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MEMORIA

Las ideas de Pasteur en nuestra vida cotidiana

El químico francés nacido hace 200 años estableció las pautas que se utilizan hasta los días actuales para prevenir la transmisión de enfermedades infecciosas

Pasteur hacia 1880, en su laboratorio en la Escuela Normal de París

Hulton Archive / Getty Images

Lavarse las manos, cortarse el cabello, filtrar el agua que se bebe y hervir la leche, mantener la casa limpia y otros hábitos cotidianos, son medidas de prevención frente a la transmisión de enfermedades causadas por microorganismos que parten de las ideas promovidas por el químico francés Louis Pasteur a finales del siglo XIX. Pasteur nació hace 200 años, en diciembre de 1822, en Dôle, una ciudad francesa situada al este del país. Al morir, a los 72 años, en 1895, se había convertido en una de las figuras más notables de la historia de la ciencia mundial, y hoy en día incluso su nombre aparece en calles, escuelas, edificios, centros de investigación y laboratorios de análisis clínicos. El Instituto Pasteur de París es una de las mayores instituciones de investigación de enfermedades infecciosas y de producción de vacunas del planeta, con filiales en 26 países.

Instituto Pasteur / Museo Pasteur O anjo da inoculação [El ángel vacunador] caricatura de Charles Gilbert-Martin publicada en 1886Instituto Pasteur / Museo Pasteur

En la segunda mitad del siglo XIX, junto al patólogo alemán Robert Koch (1843-1910), Pasteur sentó las bases de la microbiología y el concepto –en la actualidad obvio– de que las enfermedades infecciosas son causadas por microorganismos y pueden prevenirse mediante medidas de higiene y vacunas. “Nuestra mente se ha vuelto pasteuriana”, resume el historiador de la ciencia Jaime Benchimol, de la Casa de Oswaldo Cruz de la Fundación Oswaldo Cruz (COC-Fiocruz) y autor del libro Febre amarela: A doença e a vacina, uma história inacabada [Fiebre amarilla. La enfermedad y la vacuna, una historia inconclusa] (editorial Fiocruz, 2001). El médico inglés Joseph Lister (1827-1912) visitó a Pasteur en 1876, en París, y basándose en las ideas de su colega francés decidió desinfectar el instrumental de cirugía y el sector del cuerpo por operarse, reduciendo así la probabilidad de que aparezcan infecciones.

Pasteur acabó con la división entre la ciencia básica y aplicada al afirmar que no había una ciencia aplicada, sino aplicaciones de la ciencia. En el libro O quadrante de Pasteur – A ciência básica e a inovação tecnológica [El cuadrante de Pasteur. La ciencia básica y la innovación tecnológica] (editorial Unicamp, 2005), el politólogo estadounidense Donald Stokes (1927-1997) recurrió a dos ejes cartesianos para clasificar las actividades de investigación: uno vertical, que representa la capacidad de generar conocimientos básicos, y uno horizontal, que refleja las aplicaciones.

De ahí emergen cuatro cuadrantes: abajo, a la izquierda, el más cercano al cruce de los ejes queda vacío; al lado, a la derecha, está el de Thomas Alva Edison (1847-1931), en alusión al inventor estadounidense que creó la lámpara incandescente, de gran trascendencia por sus aplicaciones y no tanta por el conocimiento; arriba, a la izquierda, se encuentra el de Niels Bohr (1885-1962), en referencia al físico danés que posibilitó grandes avances en cuanto a la estructura del átomo, y arriba, a la derecha, el de Pasteur, que aúna avances tanto en el conocimiento como en las aplicaciones.

Stokes argumentó que el químico francés tenía dos compromisos: “entender los procesos microbiológicos que había descubierto” y, al mismo tiempo, “controlar los efectos de dichos procesos en diversos productos y animales y seres humanos”. De esta manera, el autor muestra que la llamada ciencia básica o fundamental podría comportar beneficios económicos o sociales. Esta idea se oponía a la división entre la ciencia pura y la ciencia aplicada, que se potenció tras la Segunda Guerra Mundial e influyó en la política científica y tecnológica en las décadas siguientes (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 110).

