Imprimir Republish

CORONAVIRUS

Las estrategias no medicamentosas ayudaron a disminuir el impacto del covid-19

Un dosier reúne evidencias sobre la eficacia del uso de las mascarillas, del distanciamiento social y otras medidas

La imposición del uso obligatorio de mascarillas redujo la tasa de infección provocada por el Sars-CoV-2

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

El uso de mascarillas, la imposición del distanciamiento social y otras tres medidas no farmacológicas resultaron eficientes para contener la transmisión del nuevo coronavirus durante la pandemia de covid-19 y evitar así el colapso generalizado de los sistemas sanitarios en distintos países mientras no se disponía de vacunas. Según indican las evidencias científicas presentadas en una serie de estudios de revisión publicados en agosto en la revista Philosophical Transactions of the Royal Society A, estas estrategias demostraron ser especialmente útiles cuando se las utilizó en forma conjunta y en las fases más tempranas.

“Existen evidencias suficientes como para arribar a la conclusión de que la implementación precoz y rigurosa de paquetes de intervenciones no farmacéuticas complementarias fue inequívocamente efectiva para limitar las infecciones provocadas por el Sars-CoV-2”, dijo en un comunicado a la prensa el médico Mark Walport, secretario de Relaciones Exteriores de la Royal Society, la academia británica de ciencias, que publica Philosophical Transactions, y líder del grupo de expertos que llevó a cabo los estudios de revisión. “Esto no significa que todas las intervenciones hayan sido eficaces en todos los contextos o todo el tiempo, pero el aprendizaje de las lecciones que deja toda la investigación generada en esta pandemia será fundamental para poder prepararnos para la próxima”, sostuvo.

Desde marzo de 2020, mucho antes de que las vacunas estuvieran disponibles, países de todo el mundo adoptaron conjuntos de medidas – con diferentes formatos, alcances e intensidades – que alteraron el funcionamiento de la sociedad y la convivencia entre las personas, en lo que ha sido la mayor injerencia en la vida cotidiana de la población mundial desde la Segunda Guerra Mundial. Con base en la experiencia de pandemias anteriores, como la Gripe Española de 1918, los expertos y las autoridades sanitarias recomendaron a los gobiernos la implementación de diversas disposiciones, tales como la obligatoriedad del uso de mascarillas en ciertos contextos, la imposición del distanciamiento social e incluso el confinamiento, aun antes de que fuera posible conocer los pormenores del comportamiento del Sars-CoV-2 o de tener certeza de que estas acciones funcionarían en este caso particular. Algunas de estas medidas, especialmente las dos últimas, fueron bastante impopulares, porque tuvieron un importante impacto económico y también social, sobre todo entre la población más vulnerable. Fueron acciones que se consideraron necesarias para hacer frente a un virus que se propaga muy rápidamente y contra el que no se tenía inmunidad.

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESPLas órdenes de quedarse en casa redujeron en un 50 %, en promedio, la transmisión del nuevo coronavirusLéo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

Una vez superada la fase crítica de la pandemia, Walport reunió a seis grupos de expertos y le pidió a cada equipo que revisara los estudios más relevantes que evaluaron cada una de las cinco principales medidas no farmacológicas que se adoptaron para contener al virus: el uso de barbijos o mascarillas; el distanciamiento social o la imposición de confinamiento; los testeos, rastreos y aislamientos; el control de las fronteras internacionales, y el control ambiental. También se analizó el impacto de las acciones de comunicación social en la aceptación de estas disposiciones.

Las mascarillas
El grupo liderado por el epidemiólogo Christopher Dye, de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, examinó 75 estudios que midieron en diversos países si el uso de mascarillas servía para disminuir la transmisión del Sars-CoV-2. De ellos, 35 se llevaron a cabo en las comunidades y 40 en unidades sanitarias. Casi todos fueron estudios observacionales, en los que los investigadores realizaban un seguimiento, sin interferir, de los efectos del uso o no de las mascarillas. De los 45 trabajos que evaluaron si el implemento de la protección facial reducía el número de infectados, 39 (el 87 %) detectaron un efecto positivo: algunos registraron una disminución de algo más de un 10 % en la cantidad total de individuos con el virus o con síntomas de covid-19. De los 18 estudios que analizaron el impacto del uso obligatorio de mascarillas, 16 concluyeron que dicha medida disminuía la tasa de infección. “En general, el conjunto de las publicaciones analizadas demuestra que las mascarillas funcionan”, dice el epidemiólogo Expedito Luna, de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP), quien examinó el dosier a petición de Pesquisa FAPESP.

