El nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció medidas que afectan directamente a temas de investigación científica, tales como cambios climáticos y energía. Una de las primeras determinaciones fue la publicación en el sitio web de la Casa Blanca del denominado “primer plan energético de América”, que propone la eliminación de “políticas nocivas e innecesarias”. Según ese documento, el Plan de Acción Climática que lanzó Barack Obama en 2013 será revisado por la nueva administración. Aunque sostenga que su gobierno está comprometido con las tecnologías limpias para la producción de carbón, el plan de Trump no menciona el rol de las energías renovables. “La omisión de las energías renovables esconde cierto interés, se parece a un ajuste de cuentas”, le dijo Robert Socolow, experto en clima de la Universidad de Princeton, a la revista Nature. La opinión de Mick Mulvaney, designado por Trump en la dirección de la Oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca, al respecto de los cambios climáticos, puede incidir en las inversiones del gobierno en investigaciones sobre el tema. “No estoy convencido de que exista una correlación directa entre la actividad humana y los cambios climáticos”, expresó en el marco de una audiencia en el Senado. También generó preocupación el nombramiento de algunas personalidades de primera línea. Uno de ellos es el médico Tom Price, designado para el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), al cual están vinculados los Institutos Nacionales de Salud (NIH), ambas siglas en inglés. SA Price se lo conoce por su oposición en el Congreso a la ampliación de los recursos para la investigación científica. Por el momento, Trump mantuvo al genetista Francis Collins en la dirección de los NIH, quien fuera designado para ese puesto en 2009.
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