Durante los primeros cien años de existencia de los talleres tipográficos de la ciudad de São Paulo, entre 1827 y 1927, más de dos centenares de establecimientos funcionaron en la ciudad. Inicialmente, la mayoría fue fundada por docentes y estudiantes de la Academia de Derecho de São Paulo, actual Facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo (USP), que después fueron concejales, diputados, gobernadores y ministros. Estos son algunos de los descubrimientos en el marco del proyecto intitulado “La memoria gráfica paulistana: la tipografía en São Paulo en el siglo XIX y principios del siglo XX”, coordinado por Priscila Lena Farias, del Departamento de Proyecto de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la USP. Durante siete años, Farias analizó el período anterior a la institucionalización del diseño en el país, ocurrida a partir de la década 1950, en un estudio que revela aspectos inéditos de la cultura de la imprenta.
La tipografía, que es la técnica de componer e imprimir con tipos, abarca diferentes etapas: la creación de letras que luego se pasarán a una matriz; su fundición en plomo o recorte en madera; la composición de los textos y la impresión del documento. Para Ronaldo de Oliveira Correa, docente del Departamento de Diseño de la Universidad Federal de Paraná (UFPR), estudios como el de Priscila Lena Farias, sobre la trayectoria de la industria gráfica brasileña entre los siglos XIX y XX, comprueban que había artistas que trabajaban en el desarrollo de la identidad visual brasileña mucho de lo que se imaginaba. “Más adelante, los diseñadores modernistas de la década de 1950 dialogaron con ese lenguaje en la construcción de sus propias creaciones”, revela Correa. Farias relata que desde 1823 integrantes del gobierno de la ciudad reivindicaban la instalación de talleres tipográficos en São Paulo. En Río de Janeiro, estos ya existen desde 1808. El principal argumento era que la instalación de un taller tipográfico en São Paulo sería imprescindible para la publicación y la difusión de actos oficiales, leyes e informes de la junta que gobernaba la provincia. “La Legislatura de São Paulo se fundó en 1834 y la necesidad de registrar oficialmente sus actas tiene relación con la resolución del gobierno paulista de adquirir un taller tipográfico”, informa la investigadora.
Tales pedidos nunca fueron atendidos. En 1827, el abogado José da Costa Carvalho (1796-1860), marqués de Monte Alegre, decidió adquirir por cuenta propia, en Inglaterra, máquinas de tipografía que después se instalaron en la actual calle Líbero Badaró, en el centro de São Paulo. Con el taller, el futuro director de la Facultad de Derecho (1835-1836) y diputado por la provincia de São Paulo (1838-1841) empezó a editar O Farol Paulistano. Primer periódico impreso en la ciudad, circuló hasta 1832, divulgando noticias y artículos de opinión. Hasta 1840, se publicaban 22 diarios en São Paulo; 55 nuevos títulos aparecieron entre 1851 y 1860; otros 273, entre 1881 y 1890. “El crecimiento de la cantidad de diarios estuvo acompañado de la expansión de las imprentas”, explica Farias, conectando el movimiento al ritmo de desarrollo económico, político y educativo de la ciudad.
Todos los tipos móviles que ilustran este artículo www.fau.usp.br/tipografiapaulistana
En este estudio, financiado por la FAPESP y por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq), se identificó asimismo que el taller tipográfico del alemán Jorge Seckler (1873-1890) fue uno de las más duraderos: funcionó durante casi tres décadas, hasta mediados de 1891. “En São Paulo, hubo fuerte presencia de impresores de origen alemán e italiano, mientras que en Río de Janeiro eran más frecuentes los portugueses y franceses”, compara. También venían de esos países los profesionales encargados de los talleres de fundición, que proveían los tipos a las imprentas. En São Paulo, los salesianos del Liceo Coração de Jesus fueron pioneros en enseñar esas técnicas. Entre los siglos XIX y XX, cuando los talleres tipográficos empezaron a desarrollarse por aquí, ya estaban afianzados en el mercado europeo. Entre 1850 y 1914, en Londres, por ejemplo, existían aproximadamente 500 talleres.
