Presente en Brasil desde hace más de 100 años, Basf es una de las empresas químicas líderes en innovación en el mundo. Brasil ostenta alrededor del 60% de los negocios de la compañía en América del Sur, y participa en el ecosistema global de investigación y desarrollo (I&D) del grupo, cuya casa matriz se encuentra en Ludwigshafen am Rhein, en Alemania. La filial brasileña posee dos laboratorios de primera línea y destaca por sus actividades innovadoras orientadas a la agricultura, tales como los cultivos de soja y caña de azúcar, y en el segmento de las pinturas inmobiliarias, aquéllas que se utilizan para pintar paredes de mampostería. Una de las tecnologías más recientes que desarrollaron los investigadores brasileños es la soja Cultivance, la primera variedad modificada genéticamente creada en el país, que es el fruto de un trabajo conjunto de 10 años con la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa). El cultivar comenzó a comercializarse en el mes de junio de este año y ya se aprobó su utilización en la Unión Europea y en otros 20 países más.
“La soja Cultivance fue la primera variedad en el área de biotecnología vegetal que Basf aprobó para su comercialización en todas sus filiales. Este lanzamiento revela la importancia dentro del contexto global de innovación del grupo empresario”, afirma el gerente de Tecnología e Innovación, Rony Akio Sato. Según él, el Sistema de Protección Cultivance resulta ideal para el manejo integral de especies invasoras en los cultivos. “En el mismo, se combinan cultivares de soja genéticamente modificada, con potencial genético competitivo, aliado al uso del agroquímico de amplio espectro para el control de plantas dañinas de hojas largas y gramíneas”, explica Daniela Contri, gerente de Innovación y Estrategia para América Latina.
Empresa |
Basf |
Centro de I&D |
São Paulo, SP |
Personal |
4.200 empleados en el país |
Principales productos |
Semillas de soja, plantines de caña de azúcar, pinturas para edificios, agroquímicos, insumos para medicamentos e ingredientes para plásticos |
Otra tecnología que se desarrolló en el país fue el sistema AgMusa, enfocado en el cultivo de la caña de azúcar. Se trata de un sistema tecnológico para la renovación de los cañaverales de alto rendimiento, mediante la producción de plántulas sanas de caña de azúcar a partir de viveros instalados con variedades recabadas en empresas e instituciones especializadas en mejora genética. Se somete a las plántulas a un tratamiento que les garantiza alta lozanía, además de una identidad genética homogénea para su cultivo en viveros. Este sistema permite la introducción de un nuevo cultivar en el campo en forma acelerada. En el método convencional de multiplicación e instalación de viveros, el productor trabaja en una nueva variedad durante un lapso de seis años antes de que pueda dársele un uso comercial. Con el sistema AgMusa, ese tiempo se reduce a la mitad. “Esta tecnología propicia una veloz expansión de las nuevas variedades de caña de azúcar con mayor potencial productivo”, comenta Daniela Contri.
En el sector de la construcción civil, una de las principales innovaciones regionales de Basf es la pintura antibacteriana Suvinil Familia Protegida, que reduce hasta un 99% de los microorganismos en las paredes durante un período de dos años. La empresa adquirió el control de Suvinil en 1969 e incorporó sus actividades de I&D. El producto cuenta con el sello de aprobación de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa). En la misma línea de Suvinil, la empresa desarrolló una pintura acrílica para exteriores, elaborada con resinas especiales, que reduce la acumulación de suciedad en las paredes y protege contra la acción del viento, y otra pintura con alta concentración y rendimiento, cuya denominación es Max Rendimiento. “Con el objetivo de mostrarle a sus clientes las innovaciones enfocadas en el mercado inmobiliario, Basf construyó en São Paulo su primera sede energéticamente eficiente en un país de clima tropical ‒ya existen otras nueve filiales en el mundo, en ciudades con clima frío o templado‒”, dice la gerente de Innovación Corporativa, Nina Traut.
Este último proyecto, que recibió el nombre de Casa Ecoeficiente o CasaE, contempla soluciones para la reducción del consumo de agua, energía y emisión de CO2. La edificación, de 400 metros cuadrados exhibe 36 productos creados por Basf a nivel mundial y soluciones de 29 empresas colaboradoras, la mitad de ellas brasileñas (Gerdau, Tigre, Deca, Tecmar, entre otras). Constan de pisos drenantes elaborados con hormigón permeable o compuestos de poliuretano de alta permeabilidad para el paso del agua, además de pigmentos fríos aplicados en pinturas que ayudan a regular la temperatura del ambiente. “Gracias al uso de materiales de construcción especiales, la economía de energía de la CasaE puede llegar al 70%”, dice Sato. El proyecto recibió la certificación LEED-NC Gold (Leadership in Energy and Environmental Design), que el Green Building Council, una organización presente en más de 90 países que fomenta la industria de la construcción sostenible en todo el mundo, concede a las nuevas construcciones sostenibles.
