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CAMBIO CLIMÁTICO

La COP 28 reconoce el peso de los combustibles fósiles en el calentamiento global, pero no apunta hacia su erradicación

En Dubái, la Conferencia de la ONU recomienda invertir en fuentes de energías limpias y renovables

Manifestantes en la COP 28 reclaman el fin del uso de los combustibles fósiles

Dominika Zarzycka / NurPhoto vía Getty Images

“La transición hacia el abandono de los combustibles fósiles en los sistemas energéticos de manera justa, ordenada y equitativa, acelerando las acciones en esta década crítica, en pos del objetivo de eliminación de las emisiones netas en 2050, de acuerdo con la ciencia”. Fruto de innumerables negociaciones, esta declaración es la principal resolución asumida por casi 200 países, incluido Brasil, que participaron en la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la COP 28. El acuerdo se anunció el 13 de diciembre en Dubái (Emiratos Árabes Unidos), uno de los 10 mayores productores de petróleo del mundo, donde se celebró la reunión que duró dos semanas.

La meta de emisiones netas cero en 2050 no significa que los países hayan acordado prohibir el uso del petróleo, el gas y el carbón hacia mediados de este siglo. Solamente constituye una declaración de principios que apunta a un compromiso de las naciones durante los próximos 30 años para reducir al máximo las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de las actividades humanas, que intensifican el calentamiento global.

En los casos en que su reducción no sea posible o, como dirían los más escépticos, deseable, los países deberán adoptar mecanismos compensadores para extraer de la atmósfera la misma cantidad de gases que emiten. Como las tecnologías de compensación son controvertidas y no hay evidencias científicas de su seguridad o utilidad a gran escala, el concepto de emisiones netas cero puede llegar a ser una quimera.

“Aunque en Dubái no hayamos dado vuelta la página de la era de los combustibles fósiles, este resultado es el principio del fin”, dijo Simon Stiel, secretario ejecutivo del organismo de las Naciones Unidas que se ocupa del tema del cambio climático, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en su discurso de clausura de la conferencia. “Ahora todos los gobiernos y negocios deben transformar sin demora estas exigencias en resultados en la economía real.”

Esta fue la primera vez que un acuerdo de la COP alude explícitamente a los combustibles fósiles como los causantes principales de la crisis climática y a la necesidad de ir reduciendo gradualmente su utilización, dando inicio a una transición hacia fuentes de energía limpias, como la eólica y la solar.

Moderadamente a favor de algún cambio en el patrón de emisiones de gases de efecto invernadero, la propuesta acordada en la conferencia es poco concreta en cuanto a metas y plazos, y somera en la financiación de una transición hacia un estándar más sostenible y limpio en cuanto al consumo de energía.

El texto final de la COP 28 establece que, para 2030, los países se comprometen a triplicar el uso de energías renovables y a duplicar su eficiencia energética. Se instituyó un fondo internacional para mitigar los impactos del cambio climático, especialmente en los países pobres. Pero su valor, de momento de 700 millones de dólares, representa menos del 1 % del monto anual necesario para poder llevar a cabo esta labor.

Las repercusiones por los términos y el contenido del documento final de la COP 28 han oscilado básicamente entre dos extremos, con cierto margen para posturas intermedias. Hubo euforia entre algunos de sus signatarios, que lo consideraron un avance histórico. Los miembros de la sociedad civil, incluyendo a organizaciones ambientalistas y muchos científicos, calificaron al documento como decepcionante. Esperaban que la conferencia asumiera el compromiso de prohibir urgentemente el uso de los combustibles fósiles, en lugar de acordar la promoción de una transición genérica.

“Esta transición que se ha anunciado es exactamente lo que la mayoría de los países ya vienen haciendo desde hace más de 20 años, con la implementación de la generación de energía solar y eólica, la electrificación del sector del transporte, entre otras medidas”, dice Paulo Artaxo, del Instituto de Física de la Universidad de São Paulo (IF-USP), uno de los coordinadores del Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG), quien participó en la reunión en Dubái. “La recomendación de hacer algo que ya se está haciendo no puede considerarse como un progreso o un avance”.

La participación de las energías renovables en la matriz energética del planeta ha aumentado en las últimas décadas. Pero el consumo de combustibles fósiles, que representa alrededor de un 75 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, ha crecido en términos absolutos, año tras año. La única excepción significativa a esta tendencia se produjo durante el apogeo de la pandemia de covid-19 (véase el gráfico).

Rodrigo Cunha / Revista Pesquisa FAPESP

Para Gilberto Jannuzzi, del Núcleo Interdisciplinario de Planificación Energética de la Universidad de Campinas (Nipe-Unicamp), la evaluación de los resultados de la COP 28 debe considerarse desde dos puntos de vista. Uno es la ratificación de la información científica acerca del rol que le cabe a la quema de los combustibles fósiles en el aumento del calentamiento global. El otro es el establecimiento de metas y políticas concretas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

“En cuanto al primero ha habido avances, conforme al historial de las negociaciones diplomáticas en lo que respecta al cambio climático”, pondera Jannuzzi, otro de los coordinadores del PFPMCG. “Hasta los grandes productores de petróleo finalmente han reconocido el papel de los combustibles fósiles en el calentamiento global. Espero que este debate científico haya quedado saldado”.

En términos prácticos, subraya que el texto de la COP 28 es tardío e insatisfactorio. “Hemos tardado 30 años para arribar a este acuerdo”, dice Jannuzzi. “Pero el mismo no es suficiente como para situarnos a tiro de mantener el calentamiento global en un máximo de 1,5 grados Celsius (ºC)”.

Según el Acuerdo de París, el mundo debe tener como meta restringir el calentamiento global en los próximos años a menos de 2 ºC en comparación con los niveles de la sociedad preindustrial (en torno a 1850). Lo ideal sería que el aumento de la temperatura no superara los 1,5 ºC, un valor que se considera alto, pero que causaría problemas socioeconómicos que aún podrían administrarse.

El problema reside en que las últimas estimaciones de los organismos de las Naciones Unidas sitúan al mundo en la senda de un calentamiento de 2,5 ºC si se mantiene el patrón actual de emisiones de gases de efecto invernadero. No en vano se considera que 2023 ha sido, con creces, el año más caluroso que ha soportado el planeta desde mediados del siglo XIX.

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