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Arqueología

La cultura de los geoglifos

Los enormes círculos y cuadrados que fueron excavados en el suelo de la Amazonia hace dos mil años

Edison caetano Dibujo geométrico en Plácido de Castro, estado de Acre: escenario de ceremoniasEdison caetano

Según parece, hubo una época en que en algún rincón de la Amanzonia los dioses fueron geométricos: en el este de Acre, cerca de la frontera con Bolivia. Y esa época empezó probablemente antes de lo que se pensaba. Doce dataciones con radiocarbono efectuadas en diferentes sectores de tres sitios arqueológicos de esa zona señalan que la construcción de los llamados geoglifos -grandes dibujos excavados en el suelo de la selva por una cultura precolombina aún no determinada, admiradora de las líneas rectas de cuadrados y rectángulos y de los trazos redondeados de círculos y elipses- empezó hace al menos dos mil años. Coordinado por la arqueóloga Denise Schaan, de la Universidad Federal de Pará (UFPA), este nuevo estudio, con un artículo que se encuentra en fase de conclusión antes de su presentación para publicación en una revista científica, amplía la cronología de la cultura amazónica de los geoglifos. Hasta ahora existía solamente el dato de una datación realizada por investigadores finlandeses en uno de esos sitios arqueológicos en 2003 en Acre, que ubicaba a la producción de los dibujos entre los siglos XIII y XIV.

La nueva serie de dataciones, realizada a partir de restos de carbón quemado encontrados en una capa geológica rica en trozos de cerámica, un indicativo de que hubo allí alguna presencia humana, también sugiere que los desconocidos autores de los geoglifos pueden haber desaparecido antes de la llegada a América de los europeos. Pero ninguno de los tres sitios estudiados (Fazenda Colorada, Jacó Sá y Severino Calazas), ubicados en un radio de 20 kilómetros dentro de una área de meseta, de tierra firme, no inundable, entre los valles de los ríos Acre e Iquiri, ha suministrado hasta ahora elementos que indiquen que fueron habitados por tribus hace más de 500 años. “El resultado de las dataciones fue una sorpresa”, dice Denise, quien encabeza los trabajos arqueológicos sobre los geoglifos desde 2005 con fondos del CNPq (el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico), de la Academia de Ciencias de Finlandia y del estado de Acre.

080-083_Geoglifos_186La edad de los dibujos geométricos, moldeados en el suelo amazónico mediante el retiro de grandes cantidades de tierra, no es el único punto que está siendo sometido a revisión. La función primordial de estos sitios, que pueden exhibir más de un tipo de geoglifo y vestigios de antiguos caminos, también está en abierto. Desde los años 1970, cuando comenzaron a desforestarse partes de Acre para dar paso a las actividades agropecuarias y se avistaron los primeros geoglifos en puntos hasta entonces cubiertos por la selva, los investigadores se preguntan por qué los antiguos habitantes de la región esculpieron círculos y cuadrados en bajorrelieve en el suelo. La hipótesis inicial de que las construcciones, cuyos contornos están formados por zanjas continuas abiertas en el terreno, podrían haber tenido funciones defensivas, similares a las de un fuerte, parece tener cada vez menos asidero. Excavaciones recientes realizadas en casi una decena de sitios de Acre asociados a la existencia de los dibujos apuntan que esos lugares no fueron usados prioritariamente como morada por los pueblos antiguos. Como una especie de plaza tribal, el área interna de los geoglifos habría sido utilizada para la realización de ceremonias. “La evidencia arqueológica sugiere que en estos sitios se realizaban encuentros especiales, cultos religiosos por ejemplo, y sólo ocasionalmente hacían las veces de aldea”, dice Denise.

Cuando tuvieron inicio las incursiones de campo, los investigadores trabajaban con la idea de que los sitios con geoglifos podrían suministrar algún tipo de evidencia de ocupación humana en gran escala y durante un período prolongado en sus zonas aledañas. Al fin y al cabo, es más que razonable suponer que el pueblo responsable por la confección de esos grandes y precisos dibujos en el suelo era numeroso y tenía una estructura social compleja. “Los constructores de los geoglifos no tenían piedras en aquella región, pero hicieron enormes trabajos en la tierra, que demandaban un poderío y habilidades de organización comparables con las de otras civilizaciones antiguas”, dice el arqueólogo Martti Pärssinen, del Instituto Iberoamericano de Finlandia, con sede en Madrid, quien colabora con el equipo brasileño y también es uno de los autores del trabajo de las nuevas dataciones de los geoglifos de Acre.

La superficie interna de un geoglifo varía entre 1 y 3 hectáreas en promedio. Las figuras menores generalmente tienen líneas redondeadas, en tanto que las mayores pueden ser tanto círculos como cuadrados. En los sitios estudiados, la profundidad de las excavaciones en el suelo que forman los trazos de los dibujos varió de 35 centímetros a 5 metros (m) y la amplitud de los surcos fue de 1,75 a 20 m. La tierra retirada para abrir las fosas era usada por los arquitectos de los geoglifos para hacer pequeños tapiales, de até 1,5 m de altura, que seguían los contornos de las figuras. Para dar cuenta de todo ese trabajo, millares de personas habrían vivido en algún momento en los alrededores de los geoglifos, trabajando en forma coordinada para su construcción. Pero los hallazgos arqueológicos en los sitios investigados en detalle no ratifican, una vez más, el supuesto inicial de los investigadores.