Para identificar los principales actores en el universo de la tipografía, se analizaron almanaques comerciales como el Almanak Administrativo, Mercantil, e Industrial da provincia de S. Paulo, impreso por Seckler. Populares en distintas partes del mundo, incluidas las capitales latinoamericanas, en el siglo XIX tales publicaciones incluían calendarios agrícolas y compendios con informaciones sobre instituciones y personas destacadas. La composición de sus páginas se caracterizaba por tener los textos cortos, gráficos, listas de direcciones y publicidad. “A diferencias de los libros, los almanaques no poseían una narrativa visual lineal, por eso hacían uso de letras con formatos y tamaños distintos, además de desarrollar estilos variados de composición”, sostiene Farias.
Según la investigadora, con base en de los almanaques es posible evaluar cómo el repertorio de los impresores se modificó. “Tanto en los almanaques como en los diarios existe una gradual inclusión de letras ornamentadas y viñetas en sesiones de anuncios. En los periódicos lanzados en las décadas de 1820 y 1830, por ejemplo, identificamos tan solo ornamentos discretos, aplicados como divisorias o molduras”. De acuerdo con Farias, los pocos anuncios, que generalmente trataban de la búsqueda de esclavos fugitivos, eran esencialmente tipográficos. La ornamentación en letras surgió recién en la década de 1840, en titulares de diarios como A Violeta. El primer anuncio ilustrado fue el del “jarabe del bosque”, en la última página de O Piratininga, periódico impreso en la Typographia da Viuva Sobral. Diez años más tarde, la Typographia Imparcial, de Joaquim Roberto de Azevedo Marques, empezó a publicar almanaques paulistanos.
Cuatro categorías de tipos se utilizaban con más frecuencia en los talleres de la ciudad durante el período analizado. La primera de ellas incluye letras serifadas o romanas, comunes en textos corridos, donde aparecen en tamaño menor, si se las compara a los cuerpos que aparecen en títulos y titulares de textos. Las serifas son trazos usados para finalizar las astas de determinadas letras. La segunda categoría se refiere a la letra escritural o cursiva, de uso menos frecuente y observada principalmente en anuncios. “Cuanto más rebuscados o llenos de ornamentos eran los tipos, menos frecuente era su uso en los almanaques. Estos se empleaban sobre todo para diferenciar productos o anunciantes”, explica Farias. La categoría fantasía o titular, caracterizada por letras más pesadas y robustas, aparece en tamaños mayores, para destacar anuncios vehiculados en la misma página. Los tipos sin serifa, también conocidos como grotescos, eran los menos frecuentes.
Inicialmente los tipos eran de plomo, producidos por los fundidores a partir de matrices traídas de Europa. La composición de textos y anuncios requería la selección manual de las letras, los llamados tipos móviles, y su impresión se hacía individualmente. El trabajo lo hacían los tipógrafos, que, en general, aprendían la profesión en el quehacer diario. “Investigaciones sobre el momento anterior a la institucionalización del diseño muestran cómo esas personas, sin formación universitaria, tenían la habilidad de solucionar cuestiones gráficas complejas”, destaca Edna Cunha Lima, docente del Departamento de Artes y Diseño de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-RJ). Como los tipos serifados, utilizados en gran cantidad en los textos corridos, se desgastaban o se rompían con frecuencia, los talleres, que normalmente atendían a varios clientes, imprimiendo diarios, almanaques y otros documentos, necesitaban solicitar a los fundidores nuevas piezas para reemplazarlos. En los talleres tipográficos, la mayoría de las impresiones se hacía en blanco y negro, o en otro color único, sobre papel blanco. “Recién a partir de las últimas décadas del siglo XIX encontramos impresos con más de un color producidos en São Paulo. Las impresiones en colores, en el siglo XIX, se hacían más comúnmente en litografías”, explica Farias.
La litografía, una técnica de impresión creada en la segunda mitad del siglo XVIII en Europa, permite imprimir con mejor terminación gráfica, más vivacidad de colores y contrastes, si se la compara con la tipografía. Algunos talleres, como la Sociedade de Artes Graphicas, que funcionó entre 1907 y 1918, produjeron trabajos con ambas técnicas. En 1905, la instalación de la primera máquina de composición mecánica de textos en São Paulo, el linotipo, que seleccionaba las letras automáticamente, marcó el fin de la era de los tipógrafos manuales.