Las actividades de I&D en Brasil comenzaron en la década de 1950 con la instalación de los primeros laboratorios de desarrollo de aplicaciones, cuya meta era la transferencia de tecnología. En la actualidad, Basf dispone de 4.200 colaboradores en Brasil, repartidos entre su oficina central en São Paulo y nueve plantas industriales. La multinacional no revela el número de colaboradores involucrados en I&D en el país, así como tampoco el valor invertido en el área. Lo que sí informa es que el perfil del equipo abocado a la actividad de I&D es diverso e incluye a agrónomos, químicos, biólogos, ingenieros químicos y farmacéuticos. Más del 80% de ellos detentan título de posgrado, de los cuales, un 11% son máster y un 3% doctores, y 3 de cada 10 investigadores son de sexo femenino. También declara que anualmente interactúa con alrededor de 60 a 80 instituciones de investigación nacionales en procura de innovaciones. Además de Embrapa, también colaboran con Basf las universidades Estadual Paulista (Unesp), de Campinas (Unicamp) y de Maringá (UEM).
Nivel internacional
La planta fabril de Guaratinguetá, emplazada en el interior paulista, es el mayor complejo químico que posee la multinacional en Sudamérica. Ahí se elaboran 1.500 productos diferentes y alberga uno de los centros mundiales de investigación del grupo en el país, el Laboratorio Global de Medio Ambiente y Seguridad Alimentaria (Gencs, según su sigla en inglés). “En el Gencs se realizan estudios para evaluar los residuos de los agroquímicos en los alimentos, además de estudios ambientales que les exigen las autoridades reguladoras brasileñas e internacionales para el registro de nuevos productos y extensión del uso de los ya existentes”, informa Sato. Él explica que esos estudios dan comienzo incluso en el campo, cuando los científicos ensayan para determinar la recomendación de uso de los agroquímicos para cada cultivo específico de interés (café, maíz, frutihortícolas, etc.). Luego, los investigadores recogen muestras vegetales y las envían para su análisis en laboratorio. En esa fase, las muestras son procesadas y analizadas empleando técnicas de purificación y cuantificación. “Con base en los resultados de los estudios de residuos y en los datos toxicológicos se comprueba la seguridad alimentaria, para asegurar que las innovaciones de Basf para el sector agrícola cumplen con los requisitos regulatorios y de sostenibilidad”. A partir de 2001, el Gencs dispone de la convalidación del Instituto Nacional de Metrología, Calidad y Tecnología (Inmetro) en Buenas Prácticas de Laboratorio, lo cual garantiza la rastreabilidad y confiabilidad de los estudios realizados allí.
El otro laboratorio de nivel internacional en Brasil es la Estación Experimental Agrícola de Santo Antônio de Posse, en la región de Campinas, fundada hace 35 años. Ella ocupa 110 hectáreas y es el mayor espacio físico de investigación de la compañía en todo el mundo. La estación congrega el 45% de las investigaciones que la empresa realiza en el país. Fue creada con el objetivo de descentralizar los estudios en el área agrícola que inicialmente se hacían exclusivamente en Alemania y es el único centro de investigación científica de su género instalado debajo de la línea del ecuador. Ahí se desarrollan los agroquímicos para los cultivos de soja, caña de azúcar, maíz, café, arroz, frijol, entre otros cultivos, y se testean las actividades biológicas de los mismos contra las malezas, enfermedades y plagas que atacan a las plantaciones. La estación pertenece a la Unidad de Protección de Cultivos, responsable del desarrollo del Sistema de Producción Cultivance y del AgMusa.
La estructura de investigación científica de Basf en el país también cuenta con el Centro de Aplicaciones de Nutrición y Salud, único en su género de la empresa en América del Sur. El centro está ubicado en Jacareí (SP) y dispone de un laboratorio farmacéutico que se especializa en la elaboración de fórmulas farmacéuticas sólidas y también cuenta con un laboratorio de cocina, denominado Newtrition, para el desarrollo de tecnologías y prototipos alimentarios, enfocado en el sector de panificación, galletas y pastelería.
Innovación global
El área de innovación de Basf está compuesta por más de 70 centros globales de I&D y 10 mil investigadores, el equivalente al 10% de su cuadro funcional. En 2015, la línea de investigación de la multinacional abarcó alrededor de 3 mil proyectos y recibió inversiones por 1.950 millones de euros (unos 7 mil millones de reales). Ese monto equivale a aproximadamente un 3% de sus ventas globales, que suman 70 mil millones de euros (251 mil millones de reales) y de ese total, 10 mil millones de euros (35.900 millones de reales) provienen de innovaciones en productos. La empresa, dueña de una cartera integrada por 8 mil familias de productos, que se reparten en 60 mil aplicaciones, fabrica desde químicos, plásticos y agroquímicos hasta insumos farmacéuticos y pinturas inmobiliarias. El objetivo de la compañía no se centra en productos de venta masiva, destinados al consumidor ‒tales como los antiguos casetes Basf, uno de los productos más visibles de la empresa en Brasil‒, sino en insumos, fórmulas, ingredientes, materias primas y precursores para diversos sectores productivos.
Entre las innovaciones que surgieron en los centros de investigación de la multinacional en el exterior, figuran: el pigmento índigo blue que confiere el color azulado a los jeans (pantalones vaqueros) y lo utilizan las industrias textiles; el poliestireno y los insumos que se emplean en la fabricación de juguetes de plástico, tales como las piezas (bloques o ladrillos) del Lego. “La búsqueda de innovación en Basf es constante”, dice Sato. Prueba de ello, según él, es que, anualmente, se depositan 1.300 patentes, en promedio. “Desde hace cinco años, somos líderes del Patent Asset Index, un índice global creado por las principales industrias químicas ‒Bayer, Dow, Du Pont, Evonik y Basf‒ para medir el valor de las patentes en términos de competitividad tecnológica de impacto en los negocios y en el mercado”, afirma.
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