Agencia de Noticias de Acre y Edison Caetano / Proyecto Geoglifos de la Amazonia OccidentalDiversidad de formas: geoglifos con líneas redondeadas y rectasAgencia de Noticias de Acre y Edison Caetano / Proyecto Geoglifos de la Amazonia Occidental

No se hallaron en ningún lugar osamentas humanas preservadas. No ha tampoco manchas de la llamada tierra negra, un tipo de suelo negro muy común en otras partes de la Amazonia, que se forma a partir de restos orgánicos producidos por la ocupación humana prolongada en una zona. Los escasos artefactos asociados a una cultura material, en general algunos trozos de cerámica, fueron rescatados en la cima o en el fondo de las zanjas que forman las líneas geométricas o en pequeños montículos de tierra, probablemente restos de viviendas prehistóricas que se ubicaban precisamente al lado de los contornos de los geoglifos. No se rescató nada realmente relevante dentro del área plana demarcada por los misteriosos círculos y cuadrados excavados en el suelo. “Resta todavía encontrar los lugares de residencia y los cementerios de los constructores de los geoglifos”, afirma el paleontólogo Alceu Ranzi, en la actualidad profesor jubilado de la Universidad Federal de Acre (Ufac), a quien se debe el redescubrimiento de los dibujos en el suelo durante las últimas dos décadas. “Deben haber vivido en algún lugar no muy lejos de los sitios.”

La tecnología aeroespacial ha sido una aliada de los arqueólogos en la tarea de localizar y estudiar los sitios amazónicos con geoglifos. El hecho de estar un poco lejos y arriba de los dibujos, dentro de un avión o a través de las lentes de un satélite haciendo las veces de ojos facilita el trabajo de búsqueda de las grandes figuras geométricas en áreas deforestadas (ya que en las selvas este recurso no funciona). Inicialmente, los científicos usaron las imágenes gratuitas del servicio Google Earth para buscar nuevas apariciones de dibujos. A partir de 2007, con el apoyo de la gobernación de Acre, obtuvieron también las imágenes del satélite taiwanés Formosat-2, que tiene una mayor cobertura. Mediante el empleo de estas herramientas de prospección remota, la cantidad de sitios conocidos con geoglifos dio un salto: de 32 en 2005, trepó a 150 dos años más tarde y actualmente se ubica en alrededor de 300. Estos son los números relativos a Acre, que parece haber sido la región en que los dibujos se concentran y pueden esparcirse por una parte del estado de una extensión de 25 mil kilómetros cuadrados, 16 veces el tamaño de la ciudad de São Paulo. En los estados vecinos de Amazonas y de Rondonia, y también en Bolivia, también se detectaron áreas con geoglifos mediante el empleo de la misma metodología. “Ya no es tan fácil encontrar nuevos sitios, pues hemos hecho varios barridos sistemáticos”, explica la geógrafa Antonia Barbosa, de la (Ufac), miembro del equipo nacional que estudió los geoglifos. “Cuando empezamos el trabajo con imágenes de satélite, encontrábamos en un barrido unos 10 sitios. Actualmente, con suerte, encontramos uno o dos.”

No existen evidencias concretas acerca de quiénes fueron los constructores de los geoglifos ni cuánto tiempo insumió esa tarea. La construcción de cunetas y tapiales para cercar casas y aldeas ya se hacía en Europa, por ejemplo, hace aproximadamente 10 mil años, en los albores de la agricultura. Pero en la Amazonia este tipo de construcción es mucho más rara. Como hasta ahora no existen indicios de que la frontera de Acre con Bolivia haya sido la sede de una sola y gran civilización perdida, cuyos restos de casas y grandes aldeas nadie logra hallar, los arqueólogos han empezado a trabajar con un escenario intermedio. No habría habido un enorme imperio perdido que adoraba a sus dioses geométricos en ese rincón de la Amazonia, sino quizá dos o tres pueblos, aún seminómades y dispersos por pequeñas aldeas (hoy en día más difíciles de encontrar), que compartían algunos rasgos culturales comunes, tales como la construcción de los geoglifos. “La sociedad de los geoglifos era de alguna manera compleja, pero se encontraba en un estadio formativo, de transición”, dice la arqueóloga Sanna Saunaluoma, de la Universidad de Helsinki, que estudia los dibujos tanto en Bolivia como del lado brasileño en Acre

Miembros de las etnias tacana y aruaque, que actualmente habitan respectivamente el lado boliviano y el brasileño de esa frontera binacional, son apuntados como los posibles descendientes de los pueblos que tuvieron la tradición de trazar enormes círculos y cuadrados en el suelo. Con todo, si es que algún día fueron portadores de esa tradición común, hoy en día ya no la ejercen. Y para que el panorama se vuelva más incierto aún, no existen pruebas de que ambas tribus estuviesen realmente presentes en la zona en la época en que se hicieron los geoglifos, ni tampoco se sabe cuál era el límite territorial que las separaba. Una pista, si bien que tenue, de que al menos una de esas etnias, la tacana, puede haber construido geoglifos, surge de un texto de finales del siglo XIX. Ese escrito relata el encuentro entre un coronel brasileño y 200 indios que vivían en una aldea sumamente organizada y que adoraban a dioses geométricos tallados en madera, en la frontera con Bolivia. La historia no prueba nada, pero puede ser un rastro pasible de seguirse.

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