La infraestructura y la capacidad para generar y difundir innovación se distribuyen en forma bastante heterogénea por el territorio brasileño, y un retrato de esa desigualdad quedó manifiesto en la tesis doctoral que defendió en el mes de octubre la economista Daniela Scarpa Beneli en la Universidad de Campinas (Unicamp). La investigadora desarrolló una metodología para determinar el Indicador Compuesto Estadual de Innovación (Icei), una especie de ranking de las unidades que componen la federación brasileña basado en la combinación de 17 indicadores de Ciencia, Tecnología e Innovación (CT&I), entre los cuales figuran la capacitación en recursos humanos, inversiones en investigación y desarrollo (I&D), patentes y exportación de bienes intensivos tecnológicos (vea el recuadro). Esta iniciativa se inspiró en el Summary Innovation Index europeo, que toma en cuenta 27 indicadores para evaluar la capacidad innovadora de los países miembros de la Unión Europea y monitorear si están cumpliendo las metas para lograr que sus economías sean más competitivas.
Los resultados del Icei dividen a los estados brasileños en cuatro grupos. A la cabeza figuran São Paulo, Rio Grande do Sul y Paraná, clasificados como “líderes” porque registran una performance sólida en casi todos los indicadores. En el segundo pelotón aparecen los que fueron denominados “seguidores” –Santa Catarina, Río de Janeiro, Amazonas y Minas Gerais–, cuyo desempeño general se ubica dentro de la media nacional o algo por encima de ella. La mayoría exhiben un comportamiento homogéneo en las dimensiones evaluadas, a excepción de Amazonas, que es débil en parámetros tales como la formación de másteres y doctores, pero despunta en otros ítems entre los que figuran la existencia de empresas industriales innovadoras y exportaciones intensivas en tecnología y en conocimiento a partir del Polo Industrial de Manaos, más conocido como la Zona Franca de Manaos.
El tercer grupo, que incluye a los “moderados”, exhibe más fragilidades que puntos fuertes, pero aun así registran un balance satisfactorio en algunos de los indicadores. Ellos son Pernambuco, Mato Grosso do Sul, Bahía, Goiás, Espírito Santo, Ceará y Mato Grosso. El resto de los estados del norte y del nordeste componen el grupo de los “modestos”. Con excepción de Pará, a estos últimos ni siquiera fue posible encuadrarlos en función de la escasez de indicadores disponibles. El Distrito Federal quedó al margen del ranking, por tratarse de una unidad de la federación con características excepcionales, cuyo rendimiento presenta un sesgo debido a la virtual ausencia de actividades industriales. “Era previsible que los estados más ricos figuraran a la cabeza”, dice Beneli, actualmente docente de la Pontificia Universidad Católica de Campinas (PUC-Campinas). “Los resultados del Icei contribuyeron a develar el modo en que el desempeño de los sistemas innovadores depende de múltiples actores actuando en diversas instituciones y de una articulación adecuada entre ellos”.
El estado de São Paulo se destacó en casi todos los 17 indicadores, pero solo figura en primer lugar en cuatro de ellos, que están relacionados con la producción científica de sus universidades de envergadura internacional y con las inversiones públicas y privadas en I&D. Ellos son: artículos publicados per cápita, inversión estadual en I&D, gastos internos en I&D en las empresas innovadoras y exportación de bienes de alta tecnología. El peor rendimiento del estado se registró en el apartado “inversión estadual en actividades científicas y técnicas correlativas”, que está relacionado con los servicios científicos y tecnológicos prestados por bibliotecas y museos de ciencia. En ese aspecto, São Paulo se ubicó en el puesto 16º.
Aunque el sistema paulista de posgrado sea el mejor del país, Rio Grande do Sul es líder, en términos relativos, en la formación de magísteres y doctores, porque el desempeño no se mide en cifras absolutas sino en el total de formados per cápita. “El estado de Rio Grande do Sul tuvo un rendimiento bastante homogéneo y pocos de sus indicadores se mostraron desfavorables, siendo uno de ellos la inversión estadual en I&D, bastante por debajo del promedio nacional”, dice Beneli.
