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Comunicación

Las redes sociales multiplican las oportunidades

Un estudio internacional muestra que las plataformas digitales trascienden las burbujas al democratizar experiencias y compartir consejos prácticos y contenidos académicos

Catarina Bessel

En las calles de los grandes centros urbanos hay una escena que se repite. En el metro, en el autobús y en los coches, los brasileños van como zombis, con la vista pegada a las pantallas de sus celulares, sin prestarle demasiada atención a lo que ocurre a su alrededor. Hoy en día, el 64,7% de la población brasileña mayor de 10 años está conectada a internet, según la más reciente Investigación por Muestra Nacional Permanente de Domicilios (PNAD, en portugués). Un 62% de los habitantes posee un smartphone, según un estudio del Google Consumer Barometer, de 2017. En los últimos seis años se ha registrado un boom de conectividad vía celular, cuando en 2012, tan solo el 14% de los brasileños tenían teléfonos de este tipo.

“Tiempo atrás, solo tenían acceso a internet las clases A y B. En los años 1990, por ejemplo, esto era cosa de jóvenes, estudiantes, blancos, nerds y generalmente varones”, comenta el antropólogo Juliano Spyer, autor del estudio realizado para la University College London (UCL), en el Reino Unido, recientemente publicado en el libro Mídias sociais no Brasil emergente – Como a internet afeta a mobilidade social (Educ/ UCL Press). “A partir de mediados de la década de 2000, a través de Orkut [antigua red social de Google], la red se popularizó”. En el caso de Brasil, la estabilidad política y el desarrollo económico experimentados durante los últimos 20 años propiciaron el acceso de la población a las computadoras hogareñas y a los dispositivos móviles, tales como tablets y smartphones.

Intrigado con la popularización de las herramientas de acceso a internet, Spyer se abocó a estudiar este proceso. En abril de 2013, se fue de su casa en São Paulo y se mudó a un albergue comunitario para obreros de bajos ingresos, con 15 mil habitantes, en Bahía, donde estuvo viviendo hasta mayo de 2014. Para resguardar la identidad de los entrevistados, el investigador le dio al lugar el nombre ficticio de Balduíno.

Antes de comenzar con su investigación de campo, Spyer y otros ocho antropólogos estuvieron preparándose durante siete meses, asesorados por el antropólogo y arqueólogo Daniel Miller, de la UCL. Luego de revisar la bibliografía referente al tema, plantearon los temas principales que abordarían en la investigación: la razón del uso de las redes sociales, su utilidad práctica, el grado de interferencia en la educación, el rol político que desempeñan y cuánto conectan –o alejan– a la gente.

“Después de pasar seis meses en Balduíno, ya pude asimilarme al lugar”, relata Spyer. A partir de ahí, el antropólogo empezó a monitorear, vía Facebook, WhatsApp y también por fuera de internet, la vida de 250 personas que espontáneamente se convirtieron en “amigos” suyos en la red social. Para ahondar en la investigación, 50 de ellos, con distintos perfiles sociales y edades, fueron elegidos como un modo de representar a la población local. “No quisimos hacer un estudio en el que solo intervinieran adolescentes porque el uso de internet por aquellos que tienen menos experiencia online no es menos relevante”, dice Spyer.

En Balduíno, la gente se gana la vida trabajando como personal doméstico, choferes, jardineros y cocineras, principalmente en hoteles y en otros emprendimientos del polo turístico al norte de la ciudad de Salvador. “Sus aspiraciones de consumo incluyen prendas de marcas internacionales, motocicletas, automóviles y computadoras. Por cierto, hoy en día la computadora ocupa en el hogar el lugar físico y simbólico que antes ocupaba el televisor, para su exhibición delante de amigos y vecinos”, dice Spyer. “El estudio constató que, entre la población de bajos ingresos, saber usar internet indica que esa persona forma parte de la modernidad y cuenta con una capacidad de comunicación más avanzada, característica de alguien que tuvo alguna educación”, explica. “Pero irónicamente, la comunicación digital también fortalece las redes tradicionales de ayuda mutua que se estaban diluyendo a causa de la urbanización”.

