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Memoria

La frontera sin fin

La National Science Foundation de Estados Unidos cumple 70 años de influencia mundial

Science & Society Picture Librar/ Getty Images Globo aerostático empleado para realizar estudios atmosféricos, lanzado en 1982: financiación de la NSFScience & Society Picture Librar/ Getty Images

En la mañana del 6 de febrero de 2020, al inaugurar un seminario sobre los 70 años de la creación de la National Science Foundation (NSF) de Estados Unidos, la astrofísica France Córdova resumió de la siguiente manera la esencia de la institución que ella dirige: “La NSF congrega a científicos innovadores y emprendedores para resolver problemas del país y del mundo”. Córdova dejó el cargo como directora al final del mes de marzo, luego de un mandato de seis años. En diciembre de 2019, el presidente Donald Trump designó en su reemplazo al indio Sethuraman Panchanathan, director de Investigación e Innovación de la Universidad Estadual de Arizona y miembro del National Science Board (NSB), que supervisa a la NSF. El nombramiento deberá ser ratificado por el Congreso de Estados Unidos.

Con un presupuesto para 2020 de 8.300 millones de dólares, la NSF es la principal agencia de apoyo a la investigación científica básica en Estados Unidos. En 2019 financió proyectos científicos y tecnológicos en 1.800 universidades y centros de investigación, recibió 41 mil proyectos de investigación para analizar –y aprobó 11.300– y ayudó a 306 mil investigadores, docentes y estudiantes en Estados Unidos. La agencia financia desde trabajos sobre la enseñanza de la ciencia en la educación básica, con la mira puesta en la formación de jóvenes líderes, –“una de las prioridades de la Casa Blanca y del Congreso”, subrayó Córdova en su presentación–, hasta proyectos de astrofísica como el Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory (LIGO), que detectó ondas gravitacionales en 2015 y dos años más tarde les granjeó un Premio Nobel a los tres físicos estadounidenses que lideraron esa investigación. La fundación posee 4 buques de investigación oceanográfica, 2 aviones para realizar estudios de la atmósfera, mantiene 7 supercomputadoras y 19 telescopios. Los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés), con un presupuesto cinco veces mayor, se dedican exclusivamente a la investigación biomédica.

La creación de la NSF fue una de las propuestas del informe “Science, the endless frontier” (Ciencia, la frontera sin fin), publicado en julio de 1945 y elaborado por el ingeniero estadounidense Vannevar Bush (1890-1974), por entonces jefe a cargo de la Oficina de Investigación Científica y Desarrollo, un organismo del gobierno estadounidense que coordinó los esfuerzos científicos de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). “Bush bregó por la creación de la NSF para fortalecer la posición internacional de Estados Unidos”, relata el historiador Gildo Magalhães, director del Centro Interunidades de Historia de la Ciencia de la Universidad de São Paulo (CHC-USP).

En el informe, elaborado a pedido del gobierno estadounidense, Bush analizó los gastos realizados entre 1930 y 1940. En 1930, el desembolso en investigación científica de la industria y del gobierno –casi toda aplicada– era seis veces mayor que la inversión en investigación básica de universidades e institutos; en 1940 era 10 veces mayor. “Si las universidades e institutos de investigación atendieron las demandas crecientes de la industria y del gobierno por nuevos conocimientos científicos, su investigación básica se vio fortalecida por el uso de fondos públicos”, escribió. Y definió a la investigación básica como aquella realizada sin pensar en fines prácticos, cuyo resultado redundaría en “un conocimiento general y en la comprensión de la naturaleza y de sus leyes”. Para él, “ese conocimiento general provee los medios para responder a un gran número de problemas prácticos importantes, aunque podría ser que no brindara una respuesta específica y completa a ninguno de ellos”.

Hulton-Deutsch Collection/ CORBIS/ Getty Images Vannevar Bush fue el autor del informe que propuso la creación de la fundación e influyó en otras agencias de todo el mundoHulton-Deutsch Collection/ CORBIS/ Getty Images

En julio de 1945, el senador Warren Magnuson (1905-1989) propuso la creación efectiva de la nueva institución, a la cual se le impuso el nombre de National Science Foundation. En 1947, el Congreso aprobó la propuesta, pero el presidente Harry Truman (1884-1972) la vetó porque no se le concedió el derecho de nombrar al director de la agencia.