En cuanto a la cantidad de estudiantes graduados per cápita y exportación de servicios intensivos en conocimiento, el liderazgo los ostenta el estado de Paraná, el cual, no obstante, registró un mal desempeño en el apartado “gastos de las empresas innovadoras en actividades ídem”, uno de los indicadores que están relacionados con el esfuerzo de innovación del sector privado. “El resultado de Paraná revela su gran pujanza industrial, pero también cierta deficiencia en la infraestructura de las universidades y laboratorios públicos de investigación, que no se hallan al mismo nivel de la industria”, afirma el economista André Furtado, investigador del Departamento de Política Científica y Tecnológica de la Unicamp y director de la tesis.
Si bien Santa Catarina integra el segundo pelotón, es el líder nacional en tres indicadores relacionados con la protección de la propiedad intelectual: depósitos de patentes y registros de marcas y diseños industriales, todos cuantificados per cápita. Este estado, sede de empresas con una trayectoria en el registro de propiedad intelectual, entre las cuales figuran Weg y la filial de Whirlpool en la ciudad de Joinville, ocupa el quinto puesto en el ranking nacional en registros de marcas y patentes en el Instituto Nacional de la Propiedad Intelectual (INPI), con un promedio de 700 solicitudes por año, pero se destaca cuando el desempeño se mide en relación con su población, que es de 7 millones de personas. También figura al frente en cuanto al gasto estadual en actividades científicas y técnicas relacionadas.
Incluso los estados pertenecientes al grupo de los “moderados” sobresalieron en algunos apartados específicos. El estado de Pernambuco fue el líder en cuanto a los gastos empresarios en actividades innovadoras no pertenecientes a I&D internos y se ubicó en el segundo puesto en exportación de bienes tecnológicos de punta, destacándose la producción de automóviles y polímeros. En el rubro denominado tasa de cooperación, el principal destacado fue Mato Grosso do Sul. Casi un tercio de sus 251 empresas innovadoras declararon haber cooperado con otros actores, tales como universidades e institutos de investigación, el mayor porcentaje registrado entre las unidades de la federación. El estado de Goiás ocupó el primer puesto en un indicador: el 49% de sus 3.941 empresas evaluadas en el marco del Estudio de la Innovación (Pintec), del IBGE, declararon haber promovido algún tipo de innovación organizativa o de marketing, el mayor índice del país en términos relativos.
En tanto, Amazonas fue el líder en cuanto al índice de innovación de productos y/ o procesos de empresas industriales y también en puestos en CT&I como porcentaje del total de empleos. Esa performance es el fruto de las inversiones efectuadas en el estado a partir de 1967 con la creación de la Zona Franca de Manaos que, por medio de incentivos fiscales, instauró un parque industrial con alrededor de 500 empresas, concentradas en los sectores de televisión, informática y motocicletas, que producen localmente parte de los componentes que utilizan en sus productos. El desarrollo de la Zona Franca generó riqueza en forma acelerada, pero los beneficios no se propagaron a todo el sistema de CT&I. En el Icei, el estado de Amazonas apareció en el 13º puesto en indicadores que evalúan condiciones estructurales, tales como la producción científica y la formación de magísteres y doctores. En la presentación que realizó en septiembre en la Cámara de Diputados, el economista Marcio Holland, de la Escuela de Economía de São Paulo de la Fundación Getulio Vargas, reveló los resultados de un estudio reciente acerca de los beneficios de la Zona Franca para la economía del estado de Amazonas. El trabajo apunta datos convergentes con los de la tesis de Beneli: hubo un intenso proceso de industrialización en Manaos y alrededores, que ayudó a impulsar los ingresos per cápita de la región y mejoró la escolaridad del personal que trabaja en la industria. “Pero se necesita generar un programa de desarrollo más amplio en la región, que se enfoque principalmente en las inversiones en infraestructura”, dijo Holland.
