Los antiguos grupos escolares, creados en Brasil en los albores de la República, ocupaban casonas o edificios monumentales, a menudo cercados por amplios jardines, con grandes aulas, ventanas altas y anchas, y patios inmensos. Correspondía a la antigua primaria y a los actuales cinco primeros grados de la enseñanza básica en el país, y constituían el símbolo de la escuela pública de calidad. Su arquitectura y su modo de funcionamiento expresaban los ideales de los hombres que habían derribado a la monarquía y querían un país moderno. “Los grupos eran la materialización del proyecto republicano de educación”, sintetizó Maria Aparecida de Menezes Borrego, historiadora del Museo Paulista de la Universidad de São Paulo (USP). Eran tan importantes que, dice Menezes Borrego, “en el departamento de obras del estado había un área especializada en la construcción de escuelas dirigida por Ramos de Azevedo y otros grandes nombres de la arquitectura de la época”.
Menezes Borrego organizó una exposición sobre grupos escolares en el Museo Republicano Convenção de Itu, una extensión del Museo Paulista [con sede en la ciudad de Itu, en el interior de São Paulo], con base en el archivo de 4.884 fotografías del presidente Washington Luís, que gobernó Brasil entre 1926 y 1930. La primera parte de la muestra, abierta en noviembre de 2014, puso de relieve la arquitectura de escuelas que Washington Luís visitó o inauguró cuando fue concejal, diputado estadual, alcalde o gobernador de São Paulo. La segunda parte empieza en abril, y presenta libros didácticos, de inscripciones y de aprobación de alumnos del comienzo del siglo pasado.
Los republicanos paulistas –Prudente de Morais, Bernardino de Campos, Jorge Tibiriçá, Cesario Motta, Caetano de Campos, Rangel Pestana y otros– se abocaron con empeño a la renovación de la enseñanza “como una obra eminentemente republicana”, afirma Rosa de Fátima Souza, de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) de la ciudad de Araraquara. Desde hace más de 20 años, Souza analiza la formación de los grupos escolares y de los llamados gimnasios, los actuales sexto, séptimo, octavo y noveno año, creados como reflejo de la política de expansión de la matrícula escolar implementada en la Era Vargas. “La expansión de los gimnasios fue más rápida en São Paulo. De todos modos, no había gimnasio en todos los municipios”, comenta. Hasta 1930, sólo había tres gimnasios en el estado, en las ciudades de São Paulo, Campinas y Ribeirão Preto. En un libro publicado en 2014, O ginásio da morada do sol (Editora Unesp), Rosa y sus colegas Vera Valdemarin y Maria Cristina Zancul cuentan la historia del primer gimnasio de Araraquara, creado en 1934 mediante la incorporación de una escuela privada, que actualmente lleva el nombre de Escuela Estadual Bento de Abreu.
Primero, los docentes
Los así llamados grupos eran producto de la reforma escolar de 1893, que comenzó con la creación de cursos para docentes. “Los republicanos paulistas apostaron en la formación de los docentes para desarrollar la instrucción pública, la llamada educación popular, considerada fundamental para la consolidación del nuevo régimen y para la formación de ciudadanos republicanos”, comenta Souza. Sin embargo, rápidamente se vio que el mantenimiento de las llamadas escuelas normales para la formación de maestros era caro. “Durante la Primera República”, sostiene Souza, “se crearon con mantenimiento a cargo de la gobernación tan sólo 11 escuelas normales oficiales, en ciudades importantes como Campinas, Casa Branca, Itapetininga, São Carlos, Botucatu y São Paulo”. La primera que se creó fue la Escuela Normal Caetano de Campos, que ocupó un edificio en Praça da República, en el centro de la ciudad de São Paulo, y sirvió de referencia para los maestros de todo el estado.
Para resolver la escasez de maestros, el gobierno adoptó una estrategia paliativa a partir de 1895: los grados complementarios, inicialmente de cuatro años de duración, luego del primario. “Los grados complementarios pasaron a servir como curso de formación de maestros y no más como segunda etapa de la primaria”, comenta Souza. “Como consecuencia de esa medida, se establecieron en el estado de São Paulo dos modalidades de formación docente: la de los normalistas, que se graduaban en las escuelas normales, y la de los complementaristas, de las escuelas complementarias. Por supuesto que los maestros normalistas poseían una formación más larga y más completa, mientras que los complementaristas tuvieron una formación más rápida.”