La investigación condujo a Spyer a deconstruir algunos estereotipos sobre el comportamiento de los usuarios de internet que habitan en los suburbios de las ciudades brasileñas. Entre ellos, aquel que indica que vivirían en realidades distintas, una virtual y otra real. “A mediados de los años 2000, recibía pacientes en el consultorio que creaban perfiles falsos, completamente diferentes a lo que ellos eran offline”, recuerda la psicoanalista Patrícia Ferreira, quien realiza un posdoctorado en psicología clínica en la Universidad de São Paulo (USP). “Ahora los posteos cambiaron y emergen como una confirmación del ‘yo’ que se anhela ser, la selfie perfecta”.

Ferreira estudia la apropiación política que se exterioriza en la retórica de las redes sociales a partir de las manifestaciones de junio de 2013, cuando estallaron las protestas en todas las capitales del país, inicialmente contra el aumento de las tarifas del transporte público. Apelando a las herramientas del psicoanálisis, ella realiza lo que define como una “escucha colectiva” mediante informaciones que se publican en perfiles y debates en grupos con posturas antagónicas. A pesar de que aún no está terminado, el estudio evidencia la función “protectora” de la pantalla, que acicatea a los usuarios a expresar lo que piensan, casi siempre ignorando la responsabilidad y el efecto que pueden provocar sus dichos.

En la localidad estudiada por Spyer, los jóvenes señalaron que en las redes sociales encuentran un medio para expresarse con mayor libertad. “El ámbito virtual es escasamente vigilado por los mayores. Por lo general, los jóvenes poseen mayor escolaridad y saben usar mejor las redes sociales que sus padres”, dice el investigador. “En Facebook se relacionan personas de todas las edades, pero los más jóvenes apelan a su mayor escolaridad y conocimientos técnicos para evitar que su presencia sea monitoreada por los adultos”.

Las diferencias culturales no impiden la reiteración de ciertos patrones de comportamiento

Incentivo a la educación
Aunque el común de la gente considera a las redes sociales como una gran distracción, Spyer descubrió que ellas pueden funcionar como un incentivo al aprendizaje. “En el trascurso de la investigación, constaté, por ejemplo, que nadie quería pasar vergüenza incurriendo en errores de ortografía en una publicación en Facebook, para que no lo ridiculicen o lo tilden de ‘ignorante’”, dice el investigador. A partir de ahí, todo esfuerzo es válido, desde utilizar el corrector ortográfico hasta consultar en Google antes de publicar.

El profesor Eduardo Santos Junqueira, docente del programa de posgrado en educación brasileña en la Universidad Federal de Ceará y coordinador del Grupo LER (Lenguajes y Educación en Red), destaca que internet reúne mucha información útil. “Con la ayuda de sus hijos o sus nietos, los adultos de bajos recursos pueden acceder a contenidos de calidad con los que de otro modo no tendrían contacto”. Junqueira estudia la problemática del uso y de la comprensión de los nuevos lenguajes en red. “Hay videos de YouTube, por ejemplo, que enseñan a resolver problemas de manera muy concreta, desde cómo se arrega una computadora hasta cómo se construye una casa”, pondera.

El profesor Junqueira mapeó prácticas en las cuales muchos estudiantes de bajos ingresos, mediante la modalidad de educación a distancia (EaD), acceden, consultan y comparten diversos contenidos audiovisuales disponibles en internet que son fundamentales para el aprendizaje y el éxito de ellos en las disciplinas cursadas. “Por ende, no se trata de una mera actividad de socialización o del disfrute cultural de contenidos, sino de un uso pragmático y que aporta beneficios a la vida profesional y académica de esas poblaciones”, informa Junqueira.

