Antes que comience la entrevista, el químico Martyn Poliakoff, todavía no confirmado como el analista del polvo descubierto por las investigadoras brasileñas Ana Goldfarb y Márcia Ferraz (lea en la página 18), prefirió mantener la flema británica y decir que “no se hallaba informado” sobre el tema y que no era “experto en esas cuestiones”. Poliakoff es vicepresidente de la Royal Society, y también su secretario de Relaciones Exteriores, un cargo que la institución se vanagloria de haber “inventado” en 1723, anticipándose seis décadas a la creación del mismo cargo por parte del gobierno británico. En “represalia” por su silencio, no se le formuló ninguna pregunta, tal como le suelen hacer los medios, al respecto de su célebre cabellera, que dice mantener “porque todos me conocen así”. Los amigos del científico utilizaron un cabello suyo para escribir en él la menor tabla periódica del planeta, la pasión de Poliakoff y tema de la serie Periodic table of videos, que él ofrece en YouTube, con pequeños videos sobre los elementos que ya han sido vistos por casi medio millón de personas en 200 países, Brasil inclusive, al que él acaba de visitar.
Luego de participar en la 34ª Reunión de la Sociedad Brasileña de Química, llevada a cabo en mayo en la ciudad de Florianópolis, partió hacia Río de Janeiro, donde filmó en el Jardín Botánico (sobre la química de los árboles brasileños), en el Cristo Redentor (sobre la pedra-sabão o piedra de talco, esteatita o saponita) y en la playa de Copacabana (sobre la arena). “Me quedé pasmado al visitar una importante universidad brasileña y descubrir que ellos no utilizaban un equipamiento para investigación porque les faltaba un componente de lo más trivial, un tornillo común. Hay que hacer algo rápidamente para que esas cosas no sucedan”, dice. “Resulta importante identificar áreas de países que pueden aportar algo único, como por ejemplo, la vegetación brasileña. Algunas plantas poseen componentes químicos con gran potencial medicinal y el equipamiento necesario para extraerlos es muy sencillo”, advierte.
¿Sorprende el descubrimiento de alquimia en la Royal Society?
No. Hay químicos modernos que experimentan con compuestos a partir de la orina y cosas por el estilo, lo cual casi es alquimia. Cuando los científicos pasan de una línea de pensamiento a otra, es necesario tener en cuenta el punto de partida. Si pensamos en el punto intelectual del cual partió Newton, no partió de la nada, sino que tomó el conocimiento que existía y lo desarrolló a partir de allí. Del mismo modo, los científicos contemporáneos no se posicionan en el marco de la ciencia con las mismas visiones religiosas que eran comunes en el siglo XVII. Una de las grandes revoluciones que festejamos en la Royal Society consiste en que ésta desarrolló la crítica entre pares, es decir, cuando se sugiere algo, uno utiliza la opinión de los otros para verificar si logran destruir su idea. Se origina un debate científico. La gente estaba preparada para aceptar lo que habían aprendido en el pasado, ya sean escritos de la Biblia, de Aristóteles, o los escritos de antiguos alquimistas. La revolución del pensamiento consistió en que decidieron que podían llevar a cabo sus propios experimentos e interpretar los resultados obtenidos, en lugar de decir: “Aristóteles dijo que esto desciende porque algo lo empuja hacia abajo”, o cosas similares. Si la gente no hubiese observado los planetas y sus movimientos durante siglos, Newton no habría contado con información como para comenzar. Y no importa si eso lo hacían para comprender el Universo o para leer la suerte de la gente o lo que fuese. Siempre y cuando sus observaciones fuesen razonables, la razón por la cual lo hacían no importa. Existe una muy buena analogía moderna, se trata de la gente que utiliza muestras provenientes de museos de historia natural para estudiar cosas tales como el ADN y genética, y cualquier tipo de cosas por el estilo, incluso con muestras que fueron recogidas antes de saber de la existencia del ADN. En la época en que se fundó la Royal Society había muy poca gente interesada en estos temas y se estaba obligado a hablar con gente de Alemania o de Holanda, o de cualquier otro sitio, pues solamente había media docena de individuos en Inglaterra que se interesaban en los temas de la ciencia. Y quizá fuesen menos.
Hay muchos que repudian ese pasado.
