Imprimir Republish

Buenas prácticas

La sombra de la autopromoción

Un banco de datos mapea a 250 investigadores altamente productivos sospechados de abusar de las autocitas o de practicar citas cruzadas

Catarina Bessell

Un banco de datos creado para mapear a los investigadores más influyentes del mundo, aquellos cuyos artículos son bastante mencionados en papers de sus colegas, finalmente reveló la prevalencia de un tipo de mala conducta que se practica en la cúspide de la pirámide de la comunidad científica. Al compilar una lista integrada por 100 mil científicos con productividad e impacto elevados, el médico John Ioannidis, docente de metodología científica en la Universidad Stanford, en Estados Unidos, notó que alrededor de 250 de ellos abusaron del recurso de la autocita, que le permite a un autor incluir en un artículo científico referencias a trabajos anteriores firmados por él mismo. Aunque ese conjunto no sea grande, el estudio sugiere que uno de cada 400 investigadores de alto rendimiento puede haber incurrido en el uso de artilugios para sobrevalorar el impacto de su contribución.

Si bien un cierto nivel de autorreferencia puede llegar a ser necesario para contextualizar los hallazgos anteriores de un autor en su trabajo más reciente, la exageración de esas menciones constituye un recurso reiterado para manipular indicadores de productividad académica, tales como el factor de impacto de artículos o el índice h de los investigadores, que se calculan ambos con base en las citas. Entre los 250 nombres sospechados de mala conducta, más del 50% de las citas que recibieron era resultado de autocitas o bien, de citas realizadas por coautores, que puede configurar lo que se denomina cita cruzada, una especie de arreglo entre amigos por medio del cual los investigadores se citan unos a otros con gran frecuencia y sin una justificación razonable. El promedio de autocita entre los 100 mil autores registrados en el banco de datos fue de un 12,7%. Según Ioannidis, cuando el nivel de autocita supera el 25% del total, lo prudente consiste en hacer una evaluación minuciosa del comportamiento del autor para verificar la posibilidad de que eso configure un desvío ético.

Ioannidis sostiene que su hallazgo podría ser de utilidad para identificar fraudes individuales y rastrear a grupos de científicos que realizan intercambios de citas en forma sistemática. “Estos problemas podrían ser más comunes de lo que se cree”, expresó en declaraciones para la revista Nature. De acuerdo con su banco de datos, el adalid de la autopromoción fue el científico de la computación Sundarapandian Vaidyanathan, investigador del Instituto de Tecnología, Investigación y Desarrollo Vel Tech, una universidad privada de la ciudad de Chennai, en la India. Del total de citas que recibieron sus trabajos en 2017, el 94% proviene de su propia faena o de coautores. En la lista de Ioannidis, él figura entre los 8 mil científicos más productivos del mundo. El año pasado, Vaidyanathan recibió un premio del gobierno consistente en 20 mil rupias, el equivalente a mil reales, por figurar entre los investigadores con mayor producción académica del país. Ya había sido interpelado en 2017 al respecto de su desempeño y apeló a la plataforma online Quora de preguntas y respuestas para justificarse. Argumentó que las referencias a trabajos anteriores eran indispensables para la comprensión de los artículos recientes y que no tuvo la intención de embaucar a nadie.

Entre los casos extremos también sobresalen el del matemático griego Theodore Simos, vinculado a la Universidad Rey Saúd, en Riad, Arabia Saudita, con un índice de autocita ubicado en un 76%, y el del químico rumano Claudiu Supuran, investigador de la Universidad de Florencia, en Italia, con un 62%. El año pasado, ellos fueron parte de la lista con los “6 mil científicos de categoría mundial seleccionados por su excepcional performance investigadora”, elaborada por la empresa Clarivate Analytics. Ante la advertencia de la revista Nature acerca del patrón de autocitas de ambos investigadores, Clarivate, que administra la base de datos Web of Science, informó que podría modificar la metodología que emplea para elaborar ese escalafón.

Clarivate divulga anualmente el Journal Citation Reports (JCR), que calcula el factor de impacto de casi 12 mil periódicos científicos y registra un historial de lucha contra las autocitas o citas cruzadas no promovidas por investigadores individuales, sino por periódicos científicos. En la última edición del JCR, se excluyó a 17 revistas por presentar patrones de citas que se consideran anómalos. Diez de ellas fueron suspendidas por abuso de autocitas, siendo una de ellas el periódico Hispania, editado por la Asociación Americana de Profesores de Español y Portugués. Otros seis títulos fueron removidos por registrar indicios de citas cruzadas. Incluso se dio el caso de un periódico, Bone Research, que fue excluido por hallarse involucrado en un esquema de intercambio de citas montado por otras revistas, si bien no hay evidencias de que con ello se haya beneficiado. Esas revistas quedarán durante un lapso de dos años sin factor de impacto, una sanción que potencialmente ahuyentará a autores de artículos de calidad. Brasil, que en 2013 llegó a tener seis periódicos suspendidos por el JCR (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 213), se mantuvo fuera de la lista de suspensiones en los últimos años.

Límite aceptable
En un documento divulgado en el mes de julio, el Committee on Publication Ethics (Cope), un foro internacional sobre integridad en publicaciones científicas, les recomendó a los editores de periódicos que reflexiones acerca de cuál es el límite que consideran aceptable para las autocitas e instituyan políticas sobre ese tema. Con todo, el Cope desaconsejó el recurso ya disponible en algunos índices de excluir las autocitas para el cálculo del impacto de artículos y periódicos. El argumento que interpone se basa en que la autocita, en muchos casos, resulta necesaria y recomendable, dado que si el autor no pudiera introducir referencias relevantes al respecto de trabajos anteriores, incluso podría acusárselo de autoplagio. En esos casos justificables, las autocitas cumplen la misma función de las citas realizadas por terceros, que consiste en servir como marco referencial para la producción de conocimiento nuevo, y excluirlas sería pernicioso.

A propósito: Al tope de la lista de Ioannidis, los tres científicos más influyentes fueron el químico suizo Michael Grätzel, investigador de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, inventor de un nuevo tipo de célula solar, el físico y matemático estadounidense Edward Witten, de la Universidad de Princeton y ganador de la Medalla Fields en 1990, y el bioquímico inglés Barri Halliwell, experto en radicales libres, actualmente en la Universidad Nacional de Singapur. Ninguno de ellos registró un índice de autocitas superior al 10%.

Republicar