Para la economista Sandra Hollanda, quien formó parte del tribunal ante el que se defendió la tesis, el caso de Amazonas es el más peculiar entre todas las unidades que componen la federación. “El desempeño de ese estado se ve muy influenciado por los incentivos de la Ley de Informática y aún no se vislumbra allí que las inversiones en capacitación de mano de obra e infraestructura se trasladen a la economía del estado, tal como ocurre en São Paulo o en la región sur”. Según Hollanda, quien forma parte del programa de la FAPESP destinado a la construcción de un sistema de Indicadores de Ciencia, Tecnología e Innovación para el Estado de São Paulo, los indicadores compuestos como el Icei tienen el mérito de aportar un retrato amplio de una realidad compleja. “Eso ayuda a atraer el interés público y a suscitar debates, aparte de plantear buenos interrogantes”, dice. “Con todo, para la formulación de nuevas políticas no basta con disponer de datos generales o conocer la posición relativa que ocupan los estados. Se necesita hurgar en los datos particulares con el objetivo de conocer el problema de fondo”.
Las peculiaridades de la metodología adoptada explican ciertos resultados sorprendentes. El estado de Espírito Santo ocupó el último puesto en un indicador que mide el desempeño en actividades relacionadas con C&T, aquellas que incluyen inversiones en museos y bibliotecas. Beneli explica que lo que se mide ahí no es el total de lo invertido, sino el esfuerzo realizado por el estado. Las erogaciones del gobierno federal en cada estado no se tienen en cuenta, incluso porque ese dato no está disponible. “Las unidades de la federación que dependen exageradamente de la inversión federal, como es el caso de Espírito Santo, quedan postergadas en el ranking. Pero este dato es significativo porque evidencia que hay problemas de gobierno en esos estados y en la promoción de la innovación”. Según ella, a partir de la metodología propuesta por el Icei se comprobó que cada estado registra una composición específica en su desempeño en los 17 indicadores y eso le confiere características únicas y singulares a cada uno de sus sistemas de innovación. “Una mejor comprensión de esas particularidades, señalando las fortalezas y debilidades inherentes a cada uno, permite formular políticas públicas más adecuadas”, dice.
La construcción del indicador compuesto se asemejó al montaje de un rompecabezas con piezas faltantes. La dificultad principal radicó en los datos de la Pintec, de donde se extrajeron cinco de los 17 indicadores. Algunos estados del norte, tales como Acre, Rondônia y Roraima, no registraron un porcentaje mínimo de transformación industrial, que es el valor agregado de la industria a la economía, y por eso no están discriminados en la Pintec. Lo mismo ocurrió con los estados de Alagoas, Sergipe y Paraíba. La solución fue calcular los datos de esos estados en forma conjunta e identificarlos en el Icei como “otros estados del norte” y “otros estados del nordeste”. Según la economista, a lo largo de la elaboración de la tesis, el desafío dejó de ser la consecución de la metodología ideal y redundó en compilar los datos disponibles para así, a partir de ellos, elaborar el mejor indicador posible. Como la Pintec cuenta con pocos datos sobre la innovación en el sector de servicios, el Icei se circunscribió al segmento industrial.
En otros casos, había datos con potencial analítico, cuyo aprovechamiento, empero, requirió esfuerzos metodológicos adicionales aún no desarrollados por organismos públicos como el Ministerio de Economía. “El índice creado por la Comisión Europea incluye datos sobre la exportación de servicios intensivos en conocimiento. Contamos con una estupenda base de servicios exportados, con informaciones a partir de 2014, pero Brasil no dispone de una metodología que defina lo que es servicio intensivo en conocimiento. Por eso adopté la metodología de la Unión Europea y convertí los datos disponibles utilizando una nomenclatura de la ONU”, recuerda Beneli. En lo que respecta a la producción científica de los estados, se optó por tener en cuenta solamente el número de trabajos publicados, y no su impacto medido en citas, tal como lo hace la Unión Europea. “Hay estados en los que el impacto es pequeño y no podría incluírselos en el indicador compuesto”, dice. “Es necesario pensar en la realidad brasileña. Hay regiones donde aún es escasa la inversión en ciencia y solo el hecho de que haya algún volumen de publicación ya es algo significativo”. El trabajo para elaborar la metodología del Icei condujo a un diagnóstico que Beneli pretende ampliar, estudiando el origen de los puntos fuertes y vulnerables del sistema regional de innovación en cada estado.
Republicar