Eso es un problema, porque estoy seguro que, dentro de 100 años, la gente va a considerar lo que actualmente hacemos en ciencia como tonterías. Mis abuelos nacieron en una época en que las mujeres no votaban. Ahora eso parece absurdo, pero en esa época era lo normal. Incluso a mí me resulta difícil entender cómo la gente de esa época podía tener creencias tan arraigadas, porque tengo la cabeza de mi tiempo.
Esa gente tenía a la ciencia como una forma de mejorar la vida de todos. ¿Y ahora?
Creo que seguimos buscando lo mismo. Utilizamos diversos métodos para producir fertilizantes, alimentos, para confeccionar vestimenta y fabricar la mayoría de los materiales de construcción que necesitamos, y con el aumento de la población mundial esas cosas son cada vez más necesarias. Lo que creo fervientemente es que, con este crecimiento poblacional y particularmente con el hecho de que hay mucha gente extremadamente pobre, necesitamos hallar los medios como para promover mayores beneficios para la humanidad a partir de la misma cantidad de minerales, plutonio y otros, para poder satisfacer esas necesidades. Eso es lo bueno del trabajo académico, que se asemeja al de los periodistas, que se entusiasman con una historia y después, cuando pasan a otra cosa, lo hacen todavía más. El único modo de investigar consiste en mantener siempre ese entusiasmo.
¿Cómo ve a la ciencia producida en Brasil y de qué manera el país podría trabajar en colaboración con la Royal Society?
Me sorprendió bastante el entusiasmo de los científicos brasileños, pero igualmente me impresiona el bajo nivel de manejo de ellos del inglés, lo cual dificulta nuestro diálogo con los académicos de su país. Pero la pasión por la ciencia es innegable, incluso más cuando recibe un buen apoyo gubernamental por parte de organizaciones tales como la FAPESP. En el estado de São Paulo hay una compromiso muy positivo comparando con lo que se hace en muchos otros países, algo muy importante ante las fantásticas oportunidades con la biodiversidad y los recursos naturales con los que puede crearse una nueva ciencia. Pienso que la Royal Society puede catalizar el intercambio entre brasileños e ingleses. Brasil es un país joven, científicamente hablando, a pesar de ser históricamente uno de los más antiguos del Nuevo Mundo. Pero podemos mostrarles a los jóvenes provenientes de instituciones recientes cómo hacemos ciencia aquí, para que utilicen un abordaje similar, pero enfocado en la nueva problemática de la ciencia brasileña. La Royal Society se encuentra en una posición única para convocar a la gente para debatir los problemas que afronta nuestra sociedad. Contamos con la tradición y el estatus para aglutinar a gente que tal vez no lo haría por sí sola, y de tal modo reunir a los mejores cerebros del mundo para discutir lo que sea trascendente, los problemas de nuestra época, y yo sé que no sólo lo haremos, sino que lo haremos de manera más eficiente en el futuro. Arribé a Brasil una semana antes de la Río+20 y durante los debates con los brasileños reforcé la sensación de, por primera vez, sentirme ciudadano del mundo, no de un país en particular.
¿De qué se trata su grupo de “química verde”?
Comencé con el estudio de fluidos supercríticos, que pueden utilizarse como solventes más limpios para las reacciones químicas, mucho antes de que se hablara de “química verde”, en la década de 1980, y percibí una gran ventana de oportunidades. Creo que Brasil constituye un campo perfecto para eso. El énfasis recae en la creación de una forma “más limpia” de química, que no provoque los mismos problemas ambientales, para preservar el ambiente. Simultáneamente, ella examina cómo usar biomasa y esos materiales “limpios” para generar sustancias químicas. Un buen ejemplo de ello es la empresa Braskem. Especialmente en los países desarrollados, tales como el Reino Unido, la química tiene una muy mala imagen. Se puede hacer una química que pueda beneficiar a todos. Tengo la impresión de que, a pesar de que la ciencia ha mantenido una visión progresista durante los últimos 350 años, eso no impide a la gente repetir lo hecho desde hace miles de años: los más viejos dicen que las cosas eran mejores en su infancia. Yo, en cambio, considero que las perspectivas que trae la ciencia son mucho mejores. Debemos ser optimistas, pues, si fallamos, no habrá futuro para la humanidad.