Siete estudios apuntaron que las mascarillas del tipo N95 protegían más que las quirúrgicas, aunque otros cinco trabajos no encontraron diferencias. “Al comienzo de la pandemia, cuando no había mascarillas disponibles para todos, el uso de los barbijos de tela fue mejor que nada, pero el informe deja constancia que las de mejor calidad reducen más la transmisión”, comenta el epidemiólogo Pedro Hallal, de la Universidad Federal de Pelotas (UFPel), quien también analizó los estudios publicados en Philosophical Transactions.

De todas las intervenciones evaluadas, el distanciamiento social fue la que se mostró más eficaz. Las órdenes de quedarse en casa, mantener una distancia mínima entre personas y restringir el número de asistentes a reuniones se asociaron reiteradamente con una disminución importante en la propagación del Sars-CoV-2.

Léo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESPLa estrategia de testeo, rastreo y aislamiento de los infectados también se mostró capaz de disminuir la propagación del virusLéo Ramos Chaves / Revista Pesquisa FAPESP

La epidemióloga Christi Donelly y su equipo, del Imperial College London, del Reino Unido, revisaron 338 estudios sobre nueve medidas de distanciamiento social. Casi la mitad de los trabajos (151) evaluaron el impacto de la imposición de quedarse en casa, que en algunos casos incluía disposiciones más restrictivas como el confinamiento o lockdown, y 119 de ellos reportaron una reducción significativa de la cifra de casos y de la mortalidad. El descenso promedio en la transmisión del virus fue de un 50 %, aunque los valores variaban considerablemente (de un 6 % a un 81 %) entre los estudios, que emplearon diseños diferentes y analizaron distintas poblaciones en las cuales se adoptaron diversas modalidades de restricciones.

“La transmisión del virus disminuye bastante y prácticamente puede suprimirse durante cierto tiempo si la gente se queda en casa”, explica Hallal. “En Brasil esto no funcionó porque se implementó un distanciamiento blando o ‘avivado’, por no querer interrumpir las actividades económicas”. En opinión del epidemiólogo Eliseu Waldman, de la Facultad de Salud Pública de la USP, el distanciamiento social puso más en evidencia las diferencias sociales en Brasil. “Gran parte de la población no pudo poner en práctica esta medida porque necesitaba salir de casa para conseguir qué comer diariamente”, afirma.

El equipo de la epidemióloga Elizabeth Fearon, de la University College London, en el Reino Unido, examinó 1.181 estudios y, entre ellos, solamente encontró 25 que midieran empíricamente, a nivel poblacional, la estrategia de testear a las personas sospechosas de estar infectadas, rastrear a los individuos que mantuvieron contacto con ellas y aislar a aquellos en los que se confirmó la infección. Sin embargo, debido a la diversidad de los enfoques adoptados, los datos no pudieron compararse siguiendo una métrica de impacto uniforme. “En general, estos estudios demostraron que el testeo y/o rastreo de contactos se asociaron con disminuciones en la transmisión”, escribieron los investigadores.

Aunque la mayoría de los países implementaron restricciones de viajes durante la pandemia, la experta en políticas sanitarias Karen Grépin y sus colaboradores, de la Universidad de Hong Kong, hallaron pocos estudios que evaluaran la eficacia de estas disposiciones. Según los investigadores, los estudios de casos nacionales, como el de Nueva Zelanda, revelaron que las políticas globales de control de fronteras pueden reducir pero no eliminar el número de viajeros infectados. Las restricciones de viajes en países específicos tuvieron un efecto moderado en la transmisión, pero enseguida se volvieron menos eficaces a medida que la cifra de casos aumentó. En cambio, la cuarentena en la frontera de ingreso se consideró más eficaz para reducir la transmisión del virus.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

El equipo coordinado por el ingeniero Shaun Fitzgerald, de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, buscó en la literatura científica pruebas de que las medidas de control ambiental – como mejorar la ventilación de los recintos e implementar el filtrado del aire o la desinfección de las superficies, entre otras – podían ayudar a mitigar la transmisión del virus. De los 14.000 artículos identificados, tan solo 19 habían sido sometidos a una revisión por pares. Según los autores de la revisión, estos estudios sugieren que dichas medidas son capaces de reducir la transmisión del Sars-CoV-2 al aplicárselas en los ambientes cerrados.

