicie amazónica.
En las tierras bajas, de hasta 500 m de altitud, predomina la selva densa y alta, mientras que la flora de los cerros y de los tepuis recuerda a los matorrales de altura de las áreas montañosas de los estados de Minas Gerais y Bahía. Parte de ese universo botánico hasta ahora casi inexplorado científicamente en Brasil comienza a ser develado.
En esas expediciones, los investigadores recolectaron alrededor de 4 mil muestras de plantas. Hasta ahora se registraron en territorio brasileño alrededor de 60 nuevos hallazgos de plantas vasculares que tan sólo se habían observado en países vecinos. Al menos 10 nuevas especies, entre briófitas y angiospermas, fueron o están siendo descritas. El Aracá era el único tepui para el cual existía una lista preliminar de plantas con un registro de unas 250 especies, publicada en 1992 por el botánico británico Ghillean Tolmie Prance y por el botánico estadounidense David Johnson, quienes promovieron expediciones a la región en la década de 1990. “Con nuestras recolecciones, logramos ampliar ese listado, identificando alrededor de 450 especies de plantas vasculares solamente en esa parte alta del cerro”, celebra la botánica Rafaela Campostrini Forzza, curadora del Herbario del JBRJ e integrante de las expediciones.
Aracá, otro tepui
Las familias, los géneros y muchas de las especies halladas en el Aracá son los mismos que predominan en los otros tepui del escudo de las Guayanas. “Algunos estudios ponían en duda si el Aracá era un tepui, por hallarse demasiado distante del área original y por ser una montaña más baja, con la vegetación del entorno llegando más cerca de su cumbre. Pero nuestro trabajo demostró que la composición de la flora en la cima es la típica que presentan los tepuis”, afirma la investigadora.
No resulta sencillo llegar a los tepuis de esa región, dado que se requiere de una logística compleja, que incluye transporte aéreo, terrestre y acuático, además del auxilio de ayudantes locales. De las tres expediciones a Serra de Aracá, la primera –más explorativa– y la tercera se realizaron a pie. “Volamos desde Río hasta Manaos, donde una van nos llevó hasta Novo Airão, en el estado de Amazonas; desde allí nos trasportamos en un barco; luego, una lancha rápida nos llevó hasta la base del Aracá y, desde ahí, ascendimos a pie hasta la cumbre”, relata el botánico Gustavo Martinelli, coordinador del Centro Nacional de Conservación de la Flora del JBRJ y uno de los científicos del equipo que exploró las montañas.
“No se trata solamente de una caminata difícil”, dice Rafaela Campostrini. “Subimos con pertrechos pesados, gel de sílice, alcohol, periódicos, comida, tiendas de campaña y otros enseres, y descendimos cargados con bolsos y más bolsos de plantas, muestras prensadas y atadas”, comenta. “Fue duro”.