Los grupos formados por integrantes que no se conocen muy bien pero están conectados porque poseen algún punto en común –trabajo, vecindad o colegio–, son importantes para ampliar su perspectiva del mundo y las oportunidades, principalmente para las clases menos acomodadas. “Al acceder a una red social existe la posibilidad de que se establezcan conexiones con gente de universos diferentes”, dice el educador. “A pesar de que no sea una forma de amistad tradicional, esta relación puede generar capital social y posibilitar el contacto con nuevas ideas, difundiendo experiencias y referencias”. En otras palabras, rompe la esfera de exclusividad en los grupos de amigos.

“Estamos viviendo un proceso de digitalización de las cosas que están en la calle”, dice el economista Gilson Schwartz, docente del Departamento de Cine, Radio y TV de la Escuela de Comunicación y Artes de la USP. Pensando en una forma de ayudar a la comprensión de este fenómeno, él concibió las materias de grado denominadas Introducción a la iconomía (la economía política de los íconos) y Economía audiovisual internacional. “La educación informal debe encararse como algo complementario a la formal”, sostiene Schwartz.

Acortando distancias
Al contrario de lo que muchos temían, los estudios indican que las redes sociales acercan a las personas. “Conversar, publicar o enviar videos son formas económicas de mantener contacto. Basta con disponer de un smartphone y conectividad, que en muchas ocasiones es compartida o pirateada”, dice Spyer. “No es nada raro, sobre todo en el nordeste de Brasil, la migración hacia ciudades lejanas, donde hay mayores oportunidades de empleo. En esos casos, internet ayuda a mantener la conexión con la familia, que anteriormente se realizaba por cartas o mediante llamadas telefónicas de larga distancia”. Esta herramienta también aporta algo de tranquilidad a las madres que se pasan el día trabajando fuera de casa. En el estudio quedó en evidencia que las redes sociales como WhatsApp ayudan a los padres a vigilar y guiar a sus hijos a distancia.

En aquellas regiones donde los servicios públicos resultan insuficientes, la ayuda de los amigos, vecinos y parientes, conectados a través de las redes sociales, también puede servir para suplir carencias en las áreas de salud, seguridad y educación, constató Spyer. “Todos necesitan de la ayuda de la comunidad. ‘Perdí mi empleo’, ‘no tengo para darle de comer a mi familia’, ‘mi hijo está metido en las drogas’, ‘necesito acudir a un hospital’. Estos son algunos de los problemas que, a menudo, tanto estados como municipios no logran resolver. Por eso las redes tradicionales de ayuda mutua, basadas en la relación con familiares y vecinos, se vieron fortalecidas con la posibilidad de una comunicación rápida y barata”, dice.

Para investigar de qué forma los internautas perciben a las redes sociales, más allá de Spyer, que estudió el caso brasileño, los otros ocho antropólogos fueron a pasar temporadas en localidades de la India, Turquía, Inglaterra, Italia, Trinidad, Chile y China, donde los estudios se llevaron a cabo en dos localidades, una más industrializada y otra rural. Todos formaban parte del proyecto de investigación denominado Why we post.

Las diferencias culturales no impidieron que los modelos de comportamiento se repitieran en diversos países. En todas las localidades se observó, por ejemplo, que las redes sociales introdujeron formas de comunicación más flexibles. Así como antes los intercambios eran privados –un mensaje enviado a un destinatario– o públicos, o sea, se publicaban en las páginas abiertas de las redes sociales, ahora se hizo posible un modelo híbrido, con privacidad relativa dentro de un grupo controlado por uno o más moderadores. Durante el período estudiado, las plataformas de índole más pública, como en el caso de las timelines de Facebook, por ejemplo, se mostraron más conservadoras, con la gente evitando los temas políticos. En las redes más exclusivas, como es el caso de WhatsApp, se registró un mayor uso de esa función, justamente por la posibilidad de mantener la discusión dentro de un grupo conformado cuidadosamente.