Wellcome LibraryRetrato del químico francés realizado por Félix Nadar, en 1878Wellcome Library

Vacunas
Con su equipo, fue uno de los primeros que produjo en laboratorio y partiendo de bases científicas, vacunas de uso veterinario y humano contra enfermedades infecciosas. La primera de ellas fue para una enfermedad de las ovejas, el carbunco o ántrax maligno, causado por la bacteria Bacillus anthracis, identificada por Koch en 1877. Fiándose de sus experimentos con animales en el laboratorio, Pasteur organizó en junio de 1881 un espectáculo público en el poblado de Pouilly-le-Fort, al sudeste de París, al que asistieron veterinarios, granjeros, políticos locales y periodistas: junto a su asistente, el químico Charles Chamberland (1851-1908), aplicó a 25 ovejas una vacuna que había elaborado con una versión atenuada de la bacteria causante de la enfermedad, a otras 25 no las vacunó y, a continuación, les inoculó a todas una solución que contenía la bacteria. Veinticuatro de las ovejas vacunadas sobrevivieron, las restantes murieron.

En 1857, tras haber enseñado química durante tres años en la Universidad de Lille, comenzó a dar clases en la Escuela Normal Superior de París. En 1889 decidió dedicarse a las vacunas destinadas a humanos. Empezó con la de la rabia, una enfermedad de origen viral transmitida principalmente por la saliva de los animales infectados.

En julio de 1885 atendió a un niño de 9 años, Joseph Meister (1876-1940), quien había sido mordido en los brazos y en las piernas por un perro rabioso. Él mismo reportó: “La muerte del niño parecía inevitable. Decidí, no sin profunda angustia y ansiedad, como pueden imaginarse, aplicar en Joseph Meister el método que había probado con éxito rotundo en perros”. Funcionó, y después de 13 inyecciones el chico se recuperó.

Tras examinar los cuadernos de laboratorio de Pasteur, el historiador estadounidense Gerald Geison (1943-2001) sostiene en el libro A ciência particular de Louis Pasteur (editorial Fiocruz/Contraponto, 2002) que Joseph Meister no fue el primero que recibió la vacuna antirrábica. Pasteur ya la había utilizado en secreto con un hombre de 61 años llamado Girard, quien sobrevivió, y con una niña de 11, que falleció. Las notas “revelan que a Girard se le inoculó un preparado del cual Pasteur no dejó una descripción por escrito, a saber: una emulsión de la médula espinal de un conejo muerto por hidrofobia en un experimento, que se había dejado secar en un vial cerrado herméticamente durante alrededor de dos semanas”, comenta Geison.

Wellcome Library, London. WellcomeLitografía de una clínica de vacunación antirrábica en ParísWellcome Library, London. Wellcome

Según él, el químico francés aún no había hecho el intento de curar la rabia en animales antes de tratar a Girard. “Los cuadernos no ofrecen ninguna prueba de que Pasteur hubiera concluido los experimentos con animales que esgrimió para justificar su decisión de tratar a Meister”, añade el historiador. Cuando atendió al niño, tan solo había iniciado un experimento con 40 perros, con distintas fórmulas, y los resultados aún no eran comparables. De todas maneras siguió adelante, porque lo había conmovido la situación del niño, quien luego trabajaría en el Instituto Pasteur hasta la entrada en París del Ejército nazi, en 1940, cuando puso fin a su propia vida.

En el marco de una conferencia que brindó en la Academia de Ciencias de París, en marzo de 1886, el químico propuso la creación de un instituto para producir y aplicar la vacuna contra la rabia, con base en sus resultados. Con el apoyo de la Academia, llovieron donaciones de todas partes, incluso del emperador de Brasil, Pedro II (1825-1891).

“Pedro II ya estaba interesado en la ciencia cuando conoció a Pasteur”, dice el químico e historiador de la ciencia Carlos Alberto Lombardi Filgueiras, de la Universidad Federal de Minas Gerais y autor del libro intitulado As origens da química no Brasil [Los orígenes de la química en Brasil] (editorial de la Unicamp, 2015). “Estaba fascinado con lo que en aquella época se llamaba bacteriología, hoy en día microbiología, y se empeñó en contribuir con dinero de su propio bolsillo para la construcción del Instituto Pasteur de París”.

O Album, ano 1, nº 22. 1893Domingos José Freire, recomendado por el francés para combatir la fiebre amarilla en BrasilO Album, ano 1, nº 22. 1893

Lombardi Filgueiras halló en el archivo del Museo Imperial de Petrópolis, en Río de Janeiro, una carta en la que Pasteur respondía a una invitación del emperador para venir a Río de Janeiro a investigar la fiebre amarilla, que entonces causaba una epidemia en Brasil. Se excusó alegando que ya tenía 62 años y temía los efectos de un clima tropical, argumentó que estaba dedicado a la vacuna contra la rabia y recomendó al médico carioca Domingos José Freire (1843-1899), quien había formulado y estaba aplicando una vacuna experimental contra la fiebre amarilla (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 265).