“En el estudio encontré talleres que se dedicaban a producir artefactos impresos para grupos de inmigrantes no portugueses establecidos en São Paulo. En su mayoría, eran empresas vinculadas a las comunidades alemana, italiana y española, que imprimían en esos idiomas”, relata Priscila Farias. Recién a principios del siglo XX surgió en la ciudad un taller explícitamente vinculado a la comunidad árabe, la Typographia Syria, que pertenecía a los hermanos Candalatf. “El Archivo Público del Estado de São Paulo posee copias de periódicos producidos para esa comunidad. En estas se puede verificar la utilización de tipos móviles con caracteres árabes combinados con tipos latinos”, resalta.
Las investigaciones sobre talleres tipográficos en el país son recientes. El asunto empezó a ser investigado hace alrededor de 30 años cuando el campo académico del diseño inauguró sus primeros cursos de posgrado. “Antes de 1980, la historiografía del diseño brasileño tomaba como punto de partida la eclosión del diseño industrial modernista, que llegó al país con los primeros cursos superiores”, recuerda la investigadora.
Otros territorios
Hasta la llegada de la corte portuguesa a Río de Janeiro, en 1808, la actividad impresora estaba prohibida en Brasil. A partir de entonces, la situación empezó a cambiar, con la creación del primer taller tipográfico del país, llamado Imprenta Regia. Para ello, se importaron equipamientos de Inglaterra, similares a los creados alrededor de 1400 por el alemán Johannes Gutemberg (1394-1468). “Antes de eso hay registros puntuales de talleres tipográficos en el país, como el de un impresor portugués que actuó en Río de Janeiro; establecimientos como la Livraria Universal y la Tipografia Laemmert, creados por los hermanos Eduard y Heinrich Laemmert, de origen alemán, fueron algunos de los más grandes del país. Funcionando también como editorial, entre 1844 y 1889 imprimía el Almanaque Laemmert.
Francisco Inácio Scaramelli Homem de Melo, docente del Grupo de Asignaturas de Programación Visual del Departamento de Proyecto de FAU-USP, explica que, como en Brasil no hubo actividad sistemática de impresión antes de 1808, el país no disponía de técnicos especializados. Por eso, en el tránsito hacia el siglo XX, tanto la producción tipográfica como la litográfica estaban, fundamentalmente, en manos de inmigrantes europeos, en especial en la ciudad de São Paulo. “El lenguaje visual del período evidencia claramente estándares visuales de Europa, entre ellos el estilo art nouveau”, sostiene, en referencia al movimiento artístico que se desarrolló a partir de 1890 y que refleja el ritmo acelerado de la vida moderna en las metrópolis.
Otra ciudad brasileña con tradición tipográfica es Recife. Silvio Barreto Campello, docente del Departamento de Diseño de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), recuerda que los talleres actuaban en el municipio desde 1817. “Con ello, ya en la década de 1820, diarios pioneros como Thyphis Pernambucano y Diário de Pernambuco estaban en circulación”, afirma. Al contrario que en São Paulo, Río de Janeiro y Recife, la memoria gráfica de Curitiba se construyó a partir de talleres litográficos. Correa explica que, instalados en la ciudad a principios del siglo XX, dichos establecimientos actuaban con base en el trabajo de profesores alemanes que iban a la ciudad para instalar equipamientos, entrenar a jóvenes aprendices locales y producir documentos.
Para finalizar, Marcos da Costa Braga, docente del Departamento de Historia de la Arquitectura y Estética del Proyecto de la FAU-USP, sostiene que el advenimiento de la era digital amplió el campo de actuación de los diseñadores de tipos, incluso en Brasil. En primer lugar, porque las reglas que orientan la concepción de la técnica migraron, sin cambios, hacia la computadora. Asimismo, el uso de software para el desarrollo de tipos propició la creación de nuevas familias de alfabetos fuera de los tradicionales polos europeos. Actualmente, al menos seis talleres tipográficos siguen en funcionamiento en São Paulo. En el caso de la FAU-USP, se utilizan sobre todo para fines didácticos y producciones artísticas.
Proyecto
Memoria gráfica paulistana: Estudios exploratorios sobre tipografía e identidad (2011-2013) (nº 10/19166-8); Modalidad Ayuda a la Investigación – Regular; Investigadora responsable Priscila Lena Farias (USP); Inversión 59.127,79.
Artículo
OLIVEIRA, H. B. y FARIAS, L. P. Memória Gráfica Paulistana: O repertório de tipos da oficina tipográfica de Jorge Seckler entre 1878 e 1884. Anais do 8º CIDI e 8º CONGIC. Sociedad Brasileña de Diseño de la Información (SBDI). 2017.