Los resultados de la investigación se encuentran detallados en 11 libros que figuran en el sitio web del proyecto. Todos están estructurados en forma similar, pero ponen de relieve para el lector ciertas peculiaridades regionales. En la India, los integrantes de las castas más bajas prefieren las compras por internet antes que los comercios tradicionales de la calle, donde padecen la discriminación de los vendedores de las castas más altas. En los centros industriales de China, donde las mujeres constituyen la fuerza de trabajo principal, las redes sociales masculinas revelan varones más sensibles que lo esperado para la sociedad china.

Dado que conciben a internet como un medio democrático de acceso a diversos contenidos, los investigadores del Why we post determinaro que todos los libros estén disponibles para su descarga en forma gratuita. “Dentro del ámbito académico, hoy en día esto es superimportante. Existe un amplio debate al respecto de a quién le pertenecen los resultados de las investigaciones que se realizan con recursos públicos. Todos nuestros libros están licenciados por Creative Commons. Se venden en el formato tradicional en papel, pero también se encuentran disponibles en formato PDF para descargarlos”, dice Spyer.

Inclusión digital, pero solo para algunos
La falta de infraestructura en las escuelas brasileñas todavía es uno de los mayores obstáculos para la utilización de la información disponible en la red como una fuente complementaria del conocimiento disponible en libros y apostillas. Prácticamente todas las escuelas urbanas disponen de algún tipo de conexión, pero casi siempre se utiliza para realizar actividades administrativas. Internet no suele utilizarse en forma pedagógica. “En gran parte de las escuelas la velocidad de conexión a la red es baja, apenas de 2 megabytes por segundo”, dice Fábio Senne, coordinador de investigaciones del Centro Regional de Estudios para el Desarrollo de la Sociedad de Información (Cetic.br), quien publicó recientemente la 8ª edición del estudio Tecnologías de Información y Comunicación en el Área de la Educación, la TIC Educação. Con datos recabados en 2017, este estudio es una radiografía de la conectividad en el universo escolar brasileño.

Desde 2010, el Cetic.br entrevista a alumnos, docentes, coordinadores pedagógicos y directores para rastrear el uso de las tecnologías de la información y comunicación en escuelas públicas y particulares de todo el país. Este año, se incluyó por primera vez a los centros educativos ubicados en áreas rurales. En el marco de esta investigación se entrevistó a 10.866 alumnos de 5º a 9º año de la enseñanza fundamental y del 2º año de la enseñanza media, además de 957 directivos, 884 coordinadores pedagógicos y 1.015 docentes.

Según atestigua el estudio, en la actualidad, el 86% de los alumnos emplea la red para investigaciones de trabajos escolares. Pero tan solo el 39% lo hace en la escuela. “Más allá de los problemas de conectividad en el ambiente educativo, los docentes necesitan de cierta capacitación específica para poder utilizar los contenidos digitales”, dice Senne. “Para que resulten efectivas, las políticas de uso de las tecnologías requieren la adopción de estrategias adecuadas de capacitación docente y acceso a recursos educativos digitales”, reflexiona.

En las zonas rurales el problema es más grave: tan solo el 36% de las escuelas dispone de conexión y el 43% posee computadoras. Las discrepancias regionales también son grandes. En el sur brasileño, el 81% de las escuelas rurales posee al menos una computadora conectada, mientras que en la región del norte ese porcentaje cae a un 18%. Entre las escuelas sin conexión, un 28% de sus directores argumenta que los altos costos de los equipos tornan prohibitiva esa tecnología.

Proyecto
La apropiación política posterior a las movilizaciones en las calles: Retóricas del discurso sociopolítico digital (2016-2019) (nº 15/15215-8); Modalidad Beca de posdoctorado; Investigadora responsable Miriam Debieux Rosa (USP); Becaria Patrícia do Prado Ferreira; Inversión R$ 208.194,17

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