El emperador también patrocinó al Instituto Pasteur de Río de Janeiro, vinculado al hospital Santa Casa de Misericordia e inaugurado en febrero de 1888, nueve meses antes que el de París. “Nuestra élite médica estaba muy bien informada y bien formada en el exterior”, explica el historiador Luiz Antonio Teixeira, también de la COC-Fiocruz, justificando la rapidez con que se incorporaron las técnicas de producción del suero contra la rabia. En Recife (Pernambuco), se fundó al año siguiente un instituto antirrábico, al que también se le impuso el nombre del químico francés; luego vinieron otros en la ciudad de São Paulo, en 1903; en Juiz de Fora (Minas Gerais), en 1908; en Porto Alegre (Rio Grande do Sul), en 1910, y en Florianópolis (Santa Catarina), dos años más tarde.

“En general, los institutos en Brasil y en otros países fueron creados tan solo para reproducir la técnica de producción de las vacunas contra la rabia”, dice Teixeira, autor del libro Ciência e saúde na terra dos bandeirantes: A trajetória do Instituto Pasteur de São Paulo no período de 1903-1916 (editorial Fiocruz, 1995). “El de São Paulo fue el único que también se destinó a la investigación científica, porque ya había instaurado una red de institutos de salud, como los de bacteriología y vacunología” (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 300). El instituto paulista, creado como institución privada por un grupo de médicos, fue donado al gobierno del estado en 1916 debido a sus dificultades financieras. Los de los otros estados fueron asimilados por los organismos sanitarios o cerrados cuando los brotes de rabia fueron diluyéndose. Hoy en día, la enfermedad es bastante rara y sus vectores principales son los murciélagos hematófagos.

Wikimedia CommonsPasteur trabajando en un experimento en su laboratorioWikimedia Commons

“Muchos médicos de Río de Janeiro [por entonces capital de Brasil] adoptaron rápidamente la teoría de los gérmenes propuesta por Pasteur, pero también se suscitaron muchas controversias, porque las nuevas ideas contradecían las creencias arraigadas, como la que sostenía que las enfermedades tan solo eran consecuencia de los ambientes insalubres”, dice Benchimol. “La bacteriología nació rodeada de sospechas y dudas”. Entre 1878 y 1886, el periódico Gazeta Médica da Bahia publicó traducciones de artículos de Pasteur referidos a las aplicaciones de la teoría de los gérmenes en la medicina, lo que permitió llevar a cabo cirugías más extensas y seguras, con menor riesgo de infección, y sobre las pruebas con la vacuna contra la rabia, pero esto también dio lugar a impugnaciones.

“La bacteriología tuvo un notable impacto en la salud colectiva, porque permitió la prevención de las enfermedades infecciosas, a través del aislamiento de los enfermos, la vacunación y la mejoría de las condiciones de vida de la población para evitar la transmisión de patógenos”, comenta Teixeira. Basándose en las ideas de Pasteur, el médico Oswaldo Cruz (1872-1917) pudo frenar la epidemia de fiebre amarilla a principios del siglo XX.

Museo Pasteur / Instituto PasteurDelegación oficial frente a la catedral de Notre-Dame durante su funeral, el 5 de octubre de 1895Museo Pasteur / Instituto Pasteur

Según Teixeira, uno de los límites de la bacteriología es lo que él denomina unicausalidad: la causa única del surgimiento de una enfermedad o epidemia, que deja de lado la existencia de otros factores como las condiciones de vida, que propician la evolución de las enfermedades, como en el caso de la tuberculosis: “Durante décadas, el enfoque unicausal de las enfermedades se ciñó a las acciones de salud pública”. La situación empezó a cambiar en Brasil a partir de la década de 1920, principalmente con la labor del farmacéutico y médico Geraldo Paula Souza (1889-1951).

Docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (USP) y fundador del Instituto de Higiene, que luego se convertiría en la Facultad de Salud Pública de la USP, Paula Souza tenía un concepto más amplio de los problemas de salud, no puramente biológico, y creó una red de centros de salud que amalgamaba prevención y educación sanitaria, a partir de lo que había visto en Estados Unidos. En 1945 participó en la Conferencia de San Francisco (EE. UU.), que condujo a la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y respaldó la constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tres años después.

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