El gobierno de Estados Unidos aprobó finalmente la creación de la NSF el 10 de mayo de 1950, designando 24 empleados a tiempo parcial, un director general y un director ejecutivo, todos nombrados por el presidente. Hoy en día cuenta con 1.850 empleados y un cuerpo rotativo de 200 asesores, que evalúan los pedidos de financiación de proyectos de investigación. El presidente conserva el derecho de nombrar al director y a un comité integrado por 24 miembros, el NSB, ambos con un mandato de seis años.

Tal como Córdova recordó en la presentación de una reedición del informe de Bush, distribuido como parte de los festejos por los 70 años, la nueva institución no se transformó en una financiadora de todas las investigaciones básicas del gobierno federal, como Bush había imaginado, porque otros centros, tales como los NIH, la hoy extinta Comisión de Energía Atómica y el Despacho de Investigación Naval, se expandieron.

La NSF comenzó a operar en marzo de 1951 con un presupuesto de 225 mil dólares. En 1952, destinó su primera financiación, por un monto de 10.300 dólares, a investigaciones básicas en el Instituto de Investigaciones del Cáncer (ICR, por sus siglas en inglés), como complemento al trabajo de carácter aplicado de los NIH. Ese año concluyó con 97 proyectos aprobados, entre ellos, el del biólogo Max Delbruck (1906-1981, Nobel de 1969) y el del físico Burton Richter (1931-2018, Nobel de 1976).

Bettmann/ Getty Images Cinco estudiantes de la Universidad Yeshiva y becarios de la NSF con ocasión de una visita efectuada a Albert Einstein en la Universidad de Princeton, en 1952Bettmann/ Getty Images

En octubre de 1957, luego de que la entonces Unión Soviética lanzara el Sputnik I, el primer satélite artificial, el gobierno de Estados Unidos realizó una evaluación de su sistema de investigación científica y educación y resolvió expandirlo. Uno de los resultados de ello fue la creación de la Nasa, la agencia espacial, que comenzó a operar en julio de 1958. “De 1957 a 1961, la inversión del gobierno federal en investigación y desarrollo se duplicó y, para la ciencia básica, se triplicó”, dijo el historiador Mark Solovey, de la Universidad de Toronto, en Canadá, en un artículo que salió publicado en febrero de 2019 en la revista International Journal for History, Culture and Moderinty. El presupuesto de la NSF pegó un salto, de 40 millones de dólares disponibles en 1958, a 500 millones de dólares en 1968.

Otro de los efectos del Sputnik fue que la financiación en proyectos educativos se triplicó. En 1972, otra resolución del Congreso hizo responsable a la NSF de los programas de educación en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática a partir de la educación básica. Esa es todavía una de las prioridades de la institución, cuyo sitio web (www.nsf.gov) ofrece material impreso y videos sobre ciencia y tecnología para niños y adolescentes.

Las relaciones con el gobierno no siempre fueron amistosas. En el seminario del mes de febrero, el sociólogo Richard Atkinson, director de la NSF entre 1977 y 1980, dijo que la institución atravesó tiempos difíciles al final de la década de 1970. Se la criticaba vehementemente a causa de haber propuesto un currículo de ciencias, que había sido aprobado sin la habitual revisión por expertos y “muchos conservadores consideraban que minaba los valores tradicionales de Estados Unidos”, comentó. Atkinson fue el primer director que administró un presupuesto de mil millones de dólares y condujo el primer acuerdo científico con China, facilitando el intercambio de investigadores científicos entre ambos países.

En la actualidad, la institución vive momentos de incertidumbre. “La Casa Blanca pide recortes radicales al presupuesto de la NSF, que van de un 11% a un 30% por año desde 2017, pero ahora el Congreso ha restaurado el presupuesto y en uno de los años asignó un pequeño incremento”, le dijo a Pesquisa FAPESP el antropólogo Emilio Moran, de la Universidad Estadual de Michigan, en Estados Unidos, miembro del NSB y coordinador de un proyecto patrocinado por la FAPESP que estudia los impactos de las usinas hidroeléctricas en la Amazonia. “Para evitar el recorte presupuestario”, añadió, “hemos puesto mucho énfasis en explicarles a los congresistas la importancia de la ciencia y tecnología para el progreso del país”.