Los grupos escolares se crearon a partir de la reunión de entre cuatro y diez unidades menores, las escuelas aisladas. En una etapa siguiente, anticipando las innovaciones planificadas, las llamadas escuelas reunidas aplicaban los principios que regirían la enseñanza durante las primeras décadas de la República, tales como la clasificación de alumnos por edad, varios salones de clases en un mismo edificio, una maestra por grado y divisiones separadas para niños y niñas.
“Las escuelas creadas al comienzo de la República representaban la educación regeneradora en una población todavía con una alto índice de analfabetos”, dijo Menezes Borrego. Las nuevas estrategias de enseñanza llevaron más niños a las escuelas: la cantidad de alumnos inscritos en el estado pasó de 31 mil en 1900 a 338 mil en 1929. En un artículo de la Revista de Educação Pública, Souza escribió que la gobernación del estado y los organismos ligados a la enseñanza en São Paulo procuraban darle visibilidad a las realizaciones por medio de artículos publicados en periódicos, informes oficiales, pomposas inauguraciones de escuelas, fiestas y conferencias. De todos modos, en 1940 todavía había casi un 70% de analfabetos entre los en ese entonces 41 millones de brasileños.
Las escuelas públicas perduraron como símbolos de la educación de calidad durante décadas. Un símbolo frágil, a juicio de Rosa Souza. “Soy particularmente contraria al uso que se hace de la historia de la educación para reiterar visiones nostálgicas e idílicas de un pasado glorioso, donde la escuela pública era de buena calidad y funcionaba maravillosamente bien”, afirma. Al examinar archivos escolares, informes de maestros, directores e inspectores de escuelas paulistas a lo largo del siglo XX, se ha encontrado con relatos de “innumerables dificultades enfrentadas cotidianamente, ya sea con relación a las condiciones de infraestructura y materiales de las escuelas o con relación a las condiciones de trabajo, salariales y de aprendizaje de los alumnos”.
Según Souza, en 1960 más del 40% de los niños se encontraba fuera de la escuela en Brasil por falta de vacantes. Asimismo, los índices de aprobación eran bajos: casi la mitad de los niños era reprobados en primer grado. “Era muy difícil mantener a los niños en la escuela para una cantidad grande de familias, especialmente para la población rural”, asevera Souza. Por cierto, la reforma de la enseñanza privilegió a las ciudades y dejó a un lado a la zona rural, aunque la mayor parte de la población del estado de São Paulo aún estuviese en el campo, asevera la profesora junto a Virgínia Ávila, de la Universidad de Pernambuco, en un artículo publicado en la revista História da Educação. Las escuelas rurales siguieron enfrentando a falta de maestros, la precariedad de las instalaciones y el alto índice de deserción de alumnos, pues el trabajo en el campo los requería.
Los que tenían más dinero y no querían ver a sus hijos mezclados con los niños de las escuelas públicas recurrían a las escuelas privadas, normalmente religiosas. El colegio Nossa Senhora do Patrocínio de Itu aceptaba únicamente a niñas. Una de ellas, Helena de Oliveira Machado, pasó por él en la década de 1910, y sus cuadernos y dibujados, preservados por una nieta, estuvieron expuestos en el Centro de Estudios, cerca del Museo Republicano, complementando la muestra de la arquitectura de los grupos escolares.
Las escuelas públicas empezaron a perder prestigio con las sucesivas reformas educativas, que implicaron el fin de las clases de latín y luego de las de francés. En la década de 1970, los grupos escolares y los gimnasios se transformaron en escuelas estaduales primarias y los maestros sufrieron un fuerte achatamiento salarial, que desembocaron en huelgas como la de 1979. “Como en el pasado, existen desafíos que deben afrontarse en el ámbito político y en el ejercicio del magisterio”, dijo Souza. “Los republicanos de comienzos del siglo XX dejaron esa lección, es decir, la defensa de la escuela pública y de la formación docente y la iniciativa del poder público tendiente a modernizar y propagar la enseñanza.”
Proyecto
La historia de la escuela primaria rural en el estado de São Paulo (1931-1968): la circulación de referencias extranjeras, iniciativas del poder público y la cultura escolar (nº 12/ 08203-5); Modalidad Ayuda a la Investigación – Regular; Investigadora responsable Rosa de Fátima Souza (Unesp); Inversión R$ 69.621,09 (FAPESP).
Artículos científicos
ÁVILA, V. P. S. y SOUZA, R. F. As disputas en torno do ensino primário rural (São Paulo, 1931-1947). História da Educación. v. 18, n. 43, p. 13-32. 2014.
SOUZA, R. F. O bandeirismo paulista no ensino e a modernização da escola primária no Brasil. Revista de Educação Pública. v. 20, n. 42, p. 123-43. 2011.