Las principales editoriales de revistas científicas del mundo crearon un grupo de trabajo cuya incumbencia es generar normas y refrendar tecnologías capaces de detectar imágenes alteradas o duplicadas en papers. Al contrario de lo que sucede con los textos remitidos para su publicación, que pueden ser analizados rápidamente mediante el uso de distintos software antiplagio, aún no se cuenta con herramientas que se consideren eficientes para rastrear artículos a gran escala en busca de imágenes adulteradas. Ya hay empresas que prestan servicios de esa naturaleza, pero casi todos los periódicos científicos todavía recurren al control humano para identificar alteraciones. Con todo, lo que se sabe es que ellas son frecuentes. Un análisis manual llevado a cabo en 2016 con 20 mil artículos pertenecientes al área biomédica detectó problemas en un 4% de esos papers.
El objetivo principal del grupo de trabajo es establecer los requisitos mínimos para el desempeño eficiente de un software de detección de imágenes adulteradas. Otra meta consiste en la creación de las directrices generales para lidiar con los diferentes tipos de alteraciones, que pueden ser producto de equivocaciones, de esfuerzos exagerados para realzar los colores o el contraste, o bien de fraudes. El equipo cuenta entre sus integrantes con representantes de empresas tales como Elsevier, Wiley, Springer Nature, Embo Press y Taylor & Francis, y fue creado por la asociación de editoriales científicas STM, cuya sede se encuentra en el Reino Unido.
El desarrollo de un programa informático capaz de ayudar en el proceso de revisión por pares es considerado como algo esencial para identificar un tipo de fraude que a los revisores les resulta muy difícil detectar. Se trata de la reutilización de una misma imagen en papers de diferentes grupos publicados en revistas distintas. “Parece ser que estamos ante un tipo de fraude a escala industrial”, expresó Catriona Fennell, directora de los servicios de publicación de Elsevier e integrante del grupo de trabajo de la STM, en la revista Nature. Un análisis reciente elaborado por la microbióloga Elizabeth Bik, experta en fraudes, detectó más de 400 artículos con imágenes tan similares que sugerían un origen común. Se sospecha que los mismos habrían sido escritos por una empresa que vende papers a pedido. Para detectar este tipo de fraudes, no basta con desarrollar un software eficiente. Las editoriales también necesitan contar con un banco de datos con las imágenes publicadas de toda su producción científica, con el objetivo de detectar su eventual reutilización. Este tipo de estrategia ya hace tiempo que está disponible para los textos. Desde 2010, las editoriales archivan los artículos que publican en el banco de datos de un servicio denominado CrossCheck, que funciona como base para la detección de plagios en los nuevos manuscritos presentados. “Necesitaremos ese tipo de colaboración para afrontar el problema de las imágenes”, dijo Fennell.
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