John Marr/  NSF Científicos patrocinados por la agencia de fomento llevan a cabo mediciones meteorológicas en una montaña del estado de Colorado, en Estados Unidos, en 1953John Marr/  NSF

Según él, la NSF se enfrenta a dos grandes problemas. El primero es el aumento de las inversiones de la producción de China en ciencia y tecnología, que lo han hecho a una velocidad mayor que la de Estados Unidos. “Todavía no hemos podido convencer al Congreso para que aumente la inversión en esa área a niveles competitivos con respecto a las inversiones de China”, comentó Moran. El segundo, está dado por el clima de restricción a la permanencia en Estados Unidos de los científicos extranjeros, principalmente los de India y China. “Cualquier restricción de ese flujo constituye un error”, dijo. “En Estados Unidos, casi la mitad de la ciencia e ingeniería la realizan científicos talentosos provenientes de otros países”.

La fundación “está integrada a todos los ministerios y realmente participa del crecimiento económico del país”, comentó Kelvin Droegemeier, director del Despacho de Política Científica y Tecnológica de la Casa Blanca, en el marco del seminario que se llevó a cabo en febrero. En 2018, la NSF destinó alrededor de 200 millones de dólares a proyectos conducidos por pequeñas empresas, en el ámbito del programa Small Business Innovation Research (SBIR), que congrega a 11 agencias gubernamentales.

El SBIR, instituido en 1977, inspiró el Programa de Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas (Pipe), de la FAPESP, que fue lanzado en 1997 (lea en la edición Especial Pipe 20 Años). Ambas fundaciones han cooperado entre sí a lo largo del tiempo. En 2011, el acuerdo de colaboración científica más reciente unió a los equipo de los dos programas patrocinados por cada una de las instituciones, el Biota-FAPESP y el Dimensions of Biodiversity; esa cooperación redundó en 79 proyectos de investigación avalados por la Fundación paulista.

La NSF también financió investigaciones en Brasil en forma directa. En los años 1990 –conjuntamente con la Nasa, el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) y la FAPESP–, colaboró en la primera etapa del programa Experimento a Gran Escala en la Biósfera-Atmósfera en la Amazonia (LBA). El LBA, aún en vigencia con financiación exclusiva brasileña, describió las interacciones entre atmósfera, suelos, ríos, flora, fauna y seres humanos, inspirando 2 mil artículos científicos.

NOAO/ AUR/ NSF Dentro del Gemini Norte, uno de los telescopios que mantiene la fundación estadounidense, en 1998NOAO/ AUR/ NSF

Science, the endless frontier” orientó la creación de agencias de apoyo a la ciencia en varios países, Brasil inclusive, interesados en crear sus propios sistemas de ciencia y tecnología. Los científicos brasileños apelaron a ese documento en las propuestas a la Asamblea Constituyente de 1947 que redundaron en la creación de la FAPESP, tal como se describe en el libro  intitulado FAPESP 50 anos – Meio século de ciência (FAPESP, 2015), compilado por el historiador Shozo Motoyama: “El Almirante Álvaro Alberto [da Mota e Silva, 1889-1976] se inspiró en las ideas de Bush para fundar el CNPq en 1951, y garantizar que la energía atómica tuviera un uso pacífico y no quedara fuera del alcance de la ciencia brasileña”, dice Magalhães.

El investigador Renan Leonel da Silva, de la Facultad de Medicina de la USP y graduado en relaciones internacionales, con doctorado en política científica y tecnológica, reconoce huellas de las propuestas de Bush en el dictamen Sucupira, de 1965, elaborado por el historiador y filósofo de la ciencia Newton Sucupira (1920-2007), miembro del Consejo Federal de Educación y docente en la Universidad Federal de Pernambuco. El documento ayudó a orientar la creación del sistema de posgrado en Brasil. “Sucupira y el comité que elaboró el dictamen argumentaron que el posgrado debería tener una configuración adaptada al ámbito brasileño, sin circunscribirse a copiar la experiencia estadounidense”, dice Da Silva.

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