La revisión coordinada por el sociólogo Simon Williams, de la Universidad de Swansea (Gales), evaluó la eficacia de las estrategias de comunicación para conseguir que la gente se avenga a las medidas no farmacológicas de control del covid-19. Se analizaron 13 trabajos, que tuvieron en cuenta exclusivamente el contexto del Reino Unido. La confianza – en el gobierno, en los investigadores y en las autoridades sanitarias – fue el factor más influyente en la eficacia de la comunicación, mencionado en 10 de los 13 estudios. La escasa confianza en el gobierno condujo a una menor adhesión o a una mayor creencia en teorías conspiranoicas. Igualmente importantes fueron la claridad y la coherencia del mensaje. Según los investigadores, los “mensajes ambiguos” generaron confusión y, en algunos casos, falta de adhesión.

De la lectura del dosier se desprende que aún se necesitan estudios más específicos para dimensionar mejor el efecto de cada medida. En los trabajos evaluados, muchas de ellas se habían adoptado en forma simultánea, lo que dificultó discernir el efecto que tuvo cada una por separado. Luna, de la USP, también recuerda que no se analizaron las consecuencias sociales y económicas de estas medidas. A pesar de las limitaciones, Hallal afirma que el informe organizado por Walport es importante pues añade evidencias empíricas a lo que teóricamente ya se sabía o se había demostrado puntualmente en estudios aislados. “Estas revisiones demostraron la efectividad de varias de las medidas que recomendamos una y mil veces durante la pandemia. Si en Brasil se hubiesen adoptado estas disposiciones, podrían haberse evitado muchas muertes”, concluye el epidemiólogo de la UFPel.

La vacuna de la UFMG pasa a la segunda fase de pruebas
El compuesto será aplicado a 360 personas de entre 18 y 65 años

A finales de agosto, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) de Brasil aprobó el inicio de la segunda fase de ensayos en humanos del compuesto denominado SpiNTec, el único candidato a vacuna contra el covid-19 desarrollado íntegramente en el país. Esta es la penúltima etapa de ensayos clínicos previa a la liberación de su comercialización.

SpiNTec es uno de los tres compuestos candidatos a vacuna contra el nuevo coronavirus desarrollados con la participación de brasileños que han llegado a la fase de ensayos en personas (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 321). Fue diseñada por el equipo del Centro de Tecnología de Vacunas (CTVacunas) de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), en colaboración con la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) de Minas Gerais, con inversiones realizadas por instituciones federales, por la Municipalidad de Belo Horizonte y por la bancada del estado en la Cámara de Diputados federal.

En la segunda fase de ensayos, la formulación será administrada a unos 360 voluntarios sanos o con enfermedades crónicas controladas de entre 18 y 65 años, que previamente hayan recibido dosis de la vacuna CoronaVac o del inmunógeno de AstraZeneca y un refuerzo de la vacuna Pfizer/BioNTech o de AstraZeneca. “Este es un paso importante para la obtención del registro”, le dijo a Agência FAPESP el inmunólogo Ricardo Gazzinelli, coordinador del CTVacunas e investigador de la Fiocruz de Minas Gerais. Se realizará un seguimiento de los participantes durante un año.

El objetivo de esta segunda fase es continuar evaluando la seguridad de la fórmula e identificar los efectos indeseables que puedan surgir, como así también evaluar los marcadores inmunológicos de eficacia.

Los informes oficiales del ensayo clínico de fase I, presentados en junio, indicaron que SpiNTec es segura (no causa problemas graves de salud) y capaz de inducir una respuesta inmunitaria. Además de estimular la producción de anticuerpos contra la proteína de la espícula del Sars-CoV-2, como la mayoría de las vacunas disponibles, la nueva fórmula potencia la activación de los linfocitos T, las células que combaten a otras células infectadas con el virus. Esta doble acción, en principio, también puede volverla eficaz contra nuevas variantes. Si todo marcha bien, la última etapa de ensayos tendrá lugar el año que viene. “Ya contamos con fondos de la Finep aprobados para la fase III, que se liberarán una vez comprobado el éxito de la fase actual del estudio”, dijo Gazzinelli.

Republicar