El volumen de las precipitaciones que se abatieron sobre el estado de Rio Grande do Sul entre finales de abril y principios de mayo fue un fenómeno extremo que causó la mayor catástrofe socioambiental en la historia de Brasil. El 2 de mayo, el Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden) emitió un aviso alertando que, en las 72 horas previas, algunos municipios de ese estado brasileño habían registrado casi 500 milímetros (mm) de lluvia, como fue el caso de Santa Maria, en el centro del territorio estadual, y Caxias do Sul, en la zona de Serra Gaúcha. En otras ciudades, también en un lapso de tres días, cayeron entre 200 y 300 mm de agua.
Se trata de un enorme caudal de lluvias. En los últimos 30 años, las precipitaciones mensuales promedio en todo el estado, entre abril y mayo, fluctuaron entre 100 y 220 mm según el Instituto Nacional de Meteorología (Inmet). “Todos los pronósticos meteorológicos tienen sus limitaciones. Pero el aviso de riesgo de catástrofe para Rio Grande do Sul había sido emitido con antelación, ya en abril”, dice el climatólogo José Marengo, del Cemaden.
Las fuertes lluvias continuaron con el correr del mes de mayo y también empezaron a afectar al estado de Santa Catarina. Hasta el cierre de esta edición, 471 de los 497 municipios gaúchos se habían visto afectados severamente en mayor o menor medida por las lluvias e inundaciones persistentes, según informó Defensa Civil de Rio Grande do Sul: es como si un tsunami hubiera barrido el estado. La cantidad de víctimas fatales ascendió a 169 y la de desaparecidos a 44. Más allá del escenario de destrucción y de los daños por miles de millones de reales en infraestructura y bienes materiales, más de 580 residentes han tenido que abandonar sus hogares, 47.000 están alojados en refugios y hay 2,3 millones de personas afectadas. La dimensión final de los daños solo podrá evaluarse cuando termine de drenar el agua en todas las zonas inundadas, lo que está ocurriendo muy lentamente.
Las características de la cuenca hidrográfica del estado contribuyeron a agravar la magnitud de las inundaciones. Gran parte de la lluvia que cae en el centro y el norte del estado fluye por los ríos hasta el lago Guaíba, en el Área Metropolitana de Porto Alegre, la capital estadual, y sigue su camino hacia la laguna Lagoa dos Patos, situada un poco más al sur, que desemboca en el océano. “En la zona de Porto Alegre, las aguas no bajaron rápidamente a causa de las lluvias persistentes, el suelo anegado y saturado y el escurrimiento dificultoso del agua hacia el océano debido a la acción del viento”, explica el ingeniero ambiental Fernando Mainardi Fan, del Instituto de Investigaciones Hidráulicas (IPH) de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS). “Durante las lluvias del año pasado, el sistema de contención de las crecientes en el Guaíba ya había registrado algunas fallas en el sellado de las compuertas y en el funcionamiento de las bombas. Ahora no aguantó”.
A causa de las inundaciones persistentes, varias ciudades debieron ser parcial o totalmente evacuadas, como en los casos de Eldorado do Sul, Canoas y Porto Alegre, situadas junto al lago Guaíba. La cota de inundación del lago es de 3 metros (m), pero en teoría, el sistema podría soportar una crecida de hasta 6 m. La creciente de este año elevó el nivel a la marca récord de 5,35 m. La marca más alta registrada había sido durante la gran creciente de 1941, que marcó un máximo de 4,77 m.
Según Mainardi Fan, las zonas más afectadas fueron las inmediaciones de los ríos Jacuí, Taquari, Caí, Sinos, Gravataí y Vacacaí, además del Guaíba (véase las imágenes comparativas). Municipios situados cerca de los dos primeros ríos, como Encantado y Muçum, ya se habían visto afectados por las crecientes a finales de 2023 y volvieron a quedar bajo el agua. El nivel subió principalmente debido a las lluvias y al represamiento de las aguas en la embocadura del Guaíba.
El estado de Rio Grande do Sul se encuentra en una región que a menudo ha sido objeto de alertas de posibles catástrofes asociadas a las bruscas variaciones del clima. Desde mayo de 2023 a la fecha ha sido mencionado en 12 de los boletines mensuales que publica el Inmet sobre fenómenos meteorológicos extremos, tales como lluvias y olas de calor más intensas que el promedio histórico que pueden causar inundaciones, deslaves y otros impactos. Las advertencias más recientes para el territorio estaban relacionadas con lluvias torrenciales, como las de septiembre del año pasado (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 334).
En los últimos 30 años, con el aumento del calentamiento global, una nueva realidad climática se ha instalado en el país y, según los expertos, el sur de Brasil es una de las regiones que se verá más afectada por las fuertes lluvias. Los mapas del Inmet para el período comprendido entre 1991 y 2020 en la zona indican un promedio anual acumulado de precipitaciones de entre 1.400 y 2.200 mm. Entre las décadas de 1960 y 1990, este índice oscilaba entre 1.050 y 2.050 mm.
La tendencia creciente de las precipitaciones en el sur y parte del sudeste de Brasil también se ha observado en diversos estudios y difiere de la realidad que se vive en gran parte del país, que cada vez es más seco (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 338). “En otras regiones pueden diferenciarse bien los períodos secos de los lluviosos. Pero en el sur tenemos precipitaciones que solían estar bien distribuidas a lo largo del año”, comenta el meteorólogo Douglas Lindemann, de la Universidad Federal de Pelotas (UFPel). “Siempre ha habido oscilaciones, debido a la influencia de fenómenos naturales como El Niño, que trae más lluvias, o La Niña, que provoca períodos de sequía. Lo que está cambiando es que las lluvias ya no están tan bien distribuidas y en algunos meses son torrenciales”.
La escalada de las inundaciones en los ríos del sur se constató en un artículo publicado en septiembre de 2022 en la revista Nature Communications. El estudio se propuso analizar en qué medida está cambiando el ciclo del agua en todo el territorio nacional. Con el calentamiento del planeta, este ciclo natural ‒que comprende los procesos de evaporación, transpiración de las plantas, formación de nubes, precipitaciones y abastecimiento de los acuíferos‒ se ve alterado. Una de las explicaciones reside en el hecho de que, bajo condiciones más cálidas, la atmósfera contiene más humedad (vapor de agua). Esto favorece condiciones meteorológicas que provocan más lluvias, como los ciclones extratropicales.
El análisis incluyó datos de observación diaria del caudal y escorrentía de los ríos en 886 estaciones hidrométricas entre 1980 y 2015. Los resultados indican que, en parte del sur de Brasil, en el norte de la Amazonia y en el territorio más oriental de Mato Grosso do Sul, las inundaciones se han vuelto más frecuentes y las sequías menos comunes. “El ciclo se ha modificado prácticamente en la totalidad del país. En el sur, las actividades humanas están causando inestabilidad en el flujo natural de los ríos”, dice el geógrafo Vinícius Chagas, autor principal del estudio y actualmente investigador posdoctoral en la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), bajo la supervisión del ingeniero ambiental Pedro Chaffe.
En total, según el artículo, el 69 % del territorio de la región sur viene soportando mayores inundaciones. En el nordeste de Rio Grande do Sul la situación es crítica (donde la tragedia actual ha sido devastadora), así como en casi todo el territorio de Santa Catarina y en el sudeste del estado de Paraná. Por el contrario, en el sur de Rio Grande do Sul, tanto las inundaciones como las sequías han sido menos frecuentes o intensas en los últimos 40 años. Los datos hacen saltar las alarmas, aunque no todos los episodios de inundaciones o sequías han generado grandes trastornos. “El período de recarga de los acuíferos solía acontecer a lo largo de todo el año, pero eso ha cambiado”, dice Chagas.
Resulta difícil enumerar todas las razones de los cambios observados en el régimen de lluvias en el sur de Brasil. La recurrencia de las precipitaciones depende de factores atmosféricos y oceánicos, cada evento extremo es único y el clima de la región no es homogéneo. En la debacle actual, debido a condiciones climáticas específicas, las nubes de lluvia permanecieron estacionadas durante muchos días sobre ciertas zonas de Rio Grande do Sul, concentrando las precipitaciones en esos lugares. “El frente frío, producto de la interacción entre las masas de aire frío y caliente, se está retroalimentando en el estado por la gran humedad y el calor presentes en esta época del año”, explica Lindemann.
Según la literatura científica, el aumento de la temperatura hace que los sistemas climáticos se vuelvan más inestables e imprevisibles, con un 2023, por ejemplo, que ha sido el año más cálido en la historia del planeta. De acuerdo con el Inmet, la temperatura promedio del año pasado en Brasil fue 0,69 grados Celsius (ºC) superior a la media histórica de las últimas tres décadas, que fue de 24,23 ºC.
Con todo, las lluvias torrenciales de este año en Rio Grande do Sul cayeron en un momento razonablemente esperable y previsto por varios estudios. Cuando se produce el fenómeno climático de El Niño, que se caracteriza por el calentamiento excesivo de las aguas superficiales del centro y del este del océano Pacífico ecuatorial, aumenta el riesgo de que se originen eventos extremos en todo el territorio nacional.
Un estudio publicado en agosto de 2017 en la revista International Journal of Climatology observó una intensificación de las lluvias extremas asociadas a El Niño en el estado de Santa Catarina, principalmente durante la primavera, entre 1979 y 2015. El Niño produce más fenómenos extremos que los asociados a La Niña (el enfriamiento anormal de ese sector del Pacífico) o a años neutros, cuando las temperaturas del océano en esa región se mantienen dentro de los parámetros considerados normales. Así y todo, la frecuencia de anomalías climáticas en primavera durante La Niña y en años neutros, entre 2000 y 2015, ha aumentado considerablemente en comparación con las dos décadas anteriores, y a la vez se ha registrado una pequeña disminución de la cantidad de eventos significativos asociados a El Niño.
“En Rio Grande do Sul, hubo una severa sequía que duró tres años debido a episodios consecutivos de La Niña. Lo que se observa es que el espaciamiento entre estos eventos se está acortando, y La Niña está durando varios años. Ello sería un efecto directo del cambio climático”, comenta la oceanóloga Regina Rodrigues, de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), coautora del artículo. El organismo estadounidense que monitorea la región del Pacífico ecuatorial, la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional (Noaa), anunció en mayo de este año que el fenómeno de El Niño actual finaliza en junio, y el próximo de La Niña comenzará en septiembre de 2024.
La existencia de eventos extremos debido a El Niño y La Niña también ha sido estudiada por la geógrafa Venisse Schossler, de la UFRGS. En un artículo publicado en 2018 en Revista Brasileira de Recursos Hídricos, ella asoció el calentamiento y el enfriamiento anormal del Pacífico ecuatorial a las variaciones del llamado Modo Anular del Sur (SAM, por sus siglas en inglés) u oscilación antártica, un cinturón de presión alrededor del círculo polar antártico que tiene una incidencia diaria en la temperatura y las precipitaciones en el hemisferio sur. “Cuando asociamos a El Niño/La Niña con el SAM, el escenario se torna propicio para el advenimiento de fenómenos extremos. Como consecuencia del cambio del cambio climático, la capa superficial de la atmósfera se expande debido al calentamiento, y esto afecta a los campos de presión